CAPÍTULO 3:1-6

ESCRIBE al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

1.

Ángel.

Ver com. cap. 1:20.

Sardis.

Una ciudad importante a poca distancia al sur de Tiatira. Sardis gozaba como Tiatíra de una ubicación comercial favorable. Estrabón, el antiguo geógrafo, la llamaba "una gran ciudad" (Geografia xiii. 4. 5), aunque en los días de Juan no rivalizaba en importancia ni con Efeso ni con Pérgamo. El significado del nombre es incierto; sin embargo, algunos sugieren "canción de gozo", o "lo que queda", o "algo nuevo".

Siete espíritus.

Ver com. cap. 1:4.

Siete estrellas.

Esta figura, como las que dan comienzo a los mensajes a cada una de las otras iglesias, deriva de la descripción de Cristo glorificado en el cap. 1 (ver com. vers. 16, 20).

Tus obras.

Ver com. cap. 2:2.

Nombre.

Aquí "reputación". Esta iglesia se caracterizó por la hipocresía: no era lo que pretendía ser. Las iglesias de la Reforma afirmaban que habían descubierto lo que significaba vivir por la fe en Jesucristo, pero cayeron finalmente en un estado que se parecía, en ciertos sentidos, al de la organización de la cual se habían apartado (cf. 2 Tim. 3:5). Su nombre -protestante- implicaba oposición a los abusos, los errores y el formalismo de la Iglesia Católica Romana, y el nombre Reforma daba a entender que ninguna de estas faltas se hallaba dentro del redil protestante.

Estás muerto.

Este punzante comentario da comienzo a un mensaje que consiste mayormente de reprensiones. El pecado de la hipocresía mereció las condenaciones más penetrantes de Jesús contra los dirigentes religiosos de sus días (Mat. 23:13-33). El Cristo glorificado envía ahora a la iglesia hipócrita de Sardis su más directa reprensión. En vez de estar viva en Cristo (cf. Efe. 2:5; Col. 2:13; Gál. 2:20), como lo pretendía esta iglesia, en verdad estaba "muerta" (cf. 2 Tim. 3:5). Este mensaje aplicado a Sardis, puede considerarse como dirigido al período de la iglesia que existió hacia fines de la época de la Reforma, de 1517 a 1755; sin embargo, ver Nota Adicional de Apoc. 2.

Algunas décadas después del comienzo de la Reforma, las nuevas iglesias experimentaron un período de violenta controversia doctrinal. Finalmente se zanjaron las diferencias de opinión adoptando credos definidos que tendían a desalentar la búsqueda de nuevas verdades. Por un proceso similar la Iglesia Católica Romana, en los primeros siglos de su historia, había estereotipado su teología. Protegidas por el poder y el prestigio del Estado y resguardadas al abrigo de rígidas confesiones de credos, las iglesias nacionales del mundo protestante por lo general llegaron a contentarse con una forma de piedad carente de su poder. Otro factor importante que contribuyó a la apatía hacia las cosas espirituales fue el surgimiento del racionalismo en los siglos XVII y XVIII. Ante el impacto de los descubrimientos científicos, muchos eruditos llegaron a creer que la ley natural era suficiente para explicar el funcionamiento del universo. A menudo concluyeron que la principal función de Dios con relación a este mundo sólo era la de una primera causa, y que a partir de ese acto inicial de creación, el mundo marchaba más o menos independientemente de Dios. Hombres pensadores que creían que eran impedidos en su pensamiento teológico independiente por las rígidas fórmulas de la ortodoxia protestante, en algunos casos se volvieron al nuevo racionalismo filosófico. Aunque el racionalismo produjo un elevado idealismo y suscitó reflexiones dignas de alabanza en la ciencia política y el humanitarismo, cuando sus postulados fueron aplicados a la religión influían mucho para fomentar la frialdad espiritual que caracterizó al protestantismo en los siglos que siguieron a la Reforma.

2.

Sé vigilante.

Respecto a la vigilancia como deber cristiano, Jesús pronunció seis parábolas: la del portero (Mar. 13: 34-37) que aquí aparece condensada en un versículo (Mat. 24: 42)-, la del padre de familia (vers. 43-44), la de los siervos fieles y los siervos malos (vers. 45-5 1), la de las diez vírgenes (cap. 25: 1-13), la de los talentos (vers. 14-30), y la de las ovejas y los cabritos (vers. 31-46).

Los cristianos no deben aguardar el retorno de su Señor sin hacer nada. Mientras esperan y velan, deben ocuparse en obedecer a la verdad y en trabajar fervorosamente en favor de otros. Tienen el privilegio de no sólo "esperar la venida del día de Dios, sino apresurarla" (DTG 587).

Las otras cosas.

En el protestantismo en decadencia aún había ciertas características dignas de ser conservadas aunque representara un esfuerzo. No todo se había perdido. La vida espiritual del protestantismo estaba moribunda, pero aún no estaba muerto el sistema. La "supervivencia" puede considerarse como la nota predominante del período de la historia de la iglesia correspondiente a Sardis.

Tus obras perfectas.

El ardor del protestantismo durante sus primeros años prometía un avance hacia la perfección en la comprensión de la verdad revelada y en su aplicación a la vida; pero con el transcurso de los años, el celo y la piedad decayeron, y la iglesia se cansó del esfuerzo por alcanzar la meta que se había propuesto.

3.

Acuérdate, pues.

Cf. cap. 2:5.

Has recibido.

La flexión del verbo griego no sólo indica que la iglesia de Sardis había recibido la verdad, sino especifica que aún la tenía; no se había perdido todo. El hecho de que aún hubiera esperanza, se destaca en la amonestación "guárdalo", en griego, "continúa guardando". Algunos cristianos de Sardis no habían apostatado; esto aparece más claramente en el vers. 4.

Arrepiéntete.

Gr. metanoéÇ "pensar en forma diferente después", es decir, "cambiar de forma de pensar", "cambiar de propósito". Comprende mucho más que la confesión del pecado, aunque esto también estaba incluido en la predicación de Juan . Desde el punto de vista teológico, la palabra no sólo incluye un cambio de ideas, sino también una nueva dirección de la voluntad, una modificación de propósitos y actitudes.

Ladrón.

Cf. Mat. 24:43, donde se hace referencia a la segunda venida de Cristo. Esta amonestación puede incluir no sólo el segundo advenimiento sino una visitación divina más inmediata (cf. Apoc. 2:5). Cualquier venida sería inesperada para los que dejaban de arrepentirse y velar.

4.

Manchado sus vestiduras.

Una figura de lenguaje para indicar la contaminación moral en la cual había caído la mayor parte de la iglesia de Sardis. Apoc. 16:15; cf. com. Isa. 63:6.

Vestiduras blancas.

En contraste con los que habían caído moralmente y contaminado sus "vestiduras", los que permanecieron fieles son representados como dignos de llevar "vestiduras blancas". Que estas "vestiduras blancas" simbolizan su pureza, lo indica la frase "porque son dignos" y además el uso del mismo símbolo en el cap. 7:13-14. Este último pasaje aclara que tal justicia no les pertenece a los fieles; es el resultado de lavar sus vestiduras y blanquearlas en la sangre del Cordero. Han recibido la justicia de Cristo.

Las vestiduras blancas también son características de los seres celestiales (Dan. 7: 9; Apoc. 4: 4; 6: 11; 19: 14), y de esta manera son para los santos una figura de su "cuerpo espiritual" (1 Cor. 15:40-44; cf. vers. 51-54).

5.

El que venciere.

Ver com. cap. 2:7.

Vestido.

Es decir, con inmortalidad en la vida venidera.

Vestiduras blancas.

Ver com. vers. 4.

No borraré.

La promesa "no borraré" le asegura al pecador arrepentido que sus pecados han sido perdonados. Por otra parte advierte al impenitente que su nombre será eliminado del libro de la vida. Dejará de existir su identidad como persona; ya no tendrá lugar entre los seres creados. Cf. CS 544-545.

Libro de la vida.

Las ciudades libres antiguamente tenían un libro de registro donde estaban los nombres de todos los que tenían derecho a la ciudadanía . El apóstol se está refiriendo a un registro celestial en el cual están escritos los nombres de todos aquellos cuya ciudadanía está en el cielo .Ver com. cf. Apoc. 13:8; 20:15.

Confesaré su nombre.

Es decir, lo reconocerá como un seguidor leal y consagrado. Cristo es el abogado e intercesor, el gran Sumo Sacerdote de todos los que invocan su justicia (ver 1 Juan 2:1-2; cf. Mat. 10:32-33; Heb. 8:1-6).

Delante de sus ángeles.

"Pero el plan de salvación tenía todavía un propósito más amplio y profundo que el de salvar al hombre. Cristo... vino para vindicar el carácter de Dios ante el universo" (PP 55; DTG 11). Cuando Cristo como intercesor y sumo sacerdote presenta a su pueblo redimido delante del trono de Dios, ofrece así a las huestes angelicales un testimonio convincente de que los caminos de Dios son justos y verdaderos. Ven la justicia de Dios vindicada tanto en su "extraña obra" (Isa. 28: 2 l) de entregar al impenitente a la destrucción como en su perdón de los pecadores que, por fe, aceptan su gracia salvadora. Sin la intercesión de Cristo como sumo sacerdote, ese misterioso proceder de Dios de otra manera podría parecer ante las inteligencias del universo como arbitrario e injustificado.

6.

Que tiene oído.

Ver com. cap. 2:7.