Los toreístas intentan defender el toreo con siempre los mismos "argumentos":
1. Prioridades. En lugar de defender a los toros, los antitoreístas deberían defender a los niños, a los viejos, a los enfermos, a los hambrientos, a las víctimas de la guerra, etc.. Fiel a sus prioridades, X se puso a pasear una mañana por la carretera a las afueras de su pueblo. Una anciana campesina que llevaba un bolso fue víctima de un tirón por un par de sujetos que iban en moto. Ella gritaba y no soltaba el bolso, por lo que fue arrastrada unos diez metros antes de soltarlo. Total: se quedó sin los ahorros de toda su vida, que llevaba a la Caja de Ahorros, magullada y con el cuello del fémur roto, coja. X saltó por encima de ella, que estaba tirada en el suelo en medio de la cuneta, y siguió su paseo. De un bosque cercano partían voces pidiendo socorro. X se acercó, y pudo ver cómo una chica era violada entre el llanto, los gritos de socorro y la rabia. X contempló la escena, y cuando se acabó el espectáculo siguió su camino, sin auxiliar a la víctima ni intentar detener al agresor. Más adelante oyó nuevamente gritos y llantos, esta vez de una niña de unos diez años, a la que tres individuos violaron uno tras otro y luego degollaron para que no los reconociera. X procedió como en el caso anterior. Siguió X gozando de su paseo cuando a un centenar de metros un autobús de guardias civiles voló por los aires tras una explosión. Aquello prometía. X se acercó presuroso y empezó a contar cadáveres, descartando los heridos que le suplicaban auxilio. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. ¡Y diez!. X se sacó el teléfono móvil del bolsillo, y empezó a marcar cuando el "diez" abrió los ojos y murmuró. "Socorro...". X, disgustado, como si alguien hubiese querido engañarlo, se guardó el teléfono y se alejó. Cuando estaba a unos veinte metros, volvió la vista atrás y se dio cuenta de que un cadáver decapitado colgaba de un árbol. ¡DIEZ!. Corrió hacia el lugar, aplicó un espejo a la nariz de los presuntos cadáveres para comprobar que no fuera víctima de otro engaño, y pudo ver, satisfecho, que no sólo estaban los diez, sino que el "diez" anterior, el que estuvo a punto de engañarlo, ya había muerto. ¡ONCE!. X sacó el teléfono. -Díganos, Sr. X . ¿Qué pasó?. | |
2. Extinción del toro bravo. Si no hubiese corridas de toros, desaparecería la especie, dicen los toreístas. En primer lugar, hay muchas especies protegidas, y no se les exige que para protegerlas se tenga que someter a sus individuos a un espectáculo en el que se los torture y asesine. Se las deja vivir libremente, sin tener que pagar tributo alguno en forma de cupo de individuos a torturar. En segundo lugar, hay encastes (familias de toros) que los propios ganaderos extinguen, porque son demasiado "listos", o tienen los cuernos demasiado grandes, etc.; y nadie -toreístas que usan este argumento, incluidos- protesta. Y en tercer lugar, ya que ganaderos y toreros y toreístas en general proclaman que el toro de lidia es un animal tan bello, sería de esperar que, aunque no hubiera ya toreo, emplearan unas pesetillas en mantener unas manadas. En definitiva: Tranquilos, que, aunque no hubiese toreo, el toro de lidia no se extinguiría. |
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3. Paro. Si dejase de haber toreo, alguna gente se quedaría sin trabajo. La mayor parte de las ganaderías de bravo también lo son de carne o de leche. Muy pocos, si alguno, se quedarían sin trabajo. Y esto es inevitable. Es el progreso. Cuando se inventó la imprenta, se quedaron sin trabajo los copistas. Cuando se inventó el ferrocarril, multitud de transportistas de mercancías o pasajeros se tuvieron que dedicar a otra cosa. Etc.. Y, como es obvio, no vamos a prescindir de la imprenta, ni del ferrocarril, etc., ni vamos a prescindir del fin del toreo. Es el progreso. |