Jorge Echeverri González
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La propuesta de los Estados Unidos de América en la Asamblea Anual de la Organización de Estados Americanos (OEA) de organizar una fuerza multinacional que preserve las democracias americanas no debe ser tomada a la ligera, así por el momento haya sido desechada. No es un misterio la práctica intervencionista de los Estados Unidos en cualquier país cuando considere que su seguridad nacional está amenazada. El reciente "triunfo" de la intervención de la OTAN en Yugoeslavia puede exacerbar estas prácticas.
Para su imagen internacional los Estados Unidos prefieren intervenir bajo el ropaje de una acción multinacional, ojalá avalada por las Naciones Unidas. Tal fue el caso de su defensa de Kuwait frente a Irak que dio pie a la Guerra del Golfo pues así actúa con el ropaje de la legalidad. Pero no tiene inconveniente en saltarse la "legalidad" si considera que sus intereses pueden ser afectados como ha sucedido en el caso Kosovo. Lo sorprendente allí es el respaldo de los países europeos, unos con mayor entusiasmo, otros a regañadientes.
En América, considerado su "patio trasero" quisiera contar con la OEA, pero si es del caso no tiene escrúpulos, como lo ha demostrado en casos como el de Grenada, República Dominicana o Panamá recientemente, o las múltiples intervenciones que se pueden enumerar hacia atrás todo el continente, ya sea velada (caso Chile o las múltiples dictaduras de hace décadas, o abiertas como su acción en las "repúblicas bananeras" hasta llegar a Panamá y México en los albores de su expansión imperialista.
La propuesta presentada en la asamblea de la OEA en Guatemala, aunque hecha en abstracto, parece por lo pronto tener nombre propio: Colombia. Los Estados Unidos ven con preocupación lo que sucede en este país, que no deja de ser importante para su seguridad por la posición geográfica, y por sus mercados. Y aun cuando nieguen sistemáticamente la posibilidad de una intervención, si el proceso de paz se le sale de las manos al gobierno, es probable que vean con buenos ojos experimentar el "apoyo" a una débil democracia, para que esta forma de gobierno como ellos la conciben no se vea alterada en el hemisferio. Y las consideraciones de los vecinos Venezuela, Perú y hasta Ecuador que en momentos han visto amenazadas sus fronteras por la guerra intestina en Colombia podría darle marco de "legalidad" a una intervención multinacional. Así no se haga con fuerzas de la OEA. El actual triunfalista al lado de la OTAN y sin contar con la ONU puede hacerles perder las perspectivas.
Sin embargo, una intervención internacional tal vez no sea del todo nociva para Colombia. A lo mejor si los Estados Unidos deciden hacerlo, conciten el nacionalismo y unan lo que hasta el momento parece unible. Se vio en Yugoeslavia: los serbios rodearon a su presidente azuzados por la defensa de su nacionalidad amenazada, lo cual terminó minimizando los "crímenes de guerra" o los genocidios o la "limpieza étnica" de Milosevic en Kosovo. Si algunos sectores estaban en desacuerdo, acallaron sus voces ante la agresión aérea. Sólo que nuestra situación es más compleja. Aquí no estamos haciendo limpieza étnica de minorías raciales distintas a la étnia mayoritaria. Aquí nos estamos masacrando entre nosotros mismos. Pero la imaginación es muy fuerte y no faltarán argumentos para disfrazar cualquier acción de "humanitaria". Hace rato los están cocinando cuando nos atribuyen todo el mal del tráfico de drogas, haciendo poco por resolver el problema de su consumo interno.
Si no nos apuramos en el proceso de paz las circunstancias pueden
variar. Es un aspecto que deben comprender tanto el gobierno como las fuerzas
de oposición armada.