Gustavo Román Rodríguez, M.D.
Psiquiatra.
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Relacionado con la estimulación, podemos distinguir dos clases de personas: la persona que es capaz de responder productivamente a los estímulos y que no se aburre; y la que constantemente necesita de estímulos 'nuevos', responde muy pobremente y se aburre crónicamente. Esta última no tiene productividad. Es bien diferente este aburrimiento a la Depresión. Si alguien dice, "estoy deprimido" suele referirse a su estado de ánimo. Si dice, "estoy aburrido" hace referencia a su entorno, a lo que le rodea, indica que no le proporciona estímulos interesantes ni divertidos.
El aburrimiento crónico es uno de los principales fenómenos 'psicopatológicos' de la actual sociedad tecnológica y consumista. Las personas capaces de reaccionar productivamente a los estímulos, virtualmente nunca se aburren, pero hoy, son la excepción; la inmensa mayoría, aunque no esté enferma, puede considerarse afectada en una forma patológica leve: la insuficiente productividad interna. Estas personas se aburren a menos que puedan proveerse continuamente de estímulos 'nuevos'; padecen un 'aburrimiento normal' que no suele ser consciente. Deben de trabajar ocho o más horas diarias -estar constantemente ocupadas-, después de las horas de trabajo evitan el peligro de sentir aburrimiento por muchos medios: la bebida, la televisión, las fiestas, actividades sexuales promiscuas, y la moda más reciente: las drogas. Puede decirse que una de las metas principales del hombre en la actualidad es escapar al aburrimiento.
En la clase obrera, el aburrimiento es mucho menos consciente que en las clases media y alta, y se suele exteriorizar en las protestas y en las continuas demandas salariales. A los obreros les falta la verdadera satisfacción que sienten muchas personas en trabajos de nivel superior, cuya labor les permite planear, crear. ejercitar la imaginación y la capacidad organizativa. Casi siempre se ha tratado de solucionar el problema reduciendo las horas laborales y aumentando el tiempo libre para que el trabajador pueda desarrollar sus intereses, pero hemos olvidado que el ocio mismo está manipulado por la sociedad de consumo y es fundamentalmente tan aburrido como el trabajo. No es cuestión de cambiar el tiempo o la naturaleza del trabajo, sino de un cambio social, subordinando la economía a las necesidades del hombre.
La razón para que los remedios superficiales al aburrimiento no surtan efecto duradero, es que las facultades esenciales de la persona -sus potencialidades- siguen intactas, no llegan a la vida, no se manifiestan en realidades concretas. Los medios compensadores del aburrimiento son como una abundante comida sin valor nutritivo alguno; la persona sigue sintiéndose vacía a pesar de que el alcohol, la droga el sexo, los festivales, la colmaron momentáneamente. Es esta la razón por la cual se llega a los excesos, que en última instancia terminan reforzando la sensación de hastío.
Otra consecuencia no menos peligrosa del aburrimiento es la atracción por lo violento y lo peligroso como una forma de búsqueda de estímulos excitantes y que con suma frecuencia toma la forma pasiva de atracción por noticias y sucesos de crímenes, accidentes fatales, y otras escenas de sangre y crueldad que son el pan de cada día suministrado al público por la prensa, la radio y la televisión. La gente reacciona ansiosamente a esos relatos porque son el medio más rápido de producir excitación y disminuir el aburrimiento. El otro extremo sería la violencia activa, la necesidad de que alguna acción agresiva o cruel ejercida sobre alguien, ponga fin a la monotonía de la experiencia cotidiana. Se llega incluso a matar, no por odio, sino por aburrimiento.
Todos estos casos serían menos frecuentes y menos intensos en una sociedad donde predominara un ambiente de esperanza y amor a la vida.