Augusto Angel Maya.
Profesor Universidad
Nacional de Colombia, Sede Manizales
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De la misma manera como se analizan los componentes del ecosistema, para entender su estructura y su funcionamiento, es necesario estudiar las instancias del sistema cultural. La cultura también es un sistema complejo, que es necesario estudiar en la articulación de sus elementos. Estos componentes han sido formalizados y analizados de distintas maneras por las ciencias sociales. En este ensayo vamos a organizar el análisis sobre las caracteristicas de la plataforma instrumental estudiadas antes.Quinta Parte: Las Articulaciones de la Cultura
La cultura, ante todo, se cimenta sobre una población. Cada cultura cuenta con una base poblacional diferente. Entonces, es necesario entender la manera como la población humana se libera de las leyes ecosistémicas para poder responder a la inquietante pregunta encerrada en el crecimiento de la población moderna. El exceso poblacional es ya de por sí un problema ambiental.
Sin embargo, la población no puede tomarse en forma aislada. Un análisis ambiental de la población tiene que tener en cuenta el desarrollo tecnológico alcanzado. El impacto ambiental no depende solamente del número de habitantes, sino también de la tecnología utilizada. A esta instancia le hemos dado el nombre de paradigma tecnológico, para significar que son modelos cambiantes que dependen de las condiciones de cada cultura, pero al mismo tiempo determinan parcialmente los mismos sistemas culturales.
Pero ni la población ni el paradigma tecnológico explican la totalidad de la problemática ambiental. La tecnología es un brazo articulado del sistema social. Es indispensable, por tanto, estudiar la manera como los hombres entran en relación.
Por último, toda cultura organiza una secreta red de símbolos que son, en última instancia, los que desencadenan los comportamientos individuales y sociales. Esta red está compuesta por los mitos, la filosofia, la ética, el derecho y las creaciones artísticas y literarias. Sin entender este mundo simbólico es muy difícil comprender la manera como el hombre actúa sobre la naturaleza.
Vamos a estudiar, por lo tanto, cada uno de estos niveles por separado,
entendiendo, sin embargo, que forman una unidad cultural, difícilmente
separable en cajones estancos. Estas instancias o niveles de la estructura
cultural se influencian mutuamente de manera compleja. La perspectiva ambiental
está llamada a superar el simplismo de las relaciones lineales defendidas
por el idealismo o el materialismo. Tales simplificaciones difícilmente
dan cuenta de las articulaciones de un sistema complejo.
1. La población
La población es, sin duda, el primer hecho de la cultura. El avance histórico sobre el manejo del medio natural se refleja en el hecho de una población creciente. Esto lo podemos observar recordando algunos datos. Durante el largo período del hombre cazador, la población se mantuvo relativamente estacionaria. El control poblacional tenía que ser drástico, dentro de una economía de caza y recolección. El infanticidio era la estrategia más utilizada, con el objeto de no rebasar una densidad aproximada de 1.5 habitantes por milla cuadrada.
La revolución tecnológica del neolítico trajo consigo la posibilidad de aumentar considerablemente la densidad poblacional. Los restos encontrados en el breve neolítico superan con mucho los escasos restos del prolongado paleolítico. En América, el cultivo del maíz, la yuca y la papa, principalmente, posibilitaron la expansión y densificación de la población en casi todos los rincones del Continente. A la llegada de los europeos, América contaba aproximadamente con una población de 90 millones de habitantes. Una vez alcanzado el límite del desarrollo neolítico, la población permanece relativamente estable durante el último milenio, hasta la revolución industrial. Vamos a concentrarnos en la preocupación ambiental durante este último período.
El vertiginoso crecimiento de la población impulsado por el desarrollo moderno ha sido uno de los principales factores que han inducido a la reflexión ambiental. El malthusianismo está en el origen de las preocupaciones ambientales. La pregunta que se hacía el economista inglés Malthus a finales del siglo XVIII era si los recursos necesarios para la subsistencia humana podían crecer al mismo ritmo que la población. Él era francamente pesimista al respecto, sobretodo después de que el primer censo inglés de 1803 puso en evidencia el vertiginoso crecimiento poblacional.
El malthusianismo reaparece en los momentos cruciales de explosión demográfica. Uno de estos momentos coincidió con la toma de conciencia de la crisis ambiental moderna y por ello no es de extrañar que la preocupación por el crecimiento poblacional haya acompañado el nacimiento de la reflexión ambiental. En 1968, Ehrlich publicó uno de los libros que sirvieron de base a la reflexión ambiental de los años sesenta y suyo título ya era de por sí explosivo: «La bomba poblacional».
El primer informe del Club de Roma, titulado «Los Límites del Crecimiento», elaborado por el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) incluye el factor poblacional. Según el Informe, "la presión demográfica en el mundo ha alcanzado un nivel tan elevado y una distribución tan desigual, que tan sólo este problema debe obligar a la Humanidad a buscar el estado de equilibrio del planeta".
Los trabajos posteriores, como el Informe al presidente Carter o el Informe Brundtland de la Comisión de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, titulado «Nuestro Futuro Común», han seguido incorporando la variable poblacional, como uno de los factores decisorios de una supuesta catástrofe ambiental.
Según el Informe de la Comisión Brundtland, «Nuestro Futuro Común», "en muchas partes del mundo, la población está creciendo a tasas que no pueden ser mantenidas por la disponibilidad de los recursos del ambiente, a tasas que están saltando por encima de cualquier expectativa razonable que permita proveer de casa, salud, seguridad y energía." (Brundtland, 1987)
El tema demográfico no está, por tanto, ausente de la formación de la consciencia ambiental. Ello no significa, sin embargo, que se haya planteado siempre desde un acertado modelo ambiental de interpretación.
El desarrollo moderno trajo consigo un rápido crecimiento de la población europea deesde finales del siglo XVIII. Con los procesos de colonización y de expansión del desarrollo, el crecimiento poblacional se extiende durante el presente siglo, a todo el planeta. Este crecimiento sin embargo, se ve acelerado de manera vertiginosa desde la segunda guerra mundial. En la primera mitad del siglo XX, la población mundial creció a una tasa promedio de 0.8 %. Desde 1950 se está creciendo en promedios cercanos al 2.0%.
Sin embargo, a diferencia de las épocas anteriores, el crecimiento poblacional de la segunda mitad del presente siglo es un fenómeno casi exclusivamente de los países aumentará en más de mil millones de habitantes. Se estima que en el año dos mil los países pobres tendrán más de 280 ciudades por encima de un millón de habitantes, contra 155 en los países desarrollados y más de sesenta ciudades con más de cuatro millones de habitantes, contra 25 en los países industrializados.
Los hechos, por lo tanto, son contundentes. La población humana ha venido creciendo en este siglo a un tirmo vertiginoso. Este hecho, considerado desde la perspectiva ambiental significa una presión igualmente creciente sobre los recursos de la tierra. Malthus y los malthusianos, por lo tanto, tienen razón al preocuparse por el crecimiento desmedido, tanto del número de habitantes como de su densificación en los grandes centros urbanos. Pero en la época moderna tiene un signo todavía más preocupante y es que la población está creciendo en los países con menos potencial de desarrollo.
Aunque los hechos sean contundentes, las explicaciones ambientales no lo son. La población de cada una de las especies está regulada dentro del ecosistema tanto por la enrgía que proviene de las escalas inferiores de la escala trófica, como por la predación. Ninguna especie puede exceder la acumulación energética almacenada en los niveles inferiores y su crecimiento excesivo es controlado por la predación de los niveles superiores. Como lo expresa Odum, la regulación de la población es una función del ecosistema.
La especie humana, al escaparse a las leyes que regulan los nichos ecológicos, se escapa a las regulaciones que un ecosistema particular ejerce sobre la población. A través del manejo científico y tecnológico puede aumentar para sí la producción neta de un ecosistema o concentrar los recursos de los más variados biomas.
Ello permite aglomerarse en las grandes ciudades. El límite de la población coincide con el límite de su desarrollo tecnológico y con las exigencias sociales de la producción material. No es posible, como lo propone Odum, aplicarle en forma mecánica la ley de Allee, según la cual, tanto el exceso como la falta de agregación podrían ser limitativos.
Sin embargo, los límites de la población humana no se pueden medir solamente dentro del sistema productivo. Tiene también limitantes externos que provienen de lo que se ha dado en llamarse "la oferta natural" o la capacidad de carga del medio físico-biótico. El concepto de capacidad de carga es, sin embargo, muy limitado. No hace alusión a los nuevos equilbrios dinámicos que se establecen entre los sistemas tecnológicos y los ecosistemas.
La densidad poblacional de la especie humana tiene, por lo tanto, límites externos. De hecho se están alcanzando en la actualidad, a pesar de las promesas futuristas del optimismo tecnológico. Desafortunadamente estas relaciones complejas entre ecosistema, tecnología y relaciones sociales han sido muy poco manejadas por los demógrafos o por los cieentíficos sociales.
Los cálculos de la población humana no deberían realizarse contando exclusivamente a los individuos de ésta especie, sino su desarrollo tecnológico y su capacidad para someter o domesticar las otras especies. El hombre consume para sí, pero también transforma el equilibrio de las espcies, privilegiando a los animales y plantas que ha logrado domesticar.
La población total del hombre debería estar acompañada con el cálculo de sus animales domésticos. Si la densidad del hombre en la actualidad es aproximadamente de un habitante por cuatro hectáreas, con los animales domésticos esta densidad aumenta a un organismo por 0.7 hectáreas. Si la población humana se duplica, difícilmente se podrá seguir alimentando de carne vacuna.
El cálculo de los niveles óptimos de población depende en gran parte del conocimiento que se adquiera sobre los límites de equilibrio de los ecosistemas y de su capacidad para recibir subsidios tecnológicos. Es muy poco lo que se ha avanzado en la construcción de modelos para medir estos límites, pero de ellos depende en gran parte la solución a los problemas ambientales. Al mismo tiempo, los límites tecnológicos dependen de las formas como el hombre se organiza socialmente en la producción.
Desde el punto de vista ambiental la población no puede considerarse
con base en un cálculo exclusivamente cuantitativo. Un habitante
de Estados Unidos consume siete veces la energía de un latinoamericano
y varias veces más que la de un habitante de la India o de Africa.
Podría decirse que desde el punto de vista ambiental es igual si
nace un norteamericano o siete latinoamericanos.