Pablo Mejía
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La otra noche don Aniceto Rebolledo me llamó por teléfono desde uno de los cafés del centro de la ciudad, lugar donde estaba tomándose unos tragos en compañía de varios amigos, porque quería corroborar un asunto que me había oído comentar. Resulta que sus compañeros de tertulia no querían creerle al viejo cuando les relacionó los actos y espectáculos con los cuales la ciudad espera celebrar los ciento cincuenta años de su fundación; varios de ellos hasta llegaron a pensar que don Anís les estaba mamando gallo. Debido a que el hombre ya estaba bastante “chapolo” y su charla era gangosa, enredada y repetitiva, además de que el ruido del entorno en donde se encontraba hacía imposible la comunicación, le propuse que nos citáramos al otro día para conversar.
Lo encontré muy acomodado en una de las bancas que rodean la pila del Parque de los Fundadores, mirando abstraído los chorros de agua que formaban un pequeño arco iris en la parte superior. Desde el primer momento me percaté de que estaba de mala vuelta, porque después de darle un efusivo saludo el viejo apenas si me contestó: cómo le va mijo. Yo sabía que su actitud se debía a un guayabo tembloroso y después de sentarme a su lado, le dije que si era para verlo estirar trompa mejor me hubiera quedado en la casa, lo que hizo que reaccionara para de una vez comenzar con su perorata; porque vale aclarar que en esta charla no me dejó decir ni pío.
- Vea mijo, anoche lo llamé a la casa, y me perdona si lo molesté, porque estaba comentando con unos compadres sobre lo que usted habló por el radio hace poco acerca del tal Sesquicentenario. No me va a creer, pero cuando les enumeré los actos y eventos que tienen programados para la efeméride, me tildaron de embustero y burletero. Es que a quienes nos tocó vivir la celebración del Centenario de Manizales no podemos creer que en esta oportunidad vayan a salir con semejante chorro de babas. Mire no más: basta ver la diferencia que existe entre la administración municipal actual y la de aquel entonces. Mientras que el alcalde del Centenario fue nadie menos que el ilustre político, diplomático y orador Fernando Londoño Londoño, ahora tenemos al titular enchiquerado y a un alcalde encargado a quien el Consejo Municipal no deja hacer nada.
Hace poco estuve conversando con Leonidas Trujillo, quien era el Secretario de la Sociedad de Mejoras Públicas por aquella época, y llegamos a la conclusión de que aunque entendemos que la situación está muy fregada, la falta de gestión en el ámbito nacional va a dejar a la ciudad sin ninguna obra que le recuerde este cumpleaños. Aunque las comparaciones son odiosas, le cuento que el director de la celebración del Centenario fue el doctor José Restrepo Restrepo y el secretario coordinador don Bernardo Londoño Villegas, apoyados por personajes de la talla de Alberto Mendoza, Juan Gómez Urrea, Celio Aristizabal y Gustavo Larrea. Mientras tanto en Bogotá movían palancas para conseguir recursos Silvio Villegas, Alzate Avendaño, Hernán Jaramillo Ocampo, Antonio Álvarez Restrepo, Arcesio Londoño Palacio, Daniel Mazuera, Emilio Toro, Alberto Arango Tavera y Francisco José Ocampo. Por esa medio bobadita fue que la celebración del Centenario de Manizales es recordada como una de los eventos más importantes de la historia reciente del país. Aquí vinieron turistas de todas partes, los embajadores acreditados en Colombia, el Presidente y sus Ministros, las autoridades eclesiásticas y militares, y muchas personalidades de todo el mundo. Los actos culturales brillaron por su importancia y hubo facilidades para que el pueblo pudiera disfrutarlos. En los barrios populares la gente se preocupó por pintar la fachada de sus casas, barrieron las calles y rozaron las cañadas, y todo el mundo se mercó una muda nueva para estrenar el día señalado.
En cuanto a las obras públicas ni hablemos. Así por encimita no más, porque la memoria me falla, recuerdo que ampliaron las carreras 22 y 23 en el centro; construyeron la Plaza de Toros, la Plaza de Mercado, el parque Olaya Herrera, el Palacio de Bellas Artes y las avenidas 12 de Octubre y Centenario. Es que me parece ver al ingeniero Gustavo Robledo Isaza encaramado en el primer buldozer que trajo en compañía del doctor Oscar Borrero, su socio, para aplanar el terreno donde construyeron esa avenida. Además la junta de la celebración contrató a un japonés experto en arborización, de apellido Ochiro si mal no recuerdo, para que le pusiera verde a la ciudad. Otra obra bien importante fue la fundación de la Chec. En cambio ahora lo único que va a quedar para mostrarle a las generaciones venideras en el magnífico monumento a los colonizadores que está haciendo este muchacho Memo Vallejo; y lo peor es que muchas personas le han criticado dizque porque se fue a vivir allá por cuenta del municipio. ¿Qué tal eso ah?, después de que se encierra a trabajar como una mula, y de balde, para hacerle semejante regalo a la ciudad; imagínese cuánto hubiera cobrado otro artista por ejecutar una obra de esas proporciones.
Compare todo eso que le he contado con lo que piensan hacer ahora en octubre: una fiesta en la plaza de Bolívar con orquesta y todo, concurso de aeróbicos en el mismo escenario, presentación de un ballet folclórico, torneo de billar y de bolos, el show de Jorge Barón, un partido de fútbol del Once Caldas con algún equipo extranjero, la trillada maratón por las calles de la ciudad y no ha de faltar una carrera en bicicletas. Ojalá no les dé por inventar más pendejadas, porque terminamos haciendo corraleja, concurso de encostalados, vara de premios en el parque de Caldas y un marrano embolado por la avenida Santander.