Profesor Universidad
Nacional de Colombia, Sede Manizales
© Derechos reservados por el autor
Nota de la redacción:
Augusto Angel Maya, ampliamente conocido en el país y el exterior
en cuanto constructor y difusor de pensamiento ambiental, nos ha autorizado
reproducir opiniones que al respecto ha publicado en el libro que lleva
el título de este artículo. En este número iniciamos
con la introducción.
Los hechos insobornables.
El hombre contemporáneo está sintiendo la crisis ambiental en todos los rincones de la vida cotidiana. El agua escasea. La basura se acumula. Cada vez es más remota la posibilidad de encontrar un río o una playa limpia. Sin embargo, el problema ambiental no es sólo una crisis del hombre moderno. Durante el paleolítico, cuando era cazador, el hombre inventó armas cada vez más potentes y acorralaba con fuego a sus presas. En seiscientos millones de años que llevaba la vida, no se había visto un espectáculo igual. Visto en retrospectiva, el hombre paleolítico nos parece un estúpido primitivo. Sin embargo, era un innovador asombroso. Con él empezaron los problemas ambientales.
Muchos siglos después, ese cazador tuvo qué convertirse en agricultor. No se contentó con cazar o con extraer de la naturaleza su sustento, sino que empezó a transformarla. Escogió unas cuantas especies y las separó de las otras que crecían con ellas.
Los principales problemas ambientales que enfrentó el hombre hasta la revolución industrial moderna estuvieron relacionados con la caza y la actividad agrícola. Las circunstancias no variaron mucho hasta finales del s. XVIII. En ese momento la principal fuente de energía utilizada por el hombre era la fuerza animal. Todavía de ve uno que otro burro en nuestras ciudades o en áreas de caminos destapados arrastrando pesadas carretas.
El panorama, sin embargo, se ha modificado drásticamente. Hoy en día el hombre utiliza sólo una mínima proporción de energía animal. Las máquinas automatizadas han reemplazado a los bueyes, pero las máquinas necesitan también energía. La revolución industrial moderna ha sido ante todo una revolución energética. ¿De dónde sale la inmensa fuente de energía que mueve el mundo actual? El desarrollo moderno se ha basado fundamentalmente en la energía fósil. El hombre ha desenterrado durante dos siglos los gigantescos depósitos de plantas y animales que habían sido sepultado durante millones de años en las entrañas de la tierra.
La agradable facilidad de la vida moderna se está pagando caro. La tecnología ha ahorrado esfuerzo humano, pero en ocasiones puede resultar nefasta para el equilibrio de la vida. Los aerosoles evitan el pequeño esfuerzo de accionar una bomba manual para dispersar los insecticidas caseros, pero están debilitando la capa de ozono, ese escudo atmosférico que defiende la vida de los rayos ultravioletas.
La agricultura moderna ha aumentado de manera asombrosa la producción de alimentos, de tal manera que la producción de granos ha venido creciendo más que la población humana. Sin embargo, ya en 1962, cuando Raquel Carson publicó "La Primavera Silenciosa", uno de los primeros gritos ambientalistas moderno, los agroquímicos amenazaban con envenenar el mundo.
El crecimiento de las ciudades se ha tomado justamente como un signo de modernización. América Latina y en particular Colombia, han invertido las proporciones entre población rural y urbana en menos de cincuenta años. Sin embargo, el crecimiento de las ciudades en los países pobres y la falta de solución a sus problemas ambientales puede significar en el futuro, ni no está significando ya, un punto de estrangulamiento del desarrollo moderno.
Por otra parte, la población sigue creciendo en forma desequilibrada. Mientras los países industrializados mantienen estable el número de habitantes o incluso tienen tasas negativas de crecimiento, los países del tercer mundo siguen creciendo muy por encima de su capacidad para mejorar la calidad de vida de las mayorías.
La presión sobre los recursos naturales también se ejerce en forma desigual. Los sistemas boscosos y agrícolas mantienen un cierto equilibrio en los países de la zona templada, en cambio los ritmos de deforestación en los países tropicales constituye uno de los principales problemas ambientales modernos.
Como contraprestración, los países industrializados se han venido sumergiendo en un vaho espeso de contaminación. Sus bosques se están muriendo no descuajados por el hacha del colono, sino enfermos por el efecto de la lluvia ácida. Igualmente, las ciudades están siendo sepultadas por la basura. Ya no hay dónde depositar los residuos tóxicos.
Hemos mencionado solamente algunos de los efectos del desarrollo moderno sobre el sistema de la vida, pero podrían citarse muchos más. Podría aludirse al envenenamiento de las fuentes de agua, al deterioro de los suelos y a los procesos de erosión que sepultan la tierra fértil en los fondos marinos.
La crisis ambiental no responde, por tanto, a una falsa alarma. Es algo que está presente en la vida diaria y que quema la piel. Sin embargo, la ciencia no ha logrado todavía explicarse con claridad los hechos. Ellos están allí tosudamente.
Ello no significa que no se hayan intentado explicaciones, pero la mayoría de ellas son aproximaciones parciales que explican sólo porciones estrechas de la realidad. La ciencia moderna no está hecha para explicar sistemas, sino para desmenuzarlos como las piezas de un mecano.
Por una parte las explicaciones que provienen de la biología y la ecología no saben qué hacer con el hombre. Su comportamiento no les cabe en las leyes rigurosas que presiden el funcionamiento de los ecosistemas. Los ecólogos no han podido encontrar el nicho del hombre. A primera vista parece un rebelde de la naturaleza.
Los ejemplos que se han elegido tienen únicamente como propósito orientar hacia la comprensión de la crisis ambiental. Allí están los hechos, crudos, insobornables. ¿Cómo explicarlos? Ese es el propósito de la presente publicación. Queremos presentar una explicación, lo más sencilla posible, que permita comprender el problema ambiental como un problema que abarca la totalidad de la vida, incluso la del hombre mismo y la de la cultura.
Superando las visiones restringidas
que interpretan lo ambiental como un problema ecológico o exclusivamente
tecnológico, esta propuesta intenta comprenderlo como un objeto
de estudio de todas las disciplinas científicas, desde las ciencias
naturales y tecnológicas, hasta las ciencias que estudian el comportamiento
humano. El problema ambiental es responsabilidad de todos.
En nuestras próximas ediciones: Las explicaciones: