Hay un antes y un después del 11 de Septiembre del 2001 y no es un remake
de la odisea del espacio sino una satanización de todo lo que huela a
libertad, porque se ve venir que la antiglobalización, el terrorismo y
lo alternativo van a ser objetos metidos en un mismo saco, que el fascismo
va a campar por sus anchas mientras todo intento de desenmascaramiento
va a ser silenciado por una prensa cada vez más cómplice con el poder
absoluto y absolutista, los criminales de las altas esferas (o cómo justificar
el terrorismo de estado) y el amordazamiento ideológico, en el que ser
periodista es sinónimo de portería tombolera o apologista de la nadería
absoluta.
Y los yankees, que siempre frivolizaron sobre cualquier guerra ajena a
su terreno o a dictadores lejanos a su idiosincrasia (Ninotchka,
To be or not to be, El gran dictador o Bananas, por poner
unos ejemplos de Lubitch, Chaplin o Woody Allen), son incapaces de rasgarse
las vestiduras, hacerse una mascarilla de humildad y una autocrítica,
empecinándose más bien en sus apocalípticas boinas verdes y su faccioso
El Álamo.
Pues miren, aquí hemos tenido un Berlanga que se ha burlado, amargamente,
eso sí, del verdugo de un dictador que causó más víctimas que las acontecidas
en sus torres gemelas y ustedes, en lugar de hacer causa común con las
víctimas, negociaron con el tirano, con el criminal vecino de Portugal
o con los coroneles de Grecia. Tres casos que vienen a demostrar que la
democracia y ser aliado USA casan muy mal. Y si no, que se lo pregunten
a los desaparecidos chilenos o argentinos o a los aliados de esta guerra,
golpistas de Pakistán, exorcistas de Uzbekistán o al mismísimo Fumanchú
en China: tres exponentes del frente "democrático" anti-talibán.
Tal vez Billy Wilder, emulando a Berlanga y sin perder de vista "Con
faldas y a lo loco", hubiera filmado a un Tony Blair como esclavo
ideal que presta sus servicios servil y gratuitamente a su amo George
Bush, que a su vez somete a una Europa puta y sumisa, con el culo mirando
a Cuenca y fantaseando con un Bin Laden que, a golpes de terrorismo anal,
le rompe las telarañas de su sacrosanto esfínter, siempre a las órdenes
del American Gigolo.
Y en ese maridaje perfecto entre George Bush y Europa, esta última se
quita la peluca y dice:
-"No soy una mujer".
-"No importa -contesta el oligofrénico presidente- nadie es perfecto.
Y si he de criminalizarte, lo haré".
Y así fue. Un día satanizó la homosexualidad y les endilgó la caída de
la casa Usher, el hundimiento del Titanic y el asesinato en serie de las
Mirindas asesinas, pero eso ya es otra historia... ¿o la historia se repite?
Íntegra y fundamentalmente Rampova
Octubre 2001 |