Te mataron por intransigencia.
Te moriste de asco. Te resucitaron por interés para enviarte al Frente
y cumplir por la Patria americana, que con la excusa de las Armas de
Destrucción Masiva, se llevaron el petróleo a manos llenas, destruyendo
masivamente a miles de seres anónimos.
Aniquilaron tus ideales, mataron tu fe, te devolvieron tetraplégico-vegetativo
y te negaron una muerte digna, porque quienes son adalides de la pena
de muerte satanizan la eutanasia y ahora sueñas con Una pasión turca
que te descerraje a tiros por celos, o vivir en el inframundo indigente
que te aniquila por hambre, volviendo al principio de tu historia.
Cuando recuerdas una niñez maltrecha, en la que el acoso y derribo es
El cuento de "La Bella Durmiente" en comparación con la lapidación diaria
a que te somete la turba de niños que desean ser caudillos, los trompicones
y maltratos psicológicos de unos profesores más interesados en deformar
(y malformar) que en formar. Una adolescencia en la que no te atrae
el sexo opuesto (pero empatizas con él), de persecución encarnizada
por parte de una Gestapo, bendecida por la Iglesia que unge al carnicero
Franco "Por la Gracia de Dios", para dar caza y captura a todo niño
que quiera ser Greta Garbo, en lugar de José Antonio Primo de Rivera,
aplicándoles leyes de ultratumba, como la de "Vagos y Maleantes", o
la de "Peligrosidad Social", o la de "Escándalo Público". Esta última
te cautivaba por su nombre, al evocar a la "perversa" hollywoodiana
"Scandal Woman" y, rizando el rizo, El "escándalo púbico".
Los calabozos fueron tu camerino, las cárceles el escenario ideal para
interpretar a la perturbada Blanche Du Bois, y los consejos de guerra
el patíbulo ideal para la danza de la agonía de unos cisnes atrapados
en un lago plagado por muertos vivientes.
No necesitaste salir del armario (¡qué vulgaridad de mueble!), sino
de un ataúd, cual decadente vampira, al cual volviste asesinada por
el único terrorismo que no condena partido ni gobierno alguno: el fascismo.
El que selecciona a sus víctimas por el color de la piel, la ideología,
o la preferencia sexual. El brazo armado de los que se llaman "demócratas"
y que te dejaron morir lentamente, como la larga agonía de los peces
fuera del agua, sin derecho a una muerte digna, en contraposición a
la indigna canción legionaria "Novios de la Muerte", que te entonaron
para lavar sus patéticas imágenes.
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