Hace varios lustros Marco Ferreri realizó un film de profético título,
"El futuro es mujer", y así es (o será) pese a quien pese, frente a talibanes
o papas, integrismo religioso o agnóstico-heterosexista y se hace un flaco
y vomitivo favor practicando una misoginia antediluviana en el gueto,
porque lo único que queda patente del varón gay de la "España va bien",
es que es el furgón de cola, no sólo cultural, sino ideológico, de la
Comunidad europea, la del mestizaje y anti-globalización, la solidaridad
y el cosmopolitismo. Lo de aquí sería natural si estuviera ubicado a finales
del siglo 19, porque hubiera servido de inspiración esperpéntica al mismísimo
Valle Inclán.
En una sociedad "cocacolonizada", de incultura embrutecedora generalizada,
donde lo gay es otro producto más a consumir, escarnio del éxito rosa,
lastrado en buena medida por la ausencia de un movimiento gay que sirva
de contrapunto a tanto despropósito, a tanta pobreza intelectiva, a tanta
autocomplacencia; poner el dedo en la llaga, una indigencia glamourosa
(nunca indigencia mental, que es la norma), indefinible, que es un privilegio
de los estetas radicales: hacer del compromiso social un arte y de la
reivindicación un acto de buen gusto. Porque el movimiento gay nunca debe
ser bienintencionado con el poder y, mucho menos, etéreo en lo político.
Frente a todo esto tenemos una reiterada petición de ansia matrimonial,
de adopción de hijos, de urgencia por asimilarnos a la mediocre y no menos
alienada vida hetero, esa familia nuclear que debería explotar de una
vez por todas como una bomba de Hiroshima que nos devolviera a nuestro
punto de partida, esa realidad que nos agrede, ningunea y pisotea en nuestros
derechos más elementales y que, en lugar del enfrentamiento (ni tan siquiera
dialéctico) optamos por poner la otra mejilla, asimilando nuestro discurso
a su pensamiento único y totalitario, nuestro mariposeo multicolor a su
gusanería uniformadora, en la que, para "normalizarnos" más si cabe, la
lesbiana ha de ser "femenina" y por tanto, más cercana estéticamente (y
por qué no, ideológicamente) a Doris Day que a Greta Garbo y el gay debe
parecer un troglodita, asemejándose a una caricatura de la macarrería
más hedionda del siglo pasado, entre John Wayne y Alfredo Landa. De esta
manera, si se avecinaran tiempos involucionistas sabrían diferenciar estéticamente
lo genuinamente hetero de su hereje imitación. No es de extrañar que la
meta carnavalera de tan marcial "masculinidad" no sea otra que su complemento,
la femineidad hipérbole-grotesca, en forma de drag-queen.
Y es que a la mujer, aunque se vista con prendas supuestamente masculinas
(véanse los uniformes militares de Marlene Dietrich o los calzoncillos
en Victoria Abril o Madonna), no se aplica la "etiqueta" de travestí,
más bien al contrario, ellas han transgredido, conquistado, desbordado
y superado conceptos como la androginidad, sexual o estética; será por
eso que ser drag-King es un arte, mientras la drag-Queen es un lugar común.
Dicho todo esto, resulta paradójico que algunas mujeres liberales (que
no liberadas) afirmen que son femeninas, que no feministas, como si ambos
conceptos fueran antagónicos y llegando a confundir el género con los
genitales. ¿No es más cierto que Michael Jackson sin ser mujer es más
femenino que algunas ministras liberales (que no liberadas) del P.P.?
Salut i força al parrús.
Rampova (Masculina Morgan / Femenino Bravo) ...
Junio 2001 |