Pan y circo © Rampova


Como cada año, el día del Orgullo gay, lésbico y transexual, se convierte en un circo mediático, cada día más alejado del espíritu de Stonewall y más cercano a ese carnaval en el que los varones hetero esperan con ansia lujuriosa convertirse en putones verbeneros, aunque sólo sea una vez al año. Aquí ocurre tres cuartas partes de lo mismo; un mundo gay cada día más grisáceo y mortecino espera esta fecha para ir (a poder ser a Madrid) de drag-queen aflamencada, falleril, muñeira o de jaliscona con su perro chihuahua, a modo de imitación de los pasacalles neoyorquinos, como si del día de la hispanidad se tratara. Ya puestos, podríamos mirar a un pasado europeo más rico en imaginación y puesta en escena, desechando las ridículas carrozas y utilizando cuádrigas con dominatrix que, látigo en mano, van fustigando a los mirones que no se unen a la manifa.

Me parece muy bien premiar a artistas e intelectuales que se han distinguido por arrimar su ascua a la sardina rosa, pero se echa en falta una acción directa, dar el ladrillazo rosa a esos locales del gueto que se han destacado por su insolidaridad y prepotencia, montándoles escándalos, reyertas y arrojando ratas para que el moñerío local salga asustado y sin pagar. Cuando sus bolsillos económicos se desinflen estarán más predispuestos a pactar con un movimiento gay tal vez minoritario, pero que lucha por unos derechos de los que se beneficia una mayoría silenciosa no tan minoritaria.

Como decía, en lugar de manifestación, pasacalle festivo... y después, más fiesta. Olvidaremos la homofobia, los despidos laborales de gays y lesbianas, la discriminación laboral a l@s transexuales, el asesinato del jóven portugués Nuno en Andorra, a mano de dos nazis españoles, ni siquiera nos hermananos con la transexual Tamara en huelga de hambre en una cárcel de Asturias, que pide su traslado a un módulo de mujeres, o con esos trans condenados a más de dosmil latigazos en Arabia Saudi, o con tantos gays y lesbianas asesinados por escuadrones de la muerte. Como cantaba Marisol: "la vida es una tómbola de luz y de color". Será en el mundo onírico, porque el gueto gay cada día es más oscuro y la falta de color es obvia, tan sólo blanco, negro, marrón y gris, como los trajes de los dependientes de los grandes almacenes que década tras década, inmutables, están ahí, a pesar del cambio de milenio.

Para montar semejante pollo hortera, no necesito esa fecha ni la del carnaval para salir con mis trenzas nefertíticas, rompiendo esquemas y prejuicios al tiempo que me lo paso bien, porque como también cantaba Marisol: "ponte la máscara, porque todo el año es carnaval".


Rampova (domadora de fieras de dos patas) ...
Octubre 2000