¿Para qué sirve el movimiento gay? 

 

¿Para qué sirve hoy en día militar en el movimiento gay? Hay dos formas de enfocarlo; vayamos antes a la primera de ellas, poniéndose bordes como la mala de turno de cualquier "film noir": en el caso de las parejas de hecho, sirve para que los heterosexuales se "beneficien" de unas leyes por las que no han tenido que mover un solo dedo. En el caso de los gays sirve para que al fin nos vean no como a pérfidas, crueles y absolutamente descarriadas mariquitas que osan hacer de la promiscuidad su bandera, ya que la del Arco Iris no osaría ponérsela de bragas ni Dolly Parton, sino para que nos vean como hijos díscolos vueltos al redil, acatadores del continuismo moralista judeo cristiano, el alter ego de Carmen Sevilla "con bata de cola pero cristiana y desente", enarbolando como única lucha el bodorrio, representativo de una ideología cerril y bunkeriana de obtusidad, pobreza intelectiva y adocenamiento. Cuando allá por los 70 Marisol cantaba lo de "No me quiero casar", ellos van a la noche de los tiempos de Tito Mora con "Blanca y radiante va la novia", no admitiendo ni el más tímido interrogante que cuestionara su apolillado reaccionarismo. ¡Nenas, puestas a viajar al túnel del tiempo, retrocedamos a los años 30 y hagamos nuestro el grito de "soltera pa' toa mi vía"!

Por otra parte ¿de dónde sale esa charcutería de arco iris que parecen los floripondios de las animadoras de cualquier equipo opus Doris Day-yanky? Fue el espanto de los campos de exterminio nazi (y obviamente las que picaban hielo en Siberia), con sus triángulos rosa lo que posibilitó (sin olvidar a quienes habían luchado desde décadas anteriores) que, bajo este símbolo, añadiendo la letra lambda, se formara un movimiento de liberación sexual, que cuestionaba no sólo un sistema que, como en el caso español, nos condenaba con la sacrosanta Ley de Vagos y Maleantes, y Ley de Peligrosidad Social, con su terapias aversivas dictadas por doctos psiquiatras, sino que también ponían en la picota un sistema capitalista entonces tibio y ahora salvaje (el caso español no era tibio, era Terminator Pink).

En cuanto a los roles seguimos teniendo como campo de mira al mundo hetero, esa extraña pareja que forman Masculina Morgan y Femenino Bravo. Mari Bollo que vienes al mundo, te guarde Dios: uno de los dos roles ha de helarte el corazón. ¿No se puede ser femenina con voz cazallera y botacas de escalar o masculino con tirabuzones a lo niña prodigio y tacones de Fulana Pampanini? ¿O acaso un híbrido entre Sandokan y Cleopatra? Claro que estos nuevos roles no valdrían para esa tribu jurásico - rapada que en lugar de que se les levante el miembro viril levantan el brazo, espalda a la luna con el maillot nuevo; solo en la intimidad, y como "armarios" empotrados, aceptarían el rol Caudillíssima.

¿Y el ghetto? Un lugar dónde pagas el agua mineral a precio de whisky, el whisky a precio de champagne francés, donde en lugar de revolcarse se luce el palmito y, para variar, siguen actuando las mudas Belindas, que en lugar de cantar abren la boca y lo de bailar es como el valor en la mili... se les supone. Eso sí, ya no se llaman transformistas, ahora se hacen llamar Drag - Queens. ¿Y por qué no Drag - Republicans? Si desea que las hienas pierdan su peculiar risa, llévelas a alguno (no todos) de esos espectáculos.


Y ahora llegamos a lo más importante... ¿Qué pasa con la homofobia? ¿Cómo es posible que en el manifiesto de la última manifestación (y van tres, aunque las dos anteriores con mayor colorido y diversidad) se negaran a denunciar la homofobia y sólo se reivindicara un derecho: las parejas de deshecho nuclear? (Que nadie se rasgue las vestiduras de miriñaque, pues las familias nucleares son las hetero, lo lamentable es pedir los desechos de Chernobyl como un derecho) ¡Cómo añoramos a la Radikal Gay con sus pelucas doradas y su pancarta "Seguimos dando por el culo". O esas otras que, emulando a María de los Guardias, no se conformaban con una pareja, sino que exigían cinco batallones... ¡de espartanos! ¿O no son casos de homofobia las agresiones nazis (quien esto suscribe las ha padecido), el caso Sitges, el Arny, las fichas policiales o, sin ir más lejos, negarse a la adopción?

Si lo que se trata es de integrarnos en una sociedad podrida y puritana sin cuestionarla, yo no quiero esa integración. Estamos imitando el "lobby" judío; por doquier surgen como setas infinidad de negocios gays: restaurantes, agencias de viajes, hoteles... y así recibiremos mejor trato... se da por supuesto que en los establecimientos no gays nos tratan como a la gata Flora. En lugar de liberarnos, rompiendo en mil pedazos las normas, los comportamientos, los tabúes, nos enguetizamos, hasta conseguir una reserva de indios piel rosa, un apartheid sexual y ¡oh, paradojas! hablamos de visibilidad. Visibilidad para qué. ¿Para vernos en la peluquería Golden Putón, en la Disco Queen, en el restaurante La Lentejuela, en el gimnasio Chu-Lín o en Chueca's Town?

Llegados aquí, ahora me toca reflexionar en el lado positivo de la pregunta ¿para qué sirve el movimiento gay? Para que el pensamiento único, que no va a dejar de serlo por las buenas, al menos no sea tan lineal y absolutista. Que la información y concienciación que se tiene sobre temas como el Sida, se debe en gran parte a la lucha que desde estos colectivos se ha llevado. Que el heterosexismo reinante hasta hace cuatro días, se haya desplomado con más contundencia que el muro de Berlín, porque en esta sociedad mercantilista nadie regala nada y mucho menos la Libertad. Y si bajamos la guardia, al poco que nos descuidemos, resucita Torquemada y volvemos a los agujeros de la historia. Por todo esto, merece la pena que el movimiento gay siga vivo. Porque se palpa, se intuye que vamos en dirección a un involucionismo, y me remito al caso Arny, por poner un ejemplo cercano, en el que va a ser más necesario que nunca que el movimiento gay no pierda ni una sola parcela ya conquistada, replanteándose, eso sí, nuevas estrategias, para absorber o volver a seducir a ovejas descarriadas como yo, siempre que haya un proyecto social común en el que quede claro quiénes son nuestros enemigos: la homofobia, la derechización global, en definitiva, los atavismos. Porque yo lo que tengo claro es en qué lado de la barricada estoy... lo demás me suda y dilata mi inexistente silicona.

Rampova (amada esposa de nadie)


25 de abril de 1998