La resurreción
de la caverna

 

 

 

 

 

Quienes crean (y los hay) que los nazis son una entelequia vencida y superada tras la segunda guerra mundial deben de estar alucinando no sólo por el caso de Austria, sino por el hecho de que con qué impunidad se mueven (no hay más que ver a los cachorros de Ynestrillas), se organizan (todo un pueblo valenciano, Los Pedriches, comprado por fascistas condenados en Italia por el atentado en la estación de Bolonia, con 85 muertos) y cómo atacan ante la pasividad o el beneplácito de la policía, como ha pasado recientemente en El Ejido, ante el estupor de los antifascistas, en directa oposición de la actuación policial contra estos últimos, cuando se manifiestan.

¿Qué ideología patatera es esa, la que habla de la supuesta superioridad blanca? Muchos de los xenófobos que agredieron a magrebíes en El Ejido pudieran muy bien ser confundidos con indios chiricahuas en el Mississipi profundo o en la Alemania más conservadora. ¿Pureza? ¿limpieza?: que
empiecen con su sucia ideología, mano de obra gratuita en forma de sicarios, al servicio de alimañas con mucho poder.

También la homofobia entra en el "discurso" (o ausencia del mismo) del fascismo más cotidiano. Ningún borrego que sigue a la manada bajo el bombardeo mediático se va a pintar las manos de blanco por el hecho de que maten a un maricón, entre otras cosas porque para los medios de manipulación-comunicadora, el maricón sólo existe en función de caricaturas generalizadas, como objeto exótico decorativo y para compensar las malas conciencias de los que antaño fueron progresistas y hoy se han sumado al carro del detergente Centro, el que lava las ideas más blanco. Los vemos actuar a diario; un día en Russafa, otro día en Sants, otro en Lavapiés, bendecidos por quienes ostentan uniformes análogos, en contraposición a la mano férrea con que esos mismos uniformes, que algunos llaman del "orden público", trata los desalojos de okupas, a los insumisos
y a todo aquel que ose rebelarse contra un sistema que de democrático sólo
tiene el nombre, porque quienes deciden y manejan los hilos de tanto títere sometido no han sido elegidos en las urnas.

No es de extrañar que ante actitudes así sólo veamos a miles de parejas hetero gozando de una "libertad sexual" sin que hayan movido un dedo por esa lucha, a pleno día y en cualquier banco público o césped, frente a tantas parejas gays que sólo demuestran su afecto de puertas para adentro,
o en cuartos oscuros, como en las cloacas de la edad media. Hasta que aparezca el flautista de Hamelin (Haider) y seamos exterminados como las ratas del cuento.

Rampova. To Gay or not to Gay...

Febrero de 1999, para la revista Infogai del Col·lectiu Gai de Barcelona.