La línea divisoria que separa la Nueva Ola francesa del Nuevo Cine Alemán
no es sólo estética, sino, ante todo, ideológica. Un marxismo dogmático-críptico
en el primer caso, sin obviar las indudables obras maestras que dio la
Nouvelle Vague, frente a unos directores que, como Syberberg, Fassbinder,
Praunheim, Schroeter y el suizo Daniel Schmidt abrazan el anarquismo y
se acercan al Movimiento gay, para bombardear el modelo hollywoodiano
(estandarizado en todo occidente), que había tratado, primero desde el
silencio y después con desprecio, sorna, prejuicios y una visión insultante,
sobre la cuestión homoerótica. Como muy bien señala Fassbinder: "No he
intentado nunca copiar el cine de Hollywood... la diferencia entre mi
arte fílmico y el americano se basa en que el cine americano no reflexiona".
Es en ese contexto y en esa época cuando aparecen films como "Ludwig,
réquiem por un rey virgen", de Hans Jurgen Syberberg, "Salome", delirante
y decadente film de Werner Schroeter, "No es el homosexual el perverso
sino la situación en que vive", de Rosa Von Praunheim o "Las amargas lágrimas
de Petra von Kant", de Fassbinder.
Nacido en Riga (Letonia) en 1942, bajo el nombre de Holger Mischwitzky
y tras estudiar humanidades, artes plásticas y danza, parte hacia Turquía,
cambia el nombre y apellidos por el de Rosa Von Praunheim, trabaja como
ayudante de dirección de Gregory J. Markopoulos, autor de "The Illiac
Passion", film homoerótico cargado de mitologías, se casa con la actriz
Carla Aulaulu, se instala en Alemania, se enrolla con Werner Schroeter
y juntos realizan un largo de 8mm. "Grotesk-Burlesk und Pittoresk". A
partir de ahí empieza su filmografía en solitario sin olvidar el periodismo
y la literatura en sus diversas facetas.
Casi medio centenar de películas es su legado, por tanto me centraré en
las más "exóticas", como "Homosexuelle in New York" (1971), un cortometraje
sobre una manifestación del Gay Liberation Front, donde Rosa carga las
tintas contra una sociedad esclerotizada y diletante; "Ich bin eine Antistar"
(Soy una antiestrella, 1976) en la que de una forma divertida pero equidistantemente
radikal vampiriza a John Waters. El año que muere Rock Hudson (1985) realiza
"Un virus no conoce moral", una tragicomedia llena de sincretismo y humor
negro que, acaso coincide, o más bien se anticipa al cómic "El condón
asesino", en la forma de desdramatizar lo que en esos momentos es un gran
problema, apto para ser representado como tragedia griega en el teatro
romano de Mérida, por poner un ejemplo.
"Un virus no conoce moral" precede a una trilogía sobre el mismo tema,
aunque tratado de forma más seria y, por añadidura, documental: "La trilogía
del sida" (Die AIDS-Trilogie), "Positive" y "Silence=Death" (Silencio=muerte),
las tres de 1990. Antes, un divertimento como "Anita o las danzas del
vicio" (1987), ligeramente inspirada en la vida de Anita Berber, que en
el Berlín de los años veinte y en un antro llamado "El Ratón Blanco",
ofrecía sus danzas de mórbida sordidez, completamente desnuda y como único
vestuario un maquillaje cuya base era una capa de cocaína, tan espesa
como el yeso y que ella hacía restallar con su látigo, amenazadoramente,
haciendo que en todo el salón saltara el polvo mágico, por la que noche
tras noche y en un ambiente pre-hitleriano, tanto Anita como muchos de
sus admiradores murieron antes de cumplir los treinta años.
Compatriota de Anita Berber es Lothar Bergelde tuvo la mala suerte de
nacer en 1928, en Berlín, y de ser hijo de un déspota nazi que quería
convertir a ese niño rubio, retraído y sensible, en todo un soldado. A
los 16 años, el delicado adolescente mata en defensa propia a su padre.
A partir de ahí, la vida de Lothar, que poco después se convierte en transgénere
con el nombre de Charlotte, pasa a ser una permanente lucha primero contra
las SS, después contra la Stasi, policía política de la Alemania oriental.
Esta es la clave de su autobiografía y la inspiración fílmica de R.V.P.
con la película del mismo título: "Ich bin meine eigene frau" (Yo soy
mi propia mujer), 1992, película disponible en vídeo (una rareza, viniendo
de quien viene), además de poder disfrutar de la novela autobiográfica,
del mismo título, editada por Tusquets Editores. Otro homenaje explícito
a los luchadores por la libertad sexual es "Der Einstein des sex-leben
und werk des Dr. M. Hirschfeld" (El Einstein del sexo- vida y trabajo
del Dr. M. Hirschfeld), 1999, un concienzudo trabajo cinematográfico,
que hace honor a su título sobre el Doctor Magnus Hirschfeld, auténtico
padre putativo del movimiento gay, cuyos libros e investigaciones científicas
fueron quemados públicamente por los nazis en mayo de 1933 en Opernplatz,
junto a los de otros autores alemanes como Freud, Mann, Brecht, Remarque,
etc.
Una de sus últimas películas es un irreverente, procaz y divertidamente
obsceno cortometraje, en forma de cuento de navidad, titulado "Can I be
your pratwurst, please?" (1999), literalmente "¿Puedo ser tu salchicha,
por favor?", interpretado por un parodiante de Jeff Stryker y una tal
Vaginal Davis, comedia kitsch en la onda del primerizo John Waters, en
la que toda una familia americana quiere degustar esa clase de "salchicha"
antes que el pavo de Acción de Gracias.
Con este currículum vitae, que he tenido que sintetizar al máximo, dada
la larga filmografía de nuestra Rosa (que no la de Operación Triunfo),
me parece muy simplificador etiquetarle como el Almodóvar alemán o viceversa.
Entre otras cosas, Rosa Von Praunheim no rehuye el documental, la militancia,
el porno o la desenfrenada ironía. Ha hecho una tetralogía sobre Nueva
York, condensada en cuatro cortos y mediometrajes en las que muestra el
antagonismo entre civilización y barbarie y que la esencia del American
Way of Life es que donde hay miseria (intelectiva o económica) hay pena
de muerte y que los USA deberían llamarse Egipto, de tan "cleopatriotas"
que son.
En cambio, la moralina de "Pepi, Lucy y Bom...", de Almodóvar, es que
la "maruja viciosa", amante de la "lesbiana murciana", que interpreta
Alaska, es que su marido, al ser hombre, pega más fuerte, por tanto el
final del film es de un "heterosexista" más próximo a Ozores que a Fassbinder.
El segundo film de Almodóvar (películas de moda que pasan de moda con
más rapidez que un golpe de abanico) tiene una moralina similar: tras
un matrimonio (o "arrejuntamiento") de telenovela barata el "homosexual
se cura y la ninfómana deja de serlo". El guión muy bien lo habría firmado
cualquier Mari-Trauma vergonzante, lector de Corín Tellado. Esto viene
a cuento para desmarcar el raso del rasete y el contorno de ojo con el
contorno de ojete.
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