Tu nombre me sabe a sor Kampana © Rampova


Porque te quiero a tí, porque te quiero,
dejé de ser monja de clausura e hice la carrera.
Porque te quiero a tí, porque te quiero,
me hice asesina en serie y maté a todos los
diputados del P.P.
Tu nombre me sabe a Sor Kampana,
la monja libertina que transformó la teología en
punky-lesbiana.


Transmuto esta estrofa de Serrat para hacer una oda a Sor Kampana, poeta rompegéneros, rompenormas, romperigideces, cuyo desconocimiento general (¡ay, lo que hace la cultura telebasurera!) es paralelo al superlativo genio que deja en bragas de esparto a los hermanos Machado... por poner un ejemplo.

Recita sus poemas con elegante violencia, como ese Lord Byron que abandona su exquisita prosa para luchar por la utopía griega contra la invasión de un bárbaro imperio Otomano emergente. Se hace acompañar por la crisálida y hetérea hermosura de las notas líricas extraídas con magistral belleza de un violonchelo tocado por la fascinante Natasha Petruskova, que ha castellanizado su exótico nombre al más castizo Natalia Pérez y un acordeonista punky, Pino, que extrae notas diabólicas del pentagrama infernal para que Sor Kampana recite con voz rajada y grave, en perfecto antagonismo al agudo angelical, para vomitar con hipnótica voz de demonio bipolar, íncubo-súcubo, masculino-femenino, virgen y desvirgada al mismo tiempo, poemas como éste:

"Mátame, con tus garras diseñadas para el
crimen,
mátame, mátame; y vomita en mi boca tus
orines,
mátame, mátame; antes de que lo haga el
alcohol, las anfetas y el L.S.D."...


Hay que ver a Sor Kampana en directo recitando en Valencia, Sevilla, Bilbao o Barcelona (próximamente) el infinitísimo poemario extraído de sus cuadernos "underground", sus libros de diseño, como el redondo, en forma de galletas María (¿tirando los temos a la Maredeueta?), con su uniforme de cura obrero o con el sofisticado y decadente de Papa Borgia, haciéndonos imaginar que de su anillo papal resurgirá de nuevo el siglo de los venenos.

Poemas cruzados en entrelazados con la violencia, la ingravidez del bello guiño a Rimbaud, las odas y elegías al "delirium tremens" de Edgar Allan Poe consuma en un espúreo híbrido de supervivencia existencial, no exenta de crítica social ante la gilipollez cotidiana, para amancebar la inmensa urdimbre que tejen, cual telaraña, imágenes caóticas y música no catalogada (al fin y al cabo el "chill-out" no es otra cosa que la sosería antaño llamada "Hilo Musical"). No en vano, tanto Natalia como Pino y Leandro (de reciente incorporación) son músicos consumados, estéticamente antagónicos: ella pálida como la muerte alegre y vestida de negro como las existencialistas, Pino la quintaesencia del post-punk del siglo XXI y Lean "armónica vudú" misterioso, hace gala de su nombre.

En "Envenenamiento Místico", sacado de su "Diario de Inmundicia (Letras y letrinas)" Sor Kampana alcanza el éxtasis pagano, que no Teresiano. Dice así:

Recostado sobre nubes de poliexpán,
tiñendo de sangre el paisaje,
cierra los párpados el calor del sol,
un viento helado aúlla entonces desesperado
agrietando las óseas catacumbas del ser,
que en un último intento, aterrado y caótico,
de acabar con el dolor y la soledad emprende viaje,
por envenenamiento místico, en busca de la luz
y que le llevará a las fauces del alma
(esa bestia imaginaria que nos inoculan desde el primer soplo de razón, ese parásito virtual que nos consume
penetrando con sus profundas raíces
cada nicho de los abismos de la conciencia);
y así, quizá definitivamente,
el dogma emponzoña la mente,
maniatándola a la silla del fanátismo.



Completa el espectáculo un pintor, Kiko (o varios pintores de Bellas Artes), que pinta(n) sobre un lienzo imágenes oníricas, delicadas, tenebrosas como una flor del mal, bellas como las huellas de los pies desnudos de Afrodita sobre las arenas de la playa de la Malvarrosa, u oscuridades sublimes como un beso negro practicado por Nosferatu el vampiro.

Así como los católicos veneran a la Santísima Trinidad, los blasfemos adoramos a la Putísima Trinidad que forman Sor Kampana, Natalia y Pino, cuyo germen fue Rampova, Sor Kampana y Emilio Devesa, trilogía endemoniada de pezuñas pintadas con el crisol de las pesadillas extraídas de "El Infierno" de Dante.

Termino mi apología terrorista (y utilizo este término porque a menudo me siento criminal: a veces asesino cucarachas y moscas... los llamados "hombres de bien" como Bush o Sharon no matan insectos... prefieren diseccionar seres humanos con tecnología nuclear) con un poema de esta monja marimacho, excomulgada por el Vaticano y de nombre Sor Kampana, cuyo título es "Lobotomízate, lobotomízanos":

Taladrando artísticos anos bombea el
mercachifle con su billetera,
especula penetrando voluntades con su
poderosa herramienta
de avaricia bienal, bendiciendo tópicos y
pañales usados
con su verga bien enviagrada, y engordando a
críticos bien adiestrados,
blasonados en salones postmodernos, para que
adulen y endiosen
a sus pupilos más esféricos y rampantes;
comparsas de ambiciosos tecnoartistas liban su
glasofonada flor
de moda y bajo una estéril alborada glamourosa
imitan las gestas de los más grandes farsantes
levantando sus pancartas que rezan:
"LOBOTOMÍZATE",
"VEN A LA TREPANACIÓN"
o "ALÍSTATE EN LA UNIVERSIDAD POLITOXITÉCNICA".



Agosto 2007