Ernesto Tomasini es como un personaje extraído de "Notre Dame des Fleurs"
de Jean Genet. Una adolescencia vertiginosa en la que ya transmite la
percepción de un personaje sublime, que perfeccionará con el tiempo,
cantando con su prodigiosa voz a lo María Callas y fascinando a un público
callejero variopinto, en el que prostitutas, travestís y chaperos, mientras
esperaban a su clientela, se postraban rendidos ante sus sublimes arias
operísticas que salían de su sensual boca con voz de divina soprano.
Un chulo le ofreció actuar en un peligroso club cercano al puerto de
Palermo, visitado por estibadores, tipos duros y maleantes, excitados
más por las piernas como la Dietrich o Cyd Charisse que por su majestuosa
voz. Con el tiempo, este antro se convirtió en un club de culto, donde
intelectuales y artistas se dejaban ver. Empezó a salir en los medios
de comunicación y también del armario, en una Italia que hace dos décadas
era muy homófoba, especialmente Sicilia, donde la Mafia (tan asesina
e hipócrita) no permitía locales "de perdición y vicio", por lo que
Ernesto batió sus alas de libélula y voló a Inglaterra, dejando en su
país un legado cultural compuesto por varias obras teatrales, televisión
y películas.
La Mafia le amenazó porque despreciaba a muerte a los gays desarmarizados
e Inglaterra se benefició de ello, matriculándose en el Arts Educational
london School, trabajando como actor en musicales del West End ("Chicago"),
Off-West End Productions ("Blind Summit's Mister China' son") y con
la prestigiosa Lindsay Kemp Company, además de cantar como solista en
los mejores teatros, como el Royal Albert Hall, The Purcell Room y el
National Theatre.
Ha sido la musa lírica de compositores como Othon Mataragas y Andrew
Liles, actuando con ellosen salas tan diversas como el Oratorio San
Filippo Neri, en Turín (Italia) o la Sala Apolo en Barcelona. Recientemente
estrenó en la Sala Off de Valencia, en una versión de Manuel Molins,
la obra "¿Verdadero o falseto? Una historia secreta de los castrados".
Combina las excepcionales obras (por su excepción) con canciones cabareteras
no desprovistas de crítica social y política, porque así es el cabaret,
de lo contrario sería frívolo Music-Hall. Sus canciones reflejan la
belleza, lo abyecto, el grito del dolor de lo injusto y la mofa a lo
"políticamente correcto", sin renunciar al Bel Canto ni a canciones
selectas de "Víctor-Victoria" o "My fair lady". Su voz no es ni blanca
ni negra, es polimorfa, con infinidad de matices intermedios, aterciopelados
y claroscuros; y su actitud es un lastre, un aldabonazo contra todos
los fantoches que desprecian la farándula como "gaia ciencia".
Los proyectos más inmediatos de Ernesto Tomasini incluyen colaboraciones
con Current 93 y un ambicioso deseo que se concreta con la fusión de
música pop minimalista y barroca, con el genial músico catalán Juli,
creador de la sensacional explosión Tecno Pop de nombre Mekánika, y
el nultidisciplinar Graham Bell, que igual ejecuta divinos performances
que canta flamenco, en especial las peteneras, con su exótico acento
escocés, un look al Bowie del Glam y unas letras subversivas que ponen
de los nervios a la cerrazón ortodoxa flamenca. La unión de estos tres
seres supremos tendría el nombre artístico de "THE RETRO MODERNISTES
(featuring Ernesto Tomasini)". Filtrar tres genios hiperbólicos lleva
su tiempo. Más información sobre este gran artista en su página web:
http://www.myspace.com/ernestotomasini.
Ya para acabar, por ser una deidad del Arte, esto es para tí:
De la nada a una explosión Big Bang, pasando por un limbo
Reservado a un terciopelo De Profundis.
De la fealdad extrema a la excelsa belleza, pasando por una discreción
de perlas enlutadas.
De la voz de la canaria soprano a la voz del minotauro tenor,
Pasando por la ambigua atracción de los castrati.
De la virilidad volátil a la femineidad plúmbea, pasando por la decadente
androginidad.
De Marlene Dietrich a Anna Magnani,
pasando por Helmut Berger en el "Diario de Dorian Gray".
De la más austera oda al musical, al más delirante y extravagante delirio
melómano, pasando por el ayuntamiento carnal entre el cubismo, el surrealismo
y el glamour elevado a pentagrama musical viviente.
Sus duetos son caleidoscópicos y estétas, lascivamente sucios y divinamente
antagónicos.
Su categoría es profanadoramente sagrada, desaforada e intencionadamente
abyecta e imposiblemente desapercibida.
Es más raro que un gato violeta, más insólito que un diamante pulido
con polvo de estrellas y más diáfano que un cristal de Bohemia.
Desgarrador como un latigazo del Divino Marqués, tierno como un beso
de nenúfares y anodino como un clavel asexuado.
Elegancia musical, bel canto bipolar, insuficiencia de mediocridad.
Ernesto Tomasini: nada más y nada menos.
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