Duerme Secreto
* * *
Capítulo 10
A Ras de Sueño
"Despierta, tiemblo al mirarte;
domida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes."
-¿No piensas volver? ¿Ya lo has decidido?
Loredana cogió a su hermana por los hombros y la miró a los ojos con los suyos inundados en súplicas y ruegos.
-No quiero que te preocupes por mí, Loredana.
Pirotase apartó suavemente las manos de su hermana con las suyas.
-Debo volver - dijo, mirando hacia el castillo cuyas altas torres sobresalían por encima de los árboles del Bosque del Silencio.
-¡Espera! - Loredana la detuvo aferrándose a su mano -. ¿Por qué al castillo? ¿Por qué no lo olvidas y vuelves con nosotras? Él no te quiere, Davalia te lo ha dicho muchas veces... La estás desobedeciendo, Pirotase, y estás jugando con tu verdadero destino...
-Hago lo que me dicta mi corazón, tú siempre me decías que debía escuchar a mi corazón.
-Pero hay veces en las que el corazón lo único que hace es confundirte...
Las voces de Loredana y Pirotase se apagaron de pronto y las imágenes se fueron haciendo cada vez más borrosas. Umi se percató entonces del increíble silencio que la rodeaba hasta que el sonido de unos pasos hizo naufragar aquella sensación. Los pasos sonaban como suaves golpes sobre una superfície llana y dura como el mármol. Umi abrió los ojos y se vio sentada sobre una especie de trono que reconoció del mismo estilo que el que Gurú Kleff tenía en la Sala del Trono del Castillo...
-Feliz despertar, querida mía.
La voz hizo que le diera un vuelco el corazón y, por unos segundos, contuvo la respiración mientras aquella misma voz se repetía durante tres veces más en forma de eco dentro de su cabeza. Sintió miedo de levantar la vista de sus rodilla y encontrarse con...
-Mírame, Umi.
-¿Q-Qué haces... Qué haces aquí? - balbuceó aún con la mirada gacha -. T-tú...
-¿Por qué tiemblas? - Umi sintió su mano que la agarraba por el mentón y lentamente le levantaba la cara.
Se encontró con los ojos en los que siempre se perdía y la sonrisa que aún ahora era capaz de erizarle el vello de todo el cuerpo.
-¿Kleff? Entonces - Umi se puso muy nerviosa -, entonces esto significa que el hechizo se ha roto, que has vuelto a recordar... Yo... Yo te maté y entonces la Reina Amarili hizo que le entregara a nuestro hijo y...
El hechicero con su dedo índice selló sus labios e hizo que se tranquilizase.
-Lo sé todo, los recuerdos nunca fueron borrados como Amarilis pensó.
-Entonces, entonces...
Kleff volvió a posar su dedo sobre sus labios y con su mano envolvió la de Umi, diciendo:
-Ciertamente, tú me mataste. Básicamente ése era tu deber como sustituta de la Guerrera Legendaria del Agua, pero a la vez me reviviste gracias a tu sacrificio. No tienes nada de lo que arrepentirte, nada.
-Pero... ¿Y Elar? ¿Dónde está él? ¿Y Ceres? ¿Dónde está? No entiendo nada, esto es como una pesadilla... Me siento perdida dentro de un laberinto...
Umi se levantó de su asiento, dirigía rápidas miradas a su alrededor. Estaban en la Sala del Trono que tanto ella como Hikaru y Fuu conocían. Asombrada, observó en ese instante que la persona que le apretaba la mano era una mujer, brillaba con un halo azulado como un topacio o un zafiro... Llevaba ceñida en la frente una diadema de plata con una piedra azul justo en el centro y el cabello expléndidamente largo, negro como el azabache...
-¿Quién eres? - le preguntó Umi, sin saber por qué se agarraba con fuerza de su mano.
-¿Ya me has olvidado? - le sonrió ella.
Sus ojos desprendieron un brillo... Eran como dos amatistas.
-¿Piro-tase?
Ella dejó escapar una leve risita y asintió.
-Pero eso es un secreto - añadió.
-¡Lenne! - llamó alguien, muy lejos de allí, al otro lado de las paredes de la Sala.
-Me llama...
-¿¿Lenne?? - Umi la mantuvo cogida de la mano cuando Pirotase quiso soltarse para acudir a la llamada -. Tú eres Pirotase, la Guerrera del Agua, ¿qué...
-Shhh - Pirotase le indicó silencio -. Aquí soy feliz, sé que tanto el Rey Zafiro como Gurú Kleff saben mi verdadero nombre y mi verdadera identitad, pero no me han dicho nada... La Reina Amarilis me ha nombrado su dama de confianza, ella no sabe nada, no sabe quiénes son las Guerreras Legendarias... Es mejor así.
-¡Lenne! - volvieron a llamarla.
Pirotase dio un pequeño salto de excitación. No parecía la misma que Umi había conocido, parecía más... ¿joven? ¿infantil? ¿risueña? Aquélla sí que era la viva imagen de Ceres...
-Vamos, Umi, él me ha prometido que bailaría conmigo. Me ha costado mucho que me lo prometiera porque dice que no le gusta nada bailar, pero al fin y al cabo una promesa es una promesa.
-¿A quién te refieres? - Umi por fin la soltó y Pirotase se echó a correr hacia la puerta.
-¡A Gurú Kleff! - le gritó ella, emocionada, desde donde estaba -. ¡Hoy es el primer cumpleaños de la Princesa Esmeralda y hay una gran fiesta!
Empujó la pesada puerta y al abrirla un cegador resplendor lo volvió todo de color blanco. Umi tuvo que taparse los ojos con las manos y, al volvérselos a destapar, no encontró más que ocuridad... ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Acaso empezaba a volverse loca?
-¿¿Qué diablos está pasando?? - gritó con todas sus fuerzas haciéndose daño en la garganta.
Hubo silencio, unos cinco segundos...
-Ves lo que tus ojos quieren ver.
¿Quién le hablaba? ¿Quién era aquel hombre que acababa de presentarse ante ella? Traía en su cabeza una corona de plata; en su cuerpo una armadura también de plata y la capa azul oscura la arrastraba por el suelo. Su cabello era de un gris celeste y sus ojos de un límpio color azul, igual que los de... Kleff.
-¿¿Rey Zafiro??
* * * *
Ceres se desplazaba por los pasillos del castillo con una exacerbación que casi se asemejaba al histerismo. Abría y cerraba puertas y gritaba para sus adentros un nombre... Él, él era lo que se llamaba "la mano que mece la cuna" en aquella extraña historia que estaban viviendo ella, Hien y Sora. Tenía que estar en algún lugar, aunque si era tan poderoso fácilmente podía estar y no estar a la vez...
Frenada por un extraño impulso se detuvo frente a una puerta y condujo su mano hacia el pomo; sin embargo, la puerta se abrió por sí sola y Ceres se introdujo en el interior de la habitación con curiosidad. La habitación era más bien un dormitorio, las sábanas de la cama y las cortinas del enorme ventanal que daba a un balcón eran de color blanco. Había una pequeña mesita con un jarro de flores blancas que Ceres no pudo identificar, pero eran similares a los lirios de la Tierra...
La puerta se cerró de golpe a su espalda, lo que hizo que la muchacha se girase asustada. Vio entonces a Elar con la espalda apoyada en la puerta, muy erguido y con expresión seria.
-Te he estado buscando - se expresó con firmeza, Ceres.
-Y yo he dejado que me encontrases.
-¿Tú has hecho todo esto, verdad? - le soltó Ceres en ese momento.
Elar se cruzó de brazos, su aspecto era casi amenazador...
-¿A qué te refieres? - manifestó sin pizca de inocencia.
-Tú nos has hecho venir hasta aquí a Hien, a Sora y a mí, y también a las madres de ellas dos y... Y creo que incluso está aquí mi madre por deseo tuyo ¿me equivoco?
Elar sonrió con picardía a la par que murmuró con sus ojos penetrando en los de la joven:
-Estoy buscando respuestas.
Instantáneamente regresó a la impasible seriedad.
-¿Qué clase de respuestas? - preguntó Ceres.
-Una de ellas es la más importante - caminó hacia la chica, despojándose de la túnica oscura que lo cubría de hombros a pies. La lanzó al suelo -. Es la respueta a el porqué te llevo soñando desde la primera vez que soñé.
Sus manos se aferraron a los brazos de Ceres, que sintió un pequeño sobresalto.
-¿No recuerdas? - Elar, con gran vehemencia, apartó los mechones que caían como pequeñas cascadas negras por delante de sus hombros -.Tu sentimiento de soledad...
-Mi sentimiento de soledad - repitió Ceres, notaba que ese estaba desvaneciendo, que los párpados le pesaban y le era insoportable intentar mantener los ojos abiertos...
-Vuelves a estar conmigo - escuchó que Elar le susurraba al oído.
Ceres percibió cómo su mano, paulatinamente, le desabrochaba la blusa de su uniforme y se movía hacia su interior buscando el tacto de su piel...
* * * *
Unos pies descalzos caminaban con armoniosa pacienca sobre la llanura del suelo de cristal azul: el Núcleo de Zafiro. Es sus profundidades descansaba el cuerpo del Rey Zafiro, ahora sólo materia. Su alma se había extinguido, el planeta la había desterrado por completo apagándola como se apaga la llama de una vela. Todo por culpa de ella... Si ella no hubiera aparecido en aquel planeta junto a su familia y los pocos supervivientes de Oreán, su planeta natal, ya desaparecido a causa de la guerra contra Autozam en la que perecieron muchas vidas inocentes... Quizás nada de esto habría ocurrido.
Zafiro fue una luz de esperanza para todos ellos. Pensaron que se trataba de un planeta virgen, pero cuando sus naves aterrizaron en sus tierras verdes descubrieron el Castillo, donde vivían el Rey Zafiro y Gurú Kleff, los únicos habitantes...
El Castillo había desaparecido como consecuencia de la muerte de su hija Esmeralda, la encargada de continuar manteniéndolo en pie con sus rezos, como anteriormente hizo ella sustituyendo a su amado Rey... El planeta Zafiro en este caso tampoco aceptó que el Pilar se enamorara, traicionándolo a Él como ya hizo su amado Rey...
-Zafiro - pronunció en voz alta, recordando los momentos felices junto a él.
Amarilis había tratado por todas las maneras posibles atravesar aquel cristal azul para lograr reencontrarse con su esposo, nunca logró nada, sólo más soledad y sufrimiento.
-Pronto os podréis reunir con él, mi Señora...
La mujer cubierta con la capa negra, es decir, Pirotase, se descubrió ante ella. La tela de su capa se evaporó como humo negro y dejó al descubierto un vestido ceñido hasta la cintura y de falda ancha hasta los pies, blanco. Una fina cadenita con joyas azules incrustadas le rodeaba la cintura.
-Lenne... ¿Por qué nunca descubrí quién eras en realidad? - murmuró Amarilis con voz apagada -. Parece ser que las mentiras han acabado traicionándome a mí misma.
-Elar os lo ha contado ¿verdad, mi Señora?
-Elar... - pronunció Amarilis, del mismo modo que hubo dicho el nombre de su esposo -. Sí, me ha contado todos lo secretos y ha descubierto los míos...
-Él guarda todo el poder del planeta Zafiro en su interior, nunca pensé que eso pudiera suceder...
-Puede que... - pero la Reina se mordió el labio, interrumpiéndose.
-¿Vos también lo pensáis?
-¿Pensar que Elar es en realidad el planeta Zafiro? Al principio caí en la soberbia, pensaba que yo llevaba las riendas de este nuevo mundo, incluso del destino de Umi, la Guerrera Mágica que encantó a Kleff... Pero ahora me he dado cuenta de lo ciega que he estado durante todo este tiempo, sólo era una estúpida marioneta en manos del planeta Zafiro... Y al abrir los ojos y querer enfrentarme a Elar he descubierto que es él quien lleva realmente las riendas de este sueño...
-Y este sueño ya llega a su fin...
-Desgraciadamente, así es, querida Lenne.
-Ya he encontrado lo que buscaba todo este tiempo - había dicho Elar en su último encuentro con él, hacía apenas menos de diez minutos.
-¿Qué era? - le preguntó ella.
-¿No lo sabéis, Reina Amarilis? - Elar, después de sonreírle triunfante, suspiró -: La he encontrado, a ella. Por fin.
-¿A quién?
-A ella, a mi sueño... Umi por fin será libre de tu inútil hechizo y despertará pronto... Aunque con tus mentiras el despertar será bastante difícil para ella.
-Eres cruel conmigo, yo nunca he querido hacerle daño ni a Umi ni a ninguna de las Guerreras Mágicas.
El corazón le dolía... Bien cierto era que las palabras hacían más daño que los golpes en los huesos, muchísimo más; el dolor incluso era más duradero, y ella, que había creído protegerse perfectamente de cualquier dolor era en realidad mucho más sensible y débil de lo que pensaba...
-Aunque sé que ésa fue tu intención, mi estimada Amarilis, todo te salío mal: dejaste abandonada ingratamente la sabiduría que debe tener siempre un Pilar... Has fallado y desaparecerás en cuanto Umi despierte.
Elar había pronunciado su sentencia de muerte pasando de tratarla de "vos" como Reina, con el respeto que siempre le había dado, a "tu" como a cualquier mujer... Había perdido su título, ya no era la Reina de nadie. Si bien, ahora sabía que nunca lo fue. Se unió al Rey Zafiro por amor y ese amor fue quien los separó para toda la eternidad; se ofreció al planeta por amor al propio planeta, para salvarlo de su destrucción, y el planeta lo que hizo fue convertirla en su esclava otorgándole un poder que nunca existió, pues era el propio planeta quien decidía cuál deseo cumplir y cuál no. Hoy el deseo del planeta es hacerla desaparecer, sin cuerpo ni alma se extinguiría como se extinguió Oreán, el planeta que la vio nacer y crecer... Para siempre.
-Me merezco el castigo por haber creído que era más poderosa que el planeta.
"No será todo tan horrible como piensas, Amarilis."
-¡Elar! - Amarilis alzó la vista hacia el cielo negro.
"Desaparecerás de Zafiro pues Zafiro dejará también de existir, pero renacerás de nuevo en otro mundo, en otra vida y con otro destino..."
-¿Qué quieres decir con que el planeta dejará de existir? ¿Qué pasará con las personas que viven aquí?
"No les pasará nada, continuarán viviendo en el planeta llamado Zafiro, pero sin la entidad que ha gobernado a su antojo durante todo este tiempo... Serán libres."
-¿Entonces qué te pasará a ti y a Gurú Kleff?
"Los dos somos uno, desapareceremos juntos."
Continuará.
Notas de Ire:
Llegados a este punto ya se han respondido muchas dudas que se plantearon en un principio ¿os imaginábais que esto tendría tal giro? De veras pienso que la vida es algo difícil de comprender ^__^
Y al final parece que Amarilis no es tan mala como se pensaba... Sólo fue un poco tonta, ingenua, inocente y también egoísta (¿os acordáis que estos mismos calificativos los nombré en "Mi Secreto" para con Umi?). En cierto modo es comprensible, de no ser nada (una simple superviviente del planeta Oreán, con perdón) a tener el poder inmenso que creyó tener al convertirse en Reina y "Pilar"... Yo también me "emborracharía" de poder y acabaría rozando el egoísmo y el cierto modo uno de los Pecados Capitales: avaricia (¿o orgullo?) ^__^UU
Cualquier duda ya sabéis donde encontrarme, responderé a cualquier pregunta ^__-
irene.fernandeza@campus.uab.es