LISÉTH
Por: Darkness
(kmcc)
Afuera del ventanal veía la nieve, un manto blanco cubría hasta
donde sus ojos alcanzaban. Un hermoso paisaje; pero melancólico y vacío. No había nada en ese lugar, más que unos
cuantos árboles, casi todos ya sin corteza y hojas secas. Sus ojos celestes se posaron en una rama, pudo ver a las hadas del viento
>diminutas criaturas con cuerpo de mujer y alas de pájaro, todo su entidad
era un de verde pálido< juguetear con aquellas solitarias hojas marchitas,
haciéndolas caer dando mil vueltas; parecían bailar con ellas.
Una leve sonrisa se dibujó en su rostro al mismo tiempo que una
lágrima rebelde se deslizaba sobre su
mejilla.
“Comprendo” Dijo, más bien murmuró, sin
dirigirle la mirada, temeroso de encontrarse frente a frente.
“No, no comprendes nada” Había algo en
su voz de lo que él no se percató.
Algo impregnado de dolor, tal vez,
un dolor más hondo de lo que sentía en ese momento.
“Entonces lo mejor será retirarme” El
hechicero dio rápidamente la vuelta y comenzó a avanzar.
“Espera...” Ella balbuceó “Afuera esta nevando y hace frió... ¿Por qué no te
quedas?” Sabía que era una insensatez pedirle eso, ¡acababa de rechazarlo!.
Pero por alguna razón no quería perderlo, aquel hombre le despertaba un
sentimiento extraño. Era
contradictorio!
“Soy GurúClef el mejor mago de Céfiro...
¿Acaso no puedo utilizar la magia para llegar a mi casa?”
“Como quieras”
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Cada paso que daba abría un surco en la nieve, a pesar de que el
traje que llevaba era de tela gruesa, sintió la fría nieve contra sus
piernas... Con la vista perdida, mirando a ningún lugar en especifico
distinguió claramente las sombras de las cosas. Se detuvo por unos momentos y
observó el cielo; estaba casi despejado e su totalidad, por lo la Luna le
brindaba sus plateados rayos sin interrupción.
Esa noche caminó rumbo al castillo, no utilizó la magia como le
había dicho, quería, no, necesitaba pensar.
¿Por
qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?, POR QUE!!...
Jamás en su vida había sentido eso por
otra persona. Y no estaba en sus
planes sentirlo... Sin embargo, fue algo tan maravilloso y repentino.
Recordaba la primera vez que la vio. Fue hace varias semanas, él estaba recorriendo los alrededores
del castillo, junto con sus pequeños discípulos, Zagato y Latiz, dos niños muy
diestros, el uno en la magia y el otro en la espada.
Les enseñaba el principio de la magia avanzada, cuando detrás de
unos arbustos distinguió una figura femenina; era ella. Estaba sentada en la
hierba, a orillas de un estanque, con un ligero movimiento de manos hacía diminutos remolinos con el agua que se
trasformaban burbujas.
Aún ahora podía invocar
sus finos cabellos color bronce caer desordenados por su rostro y la
expresión del mismo. Sus ojos la
devoraban con la sola mirada; una y otra vez, de pies a cabeza... Su piel blanca y lisa ¡Hasta podía
tocarla!!, sus labios carnosos ¡Anhelaba besarlos!...
¿Quién era ella? ¿Por qué de
repente le entró esa ansiedad? ¿Por qué
esa punzada?
Se
quedó como encantado. En aquel momento
Latiz se acercó, sus ojos inocentes y grandes como platos le miraron
interrogante. Aquel chiquillo de
encendidas mejillas y cabello negro
como el carbón, preguntó en voz alta:
“¿Qué miras, maestro?”
La
mujer volteó en el acto, al principio sorprendida, pero después al ver a dos
niños y a un hechicero >que tenia aspecto de niño también< se tranquilizó
y les dirigió una sonrisa.
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Aquella criatura se llamaba Liséth.
¿Cómo
lo descubrió? Bien, Zagato se lo
dijo. Era un joven bastante despierto y
rápidamente se dio cuenta...
-Su
nombre es Liséth.- Había dicho una tarde, sin despegar los ojos de un libro.
-Eh?
¿Quién?.- Preguntó el hechicero frunciendo ligeramente el entrecejo.
-La
mujer del estanque.-
Un tenue rubor asomó a sus mejillas.
-¿Por
qué me lo dices?.-
El joven levanto la vista y una sonrisa se
dibujo en su rostro.
-
No, por nada.-
Y no volvió a hacer algún comentario con respecto al tema. Y
eso le preocupó más a Clef que si le hubiese dicho el motivo...
...Pero
bueno, Zagato era un chico serio, pero
muy sociable y agradable, le encantaba convivir con las personas y hacer
amigos, poseía un talento envidiable;
pero su personalidad ya estaba muy marcada, aunque le agradasen las fiestas
casi no asistía a ellas (y en Céfiro hay fiesta casi todo el tiempo!), prefería
estudiar los secretos de la magia, le gustaba aprender, pero lo que más le
gustaba era enseñar sus conocimientos, por lo que se la pasaba casi todo el
tiempo con Clef recorriendo Céfiro...
Eso marcaba un fuerte contraste con su hermano menor, Latiz, quien a
pesar de su corta edad era mucho más animado que su hermano, brincaba, jugaba,
peleaba, ¡Por Dios, no se estaba quieto ni un segundo!. Era un vivaracho
muchacho que admiraba tanto a su sangre como a su maestro... En aquel momento
no tenía idea de lo mucho que cambiaría ese niño...
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El
tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, cuando al fin se dio cuenta ya habían
pasado 2 años. Él no volvió a verla, pero cada noche la imaginaba, era una
tortura, la vio solamente una vez en ese estanque y jamás pudo olvidarla,
anheló volver a encontrársela, aunque fuera una sola vez más... y si será
grande el destino, quien quiso darle otra oportunidad, por que él la vio....
otra vez... En aquella fiesta en el palacio.
Celebrando el nombramiento de Perla como nuevo pilar de Céfiro.
Pudo distinguirla entre la gente; llevaba un simple, pero no por eso menos hermoso, vestido blanco. Sus cabellos recogidos y levemente maquillada.
Se acercó a ella, temblando, nervioso... La chica no lo reconoció, pero aún así se comportó muy amable con él. Hablaron durante horas, de distintos temas: de la magia, Céfiro, las responsabilidades del pilar; él le habló de sus discípulos, en aquel entonces ya eran 4(Zagato, Latiz, Alanis y Presea), además de que estaba entrenando en privado a una joven llamaba Esmeralda...
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“Ya
no importa” se dijo, tragándose su llanto y el dolor... Aquel rechazo le había
destrozado.
“Espera
Clef...”
Esa voz. Se dio la vuelta
lentamente y a lo lejos entre la blanca nieve, pudo ver su figura. Su ropa
estaba empapada por la nieve.
“ Déjame pensarlo”
Y
le sonrió con infinita ternura...
FIN?