Capítulo tres: Somos las Guerreras Mágicas

Anaís permaneció estática por un largo rato, mientras aquella chica sonreía con malicia, y cruzaba los brazos como si esperase algo.

-¿Puedo saber quien es usted? - Inquirió Anaís con cautela y respeto, aquella chica rió suavemente con todo de burla, y contestó con una voz comparable con la de una ninfa: -¿Me has olvidado tan rápido, Anaís? Nos conocimos una vez, en Céfiro, cuando peleaste por el mineral escudo. - Anaís retrocedió un instante entre sorpresa y temor, ¿Céfiro?

- Seguramente no puedes ser el reflejo con el cuál batallé en aquel entonces. - Fue la trémula contestación que obtuvo la extraña.

- Lo soy, Anaís. En aquel entonces yo tenía una apariencia idéntica a la tuya, pero has cambiado, y yo también. Mi nombre es Sinaí, y he venido tan sólo para advertirte, que después de tanto tiempo... - La imagen de Sinaí se desvaneció repentinamente, y reapareció a tan sólo centímetros de distancia del rostro de Anaís, y murmuró: - He regresado por ti. - Anaís gritó de dolor cuando Sinaí la traspasó. La guerrera del viento se tornó a sus espaldas al instante, sólo para observar que no había nadie detrás de ella.

Tan rápido como su mente recuperó el control, Anaís salió corriendo a cuanto podía hacia la casa de Lucy. Tocó insistentemente en la puerta, y cuando el hermano más pequeño que tenía Lucy, Kakeru, abrió la puerta, palideció al instante en que observó la preocupación de la joven.

- Porfavor, permítame ver a Lucy... - Kakeru abrió por completo la puerta, y dijo con seriedad: - Lucy ha estado triste por mucho tiempo, pero estos días no ha sonreído en lo más mínimo, por favor, Anaís, sé que tú sabes la razón... - Anaís comprendió la petición de aquel joven, y aunque sabía cuánto amaba a su hermana, sabía de igual forma que jamás lo entendería, y negó con la cabeza fervientemente, mientras contestaba: - Kakeru, de aquello que sufre tu hermana, tal vez esté por ser remediado, Ahora porfavor, déjame pasar! - Kakeru se hizo a un lado, y Anaís corrió adentro con el corazón palpitándole con violencia.

Lucy estaba meditando en el dojo cuando la puerta se abrió de golpe. Ahí en la entrada, estaba su amiga temblando, empapada y con expresión desesperada, jadeaba del cansancio y su cabello se le pegaba al rostro con el agua.

- Anaís... - Murmuró Lucy sorprendida mientras se ponía depié lentamente.

- Lucy... ¡Algo está muy mal! - Las últimas palabras resonaron temblorosas en los oídos de la chica pelirroja mientras su amiga liberaba finalmente las lágrimas que había reprimido todo aquel tiempo.

Marina estaba ahora recostada en el sillón con la mano llena de sangre seca y una venda mal puesta alrededor de la palma, cuando el teléfono sonó. Conforme Marina permanecía inmutable en el colchón, la contestadora se activó.

~ Ahora no me encuentro en casa, porfavor deje su mensaje y número de teléfono en la contestadora después del signo. ~

- ¡Marina!, Contesta, soy Lucy, ¡¡Alguien de Céfiro pudo colarse en nuestro mundo!! - Marina se levantó de un salto, su corazón golpeaba contra su pecho dolorosamente mientras su temblorosa mano alcanzaba el auricular con rapidez.

- ¿Lucy? - Comenzó la joven con temor, su amiga continuó: - Marina, gracias a Dios que estás ahí. Tenemos un problema muy serio aquí. - Una chispa de energía asaltó a Marina después de mucho tiempo de debilidad, y contestó con fuerza: - ¡Lucy, no te muevas, voy para allá! - Y dicho así, colgó con rapidez y salió corriendo por la puerta sin tomar en cuenta siquiera un paraguas para la tormenta afuera, su propia tormenta interna era mucho muy superior.

Corrió como si el viento la llevara, sus cabellos se empaparon con rapidez y se le pegaron al rostro y cuerpo conforme la joven se preocupaba sólo en sus pensamientos. ¿Alguien de Céfiro había entrado?, ¿Sería posible?

Anaís y Lucy la recibieron de inmediato, esperándola anticipadamente con un par de toallas, y mientras la secaban, Marina inquiría: - Lucy, ¿Qué quieres decir con que alguien de Céfiro ha entrado a nuestro mundo? - Lucy y Anaís se sentaron junto a Marina en el sillón de la sala, y contestó la chica pelirroja: - Anaís ha visto a una tal Sinaí, una chica de facciones extrañas que declaró haberla conocido en Céfiro, y que ha "regresado" por ella. Parece poseer la habilidad de desaparecer en el aire y traspasar a las personas. -

Anaís acomodó mejor sus lentes, disimulando cuanto podía su nerviosismo, y continuó: - Lucy y yo tenemos la hipótesis de que pudo haber sucedido por aquella extraña luz que cayó sobre nosotras en la Torre de Tokio, debido a que Lucy fue el pilar, es posible que hallamos abierto un portal entre ambos mundos. - Marina alsó la vista a la chica rubia con una extraña luz en los ojos, pero antes de precipitarse, decidió preguntar: - Pero, ¿Qué haremos al respecto? - Lucy se mordió el labio inferior nerviosamente, y dejó descender la mirada mientras contestaba: - Nada. -

-¿Nada? - Anaís y Marina a penas daban crédito a semejante respuesta. Lucy las miró un momento, continuando: - Así es, nada. Hemos visto que no podemos ir a Céfiro, y no sabemos cómo cerrar el portal, a demás, ¿Queremos cerrar el portal? - Los ojos de Lucy se humedecieron ligeramente mientras Marina desviaba la mirada y Anaís apretaba los labios llena de angustia.

-Si lo pensamos mejor... - Continuó Lucy con esperanzas - ... tal vez este portal puede permitir la entrada de quienes quisimos ver fervientemente! ¡Anaís, Marina, podríamos verlos otra vez! - Marina negó energéticamente al responder: - Lucy, nosotras también queremos verlos otra vez, lo sabes, pero no sabemos si les es peligroso entrar en el portal, y no sabemos, a demás, si acaso se darán cuenta. - Lucy se puso depié conmocionada, y exclamó: - Pero Marina, ¿¡Y si pueden entrar!? -

-En todo caso, - Intercedió Anaís - Lucy, no deberíamos tener tantas esperanzas, estás confiando en que lograrán entrar e irse cuando deseen y sin problemas; por experiencia, deberías saber que si no se cumplieran nuestros deseos, sólo nos estaremos haciendo más daño... - Lucy entonces perdió toda la calma: - ¡No!, No puedo creer que hables así, Anaís, fuiste una guerrera, ¡Por Dios, fuiste una Guerrera Mágica!, ¿Por qué hablas como si creyeras que los anhelos no importasen en absoluto?, ¡Tienen que creer, Anaís y Marina!, ¡Somos las Guerreras Mágicas!- Y dicho de tal forma, Lucy salió corriendo de la habitación con lágrimas en los ojos.

- ¡Lucy! - Exclamó Marina extendiendo un brazo como si desease alcanzarla. Afuera, dos siluetas sonreían bajo la lluvia. Sinaí negó ligeramente con la cabeza, murmurando: - Así es, siguen siendo las legendarias Guerreras Mágicas que pretegen a Céfiro. - Su compañera humedeció sus labios con malicia, y continuó: - Y sin embargo, ¿Quién las protege a ellas? -