( ) Observaciones.
" " Pensamientos.

"SECRETOS DEL PASADO" 

CAPITULO CUATRO:  “EL REFUGIO DE GURÚ CLEF”

Después de una extraña bienvenida y una comida-cena poco común, la noche había llegado y todos ya se habían ido a dormir, había sido una larga tarde, y algo cansada. Pero había una personita que en ese momento no podía dormir y era nada más y nada menos que Anaís. Sintió como si alguien le hubiese dado un fuerte golpe cuando se enteró que su primer amor, ¡su único amor!, estaba comprometido. Eso hacía que las cosas fueran más claras.
El por qué no la había saludado, siquiera haberle dirigido una mirada, había sido fatal para su joven corazón. Entonces decidió salir de su habitación. Al menos se sentía tranquila ahora que no compartía la habitación con Lucy y Marina, ya que no la verían triste y así no se preocuparían. Caminó sin rumbo por los largos y serpeantes pasillos del castillo mientras mantenía su mirada en sus zapatos, hasta que un reflejo la distrajo: una luz tenue proveniente de una de las ventanas, era debido a las dos lunas cefirianas. Una de ellas era azul, en un momento le pareció que era la Tierra, sólo que más pequeña, la otra era color arena, "quizá haya un gran desierto allí", pensó. Luego dirigió su vista a Céfiro, en verdad que se veía muy diferente al que ella había conocido, ¡era radiante!, y aún con la diminuta luz brindada por las estrellas, parecía hermoso. Las estrellas titilaban como si estuvieran entonando una dulce melodía que la tranquilizaba.

Así permaneció durante unos minutos, quizá una hora o dos, había perdido la medida del tiempo, un reloj no servía en ese lugar, ella lo sabía.
Escuchó un ruido repentino de pasos al final de un corredor. Los latidos de su corazón se aceleraron, se sintió indefensa y un miedo repentino la embargó. ¿Y si era Paris? ¿qué debía hacer? ¿huir quizá? Y eso fue lo que pensó: huir, pero sus piernas no le respondían. Ya era inevitable que la viera, no sabía como debía comportarse. Ella lo amaba y quizá en un arrebato, desearía besarlo, aunque ella sabía que no estaría bien.

—¿Qué haces aquí? —era Idalia quien venía jugando con un manzana, aventándola y atrapándola con su mano derecha— ¿No puedes dormir?
—Ay, eras tú —dijo Anaís llevándose una mano al pecho aliviada, pero luego alzando su vista con cierto recelo.

—¿Esperabas a alguien más?

—No. Claro que no.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, estoy bien.

—¿Segura? —preguntó insistente, pero con voz dulce la chica de cabello anaranjado.
—¡Ya te dije que sí! —dijo Anaís fastidiada, pero luego arrepintiéndose— Lo lamento, no fue mi intención contestarte de ese modo.
—No te preocupes. El insomnio vuelve loco a cualquiera —sonrió—. Además por lo que me ha contado Paris, lo último que esperaría de Anaís sería un insulto con intención, ¿sabías que Paris te tiene un gran cariño?

—¿Ah, sí? —decía Anaís confundida con las palabras de la joven.

—Sí, bueno, a todas, pero por ti es un cariño muy especial, todo el tiempo hablaba de ti las primeras veces que venía. Te admira ¿sabes?, por tu valor, tu inteligencia y tu amabilidad. Hum, yo diría que él mismo quisiera tener un poquito más de las dos últimas —Anaís se sonrojó con su descripción—. Oye, ¿estás bien? ¿Tienes calor?

—No —trató de disimular su sonrojo—. Será mejor que regrese a mi cuarto.

—Está bien —sonrió—. Luego nos vemos Anaís. Y si tienes insomnio otra vez, avísame. Conozco de un té muy bueno para dormir y tener sueños lindos.
—Eh... sí, gracias Idalia.
—Que pases buenas noches— dijo la pelirroja agitando su mano en el aire.

Anaís regresó a su habitación, estaba avergonzada de si misma. Tal parecía que Idalia no era una mala persona como ella creyó cuando la vio. Además tenía que comprender, después de tres años de no ver a Paris, era lógico que rehiciera su vida.

A la mañana siguiente, era un día hermoso en Céfiro, soleado y despejado. Los pájaros cantaban contentos a todo pulmón. Las hojas de los árboles se mecían de un lado a otro con el viento sibilante. El río corría tranquilo chocando contra las rocas que se cruzaban en su camino. Era un día que podía considerarse perfecto. Sin embargo, había alguien quien no se había percatado de esta magnificencia. Era el mago, quien se encontraba sentado sobre la robusta raíz de un árbol. Hacia tiempo que se encontraba preocupado con su "nueva obligación". Pero la repentina llegada de las jóvenes de Mundo Místico parecía haberle sorprendido y le inquietaba.

—Sabía que te encontraría aquí.
—Ah, eres tú Latis —de cierto modo, no le sorprendia en lo más mínimo al mago que Latis se encontrara ahí. A Gurú Clef le gustaba ir a aquel lugar, sobre todo cuando deseaba pensar o estar solo. Latis era el único que conocía su refugio, o al menos así le llamaba.

—Quería preguntarte algo ayer, pero ya no tuve oportunidad.

—Dime

—Quería saber si les habías contado sobre...

—¡No! —dijo de inmediato como si no deseara que Latis pronunciara aquello que planeaba— Es decir, no tenía porqué haberles dicho —Gurú Clef miró al cielo como si buscara una respuesta
—. Hubiera sido mejor que ellas nunca regresaran.
—No digas eso, ¿a poco no tenías ganas de verlas?

—No es eso Latis, tú lo sabes.

—No tienes de que preocuparte que ellas estén aquí ¿o sí? —dijo mientras se volteaba de espaldas a él—. Y aunque sigas negándolo, yo sé que lo que me dijiste con referencia a esos papiros que ocultas no es verdad.

—Quien no debería preocuparse eres tú. No es nada importante.
—Sé que no es cierto, y sin embargo, te dejaré solo para que medites y desearía me tuvieras más confianza. Cuídate.

—Estaré bien, que esté viejo no significa que no sepa cuidarme —Latis se alejó no sin dar un último vistazo a Gurú Clef. Él no le devolvía la mirada.

EN EL CASTILLO

Marina se encuentra en su cuarto peinando su sedoso cabello frente al espejo. Y la pequeña Nikona, quien se encontraba brincando sobre la blanda cama de la joven de cabello azulado, jugaba con un objeto de color azul.

—¿Nikona no has visto mi diadema? —Marina seguía mirándose en el espejo.
—¡Pu pupupuuuuuu!

—Nikona, yo no soy como Lucy. Yo no entiendo lo que dices —Marina volteó a verla y se dio cuenta que la pequeña bola de algodón jugaba con su diadema de tela, de hecho, la traía puesta como una cinta sobre la frente.

—Pupu pupu —Nikona brincaba en la cama de Marina alegremente.


Marina se acercaba lentamente a Nikona, pensando en que no debía hacer movimientos bruscos, como si fuera una bestia salvaje vigilando cautelosamente a su presa para poder atraparle.

—Nikona, dame la diadema —dijo en tono cortés y extendiendo su mano hacia la criatura, pero ésta, no le prestó mínimo caso—. ¡Nikona! —Marina comenzaba a desesperarse con la actitud del ser— ¡Nikona, dame esa diadema o sino...!

El pequeño ser se detuvo en su brincoteo y observó a la chica por un momento, y justo cuando Marina se disponía atraparla, ésta dio un salto tan alto que casi llegó al techo, cayendo sobre la cabeza de la joven y sumiéndola en el colchón, mientras aprovechaba para huir del cuarto. —¡Nikona vuelve en este instante!

La joven pelirroja, quien desde su cuarto había logrado escuchar el alboroto, salió de éste para averiguar que era lo que sucedía, pero la joven alta de cabello azul terminó por atropellarla en el camino y derribarla al suelo, dejando que Lucy desparramara su cabello a medio trenzar por todo éste.

—¿Qué fue lo que sucedió? —se dijo a sí misma viendo en la lejanía a su amiga corriendo detrás de la alegre y traviesa Nikona.

Marina corrió por los pasillos no sabiendo por cual dirección la llevaba Nikona. El pequeño ser, era lamentablemente para la chica, más rápida que ella. Pero la joven no se detenía no importándole nada, mas que hacer pagar el mal rato a la pequeña Nikona. No prestó atención a nada mas que a la bolita blanca. Pisó a Paris en el camino, casi hace que Presea tirara unas sábanas o manteles, era difícil saberlo. Y casi fue a dar al piso de no ser que Ráfaga le detuvo y apenas tuvo tiempo para darle las gracias.

—¡Cuando te encuentre Nikona, vas a conocer quien es Marina Ryuuzaki!

La joven se detuvo al darse cuenta que se encontraba en las afueras del castillo, una salida sin vigilancia. "Interesante", pensó. Avanzó un poco, se encontraba en un jardín, no muchos árboles, pero había una vasta vegetación, así como hongos y flores silvestres. Admiró el paísaje por un momento. "Es hermoso" dijo maravillada mientras caminaba y observaba. Nunca había tenido una oportunidad como aquella de deleitarse con los paisajes cefirianos. No sabía a donde se dirigía, pero como era temprano, no le preocupaba mucho, quizá pasaría el día paseándose así hasta la hora de la comida.

—¡Pupu puuu! —escuchó la joven a lo lejos.
—Con este paisaje, ya había olvidado por que estaba aquí —en su rostro se dibujo una sonrisa traviesa—. Así que por allá es donde te encuentras —su mirada observaba el final de una vereda que se perdía en un pequeño bosque que era quizá el que llevaba al río.

—Pu pu puuuuu.
—Ah, eres tu Nikona —el ser saltó al regazo de Gurú Clef— ¿Qué es lo que traes en la cabeza?
Gurú Clef le quitó la diadema de la cabeza— Te lastimaba ¿no es así? —Nikona negó agitando sus peludas y largas orejas.

Marina ya se encontraba cerca, podía escuchar el agua. "Seguro que se está divirtiendo", pensó. Tenía una sospecha de que Nikona se estaba mojando en el río.
Los pasos de la joven, pudieron haber pasado desapercibidos para cualquiera, pero no para el agudo oído de Nikona. El pequeño ser se desprendió de los brazos del mago y saltó dos metros de distancia de él cerca del río.

—Pu pupu pu —dijo el ser, entonándolo como una canción.

Gurú Clef no hizo el más mínimo movimiento, quizá Nikona quería jugar con los animalitos del bosque. Eso le gustaba y él lo sabía. Gurú Clef hizo su cuerpo hacia atrás llevando las manos a su nuca y dejando que los rayos del sol broncearan su pálido rostro y la brisa matutina acariciara su cabello. Cerró sus ojos y sólo escuchaba la música del viento.

—¡Pu pupu puuuu! —entonó burlonamente el esponjoso ser.
—¿Cómo es que tiene el descaro de burlarse de mí? —se dijo Marina indignada.
—¡PU PUPU! —parecía que Nikona ya se había cansado de tanta espera y entonó su grito de guerra.
—¡Si esas tenemos.....! —la chica comenzó a correr, ya había visto la figura de Nikona a lo lejos, no pensaba detenerse, la iba atrapar justo cuando saltara. Ya había planeado todo mientras se acercaba.

Ya estaba a pocos pasos, la victoria era segura. Nikona no se movía. Todo parecía moverse en cámara lenta, Marina dio un fuerte pisotón antes de la orilla del río para provocar que la criatura saltara, y Nikona así lo había hecho. Marina la iba atrapar, había ganado. La sujetó. Sí, lo había logrado...
¡No!. Nikona se deslizó por sus brazos cual mantequilla. Ahora parecía caminar el tiempo normalmente. Marina no había calculado el impulso y salió volando al río. Se escuchó un fuerte chapuzón en el agua. Y aunque ésta corría tranquila, la corriente era rápida y de agua profunda. Gurú Clef se levantó de súbito y vio caer a la chica estrepitosamente. No pensó, sólo actuó. La joven pasaría cerca de la nudosa raíz en la que se encontraba, estiró su brazó y tomó a la chica por la muñeca, y con un esfuerzo sobrehumano la sacó. Se encontraba completamente empapada y con el rostro lodoso.

—¿Te encuentras bien? —preguntó el mago.
—Me duele —murmuró la joven escondiendo su rostro en su alborotado cabello.
—¿Qué Marina? Dime, te puedo curar.
—El orgullo —respondió sentándose sobre la gruesa raíz y quitando el cabello de su rostro.
—¿Pero estás bien?

Reaccionando y dándose cuenta de quien era la persona que le había salvado y la que le estaba hablando en ese momento, un tono sonrojado se le subió hasta las mejillas, no sabía si era de vergüenza o por estar tan cerca del mago.

—¿Qué... qué haces aquí?
—Salvándote, creo —dijo algo dudoso.
—No, no, me refería que... cómo decirlo... ¿qué hacías aquí?
—Meditaba —dijo tratando de no sonar sospechoso. El mago, afuera, solo y tan temprano, era algo un poco 'extraño'.
—Meditando... ya, ya.
—¿Sucede algo?
—Bueno yo... es que... Gurú Clef...
—Dime Marina —le animó el mago.
—Es que... yo... a... —un estornudo interrumpió la confesión de la joven.
—Será mejor que vayas a cambiarte antes de que te enfermes —el mago se puso de pie, dio un saltó desde la raíz y ayudó a bajar a la joven. Gurú Clef se acercó a su báculo y lo tomó del suelo en donde estaba—. Vamos, te acompañaré para que no te pierdas.
—Gracias —dijo la joven algo desilusionada.
—Ah por cierto, esto debe de ser tuyo —le entregó su diadema de tela—. Parece que Nikona estaba jugando con ella. Suele hacer travesuras en ocasiones.
—Puu —dijo el pequeño ser, triste desde el suelo. Se sentía culpable por la caída de Marina al río.
—Lo que haya hecho, no lo hizo con mala intención —dijo Gurú Clef recogiendo a Nikona del suelo.
—Puuu —volvió a decir saltando a brazos de Marina mientras acariciaba el rostro de la muchacha en señal de arrepentimiento.
—Lamento haber interrumpido tu meditación —dijo la joven.
—¿Eh? —se vio el mago sorprendido— No Marina, no digas eso. Además que hubiera pasado si...
—Ya no te di las gracias, lo siento.
—No tienes que agradecer. Estabas en apuro y sólo yo estaba cerca. Además no podría dejar que a una de mis niñas le pasara algo.
—Tus niñas... sí, claro... —dijo esbozando una apagada sonrisa y sintiéndose muy desdichada.

______________
EN EL CASTILLO

—¿Dónde me dijiste que estaba Marina? Ya se tardó, ¿no? —dijo Anaís, quien se arreglaba el moño de su uniforme frente al espejo.
—Cuando la ví, perseguía a Nikona. No sé que fue lo que sucedió. Ráfaga, Presea y Paris también la vieron, pero no saben a donde iba.

Anaís bajó su mirada al piso sintiéndose triste. Lucy se había dado cuenta de su error al mencionar a Paris.

—Anaís, yo no quise... lo siento —dijo preocupada Lucy.
—No te preocupes Lucy.

—¿Cómo me pides que no me preocupe Anaís?

—No quisiera hablar de eso ahora Lucy, discúlpame.

—Entonces no insitiré más.

—¿Y qué hay de Latis? —cambió el tema la rubia.
—Pues no he podido hablar con él hasta ahora.

—¿...Y qué opinas de la boda de Ascot y Tata?

—Nunca me lo hubiera imaginado. Pobre Marina.

—Sí... aunque...

—¿Qué Anaís?

—¿Eh? Nada. Olvídalo.

Un rato más tarde, Lucy y Anaís escucharon un golpe sordo en la puerta de Marina. La joven ya había llegado. No acompañada por Gurú Clef. El mago se había tenido que disculpar y es que tenía cosas que hacer. Marina le dijo que no se preocupara que podría llegar sola, pues ya se encontraban a pocos metros del cuarto de la joven.
La ropa de Marina aún escurría, así como su cabello. Su ropa pegada a su cuerpo le provocó escalofrío y se dirigió al baño y se miró en el espejo.

—'Sus niñas' —se repitió—. Ya lo sabías y aún así se lo ibas a decir...

Golpes se escucharon fuera de su habitación. La joven sabía que se trataba de sus amigas. No se sentía con ganas de verlas, pero si no les abría, ellas se preocuparían y comenzarían las preguntas que ella no quería contestar.

—¿Marina estás....? —Lucy ya no terminó su frase. Marina abrió la puerta y las dejó pasar en silencio y sentándose desganada en una silla observándolas fijamente.
—¿Qué te pasó? —preguntó Anaís con un tono de confusión mezclado con asombro
.
—Me caí en una fuente sin querer —dijo sin mirar a Nikona, quien se encontraba en su cama con una mirada melancólica. No quería echarle la culpa, apesar de todo le estimaba y no quería causarle problemas.
—¿Cómo que te caíste a una fuente sin querer?
—"Lucy siempre preocupada, una respuesta así no la iba a satisfacer, debía suponerlo" —pensó—. Bueno, me estaba balanceando en la orilla de la fuente y 'zaz', me caí.
—Ay, Marina, tienes que tener más cuidado.
—Lo tendré Lucy —dijo Marina sonriendo débilmente.
—Sería bueno que te cambiaras o te enfermarás.
—"Anaís siempre al tanto de nosotras" —se dijo sonriendo—. Sí, a eso me dirigía. Bueno, nos vemos en un rato en el comedor.
—Sí, nosotras te esperaremos en mi cuarto—dijo Lucy.
—Gracias.

La hora del desayuno ya había pasado y todos ya se encontraban satisfechos. Decidieron ir al Salón del Trono, y es que mas que Salón de Trono, era como una Sala de Reuniones. Si había que tomar la decisión de algo: Salón del Trono; una noticia importante: Salón del Trono; una fiesta: Salón del Trono; un cumpleaños: Salón del Trono. Y en algún momento alguien sugirió que se le cambiara el nombre, sobraba decir que esa persona había sido Idalia. Siempre daba sus puntos de vista o ideas innovadoras, pero comúnmente nadie le prestaba atención.

—¿Por qué no llevas contigo a las chicas a Autozam? —sugirió Caldina quien se encontraba abrazando a su esposo.

—¿Autozam?

—Sí, ¿no sería buena idea Latis? —dijo la chica de cabello rosado nuevamente.

—Eh, sí, supongo...

—Llévalas contigo.

—Pero yo voy por asuntos de trabajo, y quizá se vayan a aburrir —dijo el espadachín mintiendo.

—Ajá, como no.

—Está bien.

—Les va a encantar Autozam —decía la bailarina con una sonrisa.

—¿Esas niñas van a irse con mi Latis? —era Primavera que las miraba con recelo, sobre todo a Lucy

Al parecer nadie le prestó atención. Después de ponerse de acuerdo y que todos dejaran de hablar, las jóvenes siguieron a Latis por los pasillos hasta llegar a un hangar, en donde ya se encontraba una nave pequeña lista para llevarlos a Autozam. Era de color blanco y con forma ovalada como un huevo. A ambos lados había un símbolo dorado que aún en el oscuro lugar, parecía titilar. Era el símbolo de Céfiro.

—Ellas también vendrán —dijo Latis a uno de los guardias que ahora se encontraba en el hangar. Las guerreras se dieron cuenta que era uno de los diez a quienes habían visto el día de su llegada.
—Ásí que si terminaron siendo de Mundo Místico. Disculpen por no haberles creído —dijo el guardia haciendo una reverencia.

—No hay problema —dijo Lucy sonriente.

—Muy bien, entonces suban a la nave.

La puerta de la pequeña nave se abrió. Había dos asientos de cómodo revestimiento, una era para el piloto y otra para el copiloto, en donde viajaría Latis. Detrás, pero no muy de lejos, había varios asientos destinados para las guerreras.

—Sólo esperamos a que llegue Sarek, nuestro piloto, y ahora nos vamos —les dijo Latis a las chicas.
—¿Y está muy lejos Autozam? —preguntó Anaís.

—No en realidad.

—¿Y cómo es Autozam? —preguntó Marina.
—Ya lo verán ustedes con sus propios ojos, no desesperen —y justo hubo terminado aquella frase, un joven iba subiendo a la nave. Alto y de cabello castaño, ojos cafés y piel bronceada.
—Buenos días joven Latis —saludó el joven respetuosamente.
—Quiero presentarte a Lucy, Marina y Anaís. Ellas nos acompañarán en esta ocasión.
—Mucho gusto —dijeron las tres jóvenes.

—Y él es Sarek, el piloto de esta nave.

—Mucho gusto jovencitas. Ustedes deben ser las niñas que vienen de Mundo Místico sino me equivoco
.
—¿Cómo lo sabe? —dijo Lucy.

—No ha habido otro tema desde ayer. ¡Mucha bulla! Muchos dicen que es el final de Céfiro —río el hombre—. Bueno, creo que esas son exageraciones de mis compañeros. Yo en lo personal, no creería que jovencitas como ustedes pudieran hacer algo malo... —Sarek dejó de hablar, arregló todo lo de la nave y encendió el motor— ¿Están listas?
—Sí —dijeron las tres ansiosamente.
—Bueno, entonces vámonos.

Y así, la nave emprendió vuelo y salió por una puerta en forma de media luna y expidiendo una llamita color azul se perdió en los cielos.


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EN EL CASTILLO

Era la hora de la clase de magia. Gurú Clef la impartía y los chiquillos e Idalia eran sus aprendices. Idalia al parecer, estaba fastidiada y cansada, así que se fue a un rincón y se recostó en el suelo. Los niños, mientras tanto estaban practicando un hechizo sencillo: "Aprendiendo como hacer invisible un objeto". En realidad no era un hechizo sencillo, pero los niños ya tenían cierto conocimiento y nivel en el arte, por lo que para ese momento, ya era sencillo para ellos.

—Así holgazaneando no vas a llegar muy lejos Idalia. ¿Ya aprendiste lo que te enseñé? —dijo Guru Clef quien trataba de comportarse comprensivo y no perder la paciencia con la muchacha.
—Ya deje de molestar Clef. Yo no nací para la magia y lo sabe.
—En primera, no admito que me llames Clef; cosa que como sabes, te da un día de castigo; y en segunda, tampoco admito que mis alumnos se rindan sin intentar.
—Ya lo he intentado, usted mismo lo ha visto. ¡Y deje de presionarme Clef!
—Mejor ponte a estudiar —dijo dándole la espalda para ir a supervisar el hechizo de Zafiro y Helios.
—¿O sino qué? —se levantó y se puso amenazante ante el mago.
—Dos días más de castigo. Ya llevas ocho Idalia.
—Sino fuera porque ya es más alto... —se detuvó y cambió la expresión de su rostro— ¿Qué le ha pasado maestro? Antes se la vivía riñendo conmigo, y no va a negar que era divertido, a pesar que siempre terminaba yo con un fuerte dolor de cabeza, si sabe a que me refiero. Pero unos meses atrás ha cambiado... No sólo físicamente, sino en su actitud para con todos.
—Ponte a estudiar —dijo nuevamente el mago secamente.
—¿Sólo eso me va a decir? Por favor maestro, voy a pensar que en verdad le está afectando la edad.
—¿Me estás diciendo viejo? —dijo Guru Clef ya no tan indiferentemente.
—Eh... —dijo Idalia dándose cuenta del efecto de sus palabras, que al fin hacían reaccionar al mago— Sí, sí. Viejo y amargado, maestro... Y no sólo comienzo a creerlo yo, sino también Zafiro y Helios.
—¡Ey! —reclamó Helios quien había escuchado esto último.
—Y ni les pregunte, porque ellos lo negarán todo.
—¡Eso no es cierto Idalia! —bufó Helios nuevamente. Zafiro sólo reía.
—Sí, de hecho Helios asegura que usa su báculo como bastón porque ya no se puede sostener en pie.
—¿Ah sí? —dijo Guru Clef esbozando una leve sonrisa siguiendo el juego de la joven y pretendiendo estar interesando.
—Sí, y eso no es lo único. Usted es el único que conocemos que tiene el cabello color lila, creemos que se lo tiñe, de otro modo lo tendría blanco.
—Continúa —le dijo el mago.
—Ah, pues... eh...
—Seguro que ya se le acabaron sus mentiras —dijo Helios a Zafiro.
—Era de esperarse. Siempre sucede lo mismo.
—¿Terminaste? —preguntó el mago como si esperara que a la muchacha se le ocurriese algo nuevo— Porque si es así, y aún cuando crees que ya tu pobre maestro apenas puede sostenerse en su apolillado 'bastón' no cambia el hecho de que crea que necesitas estudiar y practicar.
—Siempre estudiar y practicar, practicar y estudiar. ¿qué hay de mis deseos de salir a pasear por el bosque? —preguntó Idalia.
—Cuando aprendas lo que te enseñé, lo pensaré.
—¿De que me sirve aprender algo que no voy a utilizar en mi vida? No es que le quiera ofender maestro, pero no le veo caso a que me enseñe élfico. ¡Los elfos no existen! —Guru Clef le miró seriamente, pero no dijo nada. Tomó su báculo con fuerza y se dirigió a la puerta.
—¿A dónde va maestro? —preguntó Zafiro.
—Tengo cosas que hacer ahora.
—Nunca nos deja solos —dijo Helios.
—Creo que ya son lo suficientemente grandes como para confiar en que no destrozaran el castillo ¿no? —dijo antes de salir— Pero antes, vigilen que Idalia cumpla su castigo de hoy.
—Esto si que es nuevo hasta para mí —murmuró Idalia atónita—. Cada vez está más raro. Desearía saber que es eso en lo que está tan ocupado.

___________
EN LA NAVE

La nave sobrevolaba los aires cefirianos a una velocidad increíblemente rápida, pero ninguno de los tripulantes tenía que darse cuenta de ello, ya que Sarek era un excelente piloto y no quería hacer sentir incómodos a los viajeros.


—Céfiro se ve realmente hermoso desde aquí —exclamaba Lucy con alegría.
—Tienes razón Lucy, pero no sólo se ve, ¡es muy hermoso! —dijo Marina quien también observaba maravillada el paisaje.

—Ahora que lo pienso, también es muy grande —dijo Anaís.

—Sí... —susurraron Lucy y Marina.

—¿Latis, tú conoces todo Céfiro? —preguntó Lucy.

—No —contestó el joven—. Como ven, Céfiro es de una vasta magnitud. Me gustaría, dicen que el pueblo que se encuentra al Sur es muy hermoso o es al menos lo que dice Gurú Clef. Al parecer es el único que conoce practicamente todo Céfiro. Como tiene juntas con los otros cuatro Gurús muy seguido, tiene la oportunidad de viajar.

—¿Gurús? —preguntó confundida Marina.

—En realidad, Céfiro es regido por cinco Gurús. Cada uno se encarga de mantener o *gobernar* una parte de Céfiro. Por ejemplo Gurú Clef es el encargado de la parte central de éste, porque es el mayor de todos los Gurús así como el que tiene más experiencia. Es por esa razón que él estaba a cargo del Pilar quien regía desde la parte central de Céfiro.

—¿Entonces hay otros? —preguntó ahora Anaís.

—Sí, pero ellos se encargan de las relaciones 'internas' de Céfiro a diferencia de Gurú Clef, quien tiene que encargarse de las relaciones con los otros planetas, pero sin dejar de lado también a Céfiro. La parte central no es muy poblada, por eso consideramos que no hay tantos problemas o trabajo, pero si los hay.
>>Es una de las partes que no enfrenta tanta dificultad. Y no es que la gente se quiera alejar del Castillo Central, sino por la situación geográfica que tiene. Montañas, desiertos, ríos, riscos, pero sobre todo bosques. A la gente no le gusta cruzar bosques, y no es que haya criaturas salvajes, aunque no voy a negar que las haya, sino porque son tan extensos que salir de uno sería toda una hazaña.
—De aquello que el Bosque del Silencio tuviera tanta fama, ¿verdad?
—En realidad el Bosque del Silencio es famoso por otras razones, que no vienen al caso discutirlas o siquiera mencionarlas.
>>Lo que debo admitir, es que hay mucho trabajo que hacer en Céfiro. Será muy extraño el que no vean a alguno de nosotros trabajando, y sobre todo a Gurú Clef.

—No lo sabíamos —dijo Lucy.
—No tenían porque saberlo —sonrió el espadachín comprendiendo la actitud de la pelirroja—. Es por eso que tratamos de ayudarle a Gurú Clef en lo que podamos. Ráfaga y Presea por ejemplo se encargan de las armas para los soldados.
—¿Para qué encargarse de armas si Céfiro se encuentra en paz? Además tienen buenos tratos con los otros países ¿o no?

Latis por primera vez durante la conversación se había quedado mudo, pero luego continuó.


—Tienes razón Anaís, y no te lo discutiré. Céfiro se encuentra en paz, pero en ocasiones se efectúan revueltas en los pueblos. Llámenla 'diferencia de opiniones' si quieren, por eso preferimos prevenirnos. Las armas son un instrumento que debe utilizarse con conciencia de las consecuencias que podría acarrear.
>>Y como iba diciendo, Arydea, con un poco de ayuda de Presea, se encarga de llevarle actas y propuestas a Gurú Clef, así como a la organización de éstas. Caldina nos ayuda con las vestimentas para toda ocasión. Eso, es en el caso de la parte interna. En el caso de las relaciones interplanetarias, Ascot es el embajador de Cizeta en Céfiro, aunque de ahora en adelante será todo lo contrario; Paris, es el embajador de Farem en Céfiro, y yo soy el embajador de Autozam en Céfiro.

—Todo un honor trabajar para gente como ustedes —dijo Sarek sonriendo.
—No seas pesado Sarek.
—Lo siento joven Latis, pero lo que dije es completamente cierto. A mi me halaga trabajar para usted.
—Es por eso que le dijiste a Caldina que venías por trabajo.

—Así es Anaís.
Sí, Gurú Clef tiene una vida muy pesada como 'gobernante' temporal de Céfiro.
—¿Qué hay de la Princesa Esmeralda y Zagato? ¿Por qué no gobiernan ellos?
—No lo digan eso ni en broma señoritas —dijo Sarek alarmado—. Cosas horribles sucederían si eso pasara.
—¿Por qué?
—Rumores... —dijo— ¿Cómo explicarlo? ¿Usted los ha escuchado no es así joven Latis?
—Sí, pero no son ciertos —dijo Latis sin mirarle mientras una de sus cejas se arqueaba como si meditara su respuesta.
—¿Usted lo cree? Bueno, yo no sé que pensar. Pero no sería bueno que repitieran eso, ni siquiera mencionen el nombre de la señora Esmeralda y el señor Zagato. Sería bueno que no se metieran en eso.
—¿Por qué no? —preguntó Lucy confundida, mientras sus amigas comenzaban a sentirse incómodas.
—Porque la gente no sabe que Esmeralda y Zagato están vivos, por eso.
—¿Qué?
—Creo que yo me perdí —dijo Marina ya no de muy buen humor por tanta intriga—. ¿Cómo es eso que la gente no sabe que ellos están vivos?
—Ya se los dije señoritas, mejor que ni se entrometan en esos asuntos —dijo Sarek nuevamente y dando por terminada la conversación.

Después de algunas horas de viaje, las jóvenes y Latis llegaron a Autozam. El planeta tecnológico no se encontraba muy alejado de Céfiro y Sarek se había ido lo suficientemente rápido como para evitar dar explicaciones de su "extraña" actitud anteriormente mostrada. Y la razón era, que si el tedioso silencio que había seguido a la conversación continuaba, quizá algo no muy bueno saldría de aquel viaje.
La última frase retumbaba en los oídos de las guerreras. Ahí en esa nave algo había sucedido y ellas no entendieron que fue. Ni tampoco ninguna se animó a hacer más preguntas.

—Bien, ya hemos llegado —dijo Latis, tratando de amainar la situación.
—Yo los esperaré aquí en la nave —dijo Sarek sintiéndose un tanto arrepentido del modo en que les había hablado a las jóvenes.
—De acuerdo Sarek.

Latis y las jóvenes bajaron de la nave y caminaron por un hangar sombrío, pero iluminado. Se dirigieron a la salida y se encontraron una magnificencia jamás imaginada. Edificios que casi podían tocar el cielo. Naves volando de un lugar a otro. Gente apresurada caminando por las calles. Uno que otro árbol plantado en las esquinas de las cuadras. Pero había algo que faltaba aún en ese lugar, como vida.
Luego se dirigieron a un enorme edificio, entraron sin problemas y subieron por un elevador. Les llevó unos minutos llegar al último piso. Ahí les recibió una secretaria.

—Bienvenido señor Latis. Permita que lo anuncie —en un aparato que se encontraba en su escritorio, un intercomunicador con pantalla se mostró el rostro del joven Águila—. El joven Latis acaba de llegar.
—¿Hoy? —se escuchó confundida su voz.
—¿No esperaba su visita?
—Déjalo pasar —dijo por último.
—Viene con unas jóvenes, ¿también las dejo pasar?
—Sí, déjales pasar.
—Le están esperando joven Latis. Disculpen señoritas, ¿podrían firmar antes de entrar? —estas así lo hicieron en un aparato digital, con un bolígrafo sin tinta.

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EN CÉFIRO

Paris se encontraba en un jardín acompañado por Ascot, quien alimentaba a sus criaturas.

—Has estado muy callado Paris.
—Lo lamento, no era mi intención.
—Sé lo que te ocurre, no hay porque ocultarlo. ¿Y qué piensas hacer al respecto?
—Ella no se quedará por mucho tiempo, ¿de qué sirve que esté sufriendo de este modo?
—Me imaginé que aún la querías.
—Nunca dije que hubiera dejado de quererla.
—¿Qué hay de Idalia?
—Ella es sólo mi amiga.
—Yo no creo que ella sienta lo mismo.
—Es un cariño fraternal, eso es todo.
—De todos modos vas a dejar que la situación siga así. Vas a terminar por lastimar a tres personas, contándote a tí.
—Ya te lo dije, Anaís no estará aquí por mucho tiempo. ¿Qué se supone podría hacer? No puedo obligarle a que se quede. Además, ¿cómo saber que no está interesada por otra persona?
—¿Eso es lo que piensas? No seas tan derrotista Paris. Si la quieres sabrás luchar por ella, pero sobre todo esperarla. Sí, puede que se vaya de nuevo por ahora, pero tú no sabes que te espera en el mañana. Es eso o que termines arrepintiéndote de haberte casado con Idalia sin siquiera quererla.
—Eso ya lo había pensado.
—¿Planeabas arrepentirte?
—El consejo de los gurús me puso condiciones, ¡qué otra cosa puedo hacer!
—Sí y también la opción de que encontraras a alguien y que se rompiera el compromiso.
—Pero ellos esperan que ya haya un rey para mi siguiente cumpleaños. No tengo tanto tiempo y si Anaís... No, ya no hay mucho que hacer.

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EN AUTOZAM

Ya habiendo caminado por un pasillo, llegaron hasta una puerta que podría considerarse blindada. Del acero más resistente que se haya visto jamás. Latis tocó débilmente y las puertas se abrieron. Ahí, en un escritorio se encontraba sentado Águila. El escritorio se encontraba lleno de papeles, una taza de café recién servida, más papeles, una computadora portátil y más papeles; en pocas palabras: un desastre.

—Bienvenidos —dijo éste sonriendo normalmente.
—¡Águila! ¡Estás con vida! ¿Pero cómo? —dijo Lucy muy alegre pero muy confundida.
—Águila no es una persona tan fácil de eliminar ¿no? —dijo Latis.
—Algo así, pero siéntense y ahora les explico.

Frente al escritorio había casualmente tres sillas, Latis se fue a sentar a un pequeño sillón al lado de un gigantesco ventanal que daba una vista espectacular desde aquella altura. Las jóvenes se sentaron y luego Águila les ofreció un poco de café, pero se rehusaron amablemente, tenían más ganas de saber la explicación del antiguo comandante que tomar café.

—Bien, por donde empezar... —meditó el joven— Creo que Latis es mejor para contarla que yo.
—Que oportuno —dijo éste.
—Bien, entonces la contaré yo, pero él es mucho mejor. En fin... después que Iron explotara —cerró los ojos con pesar.
—Geo, Zaz y yo, fuimos a recoger los restos del robot y nos encontramos con una inesperada sorpresa. Águila seguía vivo.
—Moribundo sería la descripción más correcta.
—Aún había posibilidad de salvarlo. Y nuestro deseo de verlo bien...
—Estoy muy agradecido por lo que hicieron. Entre Geo, Zaz y Latis hicieron hasta lo imposible.
—Y Gurú Clef.
—Sí, de no ser por su magia, yo estaría vivo, pero como un vegetal.
—Pero también tu fuerza de voluntad.
—¿Te das cuenta de que puedes complementar la historia bastante bien?
—Que alegría me da ver que estés bien —dijo la pelirroja soltando unas cuantas lágrimas.
—No llores Lucy —dijo Águila extendiéndole un pañuelo.
—Lo lamento, es que estoy tan, tan feliz. Cuando creí que...
—Ya no llores más. No recuerdes cosas desagradables. Ahora nos hemos reunido y me alegra haberlas visto nuevamente. Supongo que a Geo y Zaz les agradará verlas también.
—¿Dónde se encuentran? —preguntó Lucy.
—Aquí —dijeron los jóvenes que acababan de entrar.
—Que gusto verlas —expresó Geo.
—Bienvenidas a Autozam —dijo Zaz.

Ambos jóvenes se adentraron a la oficina de Águila. Y así, ya todos reunidos comenzaron una agradable plática que duró varias horas, hasta que Geo y Zaz se ofrecieron en mostrarles a las jóvenes una parte de Autozam, para dejar que Latis y Águila trabajaran en sus asuntos 'comerciales'.
Ya habiéndose ido, Águila cambió su sonrisa por un rostro serio.

—¿Qué sucede Latis?
—¿Por qué habría de sucederme algo? —dijo éste acomodándose en el sillón.
—Porque te conozco, ¿qué te preocupa?
—Siempre tan observador —sonrió Latis—. Muchas cosas, en cierto modo.
—¿Es sobre Lucy?
—Esa es una, pero...
—No es la que más te preocupa.
—De hecho, no. Es algo relacionado con mi maestro.
—¿Qué hay con Gurú Clef?
—Últimamente ha estado muy raro.
—¿Acerca de lo que me contaste?
—Sí, sobre ello. No digo que no sea importante, pero se lo ha tomado muy en serio. Me preocupa. 'Un simple relato antiguo', me dijo. Que no había de que preocuparse, que sólo quería traducirlo.
—¿Entonces cuál es el problema?
—Hoy por la mañana lo encontré en 'ese' lugar. Dijo que hubiera deseado que ellas no regresaran —la mirada de Águila cambió por completo a una de asombro— Y en cierto modo, me sorprende que no se haya dado cuenta de su llegada.
—Ahora que lo dices, si se escucha extraño.
—Él es muy reservado y no dice lo que piensa o lo que siente. Con los demás trata de ocultar lo que le ocurre, pero yo lo conozco desde hace años, y sé que hay algo que le molesta.
—¿Qué harás entonces?
—Nada. No me queda otro remedio que esperar a que me diga que es lo que en verdad le tiene encerrado tanto tiempo en su biblioteca.

Y luego de que un turbio y molesto silencio inundara el lugar, ambos jóvenes se dedicaron a su trabajo. Ya por la tarde, Geo y Zaz regresaron junto con las chicas.

—Es hora de irnos —dijo Latis acomodando unos papeles.
—¿Tan pronto? —dijo Águila.
—Los demás también querrán verlas.
—Me dio tanto gusto verlas y que hayan crecido tanto.
—También a mí, me alegró verte —expresó Lucy.
—Nos veremos en la boda de Ascot y Tata.
—Por supuesto —dijeron las tres.
—Por qué no se adelantan, yo en un momento las alcanzo —dijo Latis.
—Piensa bien lo que vas a hacer antes de actuar. No se te ocurra recriminarle a tu maestro de que te oculte algo, sea importante o no.
—No tendría por qué hacerlo. Es mi maestro y le admiro. Aún cuando esté tan preocupado.
—Tú mismo lo has dicho Latis, pero no te olvides de que él también es una persona y necesita de un apoyo, en cualquier momento.
—Lo sé. Nos veremos después.
—Sí, cuida bien de las chicas.

Y así, también despidiéndose de Geo y Zaz, se marcharon. La noche ya había caído en Autozam hacía una hora, lo que significaba que en Céfiro varios ya estarían durmiendo, y es que había horas de retraso en Autozam con respecto de Céfiro. Subieron a la nave y de lo único que se habló, fue del recorrido que hicieron las jóvenes con Geo y Zaz y todas las cosas que habían visto. No querían tocar el tema de Esmeralda y Zagato otra vez. Minutos más tarde se quedaron dormidas.
Después de unas horas llegaron a Céfiro. Ahí en el hangar les esperaba Gurú Clef.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Latis sorprendido y en voz baja.
—Los esperaba.
—Pero es muy tarde.
—Precisamente quería ser el primero en saber que estaban bien —dijo sonriendo, pero más que nada, se le había quitado un peso de encima.
—Lo estamos, sólo que las chicas se quedaron dormidas.
—Habrá que llevarlas a su habitación —expresó Sarek.
—Sí —respondió Latis— ¿Crees que podrías ayudarnos Gurú Clef?
—Claro —respondió éste.

Así Sarek, Latis y Gurú Clef llevaron en brazos a las jóvenes. En verdad que parecía que el viaje les había agotado. Sarek dejó en su cuarto a Anaís, Latis a Lucy y Gurú Clef a Marina.
Latis sin embargo, se había demorado un poco y esto fue lo que pasó:

—Latis... —dijo adormilada la pelirroja.
—Duerme —dijo éste.
—Gracias por llevarnos a Autozam —dijo la joven 'prácticamente' dormida.
—Supuse que sería una sorpresa agradable el que vieras a Águila nuevamente.
—Hum... —pronunció dormida.
—Que tengas dulces sueños, mi querida Lucy.

Entre sueños y mientras Guru Clef había dejado a Marina sobre su cama, escuchó que la joven había pronunciado su nombre, cosa que le sorprendió hasta cierto punto, y luego salió de la habitación silenciosamente.




Belly Tiamat Atardecer.



© Todos los personajes (excepto los inventados por mi) son propiedad del grupo CLAMP y ésto no se hace con fin de robar o ganar dinero, así que no me demanden.