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"SECRETOS DEL PASADO" 

CAPITULO SEIS:  “DOLOR”

Un día más había pasado en Céfiro. Encuentros con viejos amigos y algunos con nuevos. Aún el alba no llegaba y el mago ya se encontraba despierto. La razón, unos simples papiros. Aunque para él no parecían tan insignificantes.
Caminaba silenciosamente por los pasillos iluminado por una esfera de luz que flotaba sobre él gracias a su magia. Llegó hasta una pequeña puerta, era la única del castillo que era de madera, vieja y carcomida por los años. Sacó una llave plateada de gran tamaño y dentada. No había llave como ella; pendía de una cadena de plata que se encontraba sujeta a su traje. Abrió con ésta la puerta, un cuarto a oscuras, no se lograba divisar nada en lo absoluto. La esfera desapareció y el mago entró a oscuras cerrando la puerta tras de sí, mientras pronunciaba palabras desconocidas, hermosas y a la vez oscuras. El cuarto se encendió, y eso era exactamente lo que significaba. No había lámparas, ni velas, ni esferas mágicas en él, parecía que el cuarto tenía luz propia. Caminó por un pequeño pasillo frente a él, luego giró a su derecha: un estante repleto de libros, de todos los gruesos y tamaños. Al fondo y cerca de una pequeña ventana circular había un escritorio, era el único lugar al que la luz no llegaba. Un encantamiento fue pronunciado y una llamita blanca apareció en la mano de Guru Clef. Se acercó a un candelero en donde descansaba una vela amarilla con algo de cera derretida. La pequeña llamita mordió el pabilo creciendo en una hermosa llama dorada que iluminó el rincón donde se encontraba el escritorio.
Ahí había un tintero y una hermosa pluma blanca esperándolo. Se paró de puntillas y alcanzó un grueso libro cubierto de cuero rojo con un símbolo en dorado. Detrás de él habían varios rollos de papiro, como si estuvieran escondidos. Todo lo puso en la mesa y luego se sentó en una silla de madera, dando un suspiro prolongado. Sacó una pipa de mediano tamaño de madera, así como un saquito de tela color verde; de éste, sacó algunas hierbas y las puso en la pipa y luego con otra llamita la encendió e hizo algunos aros que llegaron hasta el techo. Eran hierbas de un aroma refrescante y tranquilizantes para el mago.
Diez minutos más tarde, guardó la pipa nuevamente. Otro suspiro se presentó. Abrió el libro con pesar, pero no era cualquier libro, no al menos uno escrito por cualquiera, sino por él mismo. Esa era su letra, y sin embargo, en un lenguaje extraño que él sólo conocía. Extendió uno de los papiros y lo observó cuidadosamente. Tomó la pluma y la remojó en la tinta y se dispuso a escribir.

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Por fin, un amanecer, no menos hermoso que el del día anterior, se presentó oportunamente. Un cielo azul y despejado, una brisa de primavera refrescante y el canto de los pájaros. Todos lo admiraron, excepto un hombre. Caminaba de un lado a otro como si buscara algo. Se encontraba en un bosque, no muy frondoso, pues los rayos del Sol caían directamente sobre su rostro pálido e inexpresivo.

—Una mañana hermosa —dijo—. Pero no 'tan' hermosa.

Al fin pareció satistacerle el lugar al que había llegado y se detuvo, puso una mano sobre la tierra, sintió una sensación extraña... como si latiera. Ésto pareció no sorprenderle, como si ya lo supiere. Se puso de cuclillas al suelo y murmuró algunas palabras inentendibles, para luego ponerse de pie nuevamente mientras su largo cabello gris ondeaba con el viento.
Una esfera tan pequeña como una bellota se formó en su mano y la depositó en el suelo. Ésta, como cualquier roedor, se introdujó en las entrañas de la tierra.

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Los viajeros se habían levantado muy temprano y comenzaron la jornada con muchos ánimos, que pronto se vieron fuera del bosque después de unas horas de caminar a paso veloz. Gaya se sentía muy a gusto viajando acompañada, le había tomado algo de confianza a Demeter, y hasta el pequeño Zircón comenzaba a agradarle, apesar de su actitud testaruda. Estrella también sentía lo mismo.
Las hadas pueden hablar por horas y horas sin cansarse, casi de lo que sea, y eso había comenzado a hacer ésta. Comenzó por comentar acerca de su familia, quienes habían perecido en la guerra de hacía tres años; pero vivía con sus parientes y su vida no era tan desagradable. También sobre las reglas del círculo de las hadas, ¡y vaya que si eran bastantes!, pero que después de la guerra, muchas de ellas se habían eliminado y otras se habían creado. Gaya no entendía muy bien a que se refería cada vez que hablaba de 'aquel asunto terrible de hace tres años', pues no le mencionaba como guerra.
El calor comenzó a aumentar y los cuatro viajeros lo notaron. Aún no llegaba el medio día y ya hacía un calor infernal, y luego descubrieron la razón de por qué sucedía esto.
Después de haber salido del bosque se encontraron con terrenos áridos y pedregosos, desolados y con grandes rocas como adorno al paisaje. Caminaron durante algunas horas más hasta que se encontraron con algo que daba indicios de ser un desierto. Zircón se sintió desfallecer, y Gaya se quedó sin habla.

—Supongo que antes de continuar, deberíamos tomar un descanso —dijo Demeter.
—¿Estás diciendo que tendremos que pasar por ese desierto? —preguntó Gaya un poco desanimada.
—Temo que rodearlo nos tomaría mínimo otros cinco días más de lo programado. Es el único camino.
La joven se sentó en una de las rocas. —Como desearía ser un buitre para cruzarlo volando.
—¿Volando? ¡Pues claro! —palmeó el chico— ¡Cómo no lo había pensado antes! —Demeter cerró sus ojos y parecía que un aire arremolinado giraba a su alrededor. Alzó su mano derecha y con sus dedos índice y medio formó una estrella de seis picos y dos círculos que los rodeaban también aparecieron. De la estrella salió una inmensa ave, de cabeza y cuerpo de águila, pero con cola de pavoreal. Pero no era un ave cualquiera... ¡ésta media 8 metros!
—¿De... de dónde sacaste eso? —preguntó la chica tartamudeando.
—¡Vamos! Hay que partir en este momento. Su nombre es Vogel y es muy dócil, no permitirá que ninguno de ustedes caiga. Además con él llegaremos en menos tiempo —decía muy excitado Demeter mientras sonreía—. ¿Qué?
—Sé que voy a ser de la misma opinión que Gaya, ¿esperas que subamos en esta cosa?

El ave lanzó un agudo chillido, como si el que le llamasen 'cosa', no le hubiese agradado en lo más mínimo.

—¡Mantén a tu cosa alejada de mí, por favor!
—No deberías hablarle así, Zircón. No te molestaría llevarnos a todos ¿o sí? —preguntó Demeter a Vogel. El ave observó con despreció al gnomo que venía sobre el hombro del joven—. No te preocupes, ya no te molestará, de eso me encargo yo.

El ave dobló sus patas para que subieran.

—¿Y por qué le tienes que pedir permiso, eh, Demeter?
—Zircón.
—De acuerdo, de acuerdo, me callo.

Y así, los viajeros subieron al lomo de la criatura.

—¿Y cómo se supone que evitaré caerme? —preguntó Gaya no viendo de que modo sujetarse puesto que las plumas del ave era tersas y suaves como la seda, pero resbaladisas.
—Sujétate de mi cintura y asunto arreglado —Gaya se ruborizó, pero no tuvo más remedio que hacerlo. Prefería morirse de vergüenza, a morirse por una caída.

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EN EL CASTILLO

Idalia brincoteaba alegremente por los pasillos cuando se encontró con Presea.

—¡Presea!
—¿Qué sucede Idalia?
—Has visto a Caldina, dijo que mi vestido para la boda de Ascot ya estaba listo y dijo que me lo fuera a probar, pero fui al cuarto de costura y no estaba nadie ahí
—Está con Esmeralda, en el jardín de los colgantes.
—Gracias Presea.

Y así la joven se alejó brincoteando y cantanto otra vez.
Y en efecto Caldina se encontraba en el jardín de las plantas que colgaban tanto del techo y paredes, junto con Esmeralda. Esmeralda necesitaba hablar con alguien puesto que habían asuntos que le preocupaban.

—...Diría que él sabe lo que hace, pero sería una mentira —decía Caldina seriamente.
—Lo sé, es lo que me preocupa. Yo he visto su cambio tan repentino. Idalia seguramente ya lo notó de igual manera, pero no creo que le dé mucha importancia.
—Si alguien tiene que hablar con ella es Paris. Es asunto entre ellos Esmeralda.
—Lo sé, pero que esperas que piense si ayer Paris me estaba esperando en el corredor apoyado contra la pared y le pregunto que le sucede, y él me responde que no era nada importante.
—En todo caso, no tenemos por qué meternos en sus asuntos.
—Pero él no es feliz.
—Y tampoco lo será Idalia si Paris sigue actuando de este modo, pero no podemos hacer nada, entiéndelo. Ellos mismos se arreglaron después de que los gurús lo dispusieran. Aunque siempre hay un límite para todo y si Paris no se decide...

Idalia había llegado segundos antes, y les hubiera interrumpido, pero la charla le sonaba interesante y prefería mejor enterarse a entrar y que Esmeralda y Caldina dijeran que no hablaban de nada importante.

—¿Pero nunca te has preguntado por qué los gurús tomaron esta decisión tan drásticamente?
—Muchas veces me lo pregunté, Caldina. Lo que ellos decían no estaba equivocado.
—Eso no le quita lo raro al asunto. En todo caso... le dijeron a Paris que si encontraba a alguien más...
—¡Lo sé! —dijo Esmeralda casi con impotencia—. Ni siquiera lo repitas.
—Ascot habló con él y está sumamente preocupado con su actitud.
—¿Pero que sucederá con Idalia si Paris...?
—¿Se decide por Anaís?
—Sí... Yo no quiero que tu prima sufra, yo sé que ella lo quiere de verdad, pero Paris sólo la ve como una amiga.
—Lo peor es que creo que Paris ya tomó una decisión y no le va a gustar nada a Idalia.

Lágrimas habían comenzado a inundar el rostro de Idalia, mas que nada porque sabía que era lo que eso significaba, pero siempre había tratado de ocultarse en un velo de mentiras e irrealidades. Se sintió desfayecer por un momento, no sabía que otra cosa hacer y salió corriendo sin importarle si hacía ruido o no. Obviamente Caldina y Esmeralda si escucharon los pasos que se alejaban de la puerta que daba al jardín. Caldina se asomó a descubrir que había sido y no fue muy agradable el ver el cabello de su prima ondulante mientras ella corría alejándose del corredor. Un horror se asomó en el rostro de Caldina.

—¿Qué sucede? —le preguntó Esmeralda corriendo.
—Cómo pude ser tan... —se dijo enfadada— Había quedado de verme con Idalia en el cuarto de costura y lo olvidé por completo. Seguramente escuchó la conversación.
—Será mejor dejarla sola.
—Es capaz de hacer una tontería...

Lucy, Marina y Anaís mientras tanto, iban caminando por uno de los pasillos asegurándose de llegar al comedor.

—¿Cómo saben que es por aquí? —preguntó Marina confundida.
—Pues no lo sabemos, pero el otro pasillo está más oscuro y no creo que quieras ir por ahí otra vez ¿o sí? —dijo Anaís.
—Desde luego que no, no sabemos que pueda salir de las sombras.
—Quizá lo único que hayan son animalitos —dijo Lucy.
—Que alentador sería nada más encontrar ratones. Lo que me lleva a pensar... ¿se han preguntado quién hace el aseo en este castillo? ¡Es enorme! Ha de tomar años limpiarlo. Y no es que se vea sucio, no. Eso es lo impresionante, pero... no dudaría que al final de esos pasillos oscuros nos pudiera salir una rata gigante.
—Yo no lo creo —sonrió Anaís.

Y corriendo por el pasillo, se acercó Nikona alegramente brincoteando y haciendo 'Pu pu', quien luego saltó a brazos de Lucy.

—Ven a lo que me refiero —dijo Marina, pero Nikona frunció el entrecejo como si hubiera sabido de que habían estado charlando.
—Nikona, ¿sabes dónde podemos encontrar a los demás? —preguntó la pelirroja. Nikona asintió.
—¿Crees que podrías llevarnos con ellos? —preguntó Anaís. El ser se desprendió de los brazos de Lucy y comenzó a brincotear por el pasillo para que la siguieran.

Nikona les llevó por pasillos y pasillos hasta que entró a la puerta de un jardín. Si bien, afuera del castillo había bosque, parecía que tenían una fascinación por los jardines interiores. Ahí se encontraba Paris sentado en una fuente y con la cabeza gacha. Miraba al suelo y se le notaba una ausencia y depresión increíbles desde lo lejos. La traviesa Nikona corrió hasta él y brincó sobre su cabeza para apartarlo de sus pensamientos.

—¡Oye Nikona, ¿cómo te atreves? —Paris tomó a Nikona en sus brazos y le miró con una actitud entre enojado y divertido.
—¡Buenos días Paris! —le saludó Lucy muy animada desde la entrada al jardín.
Las chicas comenzaron a acercarse a Paris, quien aún sujetaba a Nikona. Anaís se quedó algo rezagada, y hubiera salido corriendo del lugar de sólo verlo, pero tomó fuerzas de algún lugar y se quedó. Paris le miró estupefacto, pero la chica no le correspondía la mirada.
—Buenos días Lucy, Marina... Anaís... —el joven príncipe agachó su rostro en señal de tristeza. Lucy y Marina notaron esto, y el rostro de Anaís que se encontraba en un estado similar.

Un silencio incómodo le siguió a ese momento, Lucy y Marina se miraban preocupadas, y luego una idea surcó la mente de la peliazul.

—Oye Lucy, ¿por qué no vamos a ayudar a Presea con la comida? —le sugirió Marina.
—Este... sí claro —contestó ella y así ambas salieron del jardín, aunque un poco preocupadas.
—Anaís... necesito hablar contigo. He querido decirte algo desde que llegaste, pero... fui un cobarde. Le dije a Ascot que no me importaba, pero si me importa.
—Lo que tengas que decirme yo no lo quiero escuchar.
—Pero Anaís yo necesito explicarte todo lo que ha sucedido. Es que no todo es lo que parece.
—No necesitas explicarme nada, porque yo no te lo estoy pidiendo.
—Anaís, por favor. Necesito que sepas lo que sucedió. ¿O es que acaso ya no sientes nada por mí?
—Si así fuera, no cambiaría la situación. Tú de todos modos te casarás con Idalia.
—Pero Anaís... entiende esto fue por...
—¿Qué quieres que entienda? —decía algo desesperada mientras que de sus ojos comenzaban a brotar lágrimas— Me puedo dar perfectamente cuenta de que tú encontraste a alguien y yo quiero que seas feliz. Yo no te estoy recriminando nada. Además es lógico, tú no sabías que yo iba a regresar... es más, nosotras no estabamos muy seguras de que volveríamos a Céfiro otra vez. No quiero arruinar tus planes, mucho menos quiero hacer sufrir a Idalia, porque ella es una gran chica. Yo ya no quiero hacer sufrir a nadie, hice sufrir a mucha gente en el pasado y no quiero que pase lo mismo otra vez.
—¡Anaís, no seas tonta!
—¡No soy tonta, sólo soy realista!
—Pero Anaís...
—Y esta conversación ha terminado Paris, te deseo que seas muy feliz al lado de Idalia —ya se iba del lugar cuando....
—Anaís... es que yo... yo todavía... ¡¡¡YO TE AMO!!! —la joven se quedó helada con la declaración del chico y de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas. Paris se acercó a ella y la abrazó por la espalda lo más fuerte que pudo mientras también de sus ojos salían lágrimas. No quería dejarla ir, quería estar cerca de ella y permanecer así para siempre—. Todo fue por culpa de los gurús, ellos lo exigieron...

Y como si la suerte estuviera en su contra y todo ese día hubiese amanecido negro en lugar de tan hermoso... Idalia los observó. Al principio hubiera ido a su cuarto, pero se arrepintió, quería hablar con Paris primero, pero ahora ya no era necesario pues se daba cuenta de la situación perfectamente. Además era la primera vez que veía a Paris llorar. Nunca, en el tiempo que le había conocido lo había visto derramar una sola lágrima. Fue en ese momento en que todo lo que no entendía se había aclarado en su mente: Cuando Paris hablaba tan bien de Anaís no era porque le tuviese afecto, sino porque le quería, pero no con el cariño que le tenía a ella, sino uno diferente, uno más especial.
Y todo lo causante de su sufrimiento en ese momento, había sido ese matrimonio arreglado, un matrimonio que ella no quería, o al menos no quería en un principio. Pero tenía que darse, había comenzado como una obligación, pero después todo cambió... ella se enamoró del joven príncipe.

Observó la escena por unos instantes con lágrimas en los ojos, pero no podía evitarlo, así como tampoco podía evitar el amor de ambos, no tenía la sangre fría como para interponerse entre ellos y hacerles la vida miserable. —"No puedo seguir con alguien quien desde un principio era un imposible" —y se dirigió a su cuarto porque tenía muchas cosas en que pensar.

No Paris, esto no puede ser... yo no... —el joven príncipe puso un dedo en los labios de Anaís.
—Déjame terminar. Fue un matrimonio arreglado por los gurús, ellos creen que es necesario que haya alguien para gobernar Céfiro. Impusieron que Idalia se casara conmigo, y todo se llevaría a cabo a menos que yo presentara a otra persona con quien deseare casarme.
—¿Qué hay de Idalia?
—Tanto ella como yo no queremos, lo hacemos más que nada por obligación y por el bien de Céfiro. Tanto para ella como para mi es mejor que este compromiso se termine de una vez por todas. Es mejor para ambos... ¿cómo vivir juntos sin amor? —Anaís se quedó pensando por un momento.
—No sé... yo... —comenzó a balbucear, y mejor salió corriendo.
—Anaís espera... —quiso detenerla pero...— "Lo mejor será que hable con Idalia ahora"

Anaís llegó a la puerta de la cocina, ahí estaban sus amigas, quienes estaban junto con Presea y Arydea. Anaís las miró por un momento, se veía muy confundida, sus amigas lo detectaron, y estaban preocupadas de lo que hubiese sucedido.

—Presea, Arydea, discúlpenos por un momento —dijo Marina mientras entre Lucy y ella sacaban a Anaís de ahí. Ya estando afuera Anaís comenzó a llorar, aunque no sabía por que razón y se abrazó a sus amigas.
—Anaís... —Lucy y Marina abrazaron fuertemente a su amiga.

Paris caminaba por los pasillos con dirección al cuarto de Idalia. La puerta estaba abierta y ahí estaba ella, de pie frente a él.

—Supuse que vendrías —dijo la joven seriamente.
—Idalia tú y yo necesitamos hablar.
—Ya sé a que viniste Paris, no es necesario que digas algo.

El joven se acercó a la pelirroja.

—Lo lamento Idalia... yo en verdad quería intentarlo.
—Lo sé Paris. Siempre lo supe, pero... —la joven no pudo continuar o de otro modo, sabía que terminaría llorando y no deseaba verse derrotada en ese momento.
—Yo te quiero mucho, pero sólo como una amiga, una hermana.
—¡Detente! —dijo la muchacha llevándose las manos a los oídos y sentándose a la cama— Ya de por sí es doloroso Paris... deja las cosas como están y sé feliz con Anaís.
—¿¡Piensas irte!? —dijo Paris adivinando los pensamientos de Idalia.
—No interesa.
—Claro que interesa. Yo no quiero que te vayas.

En ese momento Caldina entró por la puerta encontrándose con la escena.

—Yo no quería...
—Ya me iba Caldina —Paris se inclinó hacia la muchacha que no le miraba—. Piensa bien lo que haces Idalia, yo no quiero que te marches. Lamento mucho haberte engañado. Yo no sabía que...

Caldina le hizo una seña de que callara y se marchara o pondría aún peor a Idalia. Paris así lo hizo cerrando la puerta tras de sí. Un segundo más tarde, Idalia comenzó a llorar desconsoladamente en el regazo de Caldina.

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Notas de la autora:
Como había comentado en la primera versión de este capítulo, agradezco el aporte de ideas con respecto al asunto de Idalia-Paris-Anaís, a Kali. Gracias ^^!


Belly Tiamat Atardecer.



© Todos los personajes (excepto los inventados por mi) son propiedad del grupo CLAMP y ésto no se hace con fin de robar o ganar dinero, así que no me demanden.