capítulo seis

LA PRESENCIA DE HETMAR

 

 

 

Cuando abrí los ojos ya estaba ahí.

Se trataba de una figura quieta que no dejaba de mirarme como si yo fuera objeto de su estudio. Lo extraño fue que eso no me molestó.

Una bestia hermosa, su figura canina era de un blanco inmaculado, con la melena y la cola de un tono rosado. Pero sin duda alguna lo más hermoso en ella eran sus ojos azules, tan azules y brillantes como la joya que tenía sobre la frente.

No recordaba tener una bestia así entre todas aquellas que me servían, pero no dije nada. Guardé silencio durante varios minutos, guardé silencio en espera de que fuera ella quien decidiera marcharse. Sin embargo no pareció estar dispuesta a hacerlo.

Me levanté con la intención de irme, pero justo cuando iba a pasar por su lado, ella se levantó también y se puso frente a mí para impedirme el paso. La siguiente idea fue impresionarla con la mirada para que supiera que yo no era un juguete... tal vez habría funcionado de no ser porque la mirada de ese animal es mucho más intensa y penetrante que la mía... es como si supiera lo que pasa por mi mente... como si ella fuera quien daba las ordenes en este lugar.

Contrario a lo que deseaba realmente, me di la vuelta y regresé al tronco que usaba como asiento desde hacía un buen rato. El animal pareció complacido con eso y volvió a sentarse con esa gracia que jamás había visto en ninguna bestia de las que me pertenecían.

-Debe serte muy difícil rendirte –dijo de repente.

La miré con sorpresa mientras mentalmente intentaba recordar si entre mis “soldados” existía un animal como ese.

-Vaya... puedes hablar –dije, intentando no parecer impresionado.

-Puedo hacer más cosas de las que imaginas –dijo ella (su voz era la de una mujer) cerrando los ojos.

-No recuerdo tener algo... como tú... entre mis bestias...

-No soy una bestia –dijo simplemente con un tono de voz que delataba que esa comparación le ofendía. –aunque lo que me has dicho me demuestra que no llevas mucho tiempo en Céfiro... no te fueron suficientes casi setecientos años... ¿cierto?

-¿A que te refieres? –pregunté contrariado. ¿Acaso ella me conocía?

-¿Cómo hiciste para abrir el portal y regresar a Céfiro?... si mal no recuerdo, se te prohibió volver...

Me levanté rápidamente y la miré con desprecio. Esas palabras me hicieron ver que ella realmente sabía algo de mí. Pero no era todo, al parecer no sabía lo que me traía de nuevo al este mundo.

Por unos instantes mi memoria me regresó a la fría dimensión que se había convertido en mi prisión por largo tiempo. Todo ese tiempo intenté inútilmente abrir un portal de regreso a Céfiro pero no tenía la capacidad suficiente para hacerlo. No es que no pudiera salir de ese lugar, pero la salida me llevaba de nuevo a mi mundo y era a ese lugar al que no quería volver, no sin antes hablar de nuevo con mi oponente, con el guerrero que me venció.

-¿Quién eres? –le pregunté. ¿Acaso la habría enviado él?

-Eso no importa... ¿Cómo saliste? –su mirada se hizo más intensa aún y agregó- No pudiste hacerlo solo... alguien debió ayudarte.

Por supuesto que jamás podría salir solo... todo el tiempo que me dediqué a buscar una salida fue tiempo perdido y hasta pasó por mi mente la idea de renunciar, pero no lo hice porque estaba seguro que él jamás lo haría. Fue en una ocasión cuando sentí un poder que me acompañaba. Frente a mí había aparecido una joven de larga cabellera rubia... con esa fría mirada... todavía me estremezco al recordarla.

“Yo puedo sacarte” me dijo.

Hetmar, por Akiko

“Nada me impide salir” respondí con el orgullo herido.

“Has estado todos estos años por gusto en esta dimensión” ella rió “Yo sé que quieres volver a Céfiro... yo puedo llevarte ahí...”

“¿A cambio de qué?”

“No necesito nada de ti... Pero al igual que tú, yo quiero encontrarlo... Él esta muriendo... si no lo encuentras, jamás podrás arreglar tus asuntos. Si aceptas venir conmigo, podrías salvarlo de lo que lo amenaza ahora y luego saldar cuentas como debe ser, terminar aquel duelo...”

No me dijo mucho acerca de sus intenciones, pero sabía las mías. Simplemente accedí y logre regresar.

-¿Para que quieres saberlo? -Pregunté a la loba, definitivamente no se lo diría.

-Hasta hace un momento pensaba que eras un torpe, pero ahora veo que no es así... en fin, veo que no conseguiré nada, pero te daré un obsequio antes de irme... Esa persona que te liberó tiene un poder sorprendente, te recomiendo que no confíes en ella plenamente... recuerda que las apariencias engañan... Sabes de lo que hablo, ¿cierto?

La loba se levantó y corrió hacia la salida.

No la seguí. Pensé que no tenía caso. Y además lo que me había dicho me había dado cosas en que pensar.

            Yo soy Hetmar, en mi mundo soy un príncipe, y en muchos planetas de este universo se me considera un guerrero imbatible. Sólo he sido vencido una vez, por el más poderoso guerrero de Céfiro. Él me envió a la dimensión en la que he estado prisionero hasta que mi nueva aliada me liberó. Ahora estoy en Céfiro para buscarlo a él y arreglar nuestros problemas... por así decirlo.

            Pero esta extraña loba... ¿Quién es y por qué ha querido hablarme?

 

Céfiro

 

Una figura semitransparente se materializó ante el Fuego Blanco y el Fuego Salvaje. Mirza era tan sólo una maia de las clases menores, una simple hada del bosque y ni siquiera pertenecía a la primera generación de los espíritus que acompañaron a los Valar Céfiro y Notus a su llegada a ese mundo, pero había visto y oído más que ninguna a lo largo de la historia del planeta. Solía acudir a la Fuente del Fuego cuando estaba segura de que la mente del Vala se encontraba demasiado ocupada en otros asuntos como para descubrirla, y si bien nunca había reunido (y nunca reuniría) el valor suficiente como para intentar atravesar el fuego y ganar un poder mayor, había aprendido muchas cosas a fuerza de contemplar las llamas sagradas.

Ese día descubrió que Lanis había regresado... y estuvo a punto de tratar de alcanzarla a través de las llamas, pero recordó a tiempo que el Fuego sólo le mostraba una imagen, no a un ser real.

-Oh, cielos, cielos, pobre criatura... ¿cómo puedes lastimarte de esta manera sólo por tu orgullo y el del Vala?

Las lágrimas del hada cayeron silenciosas sobre las cenizas blancas que rodeaban al fuego, dejando una huella que quizá habría despertado el interés de Guruclef, si hubiera tenido tiempo ese día como para acercarse a ese lugar.

 

Cizeta

 

-Fue entonces como mi padre conoció a la dama que se convertiría en su decimosegunda esposa... Por supuesto que ella no igualaba a mi madre, así que mediante una pequeña broma logré que la dama escapara de palacio jurando no volver.

Falcon se cubrió la boca para ocultar un bostezo mientras Akiko continuaba hablando sobre la vida de su padre como si fuera lo más maravilloso de todo Cizeta. Miró con cautela a Askhars y descubrió que estaba profundamente dormido recargando la cabeza sobre una de sus piernas, que por cierto, ya se le había dormido por el peso.

En cuanto Akiko había anunciado que le platicaría un poco de su familia, Askhars se había acercado con algo parecido al interés en sus ojos, sin embargo, en la búsqueda de una posición poco tormentosa había comenzado a bostezar mostrando los largos colmillos que ocultaba en su boca hasta comenzar a mostrarse aburrido mientras su dueña comenzaba a decir pestes de la séptima esposa de su padre. Fue en la novena cuando el felino recargó la cabeza en la pierna de Falcon. Él lo miró un poco asustado y se preguntó si el felino le haría algo por atreverse a bostezar mientras hablaba Akiko. Sin embargo el Askhars se había quedado profundamente dormido.

Falcon estuvo a punto de imitarlo, pero continuamente escuchaba los sonidos que provenían de Askhars y se esforzaba por seguir escuchando.

Akiko de Cizeta, por Akiko

-Eres muy resistente.

Falcon levantó la mirada exaltado al escuchar a Akiko.

¿Desde cuándo lo miraba tan cerca?

La chica se había sentado frente a él abandonando los árboles genealógicos que mostraban las distintas correcciones que se habían tenido que hacer por los cambios de esposa de su padre.

-Perdón... no escuché lo último –dijo él intentando ser educado.

-Generalmente todos caen dormidos en la esposa número cinco... de esa manera puedo contar con la ayuda de Askhars para llevarlos a su habitación sin tener que cargarlos yo sola y darles su beso de las buenas noches. Pero tú has agotado a mi mascota.

-¿Generalmente?

-Shandy se quedó dormido sobre el plato de la leche de Askhars, por supuesto que mi mascota se molestó y lo llevó del trasero –dijo ella riendo un poco, pero muy bajo, para no despertar al felino–. Debes tener esa pierna en el quinto sueño –Akiko señaló la cabeza de Askhars.         

-Oh no... está bien.

Akiko agarró la cabeza del felino mientras Falcon se las arreglaba para mover la pierna. Entonces le dio un calambre e hizo una mueca.

-Creo que le agradas –dijo Akiko acercando sus manos a la pierna de Falcon para comenzar a masajearla. (nota de Daga: ¡Qué chica tan atrevida! ¿No nos estaremos pasando?).

-¿Qué haces?

-No te preocupes –dijo ella con una de sus sonrisas traviesas–. Si relajas la pierna me será más fácil ayudarte.

Falcon se sonrojó y desvió la vista hacia el felino.

-¿Por qué dices que le agrado? –preguntó para distraerse un poco del tacto en su pierna.

-A Askhars no le gustan los esclavos... las pocas veces que he traído uno lo tira a la bañera y lo arrastra hasta la salida... He tenido problemas con eso ya que ha llegado a despertar a todas las personas de palacio, claro que eso no importa, pero las cosas cambian cuando mi padre está entre los despiertos... En cambio tú eres diferente, Askhars te ha tomado tanta confianza que se ha dormido encima de ti.

-Espero que no se le haga costumbre –dijo Falcon con pesar.

-Por lo menos te asegura que dormirás en su casa –dijo Akiko retirándose cuando estuvo segura de que el calambre estaba calmado–. De otra forma tendrías que dormir fuera... bueno, no podrías dormir... los insectos son muy molestos en Cizeta y no te dejarían hasta estar seguros de que no te queda una sola gota de sangre.

Falcon la miró sorprendido. ¿Desde cuando era una persona amable con un esclavo?

-Bueno... como estás despierto, te voy a pedir que me ayudes –dijo la chica con una mueca.

-¿Sí?

-Ya te dije que generalmente es Askhars quien lleva al prisionero a su casa, pero es él quien se ha quedado dormido.

-No pensarás pedirme que carge esa cosa, ¿o sí?.

Akiko sonrió.

-Jamás podría levantarlo, debe pesar toneladas.

-No exageres, Falcon... es apenas un gatito.

Falcon ni si quiera se había dado cuenta que ella usaba su nombre por primera vez, sólo pensaba en el felino que dormía plácidamente sobre los almohadones. En verdad no podría levantarlo usando sólo su fuerza, quizá ni aunque empleara la reserva de energía que le había dado la Computadora Central... ni pensarlo, aquello era para verdaderas emergencias, cuestiones de vida o muerte, no de gatos dormilones. Tal vez si tuviera una máquina a la mano...

-Además no te iba a pedir que lo levantaras –continuó Akiko–. Mi padre no tiene problema con Askhars en mi habitación, pero sí contigo... te iba a pedir que fueras a dormir a la casa de Askhars.

-¿Voy a dormir en la casa de un gato?

-No en la casa de un gato –dijo ella exasperada–. Dormirás en la casa de Askhars.

¿Es que acaso esa chica consideraba a su mascota como una persona... o acaso el gato se creía persona?

-Pero...

No había tenido oportunidad de replicar cuando Akiko lo tomó del brazo y prácticamente lo arrastró hasta lo que parecía un jardín. Abrió la puerta de un palacio diminuto y lo metió dentro cerrando la puerta de cristal casi al instante.

-No te preocupes, Askhars sólo duerme ahí cuando hay un esclavo para cuidarlo... no abras la puerta o se meterán los insectos –dijo mientras se retiraba-. ¡Y no intentes escapar! –exclamó antes de cerrar la puerta de su habitación– Los guardias podrían desconocerte y herirte, lo cual no sería agradable, la sangre es muy difícil de limpiar.

Falcon paseó la mirada por el jardín a través de los cristales de la puerta. Aparentemente no había nadie ahí. Sin embargó, notó que algo se paseaba de un lado a otro al otro lado de las paredes que limitaban el lugar. Comprendió que lo que veía eran las puntas de unas largas espadas curvas, cimitarras. Y como estaba claro que una espada no podría moverse sola, sólo podría tratarse de los guardias que Akiko había mencionado. El lugar estaba infestado de guardias.

 

Céfiro

 

El genio del hielo llevaba largo rato perdido en sus pensamientos, cuando un leve ruido lo hizo levantar la cabeza, Labka lo estaba mirando con la preocupación de alguien que lo conocía desde hacía cientos de años.

Sitfrith se levantó y se acercó a su amigo para acariciarle la cabeza con afecto.

-Parece que algo te preocupa, y creo que no es sólo el hecho que haber perdido tu figura real.

-¿Eso te parece, Labka?

            El ave movió la cabeza sobre la pequeña mano de su amo y respiró profundamente.

            -Céfiro ya ha mostrado su presencia, ha dejado de ocultarse de sí mismo, pero aún no se atreve a mostrarse ente los demás...

            Sitfrith frunció el ceño al escuchar a su amigo comprendiendo que tenía razón, sin embargo eso no era suficiente para asegurar su seguridad. Aún no podía distinguir bien la energía de Céfiro, pero el solo hecho de ver al planeta con vida le comprobaba que él no se daba por vencido.

            -Perseo lo toma con mucha calma –comentó, tratando de buscar otro tema.

            Labka lo miró con ironía, el otro genio dormía sin algún indicio de preocupación en su rostro. En eso, despertó el dragón y se acercó a ellos.

            -¿Nunca han visto a un genio sufrir por los problemas? -Patrick miró a ambos con resentimiento.

            -Patrick tiene razón, más vale que no molestes a Perseo, Labka...

 

Cizeta

 

            -Si mi padre me viera... –murmuró Borean entre dientes.

            Increíble, pero cierto. Un príncipe de Céfiro que jamás había realizado un solo trabajo manual en toda su existencia acababa de terminar de trapear la interminable escalinata de mármol. Algo digno de verse...

            -¡Arf!

            Aquello en primera instancia parecía una bola de pelo blanco.

            Más de cerca podía llegarse a la conclusión de que tal vez se tratara de un perro pequinés particularmente peludo. La confirmación de que era un perro le llegó a Borean al comprobar el tipo de huellas que dejaba... huellas de barro con forma de patitas de perro en la inmaculada superficie de mármol que acababa de limpiar...

            -Oh... no...

            Con un suspiro lleno de amargura, el muchacho volvió a principio de la escalinata para limpiarla otra vez.

            Nira enarcó una ceja, contemplándolo trabajar desde el umbral de la entrada. Un esclavo nuevo. ¿Por qué su aura le resultaba tan familiar?

 

Céfiro

 

               Guruclef no entendía qué era lo que estaba ocurriendo, de repente despertó y sintió una gran necesidad de salir de su habitación, como si el simple hecho de estar ahí le enfermara, antes de salir miró con culpabilidad a Marina y le besó la mejilla. Al estar en la puerta se detuvo en seco.

La sombra de la puerta lo protegía de tal manera que no podrían verlo.

Se trataba de Lanis, ella permanecía sentada en el pasto mientras que otra joven platicaba con ella muy animada, el hecho de que Lanis no le respondiera no parecía importarle a ella, de hecho, sonreía como si estuviera enamorada. ¿Enamorada? Qué locura...

            Había otro detalle en la joven que Guruclef no pudo evitar notar, la chica desconocida no era un ser humano, sino un hada proveniente del bosque, con figura humana. Era bonita hasta cierto punto, tenía el cabello largo, de color verde claro al igual que sus ojos y sus ropas, además poseía una energía interesante, propia de su raza.

            -Yo puedo darte el don que ella perdió -ofreció la joven con mirada brillante. Eso pareció llamar la atención de Lanis finalmente, miró a la joven y frunció un poco el ceño-. No te preocupes, no debes darme nada a cambio, me basta con que seas feliz...

            Por la mirada que Lanis mostró en unos instantes, Clef podría asegurar que ella no pensaba llegar a encontrar la felicidad nunca. Finalmente Lanis accedió... extendió una mano la cual fue tomada por la chica con mucho amor (qué raras). Un brillo rodeó las palmas y desapareció de nuevo uniéndose a la sacerdotisa sin ningún problema.

            -¡Listo! -la joven del bosque sonrió satisfecha-. Bueno... tal vez quieras que me vaya ahora... -Lanis aceptó con una mirada un poco extraña-. Cuídate, amor... no quisiera que algo malo te ocurriera ahora que te descuidas -(¿?).

La sacerdotisa sólo hizo un ademán y se levantó para marcharse.

La otra chica suspiró con fuerza y se desvaneció.

Lanis aún tenía el ceño fruncido por el encuentro, pero al llegar a la puerta se detuvo y reconoció la energía que quería ocultarse de ella, sonrió tiernamente y se lanzó sin previo aviso a las sombras atrapando a Clef en una esquina.

            -La... Lanis -Clef estaba muy sonrojado, Lanis lo tenía contra la esquina y no podía moverse, no a menos que deseara apretarse más al cuerpo de la joven. Ella sonrió de una manera extraña y se acercó más-. ¡Espera!... Yo no... (^x^)

Se quedó completamente mudo cuando la sacerdotisa lo besó en la mejilla, justo como lo habría hecho una niña pequeña. ¿Qué no pensaba besarlo en los labios? (.........) Clef frunció el ceño al hacerse una pregunta como esa, miró a Lanis y notó que ella no mostraba indicios de arrepentimiento, al contrario, su mirada se veía extremadamente amorosa. Finalmente ella se retiró y sonrió una vez mas con extrema alegría.

               Prácticamente, él volvió a respirar, pero ese no era el caso, realmente le había gustado el beso de la chica... Cielos, ¿acaso ese era el cariño que Lanis necesitaba?. De ser así, él no podría dárselo, ella tenía que buscarse a alguien más, por lo menos alguien que no estuviera casado. Miró con ironía el lugar y se dio cuenta de que volvía a sentir sueño... ¿se había levantado sólo para que Lanis lo besara en la mejilla, como ya se estaba haciendo costumbre en ella? Rayos, definitivamente eso no estaba bien...

            -Parece que mi hermana tiene más confianza en ti que en nadie.

   Guruclef se sobresaltó al escuchar la voz de Zagato justo a sus espaldas (parece que se divierte asustando a la gente), no lucía muy contento por lo que acababa de ver, de hecho, tenía el ceño fruncido y lo miraba de manera poco amigable.

            -¿Sabe Marina lo que está ocurriendo?  ¿Has provocado algo de esto?

            -No...

            -Supongo que con eso respondes a mis dos preguntas... ¿Qué le pasó a mi hermana?

            -No lo sé.

            -Ya veo... No me agrada que mi hermana continúe confiando en ti, no después de lo que le hiciste, no quiero que sea lastimada, así que debes encontrar un remedio para esto y más vale que lo encuentres pronto.

            -¿Me estas amenazando, Zagato? -el antiguo orgullo del vala estuvo a punto de salir a la superficie de una forma bastante agresiva, pero Zagato se encargó de cortarlo con una sola frase.

            -¿Es necesario amenazarte para que hagas lo correcto?... Si es así, considéralo una amenaza...

            No pudo dejar de ver a Zagato mientras se marchaba, en cierto sentido tenía razón, pero aún no entendía cómo podía arreglar todo este problema sin herir a Lanis, no quería que uno de sus sueños se hiciera realidad, en especial aquel en el que la sacerdotisa se quitaba la vida por decepción.  

 

 

            -¿A quien le importa un reino que esta por morir?

Hetmar suspiró al sentirse estúpido. Estaba claro que no recibiría respuesta, sin embargo en verdad estaba inquieto por saber más de la situación.

Además él estaba en medio de todo ese lío. El sólo hecho de estar buscando a ese guerrero lo ponía en un incomodo papel. No tanto por él, sino por esa mujer que insistía en animarlo a encontrarlo... por la loba que parecía entender más las cosas que él mismo... por muchas cosas más.

Lo único que tenía en claro es que no podía enfrentar de manera aislada a los guerreros como había intentado hacer con Amar. Ella ni siquiera existía cuando él había llegado por primera vez al planeta, sin embargo tenía un conocimiento muy amplio de su naturaleza. Amar no estaba destinada a ser un guerrero y pasó de un espíritu disperso entre el planeta a una figura mítica que lo había enfrentado sin problema alguno.

¿Serían así los otros dos?

Hetmar frunció el ceño al comprender que su amo debía tener la facultad de detenerlos si así lo deseaba... En ese caso Hetmar estaba en desventaja... de nuevo.

Aún con ese conocimiento sonrió. Él estaba seguro de sus capacidades como guerrero y no pensaba confiarse tan fácilmente... Había entrenado y estaba listo para probar sus cualidades de nuevo.

 

 

Los jóvenes contemplaban con admiración una demostración de esgrima. Paris,  Zagato y Latis contra Lucy, Marina y Anaís, la demostración se había  prolongado casi una hora, y, sin embargo, nadie protestaba, el espectáculo era demasiado impresionante como para interrumpirlo.   

Los estilos de Paris y las princesas eran completamente distintos entre sí, pero la técnica de los dos hermanos era virtualmente la misma, perfecta en  cada movimiento como si se tratara de una ciencia exacta.

-Parece que uno de ellos se estuviera reflejando en un espejo –murmuró  Selene.

-Dime cuál –replicó Nazhna-. ¿Para ser princesa hay que saber esgrima?

-No, pero ayuda –dijo Caldina con una sonrisa.

-Me pregunto si Zagato y Latis podrían darme unas clases... –dijo Vadal.

-Que yo sepa, Zagato nunca ha tenido alumnos y el único alumno de Latis es  Leonel –dijo Ascot, como al descuido-, pero tal vez el maestro de ambos te pueda ayudar.

-¿El maestro de ellos?

Con una sonrisa burlona, Ascot señaló a Guruclef, que fingía no haberle escuchado. Junto al mago, Lanis frunció el ceño.

-Tengo entendido que Guruclef los crió a ellos y a Lanis, y fue su maestro  en todo.

-Ascot, por favor... –replicó Guruclef, sin apartar la vista de los seis  espadachines.

-Ah, vamos, Clef, no seas modesto. Alguien que logró formar unos guerreros tan perfectos debería poder hacer verdaderos milagros con estos tres.

 Guruclef miró por primera vez al joven mago. Había un destello de cólera en sus ojos que asustó a Nazhna, Vadal y Selene, pero acentuó la sonrisa de  Ascot.

-Ascot, tú me viste luchar ante la puerta de la Prisión Estelar, sabes perfectamente que una espada en mi mano es tan inútil como una piedra.

-Ah, vamos... ¿falsa modestia aquí y ahora? ¿Vas a decir delante de Marina que hay algo en lo que no eres perfecto?

 -Tienes razón, como esgrimista soy perfecto... un perfecto inútil. Bien, ya lo dije, Ascot, ¿estás contento?

 -No siempre fue así –la voz de Zagato distrajo a los que discutían, se había  separado de los otros y los miraba, moviendo lentamente su espada de un lado a otro-, cuando eras nuestro maestro, no había nadie en este mundo que pudiera igualarte.

 Guruclef estaba visiblemente incómodo. Selene, Nazhna y Vadal querían apartarse de ahí, pero Ascot les estorbaba la salida sin darse cuenta.

 Zagato se acercó un poco más.

 -Hay cosas que tú y yo nunca terminamos de discutir...

-Zagato, este no es un buen momento...

 -Es tan bueno como cualquier otro. Has llamado a otros tres guerreros, los guerreros de tus genios oscuros. Y me he estado preguntando por qué lo hiciste. No hay ninguna Violeta por aquí, que yo sepa, y no los habrás llamado por mi hermana, ¿verdad?

 -No veo qué tiene que ver una cosa con la otra.

La sonrisa de Zagato se esfumó. Con rápidas estocadas de advertencia hizo que los que rodeaban a Clef se apartaran a toda prisa y acorraló al mago contra la pared. Marina quiso correr hacia ellos, pero Latis la detuvo.

-Espera –murmuró-, es mejor que pongan las cosas en claro de una vez.

-Pero... –quiso protestar ella.

-¿Por qué? –dijo Zagato, sin que su voz sonara alterada en lo más mínimo.

 -¿Qué es lo que quieres? –respondió Guruclef.

-¿Recuerdas a Violeta?

-La predecesora de Esmeralda.

-¿Recuerdas cómo murió?

Siguió un silencio tenso, hasta que Clef habló en un murmullo.

-Fue muerta en lo que ahora es la prisión de cristal.

-Guruclef, fuiste tú quien lo hizo.

Los tres guerreros mágicos contuvieron la respiración... ¿ese sujeto tan agradable había matado a alguien? Hubo un nuevo silencio en el que todos  permanecían a la espectativa.

-No recuerdo eso...

La cara de sorpresa de Zagato fue indescriptible, por un segundo o dos pareció estar totalmente desconcertado, pero se recuperó enseguida. Le dio  la espalda a Guruclef y se alejó unos cuantos pasos, el mago se encogió de hombros e iba a tomar otro camino cuando, repentinamente, Zagato lanzó un grito y, volteando nuevamente, con tanta rapidez que la vista no podía seguir sus movimientos, clavó su espada, casi hasta la mitad de la hoja, en la pared, a milímetros del cuello de Guruclef.

Los corazones de todos parecieron detenerse. Guruclef echó la cabeza hacia atrás y, muy lentamente, tragó saliva. No había cólera ni odio en los ojos de Zagato y eso era todavía peor que cualquier otra cosa.

-Cuando Violeta quiso reemplazar al Espíritu de Céfiro, llamaste a tres guerreras mágicas para despertar a Zeres, Windom y Rayearth, pero Violeta acabó con las tres cuando apenas iniciaban la búsqueda de los genios. Latis, Lanis y yo te pedimos que llamaras a otras tres guerreras, las que despertarían a Sitfrith, Amar y Perseo... tú te negaste... ¡¡¡Entraste a mi mente, robaste mi habilidad con la espada y luchaste contra Violeta tú mismo, hasta que la mataste!!! Ahora has llamado a otros tres guerreros, los destinados a los genios oscuros... ¿¿A quién quieres matar?? ¿A quién temes todavía más de lo que temías a Violeta como para que ahora sí te arriesgues a despertarlos?

-Zagato, no tengo idea de qué me hablas...

-¡¡NO ME MIENTAS, DESGRACIADO!!!

Lanis trató de sujetar el brazo de Zagato, pero él le dio un empujón sin mirarla, la joven se estrelló contra Ascot y ambos fueron a dar al suelo.

Ella trató de levantarse de inmediato, pero Ascot la sujetó y se las arregló para inmovilizarla.

-¡Quieta! –le dijo al oído-. ¡¿Acaso quieres que te lastime, pedazo de  loca?!

Lanis miró a Ascot haciendo una mueca.

-¿Por qué no peleas de nuevo tú mismo en lugar de esconderte detrás de esas criaturas? –le dijo Zagato a Guruclef.

-¡Amo, esto no está bien! –gritó Nova.

Zagato le lanzó una fría mirada al elfo.

-No te metas, Nova.

-Amo, yo estaba ahí. Cuando todo terminó, Guruclef le devolvió a usted lo que le había robado, y más: renunció para siempre a su propia habilidad...

-Como una forma de castigarse a sí mismo. Ya lo sé. Pero eso no sirve para arreglar nada. Desde el momento en que entraste a mi mente como si yo no fuera más que un juguete de tu propiedad, empezaste a despedazar mi vida...

-Por eso nunca volviste a confiar en mí y no me dijiste lo que pasaba entre  Esmeralda y tú hasta que fue demasiado tarde –interrumpió Clef, comprendiendo de repente y con una mirada llena de pena-. ¡Zagato! Yo... lo  lamento tanto...

-¡¡¡¡CÁLLATE!!!!!!

-¡Basta! –chilló Marina-. ¡Son cosas que pasaron hace muchos años! ¡¿¡Es que tú nunca perdonas!?!

Zagato desclavó la espada con un movimiento brusco y tan descontrolado que hirió levemente a Guruclef en un hombro sin que éste pestañeara siquiera. Lanis forcejeó con Ascot, pero él seguía sujetándola con todas sus fuerzas.

-Toma una espada y pelea.

-¿Qué?

-¡Demuéstrame que en verdad no has tenido más remedio que llamar a los guerreros de tus otros genios!

-No son mis...

-¡¡¡HAZLO!!!!

Guruclef se aproximó a Marina y tomó la espada de ella.

-Imposible –murmuró Ráfaga, al ver que la espada azul no se volvía de agua en manos que no eran las de su dueña.

-No, no es nada extraordinario –susurró Presea, pero no le dio ninguna explicación.

Con aire de resignación, el mago enfrentó al guerrero. Al primer choque de espadas, Guruclef quedó desarmado.

-Recógela –ordenó Zagato.

-No tiene caso...

-¡RECÓGELA!

Guruclef obedeció y fue desarmado nuevamente de la misma manera.

-Recógela.

-¿Vamos a estar así todo el día?

-¡RE...!!!

-¡¡Sí, sí, como digas!!

Pero Lanis había logrado desprenderse de Ascot (dándole un buen codazo que le había sacado el aire) y recogió ella la espada para enfrentarse a su hermano con una mirada decidida.

-¡Lanis! –exclamaron todos.

Zagato frunció el ceño e intentó el mismo movimiento que había usado para desarmar a Guruclef, Lanis lo eludió y apoyó la punta de la espada contra el  pecho de Zagato.

-Lanis, por favor –dijo Guruclef con exasperación.

-Ahora sí que lo he visto todo –murmuró Zagato.

-¿Qué? –dijo Clef-. Oh... cielos...

Lanis tenía en las manos la espada de Marina... y la espada le obedecía. La joven miró a su alrededor, desconcertada al sentir las miradas de todos fijas en ella, luego miró la espada y se sonrojó de repente, un segundo antes de que el arma perdiera su forma y cayera al suelo convertida en agua, para luego recuperar su forma normal.

Guruclef hizo retroceder a la joven y recogió la espada, para enfrentar de  nuevo a Zagato, que lo desarmó por tercera vez.

-Vaya que eres un desastre –dijo Zagato con impaciencia.

-¡Yo dije yo mismo antes que nadie!

La mirada sombría de Zagato pareció suavizarse un poco.

-Entonces... en verdad renunciaste a tu habilidad como guerrero... ¿y has  llamado a estos tres porque ya no puedes luchar por ti mismo?

-¡¡Es lo que he estado tratando de explicarte, Zagato!!! ¡Yo no los llamé!

Zagato bajó la espada.

-¿Entonces?

-¡¡Yo qué sé!!

 Luego de una pausa desconcertada, Zagato empezó a reír como si de pronto hubiera quedado libre de un gran peso.

-¿Y ahora qué diablos le pasa? –murmuró Paris.

-Habrá acabado de volverse loco –replicó Ascot.

            La risa desapareció tan repentinamente como había aparecido.

-Recógela.

-¿Otra vez?

-Sí, otra vez.

-¿Pero por qué? ¡Es más que obvio que no podría usarla aunque quisiera!

-¡Pues vas a aprender!

-... ¿qué?...

Con una sonrisa ligeramente malvada, Zagato hizo un ademán indicándole a los demás que podían marcharse.

-Si alguien más en Céfiro tiene poder como para convocar guerreros del Mundo Místico y no fuiste tú, significa que tenemos una nueva amenaza y debemos estar preparados en todos los frentes. ¡A partir de este momento, eres mi  alumno!

-Tu... ¿¿¿QUÉÉÉ???

-Así que recoge esa espada y a ver si logras sujetarla con fuerza esta vez. Y no como una niña, como has estado haciendo...

-¡¡Oyeeee....!!! –protestaron las tres princesas.

-Mis disculpas –dijo Zagato con una reverencia.

Con un suspiro de resignación, Guruclef recogió la espada.

-No se enojen con él... eso fue lo que yo le dije el primer día que empecé a enseñarle esgrima...

Viendo que Clef aceptaba esa situación tan extraña todos comenzaron a marcharse. Todos excepto Lanis que miraba preocupada a Clef y Ascot que la miraba a ella.

-¿Lanis? –Zagato le miró con suavidad.

La joven esquivó su mirada y colocó una de sus manos justo en su pecho.

-No tienes que preocuparte por mi –dijo Clef animado mientras intentaba mover la espada en el aire, pero solo logró hacer movimientos que causaban lástima.

Cuando Lanis levantó de nuevo la cara estaba completamente empapada en lágrimas. Por un momento abrió los labios como si quisiera decir algo, pero se cubrió la boca con la mano y comenzó a sollozar.

Fue Ascot quien se acercó a consolarla.

-Oye... las niñas fuertes no lloran –dijo el chico en tono burlón.

Zagato frunció el ceño al ver que ella se abrazaba a Ascot. Verla así le hacía pensar que estaba en medio del oceano y se aferraba a lo primero que encontraba a su paso.

-Dí que es lo que deseas, hermana –Zagato se acercó y la separó de Ascot para abrazarla y mirar al chico con cuidado. –Sea lo que sea, yo lo haré por ti.

Lanis se separó y se arrodilló, colocó las manos sobre el pasto e hizo que desapareciera dejando solo tierra seca ante la mirada sorprendida de Clef y Ascot. En ese lugar escribió algo. Al levantarse de nuevo una amarga mirada se asomó en sus ojos. A Clef le pareció que había desnudado su alma, tal vez no lo haría de nuevo.

Zagato solo cruzó los brazos enfadado.

-Eso no es posible, Lanis... Estas enferma, no puedo dejarte hacer eso, no me permitiría volver a perderte, es absurdo.

Antes de que Ascot o el mismo Clef pudieran ver lo que había escrito Lanis reapareció el pasto y tras hacer una ligera inclinación se marcó a toda velocidad con Ascot pisandole los talones.

-¿Zagato? –Clef estaba muy confundido.

-¿Alguna vez tomaste la habilidad de mi hermana como lo hiciste conmigo?

-¿Tan malvado parezco?

-Lanis quería ser tu maestra en mi lugar, no dudo que haga un buen trabajo, pero había algo más...

-¿Algo más?

-Me da la impresión de que ella no quiere que luches bajo ninguna circunstancia... pareciera que ella haría cualquier cosa por ti aunque fuera muy peligroso.

 

Cizeta

 

            -Me complace tu devoción hacia mí, Brian, pero no había necesidad de esa pequeña guerra que entablaste con Lady Akiko en el mercado.

            Brian bajó la mirada con aspecto de sentirse miserable, si bien su ama no estaba tan segura de si era o no pura apariencia. El chico podía ser un misterio.

            -Sin embargo, me parece que hiciste una buena compra. ¿Cómo se llama el nuevo esclavo?

            -Borean de Céfiro, mi Señora.

            Nira le dio la espalda a Brian, quizá un poco demasiado aprisa, para que no la viera palidecer. Ahora comprendía qué había de familiar en el aura del nuevo sirviente. Era el eco que percibía en todas las cosas que habían pertenecido a Mirai, el eco de la presencia de quien había causado la muerte de la princesa.

            Tenía que llevar la misma sangre de Guruclef. Y ella había estudiado a los habitantes de Céfiro el tiempo suficiente como para saber quiénes integraban su familia cercana.

            ¡Borean!

            ¡Tenía en su poder al hijo del asesino!

 

Céfiro

 

La incómoda escena provocada por Zagato había quedado asimilada por todos y ya no les sorprendía verlos juntos desde hace un día intentando manejar una espada (por parte de Clef).

No muy lejos de ahí, una maia llamada Bianca entró a la habitación de la pequeña Ariel llevando por las orejas a un conejo blanco que pataleaba y chillaba al tiempo que se retorcía.

            -¡Ya cállate, Nikona! –exclamó, al tiempo que la arrojaba contra un almohadón.

            Acto seguido, Bianca miró de arriba abajo al osito de peluche de Ariel, que estaba bien acomodado en una sillita.

            -Y tú... ¡¡A ver si despiertas de una buena vez y asumes una forma en la que puedas servir para algo, bola de pelos!!

            Un tenue brillo dorado envolvió al osito y en su lugar apareció un niño de cabello castaño.

            -¿Pero qué mosca te ha picado hoy, Bianca? –preguntó el maia Ossian, guardián y protector de Ariel, de la misma manera que Bianca era la guardiana de Borean.

            -¿Qué me pasa? ¿¡¿Que qué me pasa?!?

            -¡Paaa pu! –dijo Nikona, y Ossian empezó a reír lo más discretamente posible.

            -¡No tiene nada que ver con mi edad! –gritó Bianca exasperada-. Dejen que les explique, Lanis...

            -¡Ossian, Nikona! –una loba blanca y rosada se materializó de repente frente a ellos-. ¡Vayan a vigilar a Ariel, hay peligro acercándose!

            -¡Pa!

            -¡Inmediatamismo!

            Ossian y Nikona desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, la loba saludo a Bianca con una inclinación de cabeza y desapareció también. Bianca se dejó caer al suelo.

-¡¿¡¿Pero es que NADIE va a escucharme?!?!

 

 

Lanis levantó la mirada y frunció un poco el ceño al reconocer esa energía tan insistente que se acercaba. Sabía a la perfección que Hetmar no se rendiría hasta encontrar lo que estaba buscando y lamentablemente recordaba a la perfección cada mínimo detalle de su estilo de lucha. En pocas palabras, no tenía herramientas para defenderse de él, no si quería evitar mayores problemas, aún no era el momento adecuado.

Definitivamente había que considerar muchas cosas, en especial el por qué esa energía se acercaba  a una velocidad apreciable.

Lanis suspiró tranquilamente y regresó a su labor. No era necesario combatir contra Hetmar, mucho menos con la otra presencia que se acercaba del lado contrario al del príncipe extranjero. No había querido hacer uso  de esos dos guerreros que quedaban, pero tenía que hacerlo si deseaba que lo que más amaba estuviera a salvo del príncipe.

Justo cuando había logrado atar los tallos de una flor salió Guruclef al jardín. Lanis sonrió y se levantó para darle la guirnalda que acababa de hacer, pero se detuvo al notar el cansancio en su mirada. Se mordió el labio inferior, consciente de que la tensión por su presencia en el palacio era buena parte de las preocupaciones del mago. A pesar de eso Guruclef le sonrió.

-Por fin has logrado hacer una... parece que tu habilidad ha vuelto.

Lanis sonrió.

Guruclef pensaba decir algo más, pero en ese instante sintió una energía negativa que se acercaba al castillo. Levantó la mirada al cielo buscando al causante hasta que por fin vio una mancha que obscurecía el cielo lentamente.

La mancha cubrió la parte de arriba del castillo, como anunciándose, y luego descendió con lentitud hasta el jardín. En el centro de la oscuridad, una figura humana se hizo presente. Se trataba de un joven delgado vestido totalmente de negro, su cabello era de un color azul claro y sus ojos eran verdes. Llevaba sujeta a la cintura una pesada espada sencilla, mientras que su frente estaba adornada por una tiara y un símbolo extraño justo en el centro de ella.

-Guruclef, qué gusto verte de nuevo –dijo el joven con cierta ironía–. Imagino que me recuerdas, soy el príncipe Hetmar.

-¿Puedo saber a qué se debe su visita? –preguntó Clef con desconfianza, no recordaba para nada quién pudiera ser ese joven, pero su aura no le agradaba en lo más mínimo.

-Esto no  es una visita, mi Señor... es un aviso...

-¿Un aviso?

-Así es... vengo en nombre de la futura reina de este mundo para exigirle presentar a todos sus guerreros en este instante, entre ellos hay uno que debe abandonar este mundo, por el bien común.

Lanis se acercó a un lado de Guruclef y sonrió un poco, Hetmar seguía tan engreído como siempre.

Hetmar la miró largamente hasta que una sonrisa llena de burla se dibujó en su boca y continuó:

-Ese guerrero podría ser la ruina de este planeta. Creo que al final me agradecerás que te libere de su presencia, puedo garantizarte que no será lastimado... bueno, tal vez un poco, aún tenemos pendiente el final de un duelo.

-No entiendo de qué estás hablando –dijo Clef un poco molesto–. En este planeta no hay una futura reina, ni tampoco un guerrero que deba ser eliminado, a menos que te refieras a ti mismo.

-¿Quieres decir que estás dispuesto a enfrentar las fuerzas obscuras? –preguntó Hetmar enarcando una ceja–. Piénsalo bien, nosotros no pensamos tolerar esa clase de actitudes.

-No hay actitudes que tolerar, ustedes no gobiernan este lugar y en lo que a mí respecta, nunca gobernarán mientras exista el Consejo.

-Ah.... así que se trata del Consejo... Está bien... entonces tendré que destruir su “Consejo”.

Después de decir eso Hetmar extendió los brazos y de entre ellos escaparon cientos de bestias.

Lanis tomó el brazo de Clef y lo apretó con fuerza para alejarlo del peligro, pero él se soltó de manera casi brusca y preparó el báculo para iniciar un ataque.

Afortunadamente Ráfaga, Latis y Caldina salieron en ese instante y pudieron unirse al combate. Casi enseguida Marina, Lucy y Anais hicieron acto de presencia y se incorporaron también.

Lanis retrocedió hasta que unas manos descansaron en sus hombros; casi dio un respingo cuando vio a Zagato y se alejó como si su contacto le quemara. El joven frunció el ceño, iba a ser difícil alejar a su hermana de la pelea y ayudar a los demás al mismo tiempo.

Por su parte, Hetmar no podía evitar sentirse frustrado al ver a tantos guerreros menos el que buscaba. Había pensado que podría obligarlo a salir si atacaba el castillo, pero no lo veía por ninguna parte.

-Está bien –masculló furioso–. Al parecer, voy a tener que ser rudo contigo.

Hetmar extendió los brazos nuevamente y una bestia se materializó justo frente a él. Con un ademán, le indicó a Guruclef y la bestia se lanzó contra el mago, que estaba demasiado ocupado destruyendo a otro monstruo como para darse cuenta de que el recién llegado iba a atacarlo por la espalda.

Si el ataque hubiera sido silencioso, probablemente habría tenido éxito, pero la bestia no pudo evitar un rugido de triunfo que obligó a Clef a voltear a verlo. Los ojos del mago se abrieron mucho al ver lo que se le venía encima, era una bestia muy poco común y no pudo identificar a qué elemento correspondía, quizá era una mezcla de todos... El hechizo que le lanzó a toda prisa no surtió ningún efecto, ¡aquella cosa definitivamente no procedía de Céfiro!

Los otros monstruos eran versiones pervertidas de las criaturas de Céfiro, pero este otro era de una naturaleza diferente, y el poder del mago... o incluso el poder del Vala, tenía tan poco efecto sobre eso como sobre los Genios Oscuros, que también provenían de un poder sobre el cual no se le había dado ningún dominio. Bajo esas circunstancias, rechazó el primer ataque de una manera más sencilla: con un fuerte bastonazo que desequilibró a la bestia y la hizo caer en tierra con un rugido estremecedor, pero fue sólo una solución temporal. El animal se levantó de nuevo y atacó otra vez, Guruclef cerró los ojos involuntariamente y esperó. Pero no ocurrió nada. Cuando se atrevió a mirar de nuevo, descubrió que la bestia estaba completamente congelada, y entre la bestia y él estaba un joven de cabellera completamente blanca al que no conocía... ¿sería acaso el guerrero del que Hetmar estaba hablando al principio? Antes de que pudiera decir nada, el joven desconocido partió en dos el bloque de hielo con un solo golpe de su espada.

-¿Quién...? –empezó a decir Guruclef.

-¿Quién es ese enano? –se escuchó la voz de otra persona. El joven que estaba junto a Clef aún sosteniendo la espada con la que había matado a  la bestia miró hacia el cielo casi con exasperación.

-Es Guruclef –respondió con voz calmada, pero se notaba que estaba por perder la paciencia.

-¿Guruclef? –otro chico bajó a un lado del mago y lo miró de manera crítica, como si se tratara de un cuadro en una exposición de arte-. ¿ eres Guruclef?

-Err... Sí...

-No puedo creerlo... se supone que se nos llamó para proteger a alguien importante –reclamó el joven al otro.

Una vena empezó a destacar en la cabeza de Guruclef, había tenido un día pésimo y ese muchacho insolente no estaba ayudando nada a mejorarlo.

-A mí no me mires... esta es la voluntad de nuestro creador –dijo el del cabello blanco, para después desentenderse de ellos y levantar la mirada hacia Hetmar–. Cualquiera que se atreva a desafiar al Consejo deberá enfrentar a sus genios protectores, así nos ha sido ordenado.

-¿Genios?... ¿No sería mejor que enviasen a su mejor guerrero?... La primera vez que vine a este mundo me recibió un guerrero muy poderoso... no perderé mi tiempo en “Genios” –dijo Hetmar, notablemente molesto.

-No somos una pérdida de tiempo, somos los protectores de este mundo. Y yo seré tu oponente... El señor de los Hielos, Sitfrith.

Clef miró a este joven casi con horror, después desvió la vista hacia el otro e intentó reconocerlo como al primero. ¡Si ese era Sitfrith, el otro no podía ser nadie más que Perseo! ¡Los dos con apariencia humana, justo como había ocurrido con Amar! ¡No era posible que los tres Genios Oscuros se hubieran reunido de nuevo sin nadie que los guiara, demasiado poder, demasiado salvaje, completamente incontrolable!...

-No quiero pelear contra ti, Señor de los Hielos –de alguna manera, Hetmar se las arregló para que el título de Sitfrith sonara como un insulto-... Presenta a tu amo ante mí... tal vez con él pueda hacer una excepción –dijo Hetmar con burla y tras hacer un movimiento con una mano desapareció junto con lo que quedaba de sus bestias.

-Ja ja ja ja... Esa es la verdadera reacción que provoca el temible Perseo, Señor de las Bestias –dijo el otro joven haciendo una señal de triunfo.

Guruclef se acercó casi con precaución, cuando estuvo a punto de hacer una pregunta alguien se le adelantó.

-¿Qué rayos están haciendo ustedes aquí?

-¡Querida Amar! –exclamó Perseo con alegría.

-¿Sitfrith? –preguntó Amar.

-Se nos ordenó que viniéramos aquí y protegiéramos a... al Consejo...

-¿Estás bromeando? ¿Al Consejo?

-Bueno, más o menos... pensamos que no lo haría, pero lo hizo. El caso es que nos ordenó que protegiéramos a Guruclef –explicó Sitfrith.

-Si me lo preguntas, hubiese preferido ir a cualquier lado menos a este, cualquier cosa es más interesante que cuidar de este enano –aseguró Perseo con expresión aburrida. Casi justo cuando terminó de hablar, un golpe aterrizó en su cabeza. Perseo volteó dispuesto a vengarse del agresor, pero se detuvo al ver unos ojos  azules llameantes de rabia.

-¿Quién rayos es esta loca? –preguntó tratando de evitar que se le saltaran las lágrimas por el golpe, sin mucho éxito.

Guruclef se tapó la boca a toda prisa para que los demás no lo vieran sonreír, había estado a punto de darle un bastonazo a Perseo, pero la joven se le había adelantado.

-Es Lanis Shield –dijo Amar.

-¿Ella es Lanis? –preguntaron los dos hombres sorprendidos.

-Vaya... hace mucho que quería conocer a la niña prodigio de nuestro amo. –Perseo parecía sorprendido.

-De cualquier manera, Perseo, debes tener más respeto a Guruclef –dijo Amar con una mirada que no admitía réplicas.

-Uh.

-¿Alguien puede explicarnos qué es lo que está ocurriendo aquí? –preguntó Marina, quien venía acompañada de Lucy y Anaís-. ¿Guruclef... quiénes son ellos?

-Pudimos ser sus genios, princesas de Céfiro –aseguró Sitfrith acercándose de manera lenta para terminar tomando la mano de Marina y llevársela a los labios–. Permítame presentar a los Genios Oscuro, mi bella dama.

-Los asesinos de princesas –completó Perseo sin darle importancia y echando a perder todo lo que había logrado Sitfrith.

-¿Ustedes son los Genios Oscuros? –preguntó Lucy sorprendida.

-Así es... Se nos encerró en un sueño profundo después de cumplir nuestra primera misión en Céfiro... Si me lo preguntan, ha sido un largo sueño, lo que me recuerda... Guruclef... ¿dónde están nuestros guías?

-Ustedes despertaron sin guías... ¿o no?... Entonces no tienen por qué buscar alguno.

Amar hizo una mueca que intentaba ser una sonrisa para después mirar a tres jóvenes que caminaban en su dirección.

-Esos tres chicos provienen del Mundo Místico –explicó Amar sin mucha emoción–. La morena es Nadezhna, la rubia es Selene y el chico pelirrojo es Vadalhub.

Sitfrith y Perseo miraron a los tres chicos con detenimiento.

Sitfrith posó sus ojos en Nadezhna como si intentara escarbar en lo más profundo de sus pensamientos, finalmente reconoció esa voluntad que él requería para ser guiado a un combate, lo cual significaba que ya no era necesaria la prueba, después de todo, ellos tres nunca habían sido como Zeres, Windom y Rayearth, presumían de poder conocer el corazón de un humano con sólo mirarle a los ojos.

Por su parte, Perseo no dejaba de mirar a Selene, después de un rato sonrió y aceptó lo que le estaba ofreciendo, esa voluntad agresiva que él requería y que sólo ella podía brindarle.

-¿Amar?... ¿Quiénes son estos sujetos? –preguntó Vadal un poco confundido.

-No te preocupes, solo son los dos genios restantes.

-La herida aún sangra, pero nadie se ha dado cuenta, tal vez para cuando sea demasiado tarde ya no podamos hacer nada –dijo Sitfrith como si hablara solo, después miró a Nazhna-. ¿Cómo podremos liberarlo de su propio castigo?

La  chica lo miró sobresaltada, no entendía de qué le estaba hablando el genio, pero parecía necesitar realmente una buena respuesta, recapacitó un poco y contestó.

-Tal vez lo más importante solo sea una imagen.

Sitfrith sonrió por esa respuesta.

-Nos llevaremos a los chicos–. anunció Sitfrith con toda la calma del mundo.

-¡Pero no pueden!... ¡¡Ellos no son capaces de sobrevivir fuera del castillo!! –dijo Clef horrorizado.

-Eso no es de tu incumbencia –Perseo imitó la seriedad de su amigo y mostró un lado cruel–. Nosotros nos encargaremos de darles el entrenamiento necesario para el combate.

-¿De qué combate hablan? –preguntó Marina.

-Hetmar no es algo de qué preocuparse, ya fue vencido una vez y lo será de nuevo –aseguró Sitfrith–. El verdadero problema es un poder que se oculta detrás suyo, es este poder lo que debemos eliminar... Rayearth, Zeres y Windom no podrían hacer nada contra ese poder, están demasiado cercanos al poder del Vala como para poder luchar contra esa fuerza, así que nos corresponde a nosotros y a nuestros guías encargarnos de eliminar la amenaza.

-¿Se refieren a una princesa? –preguntó Lucy ante la mirada sorprendida de todos.

-Tal vez –dijo Sitfrith respondiendo a la mirada desafiante de la pelirroja–. No me importa de quién se trate... mi único interés es que Céfiro esté a salvo aún si eso significara eliminar al propio Consejo.

-No sé quién sea su amo, pero el Consejo fue creado por decisión del Vala Céfiro, y sobre el Consejo y el Vala recae la mayor autoridad de este planeta. No voy a permitir que se lleven a los niños, no sin tener cuando menos una explicación clara de quién los envía y a quién piensan que va a combatir.

El mago no pudo continuar, con un movimiento veloz que sorprendió incluso a Perseo y Amar, Sitfrith llegó hasta él y lo sujetó con una mano, mientras que con la otra le aplicaba al cuello el filo de la espada.

- Tú sabías desde el principio que nosotros tres no te obedeceríamos. No tienes poder sobre nuestras voluntades y ahora que has compartido tu fuerza con estos seis mortales, tampoco tienes manera de obligarnos a obedecerte, ni siquiera de enviarnos a dormir de nuevo. Si querías evitar esta situación, debiste destruirnos cuando pudiste... y no lo hiciste, ¿verdad? Quizá precisamente porque esperabas que nuestro amo te explicara el por qué de nuestra existencia. Bien, pues aquí estamos y vamos a proteger a Céfiro aún en contra de Céfiro mismo. Así que quédate tranquilo y no me hagas matar una parte importante del nuevo Consejo. No vamos a lastimar a nuestros guías y tampoco quisiera tener que pasar por la pena de hacerte daño.

Marina miró a Amar suplicante, pero notó esa misma mirada fría en sus ojos, ¿ella también dañaría a Guruclef si le estorbaba?

-¡¡Ya basta!! Si lo que quieren es que los acompañemos, lo haremos, no es necesario que amenaces a nadie -dijo Selene sacudiéndose el miedo y la tensión del momento. Sitfrith bajó la espada y llamó a Labkca.

-¿Realmente lo matarías? –pregunto Latís un poco incómodo.

-Haría cualquier cosa por Céfiro –respondió Sitfrith–. Y no sólo yo... los seis genios fuimos creados para eso... por supuesto tres de nosotros tenemos más “libertad de pensamiento” que el resto... Por cierto, qué lindo color de cabello tiene tu hermana.

Lanis dio un respingo ante esas palabras y por primera vez accedió a esconderse detrás de Zagato.

-Está bien... vamonos.

Sitfrith tomó la mano de Nazhna y la guió hasta el ave, Perseo dejó que Selene subiera por sí sola mientras que Vadal trepó al caballo con una expresión extraña en el rostro.

-No te preocupes por ellos –dijo Amar cuando sus dos compañeros se retiraron lo suficiente–. Los cuidaremos con nuestras propias vidas si es necesario.

Clef hizo un ademán afirmativo.

-¿A quien quieren matar? –preguntó con voz insegura.

-No estoy segura... ¿por qué no le preguntas a tu sacerdotisa?... ella puede ver el futuro, ¿no es así?

 

***

 

-¿Se nos permite amenazar al Espíritu? –preguntó Perseo un poco confundido.

-No amenazamos al Espíritu –contestó Sitfrith con toda calma y sujetó las riendas de la enorme ave con más fuerza mientras Nazhna intentaba sujetarse a su cintura.

-¿De que rayos están hablando? –preguntó Selene-. ¿Estaba el Espíritu en ese lugar?... yo no lo vi.

-¡¡Por supuesto que no, tonta!! Es un Espíritu –exclamó Vadal desde atrás.

Perseo miró a su compañero un poco incómodo.

-¿No estamos confiando demasiado en nuestro creador? –se oyó la voz de Amar–. Ni siquiera sabemos dónde pueda estar, además él nos quitó nuestra forma real...

-Piensa en lo que tenemos, Amar –dijo Sitfrith–. Nuestros guías están aquí y hay pruebas suficientes para saber que el planeta está en peligro...

-Comprendo –aceptó la chica.

 

Autosan

 

           "Llegó al mismo tiempo que yo, ya estaba ahí la primera vez que abrí los ojos. Tal vez el término 'abrir los ojos' no sea el más correcto, ya que no tengo un cuerpo material. Digamos mejor que cuando permití que mis sentidos empezaran a percibir la realidad física del universo, él (eso) ya estaba ahí. Devorando la energía de mi mundo.

            A toda acción corresponde una reacción igual pero contraria, esa es una de las primeras cosas que aprendí al convertirme en un Vala. Esa afirmación tendría poco o ningún sentido cuando era yo un Ainu, pero al pasar a formar parte del universo todo cambió en una forma tan asombrosa...

            Pero estoy divagando. El caso es que eso estaba ahí desde el momento en que yo llegué a Autozan o quizá antes. Formaba parte de Autozan de la misma manera en que yo lo hacía y supe que se trataba de uno de los Caídos, los que siguieron al maligno Melkor y negaron la luz de Eru.

            Si mi misión era hacer habitable Autozan, la misión de mi enemigo era hacerlo inhabitable. Y he luchado contra él durante toda mi existencia en este universo.

            Hasta hace poco, cuando me di cuenta de que estaba perdiendo la batalla. Entonces dejé de luchar a ciegas y empecé a estudiar a mi enemigo. Entonces me di cuenta del error que había cometido todos estos millones de años.

            No estaba luchando contra un maligno Vala caído.

            Estaba luchando contra mí mismo.

            ¿Entiendes lo que quiero decir?

            Yo, Eurus, Vala de Autozan, soy el culpable de la destrucción del mundo que debía salvar"

            Lyanny sacudió la cabeza, no supo si para negar las palabras del Espíritu o porque estaba aterrada. ¿Esa confesión estaría relacionada con la desesperación del Alto Señor por atrapar a Eurus?

 

 

Continuará...

 

 

Notas de las autoras:

 

Daga: ¡Perdónperdónperdón! El retraso en los capítulos es culpa mía, pero estoy haciendo todo lo posible por ponerme al día con mi parte. ¡Gracias por su paciencia!

Akiko: Bueno, como siempre personajes extraños sin misión aparente... Quiero agradecer a todos los que han leído Un sueño Olvidado hasta este capitulo, en especial a Daga por el gran esfuerzo que hace por aguantarme... 

A todos aquellos que estén a punto de llenarnos de mails reclamándonos por el montón de personajes que aparentemente no hacen nada (mmm... como si tuviéramos tanta suerte), les voy a recomendar usar el mail de Daga... Claro que si quieren reclamar por notas como esta puedo ofrecerles el mío... por favor, no mandar el mismo mail mas de tres veces (de por sí mi correo esta bien loco).

 

Comentarios, sugerencias y tomatazos, pueden enviarlos a daga23@hotmail.com y akiko@correoweb.com