Capítulo siete

DUELOS INESPERADOS E INTENTOS DE FUGA

 

Cizeta  

Nira miró a su nuevo esclavo con una sonrisa ligeramente burlona.

-Así que provienes del planeta Céfiro... ¿cuál es tu nombre?

Borean permanecía serio y orgulloso frente a ella, las manos le ardían dolorosamente después de la larga sesión de trapeo, pero no iba a demostrar lo mal que estaba.

-Borean.

-¿Borean, qué?

La expresión de orgullo fue reemplazada por una de confusión. Ese era un detalle que no solía tener en cuenta. ¿Su apellido? Guruclef no utilizaba ninguno... el “de Céfiro” era más bien un gentilicio que un apellido, y, a fin de cuentas, Céfiro no era otra cosa el verdadero nombre de Clef.  ¿Sería adecuado decir el apellido de su madre? ¿Pero eso no sería como afirmar que no tenía padre?

-Soy Borean de Céfiro, hijo de Guruclef y la princesa Marina –dijo finalmente.

Nira sonrió más ampliamente. Así que no se había equivocado. Ese era el hijo del asesino de  Mirai y Altea.

-Yo soy Lady Nira –dijo, sencillamente-. Y estoy aburrida de que mis esclavos traten de engañarme asegurándome que fueron príncipes antes de llegar a una situación tan triste. ¿En serio esperas que te crea que eres hijo de un mago y una princesa?

-Es libre de creer lo que le dé la gana –replicó Borean, demasiado enojado como para tener en cuenta que él no había dicho en ningún momento que su padre fuera un mago y, por lo tanto, Nira no tenía por qué saberlo.

-Lo que has dicho es cierto, pero podías haber usado un tono menos insolente.

Borean se quedó boquiabierto por un instante, pero lo pensó mejor y decidió hablar con calma.

-Lo lamento, Señorita, estoy consciente de que mis modales no son los más apropiados. Le ruego que me perdone.

Después de todo, había visto a Guruclef capitulando un par de veces... para luego atacar con más fuerza.

-Así está mejor. Brian me ha dicho que te desempeñaste bastante bien en las labores de limpieza. Todos los esclavos nuevos en esta casa realizan al principio labores de esa clase mientras se determina cuáles son sus verdaderos talentos. ¿Tienes alguna habilidad especial, Borean?

¿Habilidad especial?

-Eh... –no, no iba a mencionar la magia para nada...- Sé leer y escribir y soy bastante bueno en matemática y ciencias básicas. También sé montar a caballo y conozco los cuidados que requieren esos animales. Fuera de eso... supongo que conocer a fondo la geografía de mi planeta de origen, su historia, literatura y funcionamiento político no me va a servir de mucho aquí...

-Supones bien.

-Y desconozco el protocolo que se usa en Cizeta, así que también puedo irme olvidando de eso... Creo que eso es todo lo que sé... Señorita.

-Mmm... no es mucho. Tendrás que aprender un oficio si no quieres pasar el resto de tu vida limpiando el piso.

Aquello sonaba como una amenaza seria...

-Ve a la cocina y ponte a las órdenes de Farús, supongo que te pondrá a lavar y cortar verdura por algún tiempo y luego verá si eres capaz de aprender a cocinar. Le diré a Brian que me tenga al tanto de tus progresos. Puedes retirarte.

-... Gracias, Señorita.

Nira sonrió ligeramente. Ese “gracias” había sonado como cualquier cosa menos como algo dicho con sinceridad. Tan pronto como estuvo sola, buscó con la mirada un retrato que ocupaba el sitio de honor en su salón favorito. La imagen de Mirai le devolvió la mirada sin emociones. ¿Era el Destino lo que había puesto al hijo del asesino en sus manos? Nira no creía en esas cosas, pero sin duda se trataba de una casualidad interesante.  

***

Armando apretó los labios procurando que no se notara demasiado su inquietud. ¿Qué habría sido de los demás?

Sabía que las chicas, cuando menos, estaban en el palacio, así que el tener que acompañar a Akil a una breve audiencia con el Sultán era una oportunidad inmejorable para tratar de contactarlas... claro que estaba el pequeño detalle de que si ese planeta se parecía tanto a los cuentos de las Mil y Una Noches como se notaba a primera vista, entrar a la zona del palacio destinada a las mujeres debía equivaler a una sentencia de muerte...

Céfiro

Un rayo atravesó los cielos como una sombra silenciosa, a su alrededor brillaba el aura maligna que había obtenido hace poco.

Jamás nadie había podido burlarse de él y no permitiría que los miembros del Consejo fueran los primeros.

A una distancia prudente descendió y apagó su energía sin dejar de mirar el paisaje. Estaba seguro de que ese era el lugar. Justo ahí había sido vencido por un formidable rival, también fue ahí donde rechazaron su muy generosa oferta.

Se olvidó del pasado y continuó su camino a pie. Después de unos momentos logró ver el lugar que estaba buscando, le sorprendió ver tan desprotegido el castillo por tierra, aún después de su ataque de la semana anterior, que casi rompió a reír de frustración. Él estaba acostumbrado a la vigilancia pesada y a los guardias inundando los lugares importantes. Pero definitivamente ese mundo de gente despreocupada era algo nuevo.

Unos sonidos le advirtieron que había alguien más muy cerca, quien fuera estaba acompañado y, por los sonidos que llegaban hasta él podría asegurar que esas personas estaban a la mitad de un combate o algo por el estilo. Con precaución se asomó por entre los arbustos. Una sonrisa malévola se dibujó en su rostro cuando pudo ver de nuevo a Guruclef.

En efecto, estaba combatiendo con alguien más, pero no podría tratarse de una pelea en serio, ya que con la lamentable demostración de torpeza e inexperiencia que estaba dando, su oponente podría haber vencido al mago desde el mismo principio, pero por alguna razón no lo hacía, por más oportunidades que se le presentaban y aunque éstas fueran cada vez más obvias. Aunque eso no le impedía decirle unas cuantas cosas con voz muy elevada y evidente disgusto.

Hetmar comprendió al instante. El otro era su maestro de esgrima... y estaba sumamente molesto por el mal desempeño de su alumno.

-¡Por todos los diablos!... Ese bloqueo fue de lo más patético, si lo vuelves a hacer, yo podría responder con algo como esto...

Zagato volteó la espada de manera brusca para liberar un poco su mano y concentrar una esfera de energía que Clef apenas esquivó por un pelo.

-¡Hago lo que puedo! –protestó Guruclef, que ya estaba empezando a hartarse de la forma en que se había invertido los papeles de alumno-maestro con Zagato y empezaba a decir sin darse cuenta las mismas cosas que solía decir Zagato cuando era su alumno. ¿Sería posible que nunca más fuera a dejarlo tranquilo?

-¡Pues no es suficiente! –no, no lo iba a dejar tranquilo.

-... ¡Pero es que esto es una pérdida de tiempo, yo...!

-Oh cielos... No cabe duda que tienes un alumno de lo más desesperante.

Clef y Zagato voltearon a mirar al dueño de esa voz. Hetmar sonrió y de un brinco salió de entre los arbustos.

-Recuerdo que tú me lo trajiste un día –dijo Hetmar a Clef con una radiante sonrisa–. Dijiste que era el más apropiado para enfrentarme e inocentemente accedí a esperarle. Por supuesto que no esperaba ser vencido por él de una manera tan... poco amable... Ahora, Guruclef, ¿por qué no dejamos de jugar y me lo entregas?... De esa manera puedo asegurar tu bienestar.

-No sé de lo que me hablas...

-Ahora finges demencia... Está bien... ¡Entonces lo haré salir! Supongo que vendrá enseguida tan pronto como empiece a despellejarte vivo...

-Clef no está solo –anunció Zagato levantando su arma.

-Lo está para mí –aseguró Hetmar-. ¡Veamos cómo van las clases en una pequeña práctica!

Hetmar estaba listo para disfrutar en grande acabando con esos dos, por supuesto que nunca imaginó recibir el ataque que llegó desde un costado. Aquel era un planeta de gente despreocupada, pero esa misma gente tenía muy poco respeto por las reglas de los combates nobles. ¿De qué otro modo podía explicarse el que aquella patética muchachita lo atacara sin siquiera molestarse en anunciar su presencia? Pero iba a pagarlo muy caro...

¿Por qué Lanis siempre salía de la nada sólo para proteger a Clef? Cuando Zagato la vio intentó imaginar cómo había hecho para llegar si se suponía que estaba en el jardín opuesto. Lo siguiente que lo inquietó fue saber cómo lograba que cualquier espada le obedeciera como si fuera su propia espada, ya que acaba de arrebatarle la suya para colocarse entre Clef y el invasor. Después se preguntó por qué parecía que no estaba dispuesta a pelear con todas sus fuerzas. Y por último se preguntó qué lo había hecho quedarse inmóvil y lleno de preguntas mientras Lanis enfrentaba a ese desconocido. Demasiadas preguntas y ni una miserable respuesta.

-¡A un lado, mujer! –gritó Hetmar exasperado–. No tengo tiempo para perderlo contigo.

Aparentemente sólo fue un codazo lo que Hetmar pudo darle a la joven, sin embargo, Zagato supo que no era así cuando la vio chocar contra un árbol cercano, ocasionando un gran destrozo.

Para aumentar su sorpresa, Lanis volvió a ponerse de pie, estaba un poco llena de tierra, pero no parecía haber algo más grave. O al menos eso pensó al principio.

Repentinamente la chica se llevó ambas manos a la cabeza enterrándolas en su cabello como si algo le hubiera lastimado justo en ese momento. Zagato corrió hasta ella olvidándose del pobre de Guruclef, que no sabía si mirar a Hetmar o a Lanis.

Lanis se zafó de los brazos de su hermano con una expresión agria en su rostro y cayó de rodillas apretando aún su cabeza. Y como si no pudiera evitarlo o como si algo más fuerte que ella se lo indicara, comenzó a llorar como se había hecho costumbre en ella. Sus manos pasaron de su cabeza a su boca e intentó ahogar los sollozos, pero no pudo.  Aunque se cubría la boca con ambas manos (o quizá precisamente por eso) el sonido ahogado que escapaba de entre sus dedos era muy similar al llanto de una criatura.

Hetmar la miró con desprecio, sonriendo.

-Ya estás muy grande para esas escenitas.

Era hora de poner un fin a esas molestas demoras. Tal vez finalmente su adversario se dignaría mostrarse cuando viera en peligro nuevamente al mago que tantas veces se había esforzado en defender. Al príncipe le constaba que los genios oscuros estaban demasiado lejos esta vez para responder a tiempo a cualquier llamado así que...

-Esta vez sí que te equivocaste.

¿En verdad era posible que aquella voz fría y cortante fuera la de Guruclef?

El llanto de Lanis aumentó en intensidad mientras Hetmar miraba con desconcierto a Guruclef, que permanecía frente a él con los ojos cerrados y el báculo empuñado con fuerza.

-No debiste hacerla llorar -añadió Clef, abriendo los ojos. El iris y la pupila de ambos habían sido reemplazados por un extraño fulgor lila, y su voz iba adquiriendo por momentos un eco lejano.

-Si va a comportarse como una niña, no debe meterse en juegos de adultos –replicó Hetmar.

Guruclef levantó el bastón.

-Tu magia no te servirá de nada –advirtió Hetmar.

-¿Quién habló de magia? -Clef levantó el bastón un poco más, el brillo de sus ojos se hizo más evidente al tiempo que un aura del mismo tono empezaba a manifestarse a su alrededor.

-¿Pero qué... –empezó a decir Zagato.

-¡¡No lo hagas!! –chilló una vocecita a su lado.

Zagato buscó a la persona que había gritado, no había nadie excepto el osito de Ariel... ¿pero cómo había llegado ahí el oso?

El planeta entero pareció detenerse cuando la luz alrededor de Guruclef alcanzó su punto máximo, y la luz misma pareció detenerse cuando el mago exclamó:

La luz se rompió y cayó convertida en delicados pétalos. Los pétalos de las  flores del árbol blanco. Por un instante, Hetmar se preguntó si realmente había existido esa luz lila, pero frente a él estaba Guruclef y ya no empuñaba un bastón de mago sino una espada... bueno, si es que eso...

-¿Qué clase de espada es esa? –exclamó Hetmar.

No tenía empuñadura.

Era solamente una hoja de dos filos que hería tanto al que fuera atacado como al que la usara. De hecho, la sangre de Guruclef ya manchaba su camisa blanca desde el puño de la manga derecha y la mancha avanzaba descendiendo hacia el codo.

"Es MI espada" replicó Clef, esta vez con una voz del todo inidentificable para Hetmar.

-... ¿Qué?... –murmuró Zagato.

"Cuando dejé el Coro de los Ainur se me dijo que podría ser un escudo para proteger a mi mundo. Pero que si pretendía ser una espada tendría que pagar un precio realmente alto. Fui creado para proteger la vida, no para quitarla. Y por ello no se me permite combatir, excepto con la fuerza de mi corazón"

Hetmar frunció el ceño. ¿“Coro de los Ainur”?

"Hay, sin embargo, dos formas en que puedo enfrentarme a un guerrero: usar como propios un talento y un arma ajenos, renegando de mi propia naturaleza..." desde su lugar, Zagato dio un respingo "O luchar hasta donde pueda resistir el dolor valiéndome de un arma que no es más que una expresión de mi alma, castigándome a mí mismo por desobedecer las leyes de los Valar"

Sin añadir nada más, Guruclef colocó la mano izquierda un poco arriba de la derecha y cerró ambos puños con firmeza, sin cuidarse del dolor ni de la sangre que perdía, para luego realizar un veloz movimiento y atacar a Hetmar.

Fue un movimiento distinto a todos los estilos que Zagato había visto hasta entonces. No era algo ardiente y entusiasta como el estilo de Lucy, no era una técnica elegante como la de Marina, no estaba llena de ligereza como la de Anaís, no mostraba el resultado de mucha experiencia y muchos maestros como el estilo de Paris, ni era el sistema perfecto y calculado de su hermano y él. Era algo más. Como ver a la Naturaleza en movimiento, algo increíblemente hermoso y a la vez completamente  aterrador.

Hetmar lo esquivó varias veces, sin poder borrar de su cara una expresión de asombro por la inesperada habilidad del mago, estaba seguro de que esa técnica era parecida a la de quien buscaba, pero tenía algo que faltaba, un elemento esencial, aunque no podría decir cuál. Por su parte, Clef parecía disfrutar aquel extraño juego y lo perseguía como si al mismo tiempo no quisiera alcanzarlo, a la vez que sonreía y mantenía los ojos casi cerrados, con cada fibra de su ser entregada a aquella danza mortal.

Más que suficiente para alterarle los nervios incluso a alguien más ecuánime que Hetmar. El príncipe se transportó lejos de ahí a la primera oportunidad, convencido de que el presidente del Consejo había enloquecido de repente.

Clef se quedó inmóvil, contemplando el lugar donde había estado Hetmar.

Zagato y Lanis se acercaron a él con precaución.

-¿Guruclef? ¿Te encuentras bien? –dijo Zagato, tocándole un hombro.

Clef soltó la espada con un grito terrible.

-¡¡ERU!! ¡¡¡DUELE!!!

Autosan

-¿Espíritu de Autosan? ¿Estás ahí todavía? –preguntó Lyanny con precaución.

“No me he marchado. No podría hacerlo aunque quisiera” Tal vez fuera sólo la imaginación de Lyanny, pero parecía haber una sonrisa en la voz apenas perceptible del Vala.

-He estado pensando... si no conoces otras formas de energía... ¿qué es lo que piensas hacer cuando lleguen los enviados de Céfiro?

“Uno de esos jóvenes que vendrán es un Vala de segunda generación” explicó Eurus “Algo muy poco común entre nuestra raza, la gran mayoría de nosotros no hemos tenido descendencia, al menos no mezclándonos con los mortales...”

-¿Y eso lo hace más poderoso?

“Todo lo contrario, su lado humano limita su fuerza. Pero lo interesante del caso es que le da una libertad de la que carecemos los miembros de la primera generación... cuando él esté aquí, su poder podría ayudarme a renovar el fuego interno de Autosan”

-¿”Fuego interno”?

“El fuego que ocupaba el centro del planeta cuando aún no se había convertido del todo en una roca muerta”

Los ojos de Lyanny se abrieron mucho, con completo asombro.

-¡El núcleo! El centro de Autosan está completamente frío, el magma se convirtió en piedra sólida hace millones de años, con eso cesaron para siempre lo que en otros planetas se llama... se llama...

“Terremotos. Sí, los movimientos de la corteza cesaron del todo cuando ya no hubo nada más que roca sólida desde la corteza hasta el núcleo, también bajó en forma drástica la temperatura del planeta... claro, en forma drástica desde mi punto de vista, para los habitantes de este mundo pasaron cientos de generaciones mientras eso sucedía, pero una vez que se agotó el fuego interno, todas las formas de energía conocidas fueron dedicándose más y más a evitar un congelamiento total. Y a medida que pasaba el tiempo, todo, incluyendo la producción de alimento y reciclar el aire, fue requiriendo más y más esfuerzo. No en vano somos el planeta de este sistema que está más alejado del sol, es poco lo que podemos aprovechar de su luz y calor, y con nuestro clima natural completamente congelado, la única esperanza de que mis criaturas sobrevivan es con el clima artificial que sostiene este mundo. A un altísimo costo energético... Pero una vez que el núcleo sea derretido de nuevo...”

-Habrá una nueva fuente de energía, y al mismo tiempo se elevará la temperatura a nivel global.

“Correcto”

-¿Estás seguro de que ese chico tendrá el poder suficiente como para lograr algo así?

Hubo un largo silencio antes de que Eurus contestara.

“No lo sé”

Céfiro

-No sé por qué lo hice –dijo Clef, respondiendo al interrogatorio de Zagato-. Sólo sé que cuando Lanis empezó a llorar fue como escuchar llorar a un bebé y... fue como si algo se rompiera dentro de mí. Nunca he podido  soportar el llanto de un bebé. Marina es testigo.

-Y que lo digas –murmuró ella, que estaba acariciándole las manos. Ya Anaís había usado el viento curativo para sanar las terribles heridas hechas por la espada sin empuñadura, pero Marina seguía reteniendo las manos de Guruclef entre las suyas, cosa que a él no le molestaba en lo más mínimo-. Cada vez que los gemelos lloraban, tú reaccionabas como si se fuera a hundir el cielo, y cuando empezaron a salirles los dientes y no paraban de llorar de día ni de noche, pensé que te volverías loco...

-No soporto oír a un bebé llorando –repitió Guruclef, con aire avergonzado.

-Y eso, ¿por qué será? –preguntó Ascot, enarcando una ceja.

-No lo sé. Tal vez porque cuando eso pasa no sé qué hacer. A un adulto puedes preguntarle qué le ocurre, ¿pero cómo puede un bebé decirte qué es lo que le duele o lo que lo molesta?

-¿Por qué Lanis comenzaría a llorar de esa manera? –preguntó Ascot casualmente y, sin esperar la respuesta, salió de la habitación.

-Ella nunca había hecho nada parecido –dijo Latis, lo que le ganó una mirada seria de su hermano-. Quiero decir, como un bebé... –aclaró–. Su llanto normalmente no se parece al de un bebé.

-En todo caso me gustaría que nos dijera por fin qué le pasa –declaró Zagato–.Ese silencio suyo comienza a molestarme.

-Después podremos preguntarle –dijo Latis.

Pero para ese entonces Ascot ya estaba con ella sin dejar de mirar los movimientos violentos con los que agitaba una vara de un lado a otro como si intentara cortar el aire.

-Creí que estabas dormida –dijo el chico.

Ella no dijo nada. Ascot pensó que era por que no había nada con lo que pudiera escribir, pero cuando ella volteó y pudo ver su expresión pensó en otra posibilidad.

Lanis movió la vara como si se tratara de una espada y en un instante Ascot la tuvo sobre su abdomen.

-¡¡Oye...!! ¿Quieres problemas?

Lanis frunció el ceño y retiró la vara para lanzarla lo más lejos que pudo. Después se sentó en el suelo muy molesta, cruzando los brazos.

-¡Eres una malcriada! –dijo Ascot sentándose junto a ella.

Lanis sólo suspiró.

-¡Vamos!... ¡Era broma!

La mirada de la chica estaba fija en el arroyo que estaba cerca, de repente se levantó y corrió hasta él dejando al chico sorprendido. Cuando estuvo frente al agua cristalina sumergió los pies en el agua (con todo y zapatos) y sonrió.

-¿Te hace feliz destruir el calzado? –preguntó Ascot cuando llegó con ella–. Por cierto, ¿por qué lloraste de esa manera?

Lanis lo miró de manera casi asesina y apretó los puños hasta lastimarse las manos y hacer que sangraran. Un destello lila se dejó ver en sus ojos por un instante hasta que los cerró y se sentó en la orilla tomando una rama para escribir algo.

“Tábatha lo sabe”

-¿Quién rayos es...? ¡¡Oye espera!!

Pero Lanis ya se había ido.

Cizeta

Nira entrecerró los ojos mientras contemplaba la luz del atardecer reflejándose en los techos de las casas.

-¿Sabes, Brian? Creo que ya es hora de organizar una fiesta.

Brian tragó saliva. ¿Una fiesta, había dicho? “Una pequeña fiesta” en términos de Nira implicaba al menos doscientos invitados. Para “una fiesta”, podía tratarse de quinientos invitados. Y a él le correspondía organizarlo todo. ¡Menos mal que el Ama no había hablado de “una gran fiesta” ni de “una fiesta realmente grande”!

-Asegúrate de que la primera invitación sea para lady Akiko, como siempre –continuó Nira, al parecer sin advertir la congoja de Brian.

-Por supuesto, Señorita.

Tenía que ponerse a trabajar de inmediato, y poner a trabajar a todos los esclavos de la casa.

Ese día y los días siguientes, Borean estuvo demasiado atareado como para siquiera poder empezar a reflexionar sobre su situación.

***

No había podido dormir.

Pese a que el sitio donde Askhars dormía era muy cómodo, él no podía dormir a pesar de estar cansado.

La “casita” era muy amplia por dentro con todas las comodidades que pudiera tener un rey. Decorada de blanco con el montón de almohadones de terciopelo donde seguramente dormía el felino.

Eso no era lo importante.

En realidad pensaba en todo el tiempo que se había perdido desde que tuvieron la mala suerte de ser capturados. Tal vez su tardanza sería muy lamentable de alargarse más, y Lyanny ya estaría preguntándose por qué tardaba tanto.

Con resignación miró de nuevo hacia una de las paredes que limitaban el jardín y descubrió que ya no había una espada paseando. Parpadeó confundido y se levantó de entre los almohadones para mirar con más cuidado.

En realidad no se veía nadie.

Con precaución abrió el cristal y se acercó hasta la pared  colocando su oreja en la superficie para escuchar.

No se oía nada.

Falcon pensó con cuidado en las circunstancias. A pesar de lo amable que prometía ser Akiko él no podía quedarse. Así que tenía que escapar.

Silenciosamente trepó por la pared no sin antes mirar por el borde para asegurarse de que no hubiera nadie. Cuando estuvo parado en el borde estuvo a punto de dejar escapar una exclamación pero se detuvo.

Recargado a la pared estaba un guardia... profundamente dormido.

¿Qué diría la niña si supiera que sus guardias dormían en horas de trabajo?

Falcon sonrió. Si lograba escapar eso no le importaría.

Caminó sobre la barda hasta llegar a tocar una de las paredes del palacio principal y de un salto cayó sobre el pasto. No conocía bien el castillo, pero estaba seguro de que en esa dirección estaba la salida.

Caminó con cuidado evadiendo a los pocos vigilantes que estaban despiertos hasta que por fin pudo ver la salida.

Las cosas no eran tal malas después de todo.

Céfiro

-No deberías preocuparte tanto... en todo caso no creo que intenten matar a una de las princesas...

Guruclef levantó la mirada y vio con cuidado el lugar... Seguía siendo el mismo templo, pero por alguna razón le pareció que esta vez estaba libre de toda influencia mágica, le pareció que realmente estaba en ese lugar y no en un sueño.

-Lanis... ¿por qué solo me hablas en mis sueños?... ¿Por qué?.

La joven sonrió y se acercó un poco. Su cabello negro estaba atado con un listón rojo y lucía un traje poco elegante del mismo color... por un momento pensó que no era su sacerdotisa, sino su alumna.

-No soy libre de verte, hasta ahora he podido darte un sueño tranquilo, pero cuando él sepa que estoy aquí para advertirte volverá a adueñarse de mí.

-¿De que hablas?

-No tengo tiempo para darte explicaciones, es necesario que tengas cuidado con la llegada de Hetmar, tal vez él pueda despertar un poder más peligroso.

Lanis movió un poco la cabeza y miró de manera reflexiva el paisaje.

-Sabes que yo te aprecio, Guruclef... eres como mi padre y no quiero que eso cambie... ¿comprendes?.

-No pareces pensar eso cuando estoy despierto.

-Tal vez no sea yo quien piensa eso –argumentó ella sorprendiendo a Clef –Yo sé que tú eres capaz de comprenderme... tu tienes amor para toda tu gente, es por eso que yo pude aprenderlo, pero no sucede lo mismo con él.

-¿Lanis?

-Tu no puedes amarme Guruclef... no importa lo que yo haga, no será para intentar hacer que me ames como mujer... es absurdo.

-Pero...

-¡¡Oye!!... Fuiste tú quien me dijo que tenía que poner todo en orden y eso estoy haciendo, además ya tengo a alguien...

-¿Quién?

-¿Amas a tus hijos, Clef?... ¿Sin excepción?

¿Amarlos?, ¡Claro que sí!. Lanis había hecho esa pregunta con algo de angustia.

Clef la miró con cuidado hasta convencerse que no tenía que seguir con tantos problemas por los coqueteos de la joven, él quería a Marina y nada le haría cambiar de opinión. Y Lanis no tenía de qué preocuparse. Siempre había sido una hija para él y seguiría siéndolo aún cuando él ya tenía sus propios hijos... ¿era eso? ¿Se sentiría desplazada por Borean y Ariel, como una niña pequeña que de pronto se enterara de que tiene nuevos hermanos? Pero él amaba por igual a todos sus hijos, sin excepciones, como había dicho Lanis.

-Me parece correcto que pienses así –dijo ella sonriendo.

-¿Leíste mis pensamientos?

-¡Después de todo este es mi sueño, pequeño! –exclamó la joven con una sonrisa burlona –Puedo hacer lo que quiera con él.

-¿Tu sueño?

-No lo olvides... mi sueño puede ser la clave de todo y a la vez puede ser nada... todo depende de lo que tu hagas. Ahora tienes que despertar antes de que él se dé cuenta de que estoy contigo.

-¿Pero quien es él? ¿Por qué le temes?

-No le temo... temo por él... Despierta Guruclef...

¿El sueño de Lanis?.

Clef abrió los ojos y parpadeó confundido al ver una cabeza recargada en su pecho. Frunció el ceño al ver el color lavanda del cabello y deseo que Lanis no se comportara de esa manera. Si por lo menos sus acciones durante la vigilia respaldaran lo que había dicho en su sueño.

-Lanis, despierta...

Para su mala suerte la joven movió la cabeza sólo para acomodarse más junto a él.

-¡Lanis!

La chica se levantó adormilada y estiro los brazos, después miró a Clef y le sonrió.

-¿Qué haces en mi habitación?

Lanis desvió la vista hacia la habitación y encogió los hombros.

Clef vio algo más.

-¿Q-qué haces con mi pijama?

Esta vez ella miró la prenda y como si hubiese comprendido que le desagradaba que la tuviera puesta comenzó a quitársela.

-¡¡No!!... ¡¡¡No te la quites!!! –pidió Clef completamente rojo.

Lanis torció la boca un poco sin entender sus cambios tan extraños de humor, primero le había reclamado por estar en su habitación y después por haberse puesto su pijama. Y justo cuando ella estaba dispuesta a regresarle la pijama se enfadaba. Solo le faltaba estallar en furia cuando supiera que no había podido darle el recado de Marina. Por cierto, no tardaba en subir para ver por que Clef no había bajado como le había pedido que le avisara. Lanis se acercó hasta una mesa para tomar el papel y el lápiz y comenzó a escribir con lentitud.

-¿Clef? ¿No vino Lanis a avisarte que...?

Lanis miró a Marina y después a Clef. ¿Por qué parecía que estaba a punto de ser torturado cuando Marina estaba cerca? Marina debía ser una persona realmente cruel si Clef ponía esa cara siempre que la veía...

-Ma-marina... Er... no es lo que piensas, Lanis sólo...

-Yo no estoy pensando nada, Clef –dijo ella, demasiado rápido. –Ariel estaba buscándote, pero mejor le diré que estas muy... ocupado.

Marina se retiró dando un sonoro portazo.

“Qué genio”

A Clef le corrió una gota de sudor al ver esas letras en la libreta, justo arriba estaba una frase tachada que decía “te habla Marina”.

-Pudiste despertarme –dijo molesto.

“Te veías tranquilo... hace tiempo que no duermes bien”

-¡Que sorpresa! Y pensar que no duermo bien por tu culpa.

Lanis sonrió.

-No lo malinterpretes –dijo Clef al ver que lo había confundido.

Lanis no escribió nada esta vez. Abrió la puerta y salió muy contenta.

Qué chica. Lo había metido en problemas de nuevo.

Clef pensó que debería ir a explicarle a Marina, pero también necesitaba hablar con Lanis acerca de su comportamiento. Recapacitó un poco y frunció el ceño al reconocer que la más accesible era Lanis, en estos momentos Marina estaría muy enfadada y no sería agradable intentar hablarle precisamente de la causa de sus problemas.

Así que salió de la habitación y se dirigió a la de Lanis, incluso en el pasillo se aseguró de que nadie lo viera entrar en ese lugar. Tocó la puerta, pero nadie le abrió.

-Lanis, necesito hablar contigo.

Nada.

Empujó la puerta para asomarse un poco, pero no había nadie. ¿No había ido Lanis a su habitación? ¿Por qué le preocupaba eso?

Finalmente decidió entrar, lo mejor era esperarla.

Cuando estuvo en el interior de la habitación le pareció que estaba deshabitada, era extraño conociendo a Lanis. Recordó que una vez que entró sorpresivamente encontró el lugar como una zona de desastre... pero ahora reinaba ahí un orden rígido... casi antinatural. Incluso veía la bata perfectamente doblada sobre la cama.

Con curiosidad abrió el armario encontrándose con toda su ropa en perfecto orden. ¿Acaso finalmente había podido inculcar un poco de disciplina en ella?

Una sensación extraña invadió la habitación de repente. De la nada apareció una ráfaga de viento que lo encerró dentro del armario dejándolo confundido. Ningún espíritu menor se habría atrevido jamás a hacerle semejante jugarreta. ¿De quién sería el poder que lo había empujado así?

Se asomó un poco abriendo la puerta y la vio a ella, quiso salir, pero Lanis comenzó a quitarse la pijama sin dejar de ver su reflejo en el espejo. Clef se sonrojó y volteó para no verla.

La risa de Lanis llamó su atención y volteó de nuevo, para su mala suerte aún estaba completamente desnuda frente al espejo. Hubiese dejado de verla a no ser por un extraño resplandor que apareció justo en su pecho, Lanis lo miraba tan desconcertada como él. Repentinamente lo cubrió con las dos manos y comenzó a tirar de la joya como quisiera arrancarla de su pecho.

La joya pareció ceder, pero justo en ese momento un liquido rojo escapó también.

Su primer impulso fue salir para auxiliarla, pero se quedó estático cuando notó algo que no había visto antes.

Lanis había caído de rodillas, pero su reflejo continuaba de pie en el espejo. No podía decir que se trataba del reflejo original, este lucía con el cabello negro y opaco, la piel se veía pálida y sin vida al igual que una tristeza extraña en sus ojos, como si anunciara algo totalmente inevitable.

Lanis levantó la mirada de nuevo hacia el reflejo y frunció el ceño. Después de murmurar algo se levanto y se vistió con la bata para salir. Al salir el reflejo desapareció.

Cuando ella salió Clef pudo hacerlo también. Con precaución se acercó al espejo.

Con la punta de los dedos toco la superficie pulida intentando detectar alguna energía negativa, pero lo que percibió fue algo totalmente extraño. Se trataba de una energía parecida a la del planeta y estaba llena de una extraña angustia y arrepentimiento que no podía ubicar.

-Lanis... ¿Qué es lo que te esta pasando?

Clef bajó la cabeza y dio un gran suspiro ya que tenía la seguridad de que no obtendría mas respuesta que ese perturbador silencio. Y tampoco tenía nada que hacer en la habitación donde esa tenue energía jugaba con su mente.

Salió de la habitación pensando en Marina. De un momento a otro había sentido la necesidad de estar con ella para recuperar un poco la tranquilidad.

También miró preocupado en dirección opuesta a la que iba. Justo por ese camino había pasado su joven discípula.

No quería ir tras ella a pesar de lo ocurrido. Algo le aseguraba que ella estaría bien.

Guruclef encontró a Marina sentada a la sombra del Árbol Blanco, del lado opuesto a los tronos. Las inmensas raíces formaban ahí su refugio privado. Sin decir palabra, se recostó en el suelo y apoyó la cabeza en el regazo de su esposa. Ella parecía dormir, pero empezó a acariciar el cabello de Clef con la mano derecha, luego abrió los ojos y deslizó el dedo índice por la mejilla de él como siguiendo una lágrima invisible.

-¿A qué viene esa mirada de cachorrito abandonado?

Él tomó la mano de ella y la besó varias veces antes de contestar.

-Es la única forma que conozco de suplicar misericordia. Marina, no entiendo nada de lo que está pasando. Desde que Eurus me llamó, todo está de cabeza.

-Entonces, cuando los niños regresen, tal vez podamos empezar a encontrar respuestas.

-¿No estás enojada conmigo?

-¿Quién podría estarlo con el dueño de estos hermosos ojos azules?

Marina atrapó al vuelo un par de flores que caían del árbol, por un momento pareció estar a punto de colocarlas en su propio cabello, pero luego sonrió y las dejó sobre el pecho de Clef.

-Es curioso –comentó-. Acabo de recordar el sueño que tuve poco antes de regresar aquí por tercera vez.

-¿El de la mancha de sangre? ¿En el que estábamos bajo este árbol?

-Ajá.

Muy despacio, Marina empezó a desabotonarle la camisa.

-Oye, aquí no... –protestó él con una sonrisa pícara.

-Sólo quiero... por Dios... ¡¡¡¿¿Qué es lo que tienes aquí??!!!!

La última frase fue un grito. Sobresaltado, el mago buscó lo que señalaba su esposa: justo sobre el corazón tenía una mancha oscura, como del tamaño de una moneda, que parecía ser producto de un golpe.

-No lo tenías esta mañana... ¿te duele?

-... no. Ni siquiera lo siento.

Extraño, la mancha en su pecho estaba más o menos en el mismo lugar que ocupaba la misteriosa joya sobre el de Lanis.

Cizeta

Askhars se trasladó lentamente hasta donde dormía su dueña y comenzó a ronronear contra su cara mientras le lamía una de las mejillas.

Akiko maldijo entre susurros y dijo algo parecido a “Brian, no seas lambiscón”. Askhars ladeó la cabeza con confusión.

El felino se paseó por el cuarto inquieto trepándose de vez en cuando en el cristal y mirando al jardín. Se acercó de nuevo a Akiko para volver a lamerle la mejilla. Ella movió una mano para alejarlo y acomodarse de nuevo entre los cojines.

Askhars dio un rugido.

Akiko despertó sobresaltada apretando las mantas como si se trataran de un escudo. Al poco rato miró a Askhars segura de que no había nadie.

-¿Qué rayos te pasa? –preguntó adormilada.

El felino se acercó de nuevo hasta al cristal de la puerta esperando.

-¿No pudiste hacer tus necesidades antes de dormir?

Askhars bajó la cabeza.

Akiko caminó molesta y abrió el cristal. Lo hubiera cerrado al instante, pero se dio cuenta de que la puerta de la casa de Askhars estaba abierta también. Se asomó al interior y frunció el ceño.

-¿No pudiste despertarme antes? –preguntó al felino –Rayos... si ese chico piensa que seré amable por esto está muy equivocado.

continuará...

 

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