Capítulo ocho
Sangre, engaños y extorsiones

 

  

Céfiro

Tempestad fue el primero en reaccionar de manera violenta ante el intruso, aunque en las condiciones tan lamentables en las que se encontraba la persona que acaba de entrar no tenía que preocupar a ninguno de ellos. Percival, Gawaine y Galahad sólo miraban con seriedad.

Lanis pudo sentir una energía suave que rodeaba el ambiente, se sentía débil, ya no podía caminar bien y ahora veía todo borroso, ¿acaso su tiempo se había acabado?

Miró su pecho y notó que no dejaba de sangrar, si no moría por la debilidad del hechizo que se había puesto lo haría por esa hemorragia.  

Levantó la vista y pudo ver a los caballos con claridad. Eran realmente hermosos, pero fue uno solo el que llamo su atención, un caballo gris con una estrella blanca en la frente, fue caminando hasta el último compartimiento, tambaleándose y sujetándose de todo lo que había a su paso, incluso de Tempestad, quien no pudo evitar sentir una calidez especial con el tacto.

Lanis se detuvo frente al bello animal e intentó mirarlo con claridad, ladeó un poco la cabeza al sentir un mareo y tocó la frente del caballo para acariciarlo, al retirarla vio que había manchado con sangre la estrella, miró la palma de su mano; con ella había intentado arrancar la joya y por eso la tenía manchada.

La imagen se fue borrando hasta que toda su visión se obscureció por completo, perdió la poca fuerza que le quedaba y cayó con suavidad al suelo.

-¡Hay que ayudarla! –Percival parecía muy nervioso.

-Llamaré a Anaís para que use su magia –Gawaine estuvo a punto de salir, pero se detuvo al ver que otra persona estaba por entrar.

No se trataba de alguien común y corriente, era el hada del bosque transformada en humana. ¿Qué haría en ese lugar?

La joven vio a Lanis en el suelo y se acercó hasta ella, se arrodilló, le acarició el pelo y sonrió con tristeza.

-Entonces esto era, ¿verdad? –acomodó a Lanis en su regazo y miró la mancha de sangre en Soberano–. No deberías hacer esto, amor...

Lanis movió un poco el cuello y suspiró.

-Yo le salvaré la vida por ti...  no me debes nada, sólo sé feliz, amor.... con eso me basta...

La joven se transformó en un espectro y se fundió con el cuerpo de Lanis por unos segundos. Los caballos contemplaron alarmados la escena, conscientes, como seres mágicos que eran, que el hada estaba salvando la vida de la sacerdotisa, pero a un precio increíblemente alto. Lanis no pareció darse cuenta de lo que pasaba, sólo se acomodó en el suelo y respiró hondo, quedándose dormida. De una manera extraña la gema de su pecho se desvaneció, dejando tras de sí una cicatriz bastante honda y un rastro de sangre fresca, lo que provocó una triste sonrisa en la joven.

Cizeta

No estaba bien.  

¿Cómo rayos había hecho para perderse en un planeta tan pequeño?

Falcon se detuvo para mirar con cuidado el lugar y descubrió que ya había pasado por ahí... de nuevo. Era una calle angosta (casi un callejón) y las paredes no lucían ninguna ventana, lo que si había eran varios canastos de buen tamaño y algunos botes. Al principio le había alarmado que alguien escuchara sus pasos por el agua que corría a mitad de la calle, pero después había dejado de tomar en cuenta eso. Se había perdido.

A pesar de que no tenía un lugar a dónde ir por el momento estaba seguro de que lo mejor era encontrar un refugio. Por lo menos hasta encontrar la ubicación de los demás y la manera de liberarlos, cosa que tal vez le tomaría más tiempo si se perdía en la cuidad de manera continua.

Hasta el momento no había encontrado algún camino principal. Al principio era por que ese era el plan y evitar ser encontrado por algún guardia. Sin embargo ahora notaba que no le convenía estar perdido por mucho tiempo.

Falcon giró violentamente al escuchar algo. Eran los pasos de alguien más que se acercaba a toda velocidad, ¿lo habrían encontrado?

Alerta, se escondió entre los  canastos que habían cerca y esperó. Escuchó atentamente los pasos para calcular la distancia y cuando estuvo seguro de que esa persona estaba a su alcance salió de repente atrapándolo por el cuello para golpearle la cabeza y dejarlo inconsciente.

Sin duda era un buen plan, pero esa persona le golpeó el abdomen con un codo y le sacó el aire. Cuando Falcon se llevó las manos al estómago sintió un nuevo golpe en la cabeza y quedó tendido en el suelo.

Vaya noche.

-Atrapado por segunda vez... qué humillante –masculló Falcon.

-¿Qué?... creí que eras un guardia.

Falcon abrió los ojos y vio a una joven que lo miraba confundida.

-¿Tengo aspecto de guardia?

-¿Por qué me atacaste entonces? –preguntó ella.

-Creí que eras un guardia.

-No tienes los rasgos de una persona de Cizeta –murmuró ella–. Oh... seguramente eres un esclavo –le tendió la mano para ayudarlo a levantarse.

-Espero que no quieras llevarme contigo, al parecer ya tengo un dueño.

-¿Llevarte conmigo? ¿Estas loco? Estoy intentando escapar.

-¿Qué?

-Y si no me equivoco, tú también. Mi nombre es Dalia. Si nos unimos tal vez podamos salir de la ciudad.

-¿Esta ciudad tiene fin?

-Claro, está separada por casi un kilómetro del poblado más cercano. ¿Tienes espada?

-Si la tuviera no habría intentado dejarte inconsciente con el puño.

-Oh, los extranjeros son tan descuidados a veces –murmuró Dalia sacando algo de entre sus ropas–.Toma.

-¿Qué es esto? –Falcon recibió un pequeño puñal-. ¿Segura que esto me va a servir para vencer a un guardia y esa enorme espada que cargan frecuentemente?

-El tamaño no importa –replicó Dalia–. Además es sólo provisional hasta que consigamos algo mejor... por cierto, ¿cómo te llamas?

-Falcon.

-Bien, Falcon, desde aquí seguiremos juntos hasta el próximo poblado.

-Llevo recorriendo esta cuidad más de media hora, ¿cómo piensas sacarnos de ella?

-Si un guía es lo que necesitas, acabas de encontrarlo –dijo Dalia y comenzó a caminar al frente. Falcon notó que había sido casi el mismo recorrido que él había estado haciendo, sin embargo Dalia se detuvo en un cruce de caminos y tomó el más angosto.

         Justo el que él había evitado para no perderse.

Habían corrido por un poco de tiempo hasta que Dalia se detuvo bruscamente.

-¿Qué pasa?

-Cállate –masculló ella.

Cuando Falcon levantó la mirada pudo ver a dos guardias platicando en una esquina.

-Si nos ven nos confundirán como bandidos, a menos que...

-A menos...

Sin previo aviso Dalia tomó el rostro del Falcon y le dio un beso. Él estuvo a punto de separarse, pero escuchó claramente los pasos de los guardias que se acercaban. Si aquella era una actuación, sería mejor que tratara de seguir el juego de la chica.

-Hey... es muy tarde para que estés con tu novia, amigo, su padre te matará...

Dalia  le pasó una mano a Falcón por la cabeza y se abrazó más a él para voltear a ver a ambos guardias

-Mi padre ha bendecido nuestro matrimonio –dijo ella aparentando timidez–. Os pido una felicitación a quien se convertirá en mi esposo, ya que la guardia de Cizeta será cordialmente invitada.

Falcon estaba seguro de que esa era la señal para golpear al guardia, pero cuando su mano rozó el puñal mientras que con la otra estrechaba la del guardia Dalia lo miró haciendo una ligera negación.

-La joven es una dama educada, es por eso que puedo adivinar que vuestro matrimonio será feliz.

El otro guardia se acercó también y después de mirar a Dalia dirigió su mano a Falcon.

-Ahora sólo te falta el consentimiento de su amo –murmuró con seriedad.

Dalia miró al hombre horrorizada y después a Falcon.

-¿Qué esperas? ¡Acaban de descubrirnos!

Antes de que Falcon entendiera a lo que se refería Dalia, tuvo que esquivar la espada del guardia y ponerse a salvo.

Dalia agarró una piedra y golpeó al otro hombre dejándolo en el suelo inconsciente antes de que reaccionara como su compañero.

-Ann.

-Eres muy inteligente Dalia, pero por este camino no hay guardia que te conozca –dijo el aludido–. El hombre que te acompaña es muy peculiar, pero puedo adivinar que es un esclavo al igual que tú.

-Estoy harta de ser esclava, quiero regresar a mi casa.

-No ahora, Dalia. Tienes que pagar por lo que robaste. Y tú –dijo el guardia refiriéndose a Falcon-, me parece que has escapado, los esclavos que huyen deben ser recapturados y recibir el castigo que impongan sus amos.

-No voy a regresar –advirtió Falcon–. Soy un ciudadano de Autosan y no soy esclavo de nadie.

-No tienes opción. Los llevaré a ambos vivos o muertos, confío en que escojan la primera opción.

Falcon miró a Dalia y notó que dudaba, pero él estaba seguro de lo que quería y con un movimiento rápido se acercó al otro guardia y le quitó la espada colocándola al frente.

-No lo hagas, Falcon –pidió Dalia a sus espaldas–. Ann es el mejor guardia de esta área y uno de los mejores espadachines de Cizeta, tal vez tengas otra oportunidad más adelante... pero no hay segundas oportunidades para los muertos.

-No tengo tiempo para esperar una oportunidad más –replicó Falcon y se lanzó contra Ann, pero antes de que pudiera hacer el primer choque con las espadas Dalia se adelantó y le tiró tierra en los ojos al guardia, después tomó a Falcon por la mano y tiró de él por una de las calles.

-¡No podrán ir muy lejos, Dalia! Voy a atraparlos. –gritó Ann a lo lejos.

-Es un chico muy persistente –dijo Dalia sin dejar de correr–. Pero tu lo eres más, debe ser muy importante regresar a tu casa lo antes posible, de otra manera no te habrías arriesgado.

-Pero tú...

-No te preocupes, si puedo esconderte a ti habré hecho mi buena obra de esta noche. Lo que me preocupa es que Ann no descansará hasta atraparnos, ahora debe venir en este mismo rumbo con siete hombres más.

-Genial.

Dalia debió calcular mal una de las vueltas por que de repente estuvieron frente a una enorme pared con un contenedor en el fondo. Ella maldijo en voz baja y miró a todos lados buscando una salida.

Antes de que Falcon pudiera reaccionar unos brazos atraparon a Dalia desde las sombras y la arrastraron a donde ya no pudo verla. Cuando estaba por buscarla alguien lo agarró también a él colocándole una filosa punta en el cuello.

-Más vale que te quedes callado –dijo el extraño.

Una gota de sudor frío recorrió la frente de Falcon hasta que escuchó la música de una lira cerca. Después escuchó varios pasos apresurados que se detuvieron justo afuera de donde estaba él.

Céfiro

Ariel corría con la esperanza de llegar a tiempo, había sentido la debilidad de Lanis y esperaba ayudarla de alguna manera.

Se detuvo al escuchar una suave voz no muy lejos, era un canto muy hermoso, algo que parecía llamarle. Caminó en dirección contraria a la que seguía originalmente, alejándose de los establos, miraba con curiosidad los árboles del bosque sin dejar de oír la suave canción, finalmente pudo ver a una joven a la orilla de un lago.

-¿Quién eres tú? -le preguntó, con asombro y admiración. Definitivamente no era una maia, aunque era tan hermosa como las que Ariel conocía.

La joven le sonrió con ternura y metió una mano en el agua para sacarla y beber de ella. Tenía el cabello increíblemente rubio a pesar de que su piel era obscura, sus ojos también eran claros, lucían un hermoso azul cielo. Sin mencionar que era atractiva, su vestuario era un poco atrevido pero eso no le importo a Ariel.

-¡Hola, pequeña princesa!... ¿No es peligroso que estés sola? A tu padre no le gustará eso...

-¿Tú sabes quién soy? -la pequeña estaba acostumbrada a que todos los seres mágicos la conocieran, pero eso no era igual con las personas y estaba cada vez más intrigada.

-Por supuesto, eres la hija de Vala Guruclef, la persona que podría ayudarme a salvar a Céfiro -después de pronunciar estas palabras la joven se mostró preocupada, pero sonrió con inocencia y continuó–. No importa, yo sé que es muy peligroso para ti, es por eso prefiero esforzarme yo sola... pero....

-¿Pero...? ¿Acaso no tienes el poder suficiente para salvar a Céfiro? -dijo Ariel, ignorando la desesperación de su osito, que sólo quería alejarse de ahí.

-Ahora que lo mencionas... no...

-No tienes que hacerlo sola, yo te ayudaré a salvarlo.

Justo la respuesta que esperaba escuchar, la joven sonrió a espaldas de la niña y se acomodó el cabello rubio.

-¿En serio me ayudarás?

-¡Claro!... yo amo a Céfiro... Oye, ¿cómo te llamas?

-Soy Libch, la hechicera más poderosa de este planeta, con tu ayuda podré obtener mi objetivo.

Libch extendió la mano para que la niña la tomara, Ariel sonrió con inocencia y tomo la mano de la extraña mujer, ambas desaparecieron.

Cizeta

Ann guardó la espada e hizo una reverencia a la persona que había encontrado sobre el contenedor. 

-Lady Akiko, es muy tarde para que usted esté sola en este lugar.

Askhars rugió y comenzó a caminar de un lado a otro al pie del contenedor.

-Mi mascota me protege –dijo ella con una suave sonrisa–. No hay nada que pueda tocarme con la compañía de Askhars. Y de ser el caso puedo defenderme perfectamente de cualquier desconocido o pedir la ayuda de tan confiables guardias.

Ann miró a sus hombres y notó que se estaban impacientando.

-Lady Akiko, por este rumbo escaparon dos esclavos jóvenes: un hombre y una mujer, nosotros estamos en su captura.

Akiko recargó la mejilla y miró hacia una de las pequeñas calles que estaba a unos metros frente a ella.

-Comprendo, era por eso que tenían tanta prisa. Aunque no me parecieron esclavos, su vestuario era muy elegante.

-Seguramente los dos pertenecen a distinguidos personajes como lo es su padre –justificó Ann-. ¿Puede decirnos por donde se fueron?

Akiko señaló la pequeña calle que había estado viendo y sonrió.

-Espero que no sean peligrosos así como su pronta captura.

-Confíe en nosotros, Lady Akiko –Ann mandó a sus hombres y miró de nuevo a la joven, con algo de sospecha–. Si me permite la escoltaré a su casa.

-Askhars es suficiente –dijo ella–. Cumpla con su deber.

Askhars dio un rugido aún más fuerte que el anterior.

-Como usted disponga –Ann se dio la vuelta y se marchó.

Akiko estiró un poco los brazos y comenzó a tocar de nuevo en la lira cerrando los ojos hasta que pasaron más de diez minutos.

-Engañar a Ann es muy difícil, ¿qué te hizo pensar que podrías escapar de él?

Falcon sintió como le quitaban el filoso artefacto del cuello antes de sacarlo a la luz a empellones, cuando finalmente se decidió a observar quien era el dueño del arma, se encontró con un muy serio guardia de la casa de Akiko, que no parecía nada contento con él, también vio a Dalia completamente pálida, escoltada por otro guardia. Él palideció también al mirar a Akiko. Hubiera preferido verla enfurecida que con esa sonrisa peligrosa.

Askhars se acercó a Falcon y se sentó a un lado suyo.

-Eres un tonto, si te capturan pueden matarte por escapar antes de ir a decirme que uno de mis esclavos fue encontrado –Akiko bajó del contenedor abandonando la lira–. Además de eso te pierdes en este callejón como un estúpido principiante, que es lo que eres a fin de cuentas; ¿sabes cuantos ladrones han muerto aquí intentando huir?

-¿Qué hacemos con él, Lady Akiko? –preguntó uno de los guardias.

-Él no es quien me preocupa, ¿qué vamos a hacer con ella?

-Lo que usted disponga –dijo simplemente el guardia.

-En primer lugar yo no estaría aquí si no te hubieras dormido –apuntó Falcon, tal vez si conseguía provocar una pelea con los guardias, Dalia tendría la oportunidad de huir.

El guardia se sonrojó, pero no respondió.

-Usted estaba tocando para los ladrones –murmuró Dalia impresionada.

Falcon la miró para después ver el rubor de Akiko.

-No es importante... Lo mejor es que regreses con tu amo voluntariamente antes de que decidan buscarte con tu familia. –dijo Akiko.

Dalia sonrió.

-Probablemente tenga razón, Falcon tiene suerte al tener a alguien como usted como amo.

-No es lo que él piensa –replicó Akiko, con una sonrisa burlona-, mis guardias te dejarán cerca de la casa de tu amo en caridad de prisionera, así no podrán hacerte daño. Lo que hagas de ahí en adelante es decisión tuya 

-Sí.

Ambos guardias se fueron junto con Dalia.

-¿Te das cuenta de que estás sin protección? –preguntó Falcon.

-Aún queda Askhars –dijo Akiko-, él no dejará que nadie me dañe. Tampoco dejará que escapes de nuevo, Falcon. Tendremos que hablar muy seriamente sobre la manera en que voy a castigarte por esto.

-¿Me salvaste la vida para castigarme?

-Akiko jamás se pierde de ese placer, vamos a casa... y más vale que dejes esa espada por el camino, las armas ponen muy nervioso a Askhars –advirtió la chica.

Céfiro

Marina refrescó su frente con un paño húmedo y miró los movimientos bruscos que hacía Lanis,

¿En qué estaría soñando?

Tal vez era una pesadilla.

No entendía cuál era el poder verdadero de la joven, pero por alguna causa le parecía que sobrepasaba los límites que ella conocía.

Por más celos que sintiera por ella, no podía desear que le ocurriera algo malo; cuando la vio con la bata manchada de sangre se asustó mucho y fue la primera en exigir que le ayudaran.

Lanis se movió y ocultó la cara en el regazo de Marina, ese gesto la confundió, entonces pudo sentir un amor primitivo que le hacía desear protegerla, un amor de madre...

Sonrió al pensar en esa posibilidad y se preguntó si Clef sentía algo parecido, tal vez ella sólo exageró un poco, Lanis tenía un bello corazón y ella deseaba que continuara siendo así. Casi sin darse cuenta, empezó a cantar muy suavemente, era la misma canción de cuna con la que dormía a Borean y Ariel.

Cizeta

          Era una situación arriesgada, y más si tomaba en cuenta el detallito de que no tenía ni la menor idea de a dónde se dirigía en la inmensidad de aquel palacio.

          Curioso, por lo que le habían explicado las gemelas, Cizeta era el planeta más pequeño y el segundo más poblado del sistema, así que se había imaginado una civilización acostumbrada a los edificios de apartamentos (diminutos apartamentos) y a aprovechar hasta el más mínimo espacio. Pero no. Cizeta estaba llena de casas demasiado grandes y el palacio real era el edificio más grande (y con mayor desperdicio de espacio) que había visto en toda su vida...

         Armando dio un respingo cuando alguien le dio una palmadita en la espalda. ¿Lo había descubierto algún guardia?

        -¿Cómo llegaste aquí? –preguntó una voz familiar.

-¡V-V-v...! ¡Valeria!

-Sí, hombre, soy yo. ¿Cómo llegaste aquí?

Menos mal que era una de las chicas.

        -¿An-An...?

       -¿Angélica, Marcela, Fátima, Presea y Lisand?

       -Eso...

       -Están por aquí, de Leonel no tenemos ni la menor idea de dónde pueda estar, pero ya hay alguien buscándolo. Llegas justo a tiempo, ¿sabes? Hemos pasado la tarde y buena parte de la noche hablando con las hijas mayores del... ¿sultán será una palabra adecuada? Bueno, no importa, las hijas del mandamás. Ven, te interesará escuchar esto.

-E-e-es...

-¿”Está bien”? Supongo. Anda, sígueme.

Céfiro

Lanis abrió los ojos y se apretó más a Marina, nunca había experimentado algo así en toda su vida y le agradaba sentir el amor de alguien. La amargura del pensamiento le hizo sollozar para llorar. Marina le acaricio el cabello y de alguna manera pudo conseguir que se calmara, pero para Lanis no era así de simple, en todos sus actos no pudo apreciar su verdadera misión y ahora que podía ver algo de ella lamentó no poder cambiar las cosas. Si tan solo hubiera tratado de resolver el problema de otra manera, si hubiera pedido ayuda en lugar de acusar.. 

Clef cerró la puerta luego de contemplar el cuadro unos segundos, tenía intenciones de hablar con Lanis, pero no pudo evitar preguntarse cuáles eran los sentimientos de Marina, no había podido menos que pensar que lucían como madre e hija en ese momento, y eso lo confundía.

Supo que una vez había sentido algo parecido, un amor desesperado que fue pagado por una traición que no sólo lo había dañado a él y que esa herida no pertenecía únicamente al pasado, sino también al presente y al futuro, pero sólo eran sensaciones vagas, no recordaba por qué tenía esa seguridad ni a quién más había herido, era tan extraño...

-¿Por qué te detienes?

-Marina la cuida muy bien, no te preocupes, Zagato.

Zagato no pareció muy convencido, pero tampoco dijo nada, se alejó de la habitación preguntándose quién había herido a su hermana.

Cizeta

              Falcon se sentía cansado y más irritable que de costumbre. Águila había pasado muy buenos ratos sacándolo de quicio cuando eran niños y eso le había servido de entrenamiento para controlar mejor el lado difícil de su carácter, pero Akiko estaba empezando a superar las mayores hazañas de Águila en el departamento de “fastidiemos a Falcon”.

            Los días siguientes a su captura los había pasado limpiando la casa, los almohadones y los juguetes de Ashkars, y luego cepillando al propio Ashkars hasta ya no poder mover los brazos por el cansancio.

            Por supuesto, el tigre disfrutaba enormemente el dificultarle la tarea y tan pronto como Falcon creía haber terminado, Ashkars se revolcaba en algún lodazal para que él tuviera que bañarlo, secarlo y cepillar de nuevo su pelaje.

            Después de pasar por eso cinco veces en un solo día, Falcon estaba más que feliz de poder irse a la cama... sólo que no pudo hacerlo.

          De repente gritos molestos, que provenían de la sala principal irrumpieron con violencia en la casa. Cuando el muchacho atinó a interesarse de la causa se encontró a Akiko molesta con una expresión que no desearía que nadie viera dedicada a él. Su carácter era... extraño... Solo de esa manera podría describir los notables cambios de humor de Akiko. Podía estar contenta y amable para pasar de repente a una fiera incontrolable (sin causa aparente) y maltratar todo aquello que tenía la mala suerte de aparecer por su camino en ese momento.

Y lo que mas le angustió fue ver a Askhars detrás de ella dispuesto a hacer más destrozos de los que ella misma había hecho. En ese momento se lo imaginó sucio de nuevo y la verdad es que dudaba tener fuerzas para bañarlo de nuevo. Y mientras tanto todos los esclavos se hacían a un lado esperando no ser vistos (o por lo menos ignorados) por alguno de los dos personajes.

De repente Shandy apareció en escena. El hombrecillo estaba tembloroso con las manos entrelazadas. Cuando Akiko lo vio se paró en seco y Askhars se sentó a su lado de ella. Ambos se veían siniestros.

-Pe-perdón, Lady Akiko –comenzó el hombrecillo nervioso–. Pero si padre desea saber si está... en condiciones de ... errr... acompañarlo a cenar.

La expresión de Akiko se oscureció aún más con una siniestra sonrisa que nadie habría querido que le dedicaran.

-Mi padre sabe la respuesta –dijo ella secamente-. ¡Todos saben que no estoy de humor! ¿Por qué eres precisamente tú quien se me acerca cuando sabes que Askhars y yo queremos destruirlo todo en estos momentos?

Askhars rugió apoyando las palabras de su ama.

Una gota de sudor bajó por la cabeza de Shandy mirando disgustado al resto de los esclavos con los que había perdido “papel y tijeras”, razón por la que ahora estaba frente a la furiosa chica.

-Pu-es... no creí que una orden de su padre debiera pasar... desapercibida.

La vena de la frente de Akiko pareció resaltar más de lo común. Sin decir nada se dio  la vuelta con su gato detrás de ella dando un sonoro portazo en su habitación.

Falcon parpadeó y se acercó a Shandy curioso

-¿Y esto por qué fue?

Shandy suspiró.

-La señorita Nira le ha mandado una invitación a la recepción en su castillo. Incluso ha estampado su nombre con letras de oro.

-¿Sólo eso? –preguntó Falcón.

-Más que suficiente –exclamó el hombrecillo extendiendo los hombros–. La invitación la trajo el propio Brian diciendo que se le habían dado explícitas ordenes de entregarla personalmente.

Shandy suspiró y se dio la vuelta. Por su expresión cualquiera diría que algo malo pasaría.

Casi al instante apareció ella.

            -¡Ten, chico, ponte esto! –exclamó Akiko, tirándole un paquete con la aparente intención de que lo atrapara en el aire. El único problema fue que Falcon no consiguió levantar los brazos a tiempo y el paquete se estrelló contra su cara.

           -¿Qué es esto?

            -Un traje nuevo, vas a acompañarme a la fiesta. ¡Vamos! ¿Qué esperas? ¡Yo ya estoy lista y eres tú el que estás retrasando!

            -... Preferiría quedarme en casa.

            -¿Y acaso te he preguntado qué preferirías?

            -Eh...

            -¿Qué estás esperando, Falcon? ¡Ponte ese traje de una buena vez! La ropa que llevas está llena de barro, espuma de jabón y pelos de tigre. Cualquiera pensaría que te has pasado todo el día acicalando a Ashkars y no puedes acompañarme a la fiesta con ese aspecto. Anda, apúrate.

            -... ¿Qué tal si sales para que pueda cambiarme, o por lo menos miras en otra dirección?

            Akiko sonrió, sin moverse de su lugar.

            -¡Ah, no, esto ya es demasiado! –gritó Falcon.

            -Está bien, está bien, no pierdas la dulzura... –Akiko salió de la habitación riendo a carcajadas. Sí, era una experta en sacarlo de quicio.

            La “fiesta” era una celebración mayor que cualquiera que Falcon hubiera visto en toda su vida. Por supuesto, la austeridad forzosa de Autosan no podía haberlo preparado para el lujo y el derroche de Cizeta.

            -¿Qué es lo que se celebra? ¿Alguna fiesta nacional? –le preguntó a Akiko, un tanto desconcertado.

            -¿Celebrar? Nada de eso, es tan solo una pequeña fiesta.

            -¿”Pequeña”?

            -¿Tú eres del campo, verdad? Si quieres ver una fiesta realmente GRANDE, espera a que te lleve a una en el palacio real. Esta es una fiestecita particular organizada por mi, ejem, “gran amiga” Nira.

            -Hum.

            Quizá habría podido disfrutar un poco todo aquel lujo y ostentación, quizá habría encontrado agradable la música y todas las cosas bellas que se ofrecían a la vista, pero no pudo hacer nada de eso antes de que alguien sujetara uno de sus brazos y lo arrastrara hasta un salón privado, junto con Akiko.

            -¿Qué dem...? ¡¿Leonel?!

            Y también Armando. Bueno, si se trataba de un secuestro, estaría más que feliz de poder ayudarlos, claro que Ashkars sería un pequeño problema...

            -¿De qué se trata esto? –preguntó Akiko, sin perder la sonrisa ni por un instante.

            -Perdona la rudeza –dijo una chica de largo cabello castaño, igual de risueña que Akiko-. Es que mi hermana y yo queremos hablar contigo cinco minutos.

            -Oh, Tatra, Tata, para eso no hace falta traerme a rastras... ¡ustedes dos siempre son bienvenidas en mi casa!

            -Lo sabemos –contestó otra chica de cabello castaño, casi idéntica a la primera, pero terriblemente seria-, el caso es que esto es algo que queríamos tratar en secreto y nos pareció mejor hacerlo durante la fiesta y sin que nadie más se enterara.

            -¡Me encantan los misterios! ¿Qué es lo que pasa?

            La eterna sonrisa de Akiko logró mantenerse mientras las princesas de Cizeta le resumían (en 500 palabras o menos...) las aventuras que habían tenido en Céfiro cuando habían intentado que una de ellas se convirtiera en el Pilar, su posterior amistad con las Guerreras Mágicas que luego se convirtieron en princesas de Céfiro... y la llegada a Cizeta de los hijos de algunos de sus amigos de Céfiro, junto con un nuevo grupo de Guerreros Mágicos y el embajador de Autosan...

            -Ah, vaya, ¿están hablando de ti, Falcon, cariño?

            -Sin insultos, por favor... –gruñó Falcon.

            -Como sea –continuó Tata-, ellos están a la mitad de una misión muy importante y nosotras estamos tratando de ayudarlos...

            -En memoria de los viejos tiempos –apuntó Tatra.

            -No me interrumpas, hermana. Lo que queremos, Akiko, es que nos ayudes con esto. Sabes que a cambio tendrás nuestro agradecimiento. Y, teniendo en cuenta que una de nosotras gobernará Cizeta algún día, es un agradecimiento que te puede ser muy útil.

            -Ja –la sonrisa de Akiko desapareció como si nunca hubiera estado ahí cuando la muchacha miró muy seriamente a su esclavo-. Creo que puedo imaginar exactamente qué es lo que desean que haga para ayudarles.

            -Dejarme libre sería un buen comienzo –dijo Falcon, con un atisbo de esperanza-. Se supone que mis compañeros y yo tenemos que salvar un...

-¡Vaya! ¡Una misión para salvar un planeta! ¡Soy la orgullosa dueña de un auténtico héroe!... –no había humor ni entusiasmo en las palabras de la muchacha-. ¿En serio piensas que estoy tan loca como para liberarte por el bien de un planeta en el que nunca he estado? –Akiko se encogió de hombros-. ¿Y bien? ¿No vas a salirme con algo estúpidamente heroico como darme tu palabra de honor de que regresarás si te doy permiso de ir ahora con tus colegas?

Falcon puso los ojos en blanco.

          -No soy un héroe y ciertamente no soy tan idiota como para empeñar mi palabra de honor en algo como eso.

          Akiko dejó escapar una risita y lo despeinó completamente antes de ponerse seria otra vez y dirigirse a Tata y Tatra.

          -No voy a dejarlo libre, pero puedo venderlo... o intercambiarlo.

          -¿Cuánto pides? –exclamaron las dos princesas.

           -Quiero a Brian.

           -¿El mayordomo de Nira? ¿Estás loca? –saltó Tata.

            -Un esclavo por otro esclavo. Un trato justo, ¿no? Y no debería resultar demasiado difícil para dos princesas cuyo agradecimiento se supone me será muy útil ya que una de ellas será reina algún día.

            Las esperanzas de Falcon naufragaron de nuevo. Conociendo, aunque sólo fuera superficialmente, la rivalidad entre Nira y Akiko, era realmente difícil imaginarse a Nira cediendo de buena gana a su mayordomo.

            Y, por supuesto, todavía faltaba Borean.

Continuará...

 

Notas de las autoras:

Akiko: Dedico este capitulo a las pacientes personas que han esperado para tenerlo (o se han olvidado de él, lo que pase primero).

Daga (escondida detrás de una piedra): Ouch... ¡pero ya estamos trabajando en el capítulo nueve!

Comentarios, sugerencias y tomatazos, pueden enviarlos a akiko_koori@hotmail.com y daga23@hotmail.com.