Disclaimer: “Las
Guerreras Mágicas” no me pertenece. Esto es algo que hice con el simple
propósito de entretener y no gano nada a cambio por escribirlo. Por lo tanto,
me gustaría que ninguna que ninguna demanda se haga en mi contra.
El fresco de
la mañana era suficiente para quitarle el poco sueño que se reflejaba en su
rostro. Después de una mala noche durmiendo en la intemperie, Marina había
decidido emprender camino mucho antes de que el sol saliese para así llegar lo
más antes posible.
No pasó mucho
tiempo antes de pasar por un pueblo bastante habitado. Mientras que caminaba
por lo que parecía ser la calle principal, la Guerrera del Agua observaba como
las pequeñas tiendas del mercado eran abiertas. No era nada muy elaborado, al
menos no tanto como ella estaba acostumbrada a ver en Paris, simplemente
humildes mercaderes que exponían su mercadería. Desde prendas de ropa hasta muy
apetitosas frutas exóticas.
Pero lo mejor
de todo es que desde este lugar ya se empezaba a distinguir la muy lejana
estructura del castillo. Aunque era muy distinto a lo que ella recordaba, o tal
vez era igual pero no se notaba con tanto verde a su alrededor.
Era mil veces
más hermoso y brillante que antes.
- ¡Alhajas!- la voz de un comerciante en frente suyo la sacó de
su estupor- Collares, pendientes, y brillantes para una hermosa
mujer como usted- ofreció galantemente.
Aún cuando Marina estaba acostumbrada a recibir halagos, no pudo evitar sorprenderse por el comentario ya que estaba bastante desaliñada debido a las malas condiciones en las que había viajado.
- Eh, no. Muchas gracias- respondió- pero me gustaría preguntarle si ese de allá-
dijo señalando el edificio- es el castillo.
El hombre miró
algo confuso a la mujer pero simplemente asintió en forma afirmativa.
Perfecto,
pensó Marina. Agradeció al comerciante y tironeó la rienda de la lagartija de
seis patas la cual empezó a caminar lentamente- Vamos bicho raro. Quisiera llegar HOY.
- Pero
señorita- se interpuso el mismo comerciante en su camino- no puede irse sin ver estas reliquias. Le aseguro
que nunca encontrará mejores precios que los míos.
- Lo siento, pero no tengo tiempo para esas
cosas- sin embargo el hombre no desistió y la pobre Guerrera ya
estaba perdiendo su paciencia- ¡¡Oiga, si no me deja pasar lo lamentará!!
No pasó ni
medio segundo después de decir esto que el mercader se vio momentáneamente
rodeado de una tenue luz para después caer inconsciente al suelo.
Marina,
espantada, se arrodilló a su lado para ver que le había pasado. Estaba vivo,
pero no respondía.
- Nos
volvemos a encontrar, Guerrera Mágica.
- Tu.
Siana, la
misma chica que la atacó antes, estaba a unos 10 pasos de ella. Dos chicas más
se encontraban al lado suyo, una rubia de pelo corto y ojos rojos, y otra de
largo pelo lila y ojos celestes fríos como el hielo.
Marina levantó
al hombre que se encontraba en el suelo y lo recargó en la criatura. Justo
cuando ella misma iba a subir, la chica de ojos rojos libera lo que parecía ser
una bola de fuego espantando a la criatura, la cual corrió a una velocidad
increíble llevándose al hombre con ella.
- Y ahora
se le ocurre moverse rápido- murmura una muy resentida Marina
entre dientes- estúpido
animal.
- Ella es
muy divertida- comenta la misma chica que liberó la bola de fuego.
Su tono de voz hablaba como si fuese algo asombroso. Siana asiente mientras que
la otra solo la ve con lo que parecía ser un desagrado mortal.
- Muy bien
Siana, si quieres pelear, lo haré. Pero te advierto que no caeré tan fácilmente
como la última vez- dijo la Guerrera del Agua desenfundando su espada.
- Lo siento- la interrumpe la chica del pelo lila- Pero esta vez te enfrentaras conmigo.
- Esta bien-
dictó Siana- tu te
encargaras de ella mientras nosotras nos divertimos con los aldeanos-
y diciendo esto ella e Ycul saltan hacia la zona en donde ya muchas personas se
habían reunido por la conmoción.
- No,
esperen- pero justo cuando ella se disponía a ir tras ellas, La
tercera se le interpone- Tu tienes tus propios problemas Guerrera Mágica. Mi nombre es Aniram y
hace muchos años que quiero hacer esto...
Y espadas
chocan.
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Los cálidos
rayos de sol entraban por la ventana iluminando el cuarto. Todavía era muy
temprano y faltaba una hora o dos para que sea la hora a la que estaba
acostumbrado a levantarse. Pero no le importaba. No si podía continuar
admirándola en sus brazos.
Latis acarició
la mejilla de Lucy mientras esta continuaba en su plácido sueño. Su otra mano
sostenía la palma de ella, no pudiendo evitar maravillarse. Sus manos no eran
suaves ni delicadas como las de muchas damas. Más bien, firmes y fuertes,
indicando años de entrenamiento y esfuerzo. Sus dedos eran largos y aún así,
chicos comparados con los de el.
Cuando la vio
después de tanto tiempo de espera, simplemente no quiso más que poder abrazarla
y no permitirle separarse de el. Pero todos estaban allí y su muy antiguo
hábito de no mostrar sus sentimientos en público, evitaron que sucumbiera a su
deseo. Fue cuando todos estaban en el salón del trono cuando ella lo dijo...
“No me mal
entiendan, pero hubo veces en que mi deseo de volver fue mucho más fuerte de lo
que era esa mañana. Y para serles sincera- agregó- no recuerdo
haber deseado mucho regresar en ese momento.”
Entonces ella
ya los había superado. Tal vez los extrañaba, pero no buscaba volver con ellos
a Céfiro.
Ni con
el.
Desde entonces
se había propuesto no acercársele. ¿Por qué profundizar los sentimientos que
tenía con ella si no le correspondería? ¿Por qué sufrir más de lo que estaba
sufriendo ahora?
Por lo tanto,
no le hablaba, a menos que fuese necesario, trataba de no observarla, cosa que
era inevitable ya que ni bien la divisaba no podía evitar hacer otra cosa que
quedar fascinado por sus ojos.
Y si que tuvo
que esforzarse cuando chocó con ella en el pasillo, tratando de ser descortés y
dejarla sola. Debía serlo, tal vez si hacía que lo odiase, no se acercaría
tanto.
Pero ella tenía que llamarlo y preguntarle si algo
estaba mal. Se veía irresistible cuando se ponía nerviosa. Le hizo acordar
tanto a aquella vez en que ella le pidió disculpas por lo sucedido con Zagato.
No pudo
evitarlo.
Cuando se dio
cuenta, ya la estaba besando y ella a el.
La miró
nuevamente. Cielos, si que había pasado el tiempo. Ella ya no era una niña, era
una mujer. Y muy bonita, por cierto. Su cabello seguía siendo del más
maravilloso color fuego que antes. Aunque se veía diferente suelto y
desparramado por su pecho y el de el.
Sonrió
levemente.
La Guerrera de
Fuego abrió lentamente los ojos encontrándose con dos cálidos ojos violetas.
¿Era un sueño?
- Buenos
días- la saludó el hombre.
Lucy se
sonrojó al ver en donde estaba y a quien abrazaba- Bue.. buenos días- musitó
tratando de evadir su mirada.
Latis volvió a
sonreír y delicadamente sujetó su mentón para poder besar sus labios y así calmar sus nervios- Te extrañé- confesó
suavemente.
Sus ojos se
agrandaron por la sorpresa y la alegría que esa confesión había hecho- Y yo a ti.
Nuevamente
iban a besarse, cuando...
- ¿Guru Cef?- respondieron ambos a la llamada mental.
- “Llegó una llamada de auxilio. La aldea, a las afueras del castillo, está siendo atacada”.
- Vamos
para allá- respondió Latis y sin decir nada más, ambos
empezaron a vestirse a toda prisa.
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-Diablos- maldecía Paris mientras comandaba la criatura que
Guru Clef le entregó. Para colmo Ráfaga todavía no había llegado lo cual solo
les dejaba los hombres bajo el mando de Latis ya que el resto de la guardia
estaba repartida entre los fuertes y aldeas. Sin mencionar que muchos debían
ser dejados para proteger el castillo junto a Guru Clef.
A su lado,
Caldina se sujetaba para no caer. Presea era llevada por Ascot y Lucy viajaba
con Latis.
Al llegar,
solo fueron recibidos por gritos de desespero. Los aldeanos corrían de un lado
para el otro tratando de escapar. ¿De qué? No sabían.
- Ahí-
señaló Caldina. Unas dos chicas se encontraban en lo que parecía ser el centro
de una guerra. Se movían ágilmente y soltaban pequeños rayos de luz hacia los
inocentes habitantes quienes no podían hacer nada para defenderse.
Paris saltó
antes de que su criatura pudiese tocar el suelo. Con espada en mano, se
precipitó hacia la que tenía pelo rubio y ojos rojos.
Su gente... nadie que la atacase quedaría sin
castigo.
Sin embargo,
chocó con un escudo mágico que apareció alrededor de la chica protegiéndola, lo
cual hizo que esta se percatara de lo cerca que estuvo de ser detenida.
- Eh?
- ¡Ycul, trata
de estar más alerta!- la reprimió la otra jovencita,
creadora del campo de fuerza.
Ycul sonrió
apenada- Lo siento,
Siana.
Pero esta ya
no respondió, tenía su atención dirigida hacia el joven rey que era ayudado por
Caldina y rodeado por el resto de sus amigos.
Lucy miró
extrañada a las dos agresoras pero su mirada se desvió hacia un extremo en
donde se encontraba la misma chica que la había tratado de matar unos días
atrás. Estaba peleando agresivamente con una mujer de apariencia muy familiar.
Sus ojos se
agrandaron sorpresivamente al ver que era su amiga Marina.
- ¡Ma..
- Yo no la
llamaría si fuese tu- interrumpió Siana- Esta es una pelea entre ellas dos. Si te ve, en
este momento, harás que pierda su concentración y pierda.
Ycul sonrió al
ver como todos tensaron su cuerpo- Tendrán que entretenerse con nosotras por el momento. Vamos, será
divertido.
¿Divertido? ¿Está loca?
- De acuerdo- aceptó Paris, poniéndose en posición de ataque.
Marina era una Guerrera Mágica, no tendría problemas en defenderse sola... por
el momento.
- Pero no
sería justo que peleemos dos contra seis- dijo
pensativamente Siana y, chasqueando sus dedos, hace aparecer un vórtice del
cual salen dos pajarracos enormes con picos y garras afiladas. Estos se lanzan
hacia ellos atacándolos mientras ella desenfundaba su espada- Ahora es mucho más parejo.
Mientras tanto
Marina se encontraba en medio de una lucha por preservar su vida. Las intenciones de su atacante eran bastante
claras: exterminarla. Y, como si fuera poco, lo hacía con un odio pasional. Se
notaba por la fuerza de sus estocadas, la precisión de sus golpes y el frío de
sus ojos.
- ¿Por qué?- preguntó evitando que la hoja del sable se enterrara
en su corazón- ¿Cuál es la
razón por la cuál quieres matarme?
- No tienes ningún derecho- respondió Aniram- No mereces tener respuestas. Mientras mis hermanas
y yo estemos aquí, Céfiro olvidará lo que es estar paz. Ninguno de ustedes
estará a salvo.
Y, como
queriendo mostrarle a que se refería, su mirada se encaminó hacia donde estaban
sus dos hermanas. Marina siguió esa dirección y se aterrorizó al ver a Ascot,
quien estaba igual que siempre, invocando a sus criaturas para proteger a los
pocos aldeanos, que parecían no haber sido alcanzado por los ataques del enemigo,
de una bestia con forma de pájaro.
Más atrás,
Latis combatía a una criatura similar mientras que Caldina hacía uso de sus
dagas contra Ycul y Paris enfrenteba a Siana.
- No- susurró Marina pero esa distracción le costó ya que
Aniram aprovechó su distracción para desarmarla- Ahora, Céfiro perderá a una de sus protectoras-
La Guerrera del Agua cerró con fuerza los ojos esperando el golpe final....
- ¡¡Flecha
de fuego!!
- Aahhh!!
Siana e Ycul
escucharon el grito de dolor.
-
¡¡Aniram!!- gritó preocupada Ycul.
Siana,
furiosa, batió con fuerza sus brazos creando así un torbellino de viento lo
suficientemente fuerte para tirar a todos por los aires. Un vórtice aparece de
la nada tragándose a las tres chicas y a los dos pájaros gigantes.
Marina se
encontraba algo mareada por la sacudida pero el cuerpo de una persona había
evitado que se golpeara fuerte al aterrizar. Era una mujer joven que la miraba
preocupada. Trató de levantarse, seguramente no la dejaba respirar bien con su
peso. Algo sólido en su pecho le llamó la atención. La mujer llevaba una
armadura... y no una cualquiera.
Era la
armadura de una Guerrera Mágica.
Sonrió.
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Se sentó
suavemente en el suelo. Descansaría por unos minutos antes de emprender
nuevamente su viaje. Se había despertado hacía unas horas y, sin un adiós o un
gracias, se marchó de la aldea antes de que todos despertaran.
A su espalda,
llevaba un saco con algunas de las medicinas y vendas que Valdo le había
enseñado a usar. No había sido su intención llevárselas, pero sin sus poderes
seguramente las necesitaría. Si se presentaba la oportunidad, regresaría a
pedir disculpas y a agradecer toda la ayuda que le brindaron.
El sonido de
uno caballos al galope llamaron su atención. Al parecer, se acercaban a ella.
Miró algo
curiosa hasta que divisó al único jinete. Este se detuvo al estar junto a ella.
- Veo que no estás dispuesta a esperar a que estés completamente sana-
Dictó Hosuel mientras la miraba de forma acusadora.
- Tengo que ir- fue todo lo que la Guerrera del Viento
respondió.
- ¿Así, sin decirnos nada?
Anais sonrió- No podía arriesgarme a que me sedaran de nuevo.
Hosuel murmuró
algo sobre mujeres testarudas y le extendió las riendas del caballo que no
tenía jinete- Al menos
debiste robarte algún medio de transporte. Si fuésemos caminando, tardaríamos
meses.
Aceptó las
riendas pero lo miró seriamente- No tienes que venir conmigo.
- No me
digas que hacer- y sin nada más que decir, ambos reanudaron camino.