Disclaimer: “Las Guerreras Mágicas” no me pertenece. Esto es algo que hice con el simple propósito de entretener y no gano nada a cambio por escribirlo. Por lo tanto, me gustaría que ninguna que ninguna demanda se haga en mi contra.

 

 

                                                           Capítulo N ° 8

 

 

 

 El fresco de la mañana era suficiente para quitarle el poco sueño que se reflejaba en su rostro. Después de una mala noche durmiendo en la intemperie, Marina había decidido emprender camino mucho antes de que el sol saliese para así llegar lo más antes posible.

 

 No pasó mucho tiempo antes de pasar por un pueblo bastante habitado. Mientras que caminaba por lo que parecía ser la calle principal, la Guerrera del Agua observaba como las pequeñas tiendas del mercado eran abiertas. No era nada muy elaborado, al menos no tanto como ella estaba acostumbrada a ver en Paris, simplemente humildes mercaderes que exponían su mercadería. Desde prendas de ropa hasta muy apetitosas frutas exóticas.

 

 Pero lo mejor de todo es que desde este lugar ya se empezaba a distinguir la muy lejana estructura del castillo. Aunque era muy distinto a lo que ella recordaba, o tal vez era igual pero no se notaba con tanto verde a su alrededor.

 

 Era mil veces más hermoso y brillante que antes.

 

- ¡Alhajas!- la voz de un comerciante en frente suyo la sacó de su estupor-  Collares, pendientes, y brillantes para una hermosa mujer como usted- ofreció galantemente.

 

 Aún cuando Marina estaba acostumbrada a recibir halagos, no pudo evitar sorprenderse por el comentario ya que estaba bastante desaliñada debido a las malas condiciones en las que había viajado.

 

- Eh, no. Muchas gracias- respondió- pero me gustaría preguntarle si ese de allá- dijo señalando el edificio- es el castillo.

 

 El hombre miró algo confuso a la mujer pero simplemente asintió en forma afirmativa.

 

 Perfecto, pensó Marina. Agradeció al comerciante y tironeó la rienda de la lagartija de seis patas la cual empezó a caminar lentamente- Vamos bicho raro. Quisiera llegar HOY. 

 

- Pero señorita- se interpuso el mismo comerciante en su camino- no puede irse sin ver estas reliquias. Le aseguro que nunca encontrará mejores precios que los míos.

 

 - Lo siento, pero no tengo tiempo para esas cosas- sin embargo el hombre no desistió y la pobre Guerrera ya estaba perdiendo su paciencia- ¡¡Oiga, si no me deja pasar lo lamentará!!

 

 No pasó ni medio segundo después de decir esto que el mercader se vio momentáneamente rodeado de una tenue luz para después caer inconsciente al suelo.

 

 Marina, espantada, se arrodilló a su lado para ver que le había pasado. Estaba vivo, pero no respondía.

 

- Nos volvemos a encontrar, Guerrera Mágica.

 

- Tu.

 

 Siana, la misma chica que la atacó antes, estaba a unos 10 pasos de ella. Dos chicas más se encontraban al lado suyo, una rubia de pelo corto y ojos rojos, y otra de largo pelo lila y ojos celestes fríos como el hielo.

 

 Marina levantó al hombre que se encontraba en el suelo y lo recargó en la criatura. Justo cuando ella misma iba a subir, la chica de ojos rojos libera lo que parecía ser una bola de fuego espantando a la criatura, la cual corrió a una velocidad increíble llevándose al hombre con ella.

 

- Y ahora se le ocurre moverse rápido- murmura una muy resentida Marina entre dientes- estúpido animal.

 

- Ella es muy divertida- comenta la misma chica que liberó la bola de fuego. Su tono de voz hablaba como si fuese algo asombroso. Siana asiente mientras que la otra solo la ve con lo que parecía ser un desagrado mortal.

 

- Muy bien Siana, si quieres pelear, lo haré. Pero te advierto que no caeré tan fácilmente como la última vez- dijo la Guerrera del Agua desenfundando su espada.

 

- Lo siento- la interrumpe la chica del pelo lila- Pero esta vez te enfrentaras conmigo.

 

- Esta bien- dictó Siana- tu te encargaras de ella mientras nosotras nos divertimos con los aldeanos- y diciendo esto ella e Ycul saltan hacia la zona en donde ya muchas personas se habían reunido por la conmoción.

 

- No, esperen- pero justo cuando ella se disponía a ir tras ellas, La tercera se le interpone- Tu tienes tus propios problemas Guerrera Mágica. Mi nombre es Aniram y hace muchos años que quiero hacer esto...

 

 Y espadas chocan.

 

 

 

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 Los cálidos rayos de sol entraban por la ventana iluminando el cuarto. Todavía era muy temprano y faltaba una hora o dos para que sea la hora a la que estaba acostumbrado a levantarse. Pero no le importaba. No si podía continuar admirándola en sus brazos.

 

 Latis acarició la mejilla de Lucy mientras esta continuaba en su plácido sueño. Su otra mano sostenía la palma de ella, no pudiendo evitar maravillarse. Sus manos no eran suaves ni delicadas como las de muchas damas. Más bien, firmes y fuertes, indicando años de entrenamiento y esfuerzo. Sus dedos eran largos y aún así, chicos comparados con los de el.

 

 Cuando la vio después de tanto tiempo de espera, simplemente no quiso más que poder abrazarla y no permitirle separarse de el. Pero todos estaban allí y su muy antiguo hábito de no mostrar sus sentimientos en público, evitaron que sucumbiera a su deseo. Fue cuando todos estaban en el salón del trono cuando ella lo dijo...

 

No me mal entiendan, pero hubo veces en que mi deseo de volver fue mucho más fuerte de lo que era esa mañana. Y para serles sincera- agregó- no recuerdo haber deseado mucho regresar en ese momento.”

 

 Entonces ella ya los había superado. Tal vez los extrañaba, pero no buscaba volver con ellos a Céfiro.

 

 Ni con el. 

 

 Desde entonces se había propuesto no acercársele. ¿Por qué profundizar los sentimientos que tenía con ella si no le correspondería? ¿Por qué sufrir más de lo que estaba sufriendo ahora?

 

 Por lo tanto, no le hablaba, a menos que fuese necesario, trataba de no observarla, cosa que era inevitable ya que ni bien la divisaba no podía evitar hacer otra cosa que quedar fascinado por sus ojos.

 

  Y si que tuvo que esforzarse cuando chocó con ella en el pasillo, tratando de ser descortés y dejarla sola. Debía serlo, tal vez si hacía que lo odiase, no se acercaría tanto.

 

Pero ella tenía que llamarlo y preguntarle si algo estaba mal. Se veía irresistible cuando se ponía nerviosa. Le hizo acordar tanto a aquella vez en que ella le pidió disculpas por lo sucedido con Zagato.

 

 No pudo evitarlo.

 

 Cuando se dio cuenta, ya la estaba besando y ella a el.

 

 La miró nuevamente. Cielos, si que había pasado el tiempo. Ella ya no era una niña, era una mujer. Y muy bonita, por cierto. Su cabello seguía siendo del más maravilloso color fuego que antes. Aunque se veía diferente suelto y desparramado por su pecho y el de el.

 

 Sonrió levemente.

 

 La Guerrera de Fuego abrió lentamente los ojos encontrándose con dos cálidos ojos violetas. ¿Era un sueño?

 

- Buenos días- la saludó el hombre.

 

 Lucy se sonrojó al ver en donde estaba y a quien abrazaba- Bue.. buenos días- musitó tratando de evadir su mirada.

 

 Latis volvió a sonreír y delicadamente sujetó su mentón para poder besar sus labios y  así calmar sus nervios- Te extrañé- confesó suavemente.

 

 Sus ojos se agrandaron por la sorpresa y la alegría que esa confesión había hecho- Y yo a ti.

 

 Nuevamente iban a besarse, cuando...

 

- “Lucy, Latis”

 

- ¿Guru Cef?- respondieron ambos a la llamada mental.

 

- “Llegó una llamada de auxilio. La aldea, a las afueras del castillo, está siendo atacada”.

 

- Vamos para allá- respondió Latis y sin decir nada más, ambos empezaron a vestirse a toda prisa.

 

 

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-Diablos- maldecía Paris mientras comandaba la criatura que Guru Clef le entregó. Para colmo Ráfaga todavía no había llegado lo cual solo les dejaba los hombres bajo el mando de Latis ya que el resto de la guardia estaba repartida entre los fuertes y aldeas. Sin mencionar que muchos debían ser dejados para proteger el castillo junto a Guru Clef.

 

 A su lado, Caldina se sujetaba para no caer. Presea era llevada por Ascot y Lucy viajaba con Latis.     

 

 Al llegar, solo fueron recibidos por gritos de desespero. Los aldeanos corrían de un lado para el otro tratando de escapar. ¿De qué? No sabían.

 

- Ahí- señaló Caldina. Unas dos chicas se encontraban en lo que parecía ser el centro de una guerra. Se movían ágilmente y soltaban pequeños rayos de luz hacia los inocentes habitantes quienes no podían hacer nada para defenderse.

 

 Paris saltó antes de que su criatura pudiese tocar el suelo. Con espada en mano, se precipitó hacia la que tenía pelo rubio y ojos rojos.

 

Su gente... nadie que la atacase quedaría sin castigo.

 

 Sin embargo, chocó con un escudo mágico que apareció alrededor de la chica protegiéndola, lo cual hizo que esta se percatara de lo cerca que estuvo de ser detenida.

 

- Eh?

 

- ¡Ycul, trata de estar más alerta!- la reprimió la otra jovencita, creadora del campo de fuerza. 

 

 Ycul sonrió apenada- Lo siento, Siana.

 

 Pero esta ya no respondió, tenía su atención dirigida hacia el joven rey que era ayudado por Caldina y rodeado por el resto de sus amigos.

 

 Lucy miró extrañada a las dos agresoras pero su mirada se desvió hacia un extremo en donde se encontraba la misma chica que la había tratado de matar unos días atrás. Estaba peleando agresivamente con una mujer de apariencia muy familiar.

 

 Sus ojos se agrandaron sorpresivamente al ver que era su amiga Marina.

 

- ¡Ma..

 

- Yo no la llamaría si fuese tu- interrumpió Siana- Esta es una pelea entre ellas dos. Si te ve, en este momento, harás que pierda su concentración y pierda.

 

 Ycul sonrió al ver como todos tensaron su cuerpo- Tendrán que entretenerse con nosotras por el momento. Vamos, será divertido.

 

¿Divertido? ¿Está loca?

 

- De acuerdo- aceptó Paris, poniéndose en posición de ataque. Marina era una Guerrera Mágica, no tendría problemas en defenderse sola... por el momento.

 

- Pero no sería justo que peleemos dos contra seis- dijo pensativamente Siana y, chasqueando sus dedos, hace aparecer un vórtice del cual salen dos pajarracos enormes con picos y garras afiladas. Estos se lanzan hacia ellos atacándolos mientras ella desenfundaba su espada- Ahora es mucho más parejo.

 

 Mientras tanto Marina se encontraba en medio de una lucha por preservar su vida.  Las intenciones de su atacante eran bastante claras: exterminarla. Y, como si fuera poco, lo hacía con un odio pasional. Se notaba por la fuerza de sus estocadas, la precisión de sus golpes y el frío de sus ojos.

 

- ¿Por qué?- preguntó evitando que la hoja del sable se enterrara en su corazón- ¿Cuál es la razón por la cuál quieres matarme?

 

- No tienes ningún derecho- respondió Aniram- No mereces tener respuestas. Mientras mis hermanas y yo estemos aquí, Céfiro olvidará lo que es estar paz. Ninguno de ustedes estará a salvo. 

 

 Y, como queriendo mostrarle a que se refería, su mirada se encaminó hacia donde estaban sus dos hermanas. Marina siguió esa dirección y se aterrorizó al ver a Ascot, quien estaba igual que siempre, invocando a sus criaturas para proteger a los pocos aldeanos, que parecían no haber sido alcanzado por los ataques del enemigo, de una bestia con forma de pájaro.

 

 Más atrás, Latis combatía a una criatura similar mientras que Caldina hacía uso de sus dagas contra Ycul y Paris enfrenteba a Siana.

 

- No- susurró Marina pero esa distracción le costó ya que Aniram aprovechó su distracción para desarmarla- Ahora, Céfiro perderá a una de sus protectoras- La Guerrera del Agua cerró con fuerza los ojos esperando el golpe final....

 

- ¡¡Flecha de fuego!!

 

- Aahhh!!

 

 Siana e Ycul escucharon el grito de dolor.

 

- ¡¡Aniram!!- gritó preocupada Ycul.

 

 Siana, furiosa, batió con fuerza sus brazos creando así un torbellino de viento lo suficientemente fuerte para tirar a todos por los aires. Un vórtice aparece de la nada tragándose a las tres chicas y a los dos pájaros gigantes.

 

 Marina se encontraba algo mareada por la sacudida pero el cuerpo de una persona había evitado que se golpeara fuerte al aterrizar. Era una mujer joven que la miraba preocupada. Trató de levantarse, seguramente no la dejaba respirar bien con su peso. Algo sólido en su pecho le llamó la atención. La mujer llevaba una armadura...  y no una cualquiera.

 

 Era la armadura de una Guerrera Mágica.

 

 Sonrió.

 

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 Se sentó suavemente en el suelo. Descansaría por unos minutos antes de emprender nuevamente su viaje. Se había despertado hacía unas horas y, sin un adiós o un gracias, se marchó de la aldea antes de que todos despertaran.

 

 A su espalda, llevaba un saco con algunas de las medicinas y vendas que Valdo le había enseñado a usar. No había sido su intención llevárselas, pero sin sus poderes seguramente las necesitaría. Si se presentaba la oportunidad, regresaría a pedir disculpas y a agradecer toda la ayuda que le brindaron.

 

 El sonido de uno caballos al galope llamaron su atención. Al parecer, se acercaban a ella.

 

 Miró algo curiosa hasta que divisó al único jinete. Este se detuvo al estar junto a ella.

 

- Veo que no estás dispuesta a esperar a que estés completamente sana- Dictó Hosuel mientras la miraba de forma acusadora.  

 

- Tengo que ir- fue todo lo que la Guerrera del Viento respondió.   

 

- ¿Así, sin decirnos nada?

 

 Anais sonrió- No podía arriesgarme a que me sedaran de nuevo.

 

 Hosuel murmuró algo sobre mujeres testarudas y le extendió las riendas del caballo que no tenía jinete- Al menos debiste robarte algún medio de transporte. Si fuésemos caminando, tardaríamos meses.

 

 Aceptó las riendas pero lo miró seriamente- No tienes que venir conmigo.

 

- No me digas que hacer- y sin nada más que decir, ambos reanudaron camino.