Hikaru corría escaleras arriba. Como casi siempre y muy a pesar suyo, se le había hecho tarde para su encuentro mensual con Umi y Fuu en la torre de Tokio. Hacía ya cinco años que habían regresado de Céfiro, y nunca más habían logrado volver. En verdad, mucho se temía Hikaru que jamás lo lograrían, ya que solo en caso de que hubiese algún peligro, las Guerreras Mágicas serían convocadas de vuelta a Céfiro. Mientras tanto, era probable que alguna de ellas ya hubiera perdido las esperanzas. Pero ella no. Casi sin aliento, llegó a la cima y miró en torno. Como siempre, y aunque llegaba con retraso, solo vio a Fuu.
- ¡Fuu! – exclamó agitando la mano y corriendo hacia ella. La otra chica se volvió. Había cambiado un tanto, estaba crecida y ya no usaba aquel uniforme verde. Ya ninguna de ellas usaba uniforme, porque ya estaban en el Instituto. Hikaru estudiaba Veterinaria, Fuu estudiaba Ingeniería de Sistemas de Computación y Umi... bueno, Umi no acababa de decidirse, justo en aquellos momentos andaba dándole propaganda a su carrera como modelo. Algunas cosas nunca cambian, y dando otra prueba de ello, Fuu recibió a su amiga con su invariable y suave sonrisa.
- ¡Hola, Hikaru! – ambas se abrazaron – Tú no cambias, siempre corriendo de aquí para allá.
La pelirroja dio una vuelta sobre sí misma para demostrar lo feliz que se sentía de ver a Fuu. Sin embargo, dentro de su corazón, la chica siempre experimentaba una inevitable congoja cuando veía a aquellas con las que había compartido tantas y tan insólitas aventuras en el mundo mágico. Le recordaban algunas cosas y algunas personas a las que mejor le hubiese convenido olvidar.
- Y como siempre, tan descuidada. – puntualizó la rubia. Refiriéndose obviamente a los pantalones negros y la blusa roja que llevaba puestos la siempre desenfadada Hikaru - ¿Cuándo vas a aprender a comportarte como una muchacha?
- Ya, no me regañes. Así estoy cómoda. Además, yo no soy tan linda como tú o Umi...
Moviendo la cabeza de un lado para otro, Fuu la contempló con detenimiento. A la ya mencionada vestimenta se le sumaba un par de tenis de lo más corrientes y la larga trenza de rigor. Definitivamente, algunas cosas nunca cambiarían. A pesar de que ya no era tan pequeña como antes, Hikaru seguía siendo la más baja de ellas tres, y aún conservaba el mismo aire de ingenuidad de los catorce años.
A su vez, la pelirroja admiraba muchísimo a su amiga. Fuu era muy elegante, sin caer en refinamientos excesivos, y aunque sus ropas eran similares, toda ella denotaba femineidad y delicadeza. Además, se había dejado el cabello un poco más largo, lo cual, en la opinión de la mayoría de sus conocidos, hacía que sus encantos se incrementaran.
- No me mires así, Fuu. – Hikaru ya había ahuyentado, a toda velocidad, los tristes pensamientos que antes la habían rondado – Umi es modelo y tú... pues, tienes todo el porte de una princesa. – se echó a reír y se señaló a sí misma con un dedo – En cambio yo, je, no soy más que una insignificante estudiante de Veterinaria... y la verdad, no quiero ser más.
- Pues eso no es lo que me han dicho mis “informantes”.
Las dos jóvenes se volvieron para ver a la persona que recién había hablado. Se habían entretenido de cara a la ciudad y no se habían dado cuenta de la llegada de Umi. Esta las abrazó sin ninguna ceremonia, y luego las observó con detenimiento.
- Estás linda, Fuu, me encanta tu conjunto. Pantalón y chaleco, que elegante y que bien te queda el verde. – dijo aprobándola como si fuese la juez de la moda. En cambio, su expresión cambió al fijarse mejor en su otra amiga.
- No, por favor, no más sermones. – suplicó Hikaru cómicamente.
- ¡Es que te los mereces! – exclamó Umi un tanto malhumorada - ¿Qué facha es esa que traes?
La pelirroja suspiró con resignación. Solo mirar a Umi debía ser más que suficiente para hacerla sentirse culpable. El vestido que llevaba era bello, de un tejido vaporoso que debía haberle costado un dineral y era el principal causante de que todos los hombres hubieran dejado de prestarle atención al panorama, a sus acompañantes e incluso a sus celulares, solo para verla pasar. Zapatos de tacones medianos y todos los accesorios imaginables completaban un aspecto despampanante. Después de todo, Umi Ryuuzaki, la ya famosa modelo, tenía una imagen que cuidar.
- Está bien. – aceptó la derrota ante sus dos amigas – Debería acicalarme un poco más, blah, blah...
Umi la miró con creciente enojo, mientras Fuu se reía por lo bajo. Siempre era lo mismo, y al final era necesario cambiar de tema.
- ¿Bueno, y que nos decías cuando llegaste? – preguntó, recibiendo por ello una mirada agradecida de Hikaru, que ignoraba que este cambio no era el más favorable.
A esta pregunta de Fuu, la expresión de enojo de Umi se volvió malévola.
- ¡Ah! Mis informantes... jejejeje, me han dicho que aún siendo tan despreocupada y tan arisca, nuestra amiguita tiene sus admiradores. Dime Hikaru, ¿qué fue lo que te pasó con Masako?
Hikaru contempló a Umi con mirada de terror. ¿Cómo se había enterado de eso?
- ¿Sorprendida? – rió Umi triunfante – ¡Yo lo sé todo!
- ¿Qué es, Hikaru? – preguntó Fuu con interés. - ¿Quién es Masako?
La interpelada hizo un gesto de fastidio y casi le saca la lengua a Umi, cosa que no hizo porque, a pesar de ser algo descuidada en el vestir, era una joven muy bien educada. ¡Pero ganas no le faltaron!
- Nada de importancia. – dijo al fin con desgano.
- ¿No tiene importancia? – escandalizó Umi – Te diré Fuu, Masako Futumada es uno de los jóvenes más codiciados de la alta sociedad, su familia es inmensamente rica y da la casualidad que estudia en el instituto de Hikaru. ¿Y sabes qué más? El chico la invitó salir.
- ¿Qué? – se asombró Fuu, poniendo ojos grandes como platos - ¿Una cita?
La incomodidad de la pelirroja aumentaba por momentos. ¿Pero como diablos le hacía Umi para enterarse de todo? Parecía que de veras tenía espías por todas partes.
- Pues sí – terminó la modelo, ahora con más calma – El chico la invitó, y te digo que aparte de todo, no está nada despreciable. ¿Y a que no sabes que le contestó nuestra amiga aquí presente?
- Lo rechazó – contestó Fuu sin titubear.
- ¿Tú ya lo sabías?
- No, – dijo la rubia mientras se preguntaba por qué a veces Umi se comportaba tan o más inocentemente que la propia Hikaru. – pero si le hubiese dicho que sí, tú no armarías tanto lío.
- Oh – Umi lanzó una risita – es cierto. Ahora dime que vamos a hacer con esta TONTA, MÁS QUE TONTA amiga nuestra.
Fuu miró a Hikaru. Esta se había recostado de una viga metálica y tenía los ojos cerrados, en actitud meditabunda.
- ¿Por qué lo hiciste, Hikaru? – preguntó Fuu conciliatoriamente.
- No me interesaba salir con él.
Mientras respondía de aquella forma bastante escueta, la joven se había vuelto nuevamente hacia la ciudad mientras apretaba convulsamente en una de sus manos la única pieza de joyería que llevaba encima, un medallón dorado con un espejo en el centro, que pendía de su cuello por una fina cadena. Algún tiempo atrás Hikaru había adquirido tal costumbre, que ya formaba parte de su personalidad. En verdad, aquel dije era su más preciada posesión sobre la tierra.
Fuu caminó hacia ella y le puso una mano en el hombro.
- No puedes seguir así.
- ¿Así como? – inquirió la pelirroja volviéndose hacia sus amigas - ¿Rechazando chicos que me invitan a salir? No me interesan.
- Según he sabido, haces una vida muy retirada. – terció Umi, ahora con voz suave y calmada.
- ¿Y qué tiene eso de particular?
- Necesitas distraerte. – ahora era Fuu la que hablaba. – De la escuela a la casa y de la casa a la escuela no es un buen plan. Y sé por tus hermanos que también te matas trabajando en el dojo.
- Lo sé, tienen razón, intentaré distraerme. – concluyó Hikaru, más para que la dejaran tranquila que con verdadera convicción – Ahora solo cuéntenme como les ha ido desde la última vez que nos vimos. ¿Cómo va tu carrera de modelo, Umi?
Esta vez, el cambio de tema surtió el efecto deseado. En un dos por tres, Umi se dedicó a describirles hasta los más mínimos detalles y sucesos de su carrera como modelo durante el mes anterior. Y eso quiere decir que estuvo como media hora hablando sin parar de lo mismo y lo mismo.
- ... me acompañó hasta mi casa y así terminó la noche de ayer! – concluyó la joven de cabello azulado ya casi sin aire - ¡No me puedo quejar, mi vida va de lo mejor!
- Y... ¿no pasó más nada? – preguntó Fuu maliciosamente.
Hikaru puso la cara más inocente del mundo, probablemente ni se imaginaba lo que insinuaba la rubia... o tal vez sí.
- ¡NO PASÓ NADA! – exclamó Umi con cara de pocos amigos - ¿Qué debió haber pasado?
- No te enfades. – siguió Fuu tan tranquila – Tienes tantos admiradores que no sería nada extraño que tuvieras una relación seria con alguno de ellos.
- Pues no. Y... ¿qué hay de ti?
Fuu siguió sonriendo, esta vez con un poco más de esfuerzo que de costumbre.
- Mi hermana Kuu y yo siempre salimos juntas, aunque a veces es un poco engorroso, porque ella tiene novio y me siento fuera de lugar. Por lo demás, el instituto...
- Ah, no señorita, nada de eso – dijo Umi, cortando la conferencia que se avecinaba por parte de su rubia amiga – nada de discursos escolares. Dime, ¿no hay nadie que te interese? ¿Quizás algún amigo de Kuu? ¿O quizás algún cuatro ojos de esos que estudia contigo?
Ahora fue Fuu la que hizo un gesto de fastidio. Hikaru no pudo evitar una sonrisa. En el fondo todas se sentían de la misma forma, aunque cada cual lo enfrentaba a su manera.
- No sé que me pasa con los chicos, – dijo Fuu, cohibida – siempre acabo comparándolos con...
Súbitamente, dejó la oración en el aire. Apenas a tiempo se había dado cuenta de lo que iba a decir, sabiendo que no era conveniente mencionar a la persona que le había venido a la mente, como tantas otras veces. Sin embargo, sus dos amigas la comprendieron perfectamente, y aunque Umi bien hubiera tratado por todos los medios de ignorarlo, Hikaru no pudo.
- Ferio. – concluyó muy seria la frase que su amiga había dejado inconclusa.
- ¿Qué? – chillaron las otras dos al unísono.
- Ustedes me oyeron bien.
La futura Ingeniera volvió sus ojos verdes hacia el suelo. Por más que le pesara, la pelirroja tenía toda la razón. Aunque no podía regresar a Céfiro, tampoco podía olvidar. Por su parte, la modelo se encaró con Hikaru, esta vez de muy mal talante y aparentemente con malas intenciones.
- ¡Sabes perfectamente que no debes hablar de “ese” lugar, ni de nada que tenga que ver con él!
- Lo sé, – afirmó Hikaru sosteniendo la mirada azul de Umi – pero mi corazón se niega a olvidar.
Y dando por terminada la conversación, se volvió una vez más hacia la ciudad, que se extendía ruidosa bajo sus pies en aquella brillante mañana de domingo. Su mano se movió con ademán maquinal, aferrando nuevamente el medallón que colgaba de su cuello.
Umi se dirigió a ella, no queriendo quedarse con la palabra en la boca, pero Fuu se interpuso.
- Hikaru tiene razón. Hemos quedado marcadas.
- ¿Tú también vas a apoyarla, Fuu? ¿Tanto que hemos sufrido tratando de volver... “allá”, y ahora vamos a pasar por todo de nuevo?
- Lo siento, pero no puedo olvidar. – se lamentó la chica ajustando sus gafas – Lo he intentado, pero no puedo. Dime que tú si has podido, y tal vez eso me dé esperanzas de lograrlo algún día.
Umi no había olvidado, pero al parecer si había perdido las esperanzas del regreso. Sin embargo, no iba a darse por vencida tan pronto ante sus amigas, y mucho menos iba a admitir que hubiera dado cualquier cosa por volver a ver aquel mundo que ya formaba parte de ella, junto con cada uno de sus habitantes.
- Dime que no extrañas a Guru Clef... – terminó Fuu con un suspiro
La sola mención de tal personaje hizo vacilar a Umi, que para disimularlo se lanzó en una discusión sin sentido con Fuu, sobre la inutilidad de los recuerdos del pasado, la necesidad de seguir adelante, y otras cosas que ya se habían cansado de discutir una y otra vez, después de cada intento fallido.
Hikaru las escuchó discutir acaloradamente, pero no se volvió. Siempre era lo mismo. Siempre cuestionándose el por qué no podían regresar si todas parecían desearlo con igual intensidad. Claro, ella también se daba cuenta de que no estaban en Céfiro, donde quizás su sola voluntad hubiera bastado para cumplir sus deseos, y también comprendía que lo mejor sería que no tuvieran que regresar, ya que las Guerreras Mágicas solo eran invocadas cuando había una amenaza para aquel mundo. Pero aún así se sentía incompleta, le parecía que no podía seguir con su vida de esa forma, y hasta sus hermanos se habían dado cuenta de que desde hacía mucho tiempo no reía con el mismo entusiasmo de antes. Aunque generalmente lo ocultaba, se sentía sola, y su mayor alegría era reunirse con sus amigas, a pesar de que habían pactado no hablar de sus aventuras ni de lo que habían dejado atrás, ya que se iba haciendo muy doloroso no poder regresar. De todos modos, ellas le recordaban una de sus experiencias más duras y enriquecedoras, una de las mejores temporadas de su vida y, para que negarlo, le recordaban a la persona que más amaba.
Porque, sí, Hikaru había estado indecisa en el pasado, su corazón dividido entre dos jóvenes muy distintos, pero que la atraían sin remedio. Aquella había sido una de sus últimas conversaciones en Céfiro...
ººººº Flashback ººººº
- Hikaru – dijo él, serio como siempre.
Ella se volvió a mirarlo. Se sentía un tanto incomoda, tal vez adivinando que la situación estaba a punto de volverse... más embarazosa.
- En tu país, ¿qué dice la gente cuando quiere confesar su amor a alguien?
- Creo que sería algo así como... “¿Te casarías conmigo?”
La mirada de él reflejó confusión por un instante.
- ¿“Casarse”?
- ¡Prometer que estarás junto a la persona que amas por el resto de tu vida!
- ¿Tú quieres “casarte” con alguien?
Hikaru no lo dudó ni un segundo.
- Contigo... ¡y con Eagle!
Una vez más, él pareció asombrado y confundido.
- ¿Entonces suelen casarse con dos personas al mismo tiempo?
La joven negó alegremente y lo miró con una amplia sonrisa.
- Lo que pasa es que los amo a ambos...
ººººº Fin del Flashback ººººº
¡Qué ingenua era ella entonces! ¡Qué poca idea tenía de lo que eran los sufrimientos del amor! Sin embargo, aquel día estaba ya lejos, y con el tiempo y la desesperación de no poder volver, Hikaru había comprendido que solo amaba a uno de ellos, a aquel que hacía que todos los chicos que conocía parecieran insignificantes e insulsos. Justo a aquel, que si ahora volviese a formular la misma pregunta, recibiría una respuesta bien diferente. ¿Acaso podía seguir la vida su curso normal después de haberlo conocido, sabiendo que tal vez nunca volvería a verlo? Sin poder evitarlo, la joven volvió a aferrar el dije que colgaba de su cuello, único recuerdo de él. Mientras miraba al cielo, cuyo hermoso color no veía, sus ojos se humedecieron y un nombre acudió a sus labios, en un triste suspiro:
- Lantis...