Clef – Responsabilidad (Parte 2)
Guru Clef aún no salía de su asombro. Lo que acababa de contarle Fuu no era nada insólito, era algo que sucedía todos los días. Y sin embargo, nunca hubiera esperado tal cosa de ella. Tal vez de Umi o de Hikaru, que eran más impulsivas. ¿Pero la guerrera del viento? No, nunca se lo hubiera imaginado.
- ¿Las otras guerreras lo saben? – inquirió con voz grave.
- No me he atrevido a contarles… - murmuró la joven con voz rota.
- Y debo suponer que tampoco le has dicho nada a Ferio…
- ¡No! – exclamó Fuu con expresión aterrada, mirando al mago con los ojos muy abiertos – ¡Él no puede… no debe saberlo nunca!
El pequeño Guru movió la cabeza comprensivamente. La reacción de la joven era bastante lógica, pero quizás un tanto exagerada. Al fin y al cabo, lo que a ella le parecía terrible, en su opinión no era gran cosa.
- Creo que estás siendo un poco irracional, Fuu. ¿No crees que ellos tres tengan derecho a saberlo? Ya han sufrido demasiado por tu causa… especialmente las chicas…
Un largo suspiro fue la respuesta. Fuu esperaba exactamente esa respuesta de Guru Clef. Él era tan sabio, siempre parecía tener todo bajo control. Pero ella no podía. ¿Qué dirían Hikaru y Umi? ¿Y que diría… Ferio? No, ella no podía enfrentarlos, lo que le había sucedido y lo que había hecho luego para ocultarlo era demasiado absurdo. Habérselo contado al mago ya era mucho para ella. Aunque en verdad la había hecho sentirse un poco mejor.
- No importa que no le digas a Ferio… porque la situación de ustedes es irreversible y tal vez él nunca necesite saberlo. ¿Pero las chicas? Ellas son tus mejores amigas, o eso pensé yo.
- Tienes razón… - Fuu bajó la cabeza en señal de derrota. – Yo… se los diré. De alguna forma hallaré el valor para contarles todo. Solo espero no morirme de vergüenza antes de terminar.
- Ellas te comprenderán. – le aseguró Clef con una sonrisa – Siempre han sido muy unidas, ¿no es cierto?
Fuu asintió levemente, secándose las lágrimas con lentitud. Una pequeña sonrisa se abrió paso en su rostro. Tenía que intentarlo, las chicas no merecían que ella les guardara un secreto como aquel.
Un toque en la puerta se dejó oír en ese momento, y muy a su pesar, la joven se tornó pálida, ante el temor de que fuera Ferio. Sin embargo, su semblante volvió a relajarse al ver a la persona que entraba…
- Hikaru…
La pelirroja tenía los ojos hinchados y sin embargo, aún trataba de mostrar su antigua sonrisa luminosa. Los miró a ambos con vaguedad y luego, sacudiendo la cabeza, se dirigió a su amiga:
- ¡Fuu! ¡No sabía que estabas aquí! Umi te estaba buscando… no sé para qué.
Todo esto fue pronunciado ligeramente y con despreocupación, pero cualquiera que conociera a Hikaru se daría cuenta de que estaba haciendo un gran esfuerzo para mostrarse alegre. La rubia no pudo evitar un estremecimiento al percatarse de las huellas de llanto en el rostro generalmente alegre de su amiga. Tal vez ella tenía responsabilidad en aquellas lágrimas.
- Hace un rato que estoy aquí, pero ya me iba. – dijo calmadamente, encaminándose a la salida - ¿Algo más que quieras preguntarme, Guru Clef?
Este le indicó con el gesto que podía irse, si así lo deseaba.
- Iré a buscar a Umi. – suspiró Fuu volviéndose al llegar a la puerta – Por favor, ven a mi habitación cuando termines. Tengo que decirles algo… a ti y a ella. – un escalofrío la sacudió por un momento y luego, no queriendo permanecer allí por más tiempo, dio media vuelta y abandonó la estancia silenciosamente.
El mago la vio irse con ojos tristes. Pobre Fuu, tan atribulada. Estaba tan segura de que merecía un castigo por algo de lo que solo era parcialmente responsable. Solo esperaba que fuera capaz de sincerarse con sus amigas. Necesitaba el perdón de estas desesperadamente.
- Guru Clef... ¿ocurre algo?
La voz preocupada de Hikaru hizo salir al hechicero del curso de pensamientos hacia el cual se había dejado arrastrar. Negó con la cabeza.
- No, todo está bien.
- ¿Eso significa que ya sabes por qué no pudimos regresar en todos estos años? – preguntó la joven con ojos brillantes. No es que eso fuera a devolverle algo que nunca tuvo, pero…
- Sí, - contestó Guru Clef sin titubear – aunque aún no comprendo cómo lo lograron está vez. ¿Quieres darme tu versión de los hechos?
Un suspiro se escapó de los labios de la pelirroja, a la vez que narraba todo lo que le había sucedido aquel día, incluyendo la extraña visión de Lantis que había tenido y como el medallón parecía tirar de ella justo antes de desaparecer de la Torre de Tokio y reaparecer sobre el cielo de Céfiro.
- Lantis… - murmuró el mago, no tan sorprendido por lo que acababa de oír. Ya se imaginaba algo semejante. Mucho más después de la confesión de Fuu. No había muchas personas en el planeta con suficiente fuerza de voluntad como para oponerse exitosamente al deseo de una guerrera mágica.
- Guru… - preguntó Hikaru un tanto indecisa – ¿No vas a contarme por qué no pudimos regresar antes?
El mago negó una vez más.
- Creo que es a Fuu a quien le corresponde hablarles de eso.
- ¿A Fuu? – la pelirroja enarcó una ceja asombrada - ¿Qué tiene que ver Fuu?
- Ella es la principal responsable. – aseguró Clef – Pero no diré más, ya que sería develar un secreto que no me pertenece.
Hikaru se encogió de hombros, no muy convencida.
- Supongo que de eso quiere hablarnos, ¿cierto? – el mago asintió – Entonces esperaré por su explicación.
Guru Clef se cruzó de brazos, dando a entender a la joven que, si no tenía nada más que decir, la entrevista había concluido. No obstante, Hikaru aún no estaba dispuesta a marcharse.
- Y después de lo que te he contado, ¿sabes por qué logramos regresar finalmente?
- Tengo mis sospechas. – contestó el mago, no queriendo dar muchos datos sobre el particular – Pero antes necesito hablar con Lantis.
- Lantis… - la pelirroja se estremeció como si el nombre del espadachín mágico la hubiera mordido.
- Sí, Lantis. Que hayas tenido lo que tú llamas una visión de él justo antes de regresar indica que también tiene algo que ver con todo este asunto.
- No entiendo qué… pero supongo que tiene sentido.
Por un instante, el silencio reinó en la estancia, como si los presentes ya no tuvieran más nada que decirse. Pero no era así. Aunque sabía que después lo iba a lamentar una y mil veces, Hikaru tenía que hacer la pregunta que la estaba torturando desde la noche anterior, desde que “él” la había besado.
- ¿Es bonita? – murmuró con voz baja e insegura, que no obstante el mago escuchó a la perfección.
- ¿Quién? – preguntó sin comprender a qué se refería la chica.
- La novia de Lantis… - el murmullo de la joven se tornó casi inaudible, a la vez que clavaba su mirada en el suelo.
- Lantis no tiene novia, que yo sepa. – dijo Guru Clef tomado por sorpresa por aquella pregunta.
- ¿No? – la pelirroja también estaba asombrada – Pero él…
- Creo que eso también tendrás que preguntárselo a él. – la atajó el mago – No acostumbro a inmiscuirme en la vida amorosa de los habitantes de Céfiro.
Hikaru suspiró levemente y se encaminó hacia la puerta como antes lo había hecho Fuu. Cabizbaja y con pocos deseos. Sin embargo, Guru Clef la detuvo antes de llegar a tocar el picaporte.
- Discúlpame si te he parecido rudo, pero ese es un asunto que tú y Lantis deben resolver solos, sin la intromisión de nadie. Ni siquiera la mía.
La joven se volvió para lanzarle una triste sonrisa al mago.
- No te preocupes, Guru Clef. Yo no debí haber preguntado, es todo.
Y se fue sin más palabras. El mago se encogió de hombros. Por eso nunca había querido involucrarse con nadie, a pesar de saber que algunas mujeres se habían sentido atraídas por él, sin importarles su apariencia infantil. El amor solo traía problemas y malos entendidos. Y él no iba a caer en ese error.
Mientras meditaba sobre esto, sus pies lo llevaron hasta la ventana. A través de ella podía contemplar el jardín, y en él… precisamente a las dos personas que más deseaba ver en ese momento. Lantis y… Presea. O cualquiera que fuera su nombre, ya que ella era solo la hermana gemela de la fallecida armera. Un ferviente deseo de saber su nombre verdadero asaltó al mago. Y… ¿qué hacían aquellos dos allí juntos, tan solos, conversando con tanto misterio? ¿Tal vez era Presea la novia oculta de Lantis? Y de ser así, ¿por qué se escondían? Guru Clef sacudió la cabeza con fuerza, repentinamente enfadado consigo mismo. ¿Pero de donde estaban saliendo todas esas tonterías? Ella acababa de confesarle su amor, amor del que él tenía conocimiento desde mucho antes, así que no podía estar enamorada del espadachín mágico pero… ¿qué tal si él lo estaba? ¿Qué tal si la convencía? El pequeño mago apretó los puños. No, eso no podía ser, era disparatado. Y si lo era, ¿por qué seguía pensando en ello?
Una palabra acudió a su mente, para explicar las locas ideas que lo enajenaban. Ante dicha palabra, Guru Clef alzó la cabeza con expresión ofendida y se retiró de la ventana. La explicación era aún más ilógica que el hecho. Por supuesto que no iba a prestar oído a su propia mente jugándole bromas pesadas. Se alejó hacia el rincón más oscuro del salón. Allí produjo una silla de la nada y se dejó caer sobre ella pesadamente. Maldita idea convertida en palabra. La idea de la ausencia de Presea. La palabra celos…
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- ¿Entonces ya Hikaru tiene cita para el baile? – preguntó Caldina, obviamente regocijada por la noticia.
Umi asintió. No estaba muy segura de que el plan de la ilusionista iba a funcionar, pero de seguro que no pensaba quedarse con los brazos cruzados mientras sus dos amigas se marchitaban en su infelicidad. Por lo menos vería a ciertos tipos revolcarse de celos. Y si no les importaba, al menos lograrían que las chicas se divirtieran.
- ¡Genial! – palmoteó la bailarina – Ahora solo nos falta Fuu… esa va a ser un poco más difícil. ¡Pero lo lograremos, y entonces pasaremos a la parte más interesante!
- El baile no es hasta pasado mañana… - murmuró la guerrera del agua, no entendiendo muy bien a que se refería Caldina.
La ilusionista saltó de su cómoda postura en la cama para danzar dando giros por toda la habitación.
- ¿Qué estás diciendo niña? – exclamó sin dejar de dar vueltas – ¡La mejor parte son los preparativos! – se detuvo un instante frente a la chica, las manos en la cintura y una sonrisa traviesa en los labios – Por ejemplo, ¿con qué vestido piensas ir al baile?
- Hum… - a decir verdad, Umi ni siquiera había pensado en eso. Su mente estaba ocupada por otros pensamientos menos triviales.
- ¡Lo sabía! – Caldina continuó su baile a través de la habitación - ¡Niñas despreocupadas! ¡Menos mal que mi sensual persona siempre está llena de recursos en cualquier situación!
Unos cuantos movimientos con sus manos, otros tantos sonidos de cascabeles, y en menos de un segundo, Umi estaba vestida con la ropa más estrambótica que a un demente pudiera pasarle por la cabeza.
- ¡Caldina! – chilló Umi tratando de deshacerse de la bufanda verde chillón entorchada alrededor de su cuello, que hacía escandaloso contraste con una pluma morada que ondeaba sobre su cabello azul - ¡Si no me quitas todo esto de arriba ahora mismo, lo que voy a hacerte hará sonar delicadas las ideas de Presea sobre cómo castigar a Mokona!
- Oops… - la ilusionista trató de disimular la risa – Y eso que todavía no te has visto en el espejo…
Lentamente, la guerrera del agua se volvió en la dirección indicada por Caldina, donde sabía se encontraba el espejo de cuerpo entero de su habitación. Y entonces casi le da un desmayo.
- ¡Ahhhhhhh! – otro chillido mucho más agudo que el primero - ¡Me has convertido en un mamarracho! ¡Umi Ryuuzaki, una de las modelos mejores vestidas del mundo! ¡Oh, Dios, si alguien me ve así!
El cristal devolvía la imagen de Umi enfundada en una blusa roja, una falda amarilla a media pierna y medias panties de un ligero tono azulado. Encima de todo eso, una chaqueta imitando piel, que ostentaba el color rosado más horrendo conocido por la humanidad. Unos aretes plásticos y unos zapatos negros, enormes y toscos completaban el estrafalario atuendo.
- ¡Un adefesio! – siguió lamentándose la guerrera del agua - ¡Un movimiento, y me has dejado totalmente horrible, como para que todos huyan de mí! Si estás pensando que voy a ir al baile vestida así...
Caldina solo chasqueó los dedos, y en un instante, la ropa de Umi volvió a su estado anterior. La joven suspiró aliviada, al ver en el espejo el reflejo de sí misma al que estaba acostumbrada.
- ¡Nunca más vuelvas a hacer eso! – exclamó Umi, aún enojada - ¡Imagínate lo que hubiera pasado si me hubiera visto As…!
No llegó a terminar la frase, perpleja por lo que estaba a punto de decir. Sin embargo, a la ilusionista no se le escapó la indecisión de la joven.
- ¿Acaso mi pequeña Umi estaba pensando ahora mismo en mi pequeño Ascot? – preguntó con zalamería, haciendo enrojecer a la guerrera - ¡Pero que interesante!
La respuesta, si es que Umi tenía planeada otra cosa que no fuera sonrojarse como una tonta y preguntarse por qué le había venido a la cabeza el cuidador de animales, fue interrumpida por la llegada de Fuu. Caldina estuvo a punto de mencionar todo el asunto del baile, pero la expresión de la Guerrera del Viento la restringió de hacer algún comentario.
- Umi… te estaba buscando. – murmuró la rubia con desgana.
- Pues ya me encontraste. – contestó esta, poniéndose en guardia inmediatamente – No me digas que finalmente te encontraste con…
- Sí. – la interrumpió Fuu suspirando levemente – Pero eso ya no tiene importancia. La verdad es que necesito hablar contigo y con Hikaru.
- Si hay que golpear a alguien… - sugirió Umi, a lo que su amiga negó con el gesto - ¿No? Entonces vamos a buscar a Hikaru.
- No hace falta. – la voz de la pelirroja sonó a sus espaldas – Ya estoy aquí.
- Pensé que te ibas a demorar más con Guru Clef. – se asombró Fuu – No hace ni diez minutos que te dejé allí.
- No tenía mucho que decirle. – murmuró Hikaru desviando la mirada – Y él me dijo que tú tenías la respuesta a nuestro enigma.
- Así es…
El silencio se apoderó de la estancia, ya que la Guerrera del Viento no tenía muchos deseos de contarles aquello que sabía que no podría ocultarles por mucho tiempo. Sin embargo, fue Caldina la que rompió el hielo:
- Buenos, niñas – dijo levantándose de la cama – veo que tienen asuntos importantes que discutir, así que las dejo solas…
- No es necesario. – Fuu la detuvo – Ahora que me he decidido a decirlo, ya no importa. Solo, por favor, prométanme que ni una palabra de esto llegará a oídos de Ferio…
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- Guru Clef...
El mago alzó la vista de los libros y la fijó en el umbral de la puerta, desde donde lo contemplaba su más antiguo discípulo.
- Ah, pasa Lantis, justo quería hablar contigo.
El espadachín se adentró lentamente en la habitación de su maestro y desdeñó sentarse en una silla que acababa de aparecer ante él.
- ¿De qué se trata?
Guru Clef tenía cosas importantes que tratar con su ex alumno, pero no pudo evadir la pregunta que le martilleaba el cerebro. Algo que tenía que aclarar, una de tantas interrogantes.
- ¿Tienes novia, Lantis?
El interpelado enarcó una ceja, con leve asombro. ¿A qué venía esa pregunta?
- No. ¿Por qué?
- Mmmm... Hikaru me lo ha preguntado y me ha parecido muy extraño... ya que yo pensaba que tú estabas enamorado de ella...
- Y ella ama a Eagle. – interrumpió Lantis secamente – Eso lo resume todo.
- ¿Y tú como lo sabes?
El espadachín adelantó una de sus manos, para mostrar al mago el objeto que yacía en su palma. El medallón roto.
- Lo ha arrojado a mis pies y me ha dicho que no lo quería. – aclaró con voz gélida – Creo que no hay más nada que explicar.
Guru Clef se removió inquieto en su cómodo sillón. Había algo muy raro en todo, no acababa de entender todo aquel enredo, donde nadie decía lo que debía y todos creían cosas equivocadas. Pero él no podía meterse. Tenía que dejarlos que resolvieran solos sus problemas. Al fin y al cabo, se trataba de adultos bien crecidos y no de niños.
Mientras tanto, Lantis caminó hacia la ventana. Aunque su semblante mostraba pocas emociones, era obvio que le provocaba un gran dolor la conversación que acababa de sostener con su maestro.
- Yo también tengo que hablarte.
Los ojos del mago buscaron los de su acompañante. No le había sonado nada bien el tono de aquel anuncio. Pero el espadachín no se volvió para hacerle frente, sino que optó por clavar su mirada en el jardín que se extendía bajo la ventana.
- Al día siguiente del baile pienso marcharme de Céfiro.
- ¿A Autozam? – inquirió Guru Clef, que ya se esperaba tal noticia.
- A cualquier lugar menos a ese. – masculló Lantis, obviamente malhumorado.
- ¿Por qué?
- Ya he visto todo lo que hay que ver allá...
- No quise decir eso. – interrumpió el mago - ¿Por qué te vas?
La duda flotó entre ambos por unos instantes. Mucho le costaba al espadachín mágico explicar sus motivos. Le dolía cruelmente tener que marcharse, pero sabía que le dolería más aún si se quedaba.
- Lantis, – insistió Clef con tono de mando – contéstame.
- Dime, Guru Clef, ¿cómo te sentirías si vieras a Presea con otro hombre?
El mago se levantó súbitamente, cogido desprevenido por la pregunta. Nunca había pensado en eso. ¿Presea con otro hombre? No, nunca lo había pensado pero ahora que la idea le venía a la mente... no le gustaba ni un poquito.
- ¿Tú cómo sabes...? – murmuró Clef con tono de sospecha, dejando sin completar una frase que hubiera sido demasiado reveladora.
- No soy tonto, maestro. Lo que sabes de mí, yo también lo sé de ti. Hemos pasado muchos años y muchas cosas juntos. Creo que nos conocemos lo suficiente.
Muy cierto. Si dos personas se conocían en Céfiro, esos eran ellos dos. Demasiado tiempo y demasiadas cosas en común.
- A ver – siguió Lantis, con infinita amargura en la voz y en el gesto - ¿qué te parecería tener que ver a Presea todos los días y saber que nunca será tuya? ¿Verla abrazar, besar a alguien que la ama, y morirte de envidia de ese afortunado que tiene lo que tú querías para ti? ¿? ¿Qué pasaría si tuvieras que imaginar lo que hacen a solas en un lugar cualquiera, cuando nadie los ve? Porque créeme, te lo imaginarías todo aunque no quisieras... no podrías sacarte esa y otras ideas de la cabeza... ¡y te volverías loco!
Al terminar uno de los mayores discursos de toda su vida, el espadachín lucía bastante acalorado, como si realmente todo aquello que decía estuviera dentro de su mente en ese mismo instante. Era él quien parecía estar al borde de la locura, o al menos, eso creyó leer el mago en los extraviados ojos de su discípulo. Sufría enormemente, y Clef, para no engañarse a sí mismo, tuvo que reconocer que le hubiera ocurrido algo parecido si todo lo que narraba hubiera sucedido realmente. Pero era demasiado testarudo para reconocerlo.
- Estás fuera de control, Lantis. Yo no tengo nada que ver con Presea...
- No seas cínico. – cortó Lantis, otra vez serio y frío.
- ¿¿Pero como te atreves...?? – se sulfuró el mago.
- Cállate. – Clef se calló, estupefacto por aquel tratamiento - Lo que pasa es que sabes que Presea siempre ha estado enamorada de ti y no tienes miedo de perderla. Por eso la haces sufrir con tu incomprensible indiferencia. Pero tarde o temprano ella se va a cansar de todo este juego y te dejará, o encontrará a otro que le dé el amor que tú le niegas. Entonces tal vez comprenderás por qué no puedo quedarme.
- No soportas ver a Hikaru con Eagle... – concluyó el mago.
Sin poder evitarlo, las imágenes que narraba Lantis comenzaron a danzar en sus pensamientos. La armera enamorada de un hombre que no fuera él, dedicando toda su atención a otro. Perder su compañía, su dulce mirada, su devoción ilimitada, su amor... no. ¡No!
- Yo tampoco lo soportaría – confesó con sinceridad – Nunca me había pasado por la cabeza, pero sé que sería terrible para mí... como lo es para ti.
Encogiéndose de hombros, Lantis se volvió hacia la ventana. No estaba acostumbrado a hablar tanto, pero quizás saliera algo bueno de toda aquella plática.
- ¿Por qué no le has dicho nada nunca?
- No estoy seguro. – murmuró Clef, con voz casi inaudible – Supongo que he tenido miedo. He desterrado mis sentimientos por tanto tiempo que he llegado a pensar que no existían. Y lo he justificado con el hecho de que tenía que ocuparme de Céfiro y no tendría tiempo para ella. Pero sé que eso es solo un pretexto. Es que... soy demasiado poderoso para seguir a mi corazón y si esto llegara a salirse de mi control... no sé que pasaría.
- Eso es otra excusa. – dijo Lantis - ¿Sabes cuantas veces me ha llamado la voz de la sangre en estos días?
- ¿Qué quieres decir?
- He llegado a concebir la idea de raptar a Hikaru... igual que mi hermano Zagato hizo con la princesa Emeraude... por amor...
El mago lo miró con expresión horrorizada.
- No me mires así... – Lantis casi se echa a reír, lo cual hubiera sido el colmo de la rareza – No voy a hacer tal cosa porque sé bien que solo empeoraría la situación. Como ves, soy capaz de controlarme. Y no vas a decir que por eso mi amor es menos profundo.
- Has crecido mucho. – Guru Clef contempló a su discípulo con franca y abierta admiración – Acabas de hacer una comparación muy inteligente, y para hacerla, tendrías que saber algo que solo yo conocía... hasta ahora. ¿Sabes a qué me refiero, no es cierto?
- Al poder. – contestó el espadachín.
- Con el tiempo te has convertido en la segunda persona más poderosa de Céfiro. Siempre supe que serías tú el que me darías competencia. Emeraude apostaba por Zagato. Y otros ponían su fe en Alcione.
- La princesa estaba parcializada por sus sentimientos. Alcione corrompió su enorme poder a favor de mi hermano, y más hubiera hecho si él se lo hubiese pedido, porque también lo amaba. El amor fue un problema sin solución para todos ellos.
- Y sin embargo – concluyó Clef – es este mismo sentimiento el que te ha hecho crecer a ti en poder. Acepto tu suposición. Si tú puedes controlarte, yo también podré, ¿no es eso?
- Quisiera irme sabiendo que hablaste con Presea, maestro. Date una oportunidad, y dásela a ella también.
Guru Clef observó a su discípulo. No podía decirle lo que sabía, ya que él tenía que darse cuenta por sí mismo. Pero tampoco podía dejarlo irse así, renunciando a una felicidad que estaba al alcance de sus manos.
- Hagamos un trato, Lantis.
- ¿Qué trato?
- Prometo que charlaré con Presea, si me das tu palabra de hablar con Hikaru.
- No tengo nada que hablar con ella. – dijo el espadachín, frunciendo el ceño.
- Dile la verdad. Dile... lo que sientes.
- No quiero que me tenga lástima. Puedo a duras penas soportar que no me ame, pero no que se compadezca de mí.
- Acepta mi consejo una vez más, Lantis. Con el tiempo, te arrepentirías de no habérselo dicho, como yo me arrepiento de haber desperdiciado años de mi vida y la de Presea. Aún tengo miedo... pero quizás pueda vencerlo si me comprometo contigo. ¿Es un trato?
- Está bien. – aceptó el espadachín con seriedad – Tienes mi palabra de que hablaré con ella... pero te vigilaré y me encargaré de que cumplas lo prometido.
- Lo intentaré con todas mis fuerzas.
Continuará…