Capítulo XIII

El baile (Parte 1)

 

El castillo de Céfiro resplandecía en medio del ocaso, opacando totalmente a las pocas estrellas que apenas comenzaban a asomar. Estaba cercano el momento donde sonarían los primeros acordes del gran baile en honor al compromiso del príncipe Ferio y la princesa Tarta.

Hacía ya alrededor de media hora que Caldina estaba de pie a la puerta del salón, recibiendo con toda gracia y amabilidad a los invitados más puntuales. Por supuesto, asegurándose de que todos vinieran en parejas, con lo cual no había tenido muchos problemas hasta entonces. Y preguntándose por qué ninguno de los habitantes del castillo había aparecido aún. Ni Guru Clef, ni siquiera las Guerreras Mágicas, con cuyos vestidos se había esmerado tanto…

La bailarina sonrió levemente mientras le daba la bienvenida a otra joven pareja. Ciertamente, apenas podía esperar a que el baile comenzara. Con las cosas de las que se había enterado últimamente, el evento prometía ser muy interesante. Como siempre, este secreto también lo descubrió sin querer, ya que la casualidad fue la que la puso allí aquel día en que Fuu se confesó con sus amigas después de años de silencio.

 

ººººº Flashback ººººº

 

- Y eso es todo lo que tenía que decirles… - terminó la Guerrera del Viento sin poder ocultar su vergüenza y lo culpable que se sentía – Solo puedo añadir que lo lamento… muchísimo.

Caldina contempló a las otras dos jóvenes, que no sabían hacer otra cosa que intercambiar miradas perplejas. En un principio ninguna de ellas se decidió a hablar, al parecer demasiado asombradas por lo que acababan de oír. Sin embargo, todas sabían que el silencio no duraría mucho. Y así fue.

- ¿Estás diciéndonos que tú tuviste la culpa? – masculló Umi, su voz contenida como si estuviese a punto de estallar en un acceso de ira - ¿Todos estos años, nuestra tristeza, nuestro sufrimiento…?

- ¿Cómo pudiste hacernos esto, Fuu? – se lamentó Hikaru, aún demasiado aturdida para reaccionar apropiadamente.

- Yo también he sufrido amargamente. – suspiró acongojada la Guerrera del Viento – Ya sé que eso no me disculpa, pero créanme que lo siento en el alma. De hecho, es probable que todo lo que me está pasando ahora no sea más que un castigo…

- ¡Debiste habernos contado! – exclamó Umi poniéndose de pie y señalándola con un dedo acusador – ¡Fuiste muy egoísta al tomar semejante decisión sin consultarnos, como si no tuviéramos nada que ver en esto! Además, se supone que somos amigas y que entre nosotras no hay secretos. Pero tal vez nuestra presunta amistad no es tan profunda como yo pensaba.

- Por favor, Umi, no digas eso. – suplicó Fuu con lágrimas en los ojos – Yo… no les pido que me perdonen, es cierto que he sido egoísta y no sé si tengo derecho a que sigamos siendo amigas. Pero al menos traten de entenderme…

- Yo te comprendo. – dijo Hikaru poniéndose en pie de súbito y envolviendo a la Guerrera del Viento en un apretado abrazo – Lamento mucho lo que te sucedió y me alegro de que al fin te hayas decidido a contárnoslo.

- Hikaru… - susurró Fuu profundamente conmovida – Gracias… - las dos estaban llorando.

La Guerrera del Agua las observó por un instante, en medio de su estupor. Aunque muchas veces se dejase llevar por su temperamento, Umi era comprensiva y de gran corazón, totalmente fiel a las personas a las que quería. Así que se acercó a sus amigas y se sumó al abrazo que ambas compartían.

- Lo siento mucho, Umi… - insistió Fuu tratando de secarse las lágrimas.

- Está bien, Fuu. – aseguró esta con una media sonrisa – Yo fui la primera en darme por vencida, no tengo mucho derecho a reprocharte nada.

- ¡Oh, vamos, no se me pongan dramáticas! – exclamó Caldina, que lloraba a moco tendido olvidada en un rincón - ¡Ya están aquí y eso es lo que importa!

- ¡Es cierto! – espontáneamente Hikaru recuperó su antigua alegría - ¡Estamos aquí, estamos juntas y eso es lo que importa!

Las otras dos guerreras asintieron, dejándose llevar con gusto por el entusiasmo de la pelirroja. Aunque no lo dijeran, ambas se alegraban de verla tan animada. Así debería de ser siempre, como la chispeante luz de un fuego artificial en medio de la noche más lóbrega.

- ¡Muy bien! – sonrió Caldina – Quiero oírlas prometer que nunca van a dejar de ser amigas.

- Así será. – la sonrisa de Umi fue más brillante al posarse sus ojos azules sobre Fuu – Siempre estaremos juntas, como hasta ahora.

Se abrazaron nuevamente. Lejos de haberse deteriorado, el cariño entre ellas las unía con más fuerza que nunca.

- Y para sellar este feliz “reencuentro” – añadió la bailarina con expresión maliciosa – ya que Fuu ha sido tan sincera… estoy casi segura de que mis otras niñas también tienen secretos que no han contado a nadie… y todas queremos saber…

Silencio. Nadie esperaba aquella salida de Caldina. Cuando al fin alguien se decidió a hablar, solo provocó un aumento en la sorpresa de sus oyentes.

- Yo… - Hikaru respiró hondamente, decidida a dar el primer paso – me dio vergüenza contárselos pero… sí llegué a salir con Masako…

- ¿Qué? – chilló Umi muy alterada – ¿Entonces mis espías estaban equivocados? ¡Esa partida de inútiles…!

La pelirroja asintió levemente.

- ¿Quién es ese tal Masako? – se interesó Caldina.

- Un chico que estudia en la misma escuela que Hikaru. – explicó la guerrera del agua – Rico y apuesto. Y lo que es más importante, interesado en ella.

- Hasta la invitó a salir. – agregó Fuu, y volviéndose hacia la pelirroja: - ¿Y qué sucedió en la cita?

La guerrera del fuego enrojeció al escuchar la pregunta de su amiga.

- Fue muy embarazoso… - dijo un tanto cohibida – Todo estuvo bien hasta que intentó besarme y… y le di un puñetazo y escapé a todo correr… Casi me muero cuando lo vi al otro día. Tenía un ojo morado…

Una vez más el silencio vino a emplazarse entre ellas. Solo para ser destrozado bruscamente por las carcajadas de la bailarina. Las chicas se miraron sin comprender la estruendosa reacción de Caldina.

- Oh, disculpen… - suspiró esta una vez que el acceso de risa hubo pasado – de veras me hubiera gustado ver a ese pobre infeliz con el ojo morado…

- Y a mí me habría gustado que le hubiese dado el mismo tratamiento a Lantis cuando intentó… no, cuando logró hacer lo mismo. - masculló Umi malhumorada.

- ¿Qué? – inquirió Fuu que no alcanzó a oírla, pero sí vio claramente como el rostro de Hikaru volvía a enrojecer.

- Nada. – la guerrera del agua se encogió de hombros – Supongo que es mi turno de contarles un secreto… - suspiró teatralmente – Quizás no me lo van a creer, después de haber oído todas las historias de mis correrías como modelo pero… el único que se ha atrevido a robarme un beso… - su rostro enrojeció aún más que el de la pelirroja – ha sido Ascot.

- Tienes razón. – dijo Fuu sin transición -  No te creo.

- Pues yo sí lo creo. – asintió la bailarina con ironía – Con el mal carácter que tiene esta niña, es para que los chicos le cojan miedo…

Las otras dos guerreras mágicas se echaron a reír.

- ¡Caldina! – chilló Umi, su gesto tornándose amenazante - ¡Esto es serio!

- ¿No se los decía? Es temible…

- ¡Caldina!

- Está bien, está bien, esto es serio. Tanto, que yo también voy a contarles algo que nadie sabe. – la expresión de Caldina adquirió un tono inusitadamente tierno – Estoy embarazada.

Los labios de Fuu se entreabrieron en muda exclamación, Hikaru palmoteó emocionada y los ojos de Umi casi no le cabían en la cara de tan grandes y redondos que se le pusieron con la noticia.

- ¡Es fantástico, Caldina! – exclamó la pelirroja - ¡Felicidades!

- Sí, felicidades. – se apresuró a decir la guerrera del agua a la vez que fruncía el ceño – Ejem… perdóname la indiscreción pero… ¿Lafarga es el padre?

La bailarina asintió plácidamente.

- ¿Quién más podría ser, niña curiosa? Para empezar, solo me quedé en Céfiro porque quería estar con él…

- Pero aún no le has dicho nada. – murmuró Fuu - ¿Por qué?

 

 

ººººº Fin del Flashback ººººº

 

Caldina dejó escapar un largo suspiro. Aunque no lo admitiría ante nadie, le daba terror la solo idea de que Lafarga no quisiera tener aquel niño que ya ella adoraba. Por eso aún no se animaba a darle la noticia, sin contar el hecho de que el fantasma de una guerra amenazaba el nacimiento de este bebé. Pero ya estaba decidida. Esta noche se lo diría y fuera su reacción la que fuera, estaba dispuesta a dejar bien claro que no pensaba renunciar a su primer hijo por nada del mundo.

- Caldina…

La bailarina se sobresaltó un poco al escuchar a su lado aquella voz inesperada. No es que fuera particularmente desagradable, sino que estaba tan distraída con sus pensamientos que ni se dio cuenta de que ya no estaba sola desde hacía un rato.

- Hola, Ascot. – saludó a su acompañante con una sonrisa – Aunque no lo creas, eres el primero que llega.

- ¿Sí? – el joven pareció confundido por un instante – Um… pero he visto llegar a muchísimos invitados desde mi ventana…

Caldina hizo un gesto hacia el salón.

- Ah, sí, por supuesto. Ya hay mucha gente emperifollada ahí adentro. – una sonrisa pícara se dibujó en sus labios - Pero al parecer los habitantes del castillo tienen planeadas entradas más tardías. Quizás más espectaculares.

Ascot no hizo ningún comentario. Ya estaba bastante nervioso con todo este asunto del baile, y tan tenso que no tenía ni deseos de hablar. En ese momento se les unió Lafarga.

- ¿Todo en orden?

- Sí, querido. – contestó Caldina colgándose de su brazo – Aunque Ascot y yo estamos curiosos por presenciar la entrada de algunos de los habitantes del castillo… por cierto… - la bailarina se le quedó mirando con coquetería – que bien estás, cariño.

Ascot no pudo menos que echarse a reír al ver la cara que puso el espadachín, el cual en realidad solo había prescindido de su pesada armadura para esta ocasión, aunque no de su espada.

- Ejem… - carraspeó Lafarga, un tanto incómodo con la reacción de Caldina ante su leve cambio de indumentaria – si Guru Clef es una de las personas a las que esperan, pues ahí viene.

De no haberlo visto bajo esta apariencia en otra oportunidad, ninguno de ellos hubiese reconocido al pequeño mago en el hombre de aventajada estatura que en aquel momento terminaba de bajar la amplia escalinata con visible apresuramiento.

- ¿Guru Clef? – lo llamó la bailarina, aún con un rastro de duda - ¡Guru Clef! ¡Qué elegante! ¿O debería decir apuesto?

El mago se miró instintivamente, aturdido por la desfachatez innata de Caldina. Ciertamente su indumentaria de elección para esta noche semejaba más a la de un espadachín que a la de un mago, ya que no llevaba túnica, sino una capa negra adornada con gemas y ribetes dorados sobre su habitual traje blanco y azul. En el último momento decidió no llevar su bastón, que en realidad podía conjurar cuando lo deseara. Tampoco usaba su tiara acostumbrada, que no le servía bajo esta apariencia, por lo que había escogido otra mucho más simple, que hacía que sus cabellos morados se desordenaban aún más de lo normal sobre su frente, dándole un aire de descuido que constituía en él una refrescante novedad. Fuera de eso, no había más cambios. Ah, sí, unos cuantos centímetros de más, muy necesarios para sus planes de esa noche.

Por su parte, Lafarga y Ascot observaron a la bailarina con evidente sospecha. Bastante bien recordaban las circunstancias de la última y única vez en la que Guru Clef se mostrara bajo semejante aspecto.

- ¿Por qué me miran con esa cara? – preguntó Caldina, captando al vuelo en qué estaban pensando gracias a sus expresiones de desconfianza - ¡Oh…! Ya entiendo. ¡Juro por este cuerpo escultural que si el Guru está ebrio, no he tenido nada que ver!

El mago los contempló a todos con asombrado gesto.

- Estoy completamente sobrio. – murmuró de mala gana – Solo pensé que esta apariencia era más apropiada para la celebración.

- ¡Muy bien pensado! – aplaudió la bailarina – Pero… espero que no se te haya olvidado que si no traes pareja no puedes entrar al salón.

- No lo olvidé. – Guru Clef frunció el ceño, a la vez que un leve tono rosa coloreaba sus mejillas – De hecho, pensé que estaba atrasado… - lanzó una mirada a su alrededor, como buscando a alguien – pero ya veo que no.

Ascot dejó escapar un suspiro involuntario. No era tan tonto como para no darse cuenta de que Guru Clef esperaba a su acompañante para el baile. Las reglas impuestas para esta ocasión decían que no podía entrar solo, así que el cuidador de animales calculó en su mente las posibles candidatas. Umi… era obvio que había algo entre ella y el mago, todos sabían que era su guerrera mágica favorita, por decirlo de alguna forma. Y ella... pues era obvio que lo admiraba, quizá demasiado. El joven volvió el rostro hacia el salón con expresión de desaliento. ¿Y para esto Caldina lo había hecho venir? ¿Qué importancia tenía con quien quisiera emparejarlo la bailarina, si su corazón ya tenía dueña desde hacía mucho tiempo?

Así estuvieron por espacio de unos cinco minutos, aunque Ascot hubiera jurado que fueron horas y la impaciencia de Guru Clef creciera a ojos vistas como si en verdad hubiese transcurrido mucho más tiempo. Caldina y Lafarga solo los observaban con expresiones de divertido asombro, mientras cumplían con su encomienda de recibir a los invitados que seguían llegando en parejas o grupos abigarrados.

Por fin, el rostro del mago se distendió en una sonrisa de alivio y sus ojos brillaron al fijarse en lo alto de la escalinata. Ascot no tenía que dirigir los suyos en la misma dirección para saber de quien se trataba y sin embargo, su curiosidad pudo más que el sentimiento de desesperanza que lo invadía, por lo que no pudo evitar volver su mirada hacia donde se concentraba la atención de Guru Clef. Y al hacerlo se llevó una gran sorpresa.

Con paso deliberadamente lento, la armera del castillo descendía los escalones uno por uno. Su cuerpo estaba enfundado en un vestido color azabache, como si alguna razón desconocida la hubiese impulsado a cubrirse de luto. Largos guantes se ajustaban hasta la altura de sus codos y una cinta del mismo color se entrelazaba con su cabello trenzado. El maquillaje, o tal vez la emoción, ponía un tinte rosa en sus mejillas y en sus ojos brillaba una inquebrantable resolución. Guru Clef se sacudió una mota de polvo inexistente de su capa y se adelantó a recibir a la joven con paso nervioso.

- Presea… - dijo con acento ansioso a la vez que se inclinaba levemente – Llegué a temer que no vendrías…

- También yo. – confesó ella, colocando su mano enguantada en la que el mago le tendía – Pero al final no pude resistir la tentación.

- Lo cual celebro. – sonrió Guru Clef - ¿Vamos?

Presea solo asintió, con lo cual el mago la condujo hacia el interior del salón, cruzando al hacerlo la puerta custodiada por Caldina y Lafarga, que no pronunciaron palabra alguna hasta que la pareja desapareció de su vista, mezclándose con otras tantas.

- Vaya… casi no reconocí el vestido que yo misma hice... - murmuró la bailarina pestañeando significativamente – Que sexy… nunca antes había visto así a Presea.

- Ni yo. – admitió el espadachín – Creo que algo pasa entre esos dos.

- Ya era hora, digo yo. ¿Tú que crees, Ascot?

El joven salió de su estupor al oír su nombre y miró a Caldina con expresión atontada.

- ¿Qué?

- Guru Clef y Presea… - insistió la bailarina.

- No sé… - Ascot se encogió de hombros, mientras su mirada volvía a vagar por el salón distraídamente – Ni siquiera sabía que era a ella a quien esperaba.

- Oh… - una malévola sonrisa se formó en los labios de Caldina - ¿Entonces tampoco adivinas a quien esperas tú?

El joven negó con el gesto. La verdad, no tenía ni una pista.

- ¡Pues ahí está tu respuesta! – exclamó la bailarina con expresión triunfante, señalando la escalinata.

Tres personas venían bajando los escalones, conversando animadamente de algo que no llegaba hasta sus oídos. Eagle parecía muy complacido con sus dos acompañantes, aunque era la mano de Hikaru la que se apoyaba en su brazo. Como en una nebulosa, Ascot los sintió pasar por su lado y bromear con Caldina y Lafarga, pero si le hubiesen preguntado de qué color eran sus ropas, no sabría contestar. Porque la mayoría de sus sentidos estaban concentrados en la tercera persona, que se había detenido ante él.

El azul era el color de Umi y ella lo sabía. Por eso toda su indumentaria resplandecía como una aguamarina. Más que caminar, parecía haber flotado a su encuentro, envuelta en un tejido que acariciaba su figura en oleadas. Era como espuma que se arremolinaba a su alrededor a cada paso, ajustándose en su cintura y encrespándose sobre sus hombros. Su cabello caía de la misma forma, libre y sin ningún tipo de ataduras. Nadie más que la Guerrera del Agua podía lucir como una ninfa del océano. Ascot parpadeó varias veces, pero no se atrevió a mover ni un músculo, temeroso de que la visión ante él se esfumase al menor movimiento. Nada tan hermoso podía ser real. Tenía que ser una alucinación. Sí, seguramente eso era.

- ¿Ascot? – se arriesgó la joven al ver que él no tomaba la iniciativa - ¿Hace mucho que estás aquí?

El cuidador de animales enrojeció al oír la voz de Umi. ¿Entonces no estaba alucinando? ¿Sería posible que ella de verdad estuviera allí?

- Hum… - balbuceó atolondradamente, impulsado por un subrepticio codazo de Caldina – No… no mucho.

- Me alegro. – sonrió la guerrera – Ya sé que me demoré un poco, pero es que  es la primera vez que vengo a un baile en Céfiro y por eso me esmeré con mi apariencia. También tuve que ayudar a Hikaru y a Fuu a vestirse y peinarse...

Si luego alguien le hubiese preguntado como fue capaz de tal cosa, Ascot no hubiera sabido responder. Sin embargo, en ese momento se inclinó hacia la joven y agarrando una de sus delicadas manos, la oprimió contra su pecho en cálido gesto, ante el asombro de los presentes, incluyendo a Caldina.

- No hacía falta, Umi... tú... tú siempre estás hermosa. – murmuró enrojeciendo aún más.

¡Y para aumentar el asombro que flotaba en el ambiente, la orgullosa guerrera del agua también se ruborizó!

- Gra… gracias, Ascot. – tartamudeó la joven antes de recuperar completamente su compostura y sus aires de gran modelo - ¿Entramos ya? ¡Me muero por ver la decoración del salón! Y cómo se viste la gente en Céfiro para estas ocasiones.

El cuidador de animales hubiera besado a Caldina justo en aquel momento si no hubiese estado fuera de lugar. No sabía cómo ni por qué, pero era más que obvio que su pareja para el baile no era otra que la Guerrera Mágica del Agua, su primer y único amor. Y aunque ella no lo quisiera de la misma forma, estaba dispuesto a olvidarlo por aquella noche y disfrutar al máximo de su compañía y por supuesto, de su inusitada belleza.

La bailarina y el espadachín los vieron ir en silencio, tomados de la mano, y los siguieron con la mirada hasta que se mezclaron entre la multitud al igual que antes habían hecho Guru Clef y Presea.

- ¡Ah! ¡El amor! – exclamó la ilusionista colgándose del cuello de Lafarga - ¿No son lindos esos tortolitos?

El espadachín enarcó una ceja en gesto de duda razonable.

- Que ahora estén juntos no significa que vayan a terminar juntos…

- ¡Qué aguafiestas eres! – farfulló Caldina empujándolo a un lado - ¡Hombre de poca fe! ¡Tienes que creer en el poder del amor!

- Estoy preocupado por Ascot. – explicó Lafarga encogiéndose de hombros – No sería agradable que sufriera un desengaño…

- ¿Crees que no me preocupo? – la bailarina se volvió vivazmente – Si Umi no hubiera propuesto esto, yo nunca lo hubiese propiciado.

Esta última información tomó al espadachín por sorpresa, pero no tuvo tiempo para pedirle una aclaración a Caldina, ya que esta se le adelantó con un gesto de “yo sé lo que hago” y señaló al pie de la escalinata, donde se encontraban el príncipe Ferio y la princesa Tarta. Casi al mismo tiempo, la entrada principal del castillo dio paso a un enorme grupo de personas vestidas en trajes que recordaban la indumentaria propia de China, en un estilo mucho más fastuoso. A la cabeza, un joven de expresión aniñada conducía con solemnidad a una adolescente de porte regio.

- ¡Si tenemos reunida a toda la realeza! – palmoteó Caldina e hizo una reverencia a la par con Lafarga.

- Bienvenida a Céfiro, princesa Aska. – se inclinó Ferio con cortesía ante la joven, gesto que imitó Tarta – Estamos muy honrados con su presencia.

La princesa Aska sonrió complacida. Cualquiera podría pensar que había madurado en los años en que las Guerreras Mágicas estuvieron ausentes. En verdad había crecido, aunque no mucho, y su cuerpo comenzaba a mostrar signos de ello. Sin embargo, sus primeras palabras bastaron para dar al traste con esta impresión.

- ¿Dónde está Fuu? – preguntó con voz chillona – ¡Me dijeron que estaría aquí! ¡Exijo verla inmediatamente!

- Princesa Aska… - murmuró el joven a su lado con tono de reproche.

- ¡Ah, Sang Yung! ¡No me regañes! ¡Te vas a poner igual de arrugado que Chang Ang, ese viejo gruñón! Aquí todos somos amigos, ¿cierto? – Caldina, Lafarga y Ferio se apresuraron a asentir con expresiones divertidas – Entonces olvidemos el protocolo y pasemos directo a la diversión. ¿Dónde está Fuu?

- Fuu todavía no llega al baile, Alteza. – contestó la bailarina conteniendo la risa – Mientras, pueden entrar al salón, ya que todos tienen pareja. Y en cuanto ella llegue, yo misma le transmitiré su deseo de verla.

- Muy bien. – contestó Aska con aires de importancia – Entonces estaremos esperando adentro.

La princesa se dirigió hacia el interior del salón con lo que toda su escolta se puso en movimiento tras ella. Sin embargo, una duda pareció asaltarle y se detuvo bruscamente, provocando que sus acompañantes se amontonaran a sus espaldas en posiciones ridículas.

- Caldina… ¿hay dulces?

- ¡Todos los que puedas comer y más! – respondió la bailarina a punto de soltar la carcajada.

- ¿Oíste, Sang Yung? ¡Dulces! – la pequeña princesa se frotó las manos con deleite – ¡Vamos!

El joven sonrió con complicidad mientras se dejaba arrastrar por Aska. Su Alteza seguía siendo la misma niña mandona de siempre, llevándolo y trayéndolo como si fuera su juguete personal. Pero a decir verdad, a él no le molestaba. Él... estaba dispuesto a cualquier cosa para hacerla feliz, aunque ella pareciera no percatarse de este hecho.

Toda la comitiva los siguió hacia el interior del salón, organizada en dos perfectas hileras. Y no bien hubo entrado la última pareja, Caldina se arrojó en brazos de Lafarga, estremecida por incontenibles carcajadas. El espadachín compartió por un instante una mirada de desconcierto con Ferio y la princesa Tarta, y luego los tres se echaron a reír al unísono.

- ¡Ah! ¡Esa princesa Aska! – balbuceó la bailarina secándose las lágrimas entre espasmos de risa - ¡Qué simpática!

Las risas más o menos ahogadas de sus acompañantes apoyaron su afirmación. La joven regente de Fahrem era todo un personaje.

Confesándose de paso que hacía mucho que no se reía tanto, Ferio examinó desde afuera la apariencia del salón. Lo que vio lo hizo sonreír complacido. Si bien la ocasión no era muy afortunada para él, tenía que reconocer que Guru Clef, Caldina y demás organizadores se habían esmerado con la decoración. No recordaba haber visto tal despliegue de lujo y creatividad desde la visita del Presidente de Autozam, hacía ya dos años. ¿O eran tres? Al fin y al cabo, la fecha no era tan importante, sino la ocasión...

Los pensamientos del príncipe se desvanecieron bruscamente cuando sus ojos, guiados por el ruido de pasos que se acercaban, se fijaron en la escalinata. Al mismo tiempo que su mente, también sus sentidos dejaron de responderle y hasta su corazón y su respiración se detuvieron por un instante. Este era el momento con el que había soñado desde hacía varios días... verla, tan solo verla... Pero la realidad sobrepasaba con creces sus expectativas.

Fuu venía bajando los escalones, escoltada por Geo. Su vestido era parecido al de Umi, elaborado sin embargo con un tejido vaporoso de suave tonalidad verdosa, en el que refulgían de tramo en tramo diminutas esmeraldas. Era una de aquellas telas mágicas que podían ser encontradas en Céfiro, del tipo que revelaba todo a los ojos del observador indiscreto y a la vez no dejaba ver nada más allá de la imaginación. Para completar, el cabello de la joven estaba peinado en una cola alta, de la que escapaban rizos que acariciaban sus mejillas delicadamente. No llevaba espejuelos, por lo que sus hermosos ojos brillaban al descubierto, haciendo que cualquiera que la mirara se olvidase de todo lo demás.

Insensatamente, Ferio pensó que daría lo que fuera por ser uno de aquellos cabellos que rozaban el rostro de la belleza ante sus ojos. Luego casi creyó morirse de celos al verla apoyar su mano en el brazo que Geo le ofrecía y hasta reflexionó amargamente como el traje de gala del Sub-Comandante del NSX era también verde, como si la pareja se hubiese puesto de acuerdo. El príncipe tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no arrebatar a la joven de las miradas de todos y llevársela donde solo él pudiera contemplarla a sus anchas.

- Buenas noches a todos. – Fuu se inclinó cortésmente al llegar ante ellos.

- ¡Bienvenidos! – exclamó Caldina regocijada, contemplando a la chica con orgullosa admiración – De veras me estoy especializando en esto de hacer vestidos, ¿eh?

La guerrera mágica se ruborizó levemente ante este comentario. Si bien en un principio la creación de la bailarina le pareció un poco “reveladora” y llamativa para sus gustos, al final sus amigas la habían convencido de que era el vestido más perfecto y hermoso que habían visto. En su opinión, no estaban muy desacertadas; de esto se convenció al verse en el espejo después que Umi terminó de arreglarla. Incluso llegó a imaginarse, muy a su pesar, lo que pensaría Ferio cuando la viera.

- Muchas gracias, Caldina. – se inclinó nuevamente, esta vez para ocultar su embarazo. Aunque tratara de ignorarlo, sentía los ojos del príncipe fijos en ella. Y no era que no le agradara atraer su atención, pero... no valía la pena.

- ¡Ni lo menciones! – la bailarina hizo un gesto de suficiencia y le guiñó un ojo a Geo, que contestó con una sonrisa nerviosa - ¡Solo pasen y diviértanse! La princesa Aska de Fahrem está impaciente por volver a ver a Fuu.

- ¿Ya está aquí la princesa? – el rostro de la joven se iluminó adorablemente, y Ferio tuvo que volver a hacer un esfuerzo para no besarla allí mismo, delante de todos – Entonces por favor, discúlpenos. Yo también deseo verla.

Feliz de tener una excusa para abandonar el lugar y la compañía, Fuu se marchó con mal disimulado apresuramiento, seguida por un Geo que tampoco parecía muy deseoso de quedarse allí por más tiempo. Cuatro pares de ojos, en los que convivían distintas expresiones, los siguieron hacia el interior del salón.

- Creo que voy a ir a verte un día de estos para que me hagas un vestido como ese... – comentó la princesa Tarta con tono casual no carente de entusiasmo.

- Eso no será posible. – respondió Caldina moviendo la cabeza – Cada creación es única, ya que refleja la voluntad de la persona para quién está destinada.

- ¿De veras? ¿Entonces haces esos vestidos con magia?

- Así es. Si hiciera uno para ti, resultaría ser totalmente distinto a todos los que he hecho hasta entonces, ya que su forma final dependería en gran medida de tus deseos.

- ¿Y es muy difícil? – se interesó Tarta.

Una vez más, la bailarina hizo un coqueto gesto de suficiencia.

- ¡Nada de eso! Aunque... claro, eso depende mucho del estado de ánimo de la persona que lo va a usar. Por ejemplo, los de Umi y Presea fueron muy sencillos, ya que las dos estaban muy seguras de lo que querían y tenían una gran disposición. El de Hikaru fue un poco más complicado, ya que creo que es la primera vez que es invitada a un baile como este y estaba un poco nerviosa e indecisa. Pero con Fuu... bueno, fue agotador. Tuvimos que empezar varias veces, hasta lograr un resultado adecuado.

Al decir esto, Caldina le lanzó una furtiva mirada de enojo a Ferio, a quien consideraba responsable de las dificultades que había tenido con la indumentaria de la guerrera del viento. Pero por supuesto, el príncipe no se dio por enterado.

- Pues valió la pena – asintió la princesa con sincera admiración – Sí, definitivamente me haré uno. Pero creo que ya debemos presentarnos en el baile, ¿cierto? Es en nuestro honor después de todo y mis padres no deben tardar en llegar. ¿Vamos, Ferio?

- ¿Eh? Sí, por supuesto. – contestó el joven sin saber muy bien de que hablaban. Todo aquel tiempo no había logrado reponerse de la visión de su amada Fuu. Pero aún no era el momento de recuperarla. Su felicidad tendría que esperar un poco más, solo un poco más...

- Sabes que eso fue una malvada travesura, ¿no es cierto, Caldina? – murmuró Lafarga con semblante adusto cuando volvieron a quedarse solos en el umbral de la puerta.

La bailarina rió por lo bajo.

- ¿Lo dices por el vestido de Fuu? – se rió un poco más – Nos tomó horas a mí y a Umi poner a Fuu en un estado de ánimo apropiado para crear lo que has visto. ¿Impresionante, eh?

- Llegué a temer que el príncipe perdiera el conocimiento. – rezongó el espadachín – Su rostro amoratado no fue nada gracioso...

- Yo no tengo la culpa de que se haya quedado sin aliento. Solo queríamos que se llevara una idea de lo que se pierde y creo que lo logramos. – ripostó Caldina con tono de reproche – Además, sí fue muy gracioso ver la cara de tonto que puso al verla. Lo que pasa es que tú no tienes sentido del humor.

Un leve carraspeo interrumpió la repuesta de Lafarga, al tiempo que ambos se volvían hacia el recién llegado. Se trataba de un hombre en cuya vestimenta predominaba el blanco. Caldina parpadeó asombrada y un tanto deslumbrada. Botas blancas, pantalones impecablemente blancos, cinturón negro y una camisa blanca con ribetes negros, cubierta en parte por una capa, también blanca, ceñida al frente con dos gemas azules. En cuanto a su rostro...

- ¿¿Lantis?? – exclamó la bailarina sin poder ocultar su sorpresa - ¿Eres realmente tú?

El espadachín mágico frunció el ceño ligeramente por toda respuesta.

- Es él... – murmuró Caldina con una gota en la cabeza.

Lafarga solo lo miró con mezcla de asombro y curiosidad, ignorando deliberadamente la sospechosa reacción de la bailarina. Era la primera vez que veía a Lantis usar otra cosa que no fuera su ya clásica indumentaria negra. Ciertamente, muchos iban a sorprenderse con un cambio tan radical.

- ¿Con quién vienes? – inquirió la ilusionista cediendo a su propia curiosidad más que cumpliendo con sus obligaciones de portera.

- Con nadie. – contestó el espadachín mágico con su habitual parquedad.

- Entonces no podemos dejarte pasar. – se adelantó Lafarga con expresión seria y un maligno cosquilleo de satisfacción.

- Lo sé.

La bailarina y su amante se miraron asombrados. Si ya sabía que no podía entrar sin acompañante, ¿por qué no invitó a alguien? Y si no había traído a nadie... ¿pues para qué vino todo elegante?

- Al menos Guru Clef no podrá decirme que no lo intenté... – murmuró Lantis, más para sí mismo que para los demás.

A decir verdad, estaba enterado de que tal costumbre de entrar por parejas sería observada para esta ocasión, y no buscó compañía porque lo que menos deseaba era asistir a un baile en el que probablemente vería a Hikaru en brazos de Eagle. La sola idea le era casi insoportable. Solo había llegado hasta la puerta para honrar la promesa que le hiciera al Guru. Pero nunca tuvo intenciones reales de entrar.

- Lantis... ¿adonde vas? – preguntó Caldina al verlo dar la vuelta y emprender la retirada.

El espadachín mágico volvió la cabeza y la observó con agudeza por sobre su hombro izquierdo.

- Si no puedo entrar, entonces no tengo nada que hacer aquí.

 

Continuará…