Capítulo XIV

El baile (Parte 2)

 

Una sonrisa leve se dibujó en el rostro de Fuu mientras escuchaba a la princesa real de Fahrem hablar incesantemente sobre lo feliz que estaba de volver a verla, de lo mucho que la había echado de menos, de las muchas veces en que tuvo miedo de que las Guerreras Mágicas no regresaran nunca más a Céfiro y otras generalidades a las que sus oyentes asentían de vez en cuando con expresiones más o menos interesadas.

- ¡Pero ya están de vuelta! – palmoteó la princesa por enésima vez - ¡Solo eso es más que suficiente para celebrar!

- En efecto, Princesa Aska. – concedió Fuu con amabilidad – Es maravilloso estar aquí, con todos ustedes…

La Guerrera del Viento casi se mordió los labios al decir esto. Lamentaba mucho tener que mentirle a la joven regente de Fahrem, a quien consideraba su amiga. Sin embargo, sus problemas personales debían quedar fuera de este baile. Lo que estaba sucediendo era por el bienestar de Céfiro, y no pensaba interponerse. Lo cual la liberaba de tener que revelar el doloroso secreto que ocultaba en su corazón a la persona que más lastimada se sentiría de escucharlo. Eso al menos era un alivio.

De pie junto al asiento que ocupaba Fuu, Geo lanzaba miradas furtivas a la puerta del salón. Venir al baile con una de las Guerreras Mágicas no había sido idea suya. Hikaru y Eagle lo habían convencido, sin saber o tal vez a sabiendas de que no podía presentarse acompañado de la Princesa Tatra. Tal cosa hubiera sido harto sospechosa, más aún teniendo en cuenta que los monarcas de Chizeta se encontraban presentes. Lo más curioso es que Zazu, el primer candidato en el que habían pensado, rechazó la oferta alegando que ya tenía pareja. ¿Sería cierto eso? ¿Y donde estaba Tatra? ¿Y con quien vendría? Ya estaba comenzando a impacientarse. La triste resignación con la que su acompañante enfrentaba el evento era realmente admirable, pero él no tenía el mismo carácter. No estaba muy seguro de controlarse al ver a su princesa entrar acompañada de otro hombre. Lo cual iba a suceder de todos modos, muy a su pesar. ¿Por qué se demoraba tanto?

- ¡Fuu! – exclamó la Guerrera del Agua, acercándose al grupo acompañada por Ascot e interrumpiendo la alegre cháchara de la princesa Aska, que aprovechó para escaparse hacia la mesa más cercana con Sang Yung - ¿Qué te parece el salón? ¿No es maravilloso?

La rubia asintió con una sonrisa bastante natural.

- ¿Y viste a Clef? – cuchicheó Umi en voz mucho más baja - ¡Casi no lo reconocí!

- ¿Guru Clef? No lo he visto…

- Está en aquella esquina, conversando con Presea… - señaló Ascot de mala gana al oír la pregunta de la Guerrera del Viento.

- ¿Ese es Guru Clef? – parpadeó Fuu asombrada – Con razón no lo identifiqué… pero no es el único cambiado… ¿aquel de allá no es Lantis?

Umi se volvió hacia donde indicaba su amiga, y vió efectivamente al espadachín mágico de pie a la entrada del salón.

- No sabía que tuviera ropa que no fuera negra… - murmuró la Guerrera del Agua con un dejo de mala voluntad – Pero lo que me intriga es esa novia misteriosa de la que nos habló Hikaru… Me voy a acercar un poco, a ver si me entero. ¿Vamos conmigo, Ascot?

Antes de que el joven pudiera decir algo, Umi ya lo había arrastrado hasta la puerta, justo a tiempo para oír como Lantis planeaba marcharse debido a que no podía entrar solo. Esto los dejó asombrados a ambos, aunque por distintas razones.

- ¿No podemos hacer una excepción? – murmuró Lafarga indeciso.

- No debemos… - contestó Caldina de la misma guisa – Además, él no parece muy interesado…

En efecto, el solitario invitado se hubiese marchado y no hubiera acudido al baile, si una voz chillona no lo hubiera detenido, a su vez dejando con dolor de cabeza a todos los presentes.

- ¡Lantis! ¡Estás aquí! ¿Cuando regresaste de ese horrible planeta sin árboles? ¿Por qué nadie me dijo nada? ¡Oh, Lantis, Lantis!

La bailarina y ambos espadachines se miraron confundidos, sus rostros contraídos en muecas de desagrado ante el tono elevado que acababa de herir sus tímpanos. Sobrevolando sus cabezas, se encontraba la diminuta dueña de aquella voz.

- ¡Primera! – exclamó Caldina - ¡Ya me extrañaba que no hubieras aparecido! Hasta llegué a pensar que te habías ido a Autozam…

- ¡Que dices! – la pequeña hada hizo un gesto de desagrado – Nunca me iría para ese horrible lugar… así que solo me quedaba esperar tranquilamente el regreso de mi queridísimo Lantis…

El espadachín mágico, que no había pronunciado ni media palabra, volvió a intentar un movimiento de retirada, solo para ser detenido nuevamente por los gritos de su eterna perseguidora.

- ¡Lantis! ¿Adonde vas? ¿Qué no hay una gran fiesta hoy?

- Él no puede asistir. – se apresuró a contestar Caldina, temiendo que el hada siguiera chillando de no recibir respuesta – Solo se puede entrar al salón por parejas, y como verás, él está solo.

- ¿Solo? – repitió Primera con una mueca - ¿Acaso yo no cuento? ¡Mi Lantis nunca estará solo, no si yo puedo evitarlo! ¡Vamos, Lantis! – y sin más preámbulos, se posó displicentemente en el hombro del espadachín mágico.

Caldina y Lafarga se miraron una vez más, como preguntándose si semejante pareja podía ser realmente considerada como tal. Por su parte, Lantis batalló por un instante la tentación de maldecir a Primera por su inoportuna aparición. Después de todo, había una parte de él que quería agradecerle. Y ya no tenía ninguna justificación para incumplir su promesa a Guru Clef. Así que se dirigió hacia el interior del salón, acompañado por una muy satisfecha Primera y pasando sin detenerse a mirar por el lugar donde se encontraban Umi y Ascot, que habían escuchado toda la conversación.

- Esto sí que es extraño… - murmuró la guerrera.

- ¿Por qué? – se asombró Ascot – Desde que Lantis regresó por primera vez de Autozam, luego de la caída del Pilar, Primera siempre ha estado con él.

- No me refiero a eso. – Umi se encogió de hombros – La verdad es que pensé que lo vería entrar acompañado por una mujer… bueno, por alguien de tamaño normal… tú sabes…

Inesperadamente, la cara del joven reflejó asombro.

- Nunca había pensado en eso… - admitió pensativo – Pero ahora que lo mencionas, no recuerdo haberlo visto con ninguna mujer… Excepto Caldina, o Presea, o las Princesas de Chizeta, pero nada de eso a lo que ustedes llaman novia… No es que me ande fijando mucho en esas cosas… pero…

- No te preocupes, no tiene importancia. – la Guerrera sonrió al ver como Ascot se hacía un lío y se ruborizaba para explicar algo tan simple. Tal vez precisamente por eso se sorprendió tanto ante la pregunta que provocó su gesto desenfadado.

- Debo parecerte muy tonto, ¿verdad?

Umi no pudo menos que parpadear, desconcertada más por la expresión dolida que se ofrecía ante su mirada que por las palabras que acaba de escuchar. Extraño, pero algo en su interior se rebelaba contra aquel dolor. No lo comprendía muy bien, pero justo entonces hubiera dado cualquier cosa por verlo sonreír. Y sus ojos… ¿por qué se los ocultaba?

- ¿Por qué dices eso? – inquirió tratando inútilmente de encontrar una brecha en los cabellos castaños que cubrían parcialmente el rostro aniñado del cuidador de animales.

- Porque a pesar de todo, sigo aferrándome a ti. – contestó el joven, su vista al parecer perdida entre la multitud que poblaba salón – Porque aunque sepa que solo me quieres como amigo, mis sentimientos por ti siguen creciendo. Porque aunque sepa que debería, no puedo arrancarte de mí.

- Ascot… - la guerrera lo obligó suavemente a volver su rostro hacia ella, a la vez que sus manos descubrían las pupilas verde esmeralda con un movimiento delicado - … mírame.

¿Y que más podía hacer él sino embriagarse con su belleza? Ah, no era justo que fuera tan hermosa, era imposible que alguien tan insignificante como él pudiera ganar su corazón algún día. Ella merecía más, lo merecía todo. Y sin embargo, lo trataba tan bien, como a un amigo querido… y una vez más, era tan bella que lo dejaba sin saber que hacer. Solo podía quedarse mirándola… y ruborizarse, una vez más.

- No me pareces nada tonto. – Umi volvió a sonreír, su mente registrando por primera vez que el joven tenía unos ojos preciosos y asombrándose de no haberlos notado antes – Lo cierto es que yo… todas las cosas que pienso de ti son buenas.

¿Pero qué le estaba sucediendo? Se sentía tan ligera, tan despreocupada. No recordaba nada semejante en el pasado, ni siquiera en la misma compañía. Sin lugar a dudas, había algo distinto en el ambiente, algo que ella no sabía explicar, que no atinaba a comprender. Algo emocionante, que hacía que su corazón latiese más de prisa y que levantaba un vuelo de mariposas en su interior. ¿Qué era? ¿Qué estaba sucediendo?

- Umi… Umi… - Ascot no pudo evitar envolver a la joven en sus brazos, sin atreverse a oprimirla contra su pecho como hubiese sido su deseo – No importa que solo me quieras como amigo, yo nunca dejaré de amarte. Siempre que me necesites, en cualquier circunstancia, yo siempre estaré a tu lado. Mi única ambición es que seas feliz, y si en algo depende de mí que lo seas, haré cualquier cosa, aunque eso signifique que tenga que dejarte ir.

Umi lo miró sin ocultar su asombro. Nunca creyó que Ascot pudiera hablarle de esa forma, con tanta fluidez y desenvoltura. No, ella ya sabía que él no tenía gran facilidad de palabras debido a su tímida personalidad. Las que acababa de escuchar habían salido directamente de su corazón, lo que las hacía mucho más meritorias en su opinión. Una cálida sensación recorrió el cuerpo de la joven y una dulce sonrisa afloró a sus labios. Así que esto era lo que se sentía al ser amada…

Estaba a punto de decir algo, cuando de repente un sonido infrahumano se clavó en sus oídos con tal saña que tuvo que cubrírselos con las manos para intentar acallarlo. El holgado abrazo que Ascot mantenía alrededor de su cintura se hizo instintivamente más protector, mientras su rostro se contorsionaba en una mueca de dolor. Sin embargo, y por fortuna, el estridente ruido no duró mucho, así que Umi dirigió una mirada asustada a su alrededor para descubrir que todos en el salón portaban expresiones más o menos alteradas por el miedo o el asombro.

- ¿Qué diablos fue eso? – murmuró la guerrera apenas reponiéndose de la impresión, al notar que el rostro de su acompañante expresaba reconocimiento mezclado con preocupación.

- Celica… - respondió Ascot en el mismo tono, desprendiéndose de ella de mala gana y encaminándose hacia la puerta con paso apresurado – Debo ir a ver qué le ocurre.

- Pero… - comenzó Umi, solo para verse interrumpida nuevamente.

- No te preocupes. – aseguró el joven lanzándole una mirada por encima del hombro – Dile a Guru Clef que todo está bien, que no se asusten. Yo voy a ver qué le sucede a mi amiga.

Por un instante, la guerrera vaciló entre su deseo de seguirlo y la obligación de tranquilizar a todos. Sin embargo, no tuvo necesidad de pensar mucho, ya que el propio Guru Clef se acercó a ella con visible apuro, acompañado por Presea, Lantis y Primera.

- ¿Adónde fue Ascot? – inquirió el hechicero – Esa que chilló ahora fue una de sus criaturas.

- ¡Y qué horrible sonido! – añadió Presea – Se me pone el corazón en la boca solo de recordarlo…

- Él me dijo que iba a ver que sucedía. – murmuró Umi en un intento de respuesta, sus ojos aún fijos en la puerta tras la cual había desaparecido el chico. Luego, sacudiéndose de su distraída contemplación, la guerrera se estiró un tanto e hilvanó una explicación más amplia – Ascot fue a ver a su amiga. Me pidió que te dijera que no habría ningún peligro, Clef. Que tranquilizaras a todos en el salón, ya que no hay ningún peligro. Y ahora, si son tan amables de disculparme…

No dijo más. Ascot le había pedido que no se preocupara, pero ella no lo podía evitar. Y no pensaba quedarse allí a esperar a ver que sucedía, así que se marchó por donde mismo antes lo había hecho el joven y se encaminó hacia lo alto de la torre donde sabía lo encontraría.

- Espero que no haya ningún problema… - murmuró Presea, aún con los ojos fijos en la puerta por la cual la pareja acababa de abandonar la habitación.

Guru Clef estaba a punto de contestar, cuando se vio interrumpido por la llegada de Fuu y Geo.

- ¿Hay algún problema, Guru Clef? – preguntó la guerrera – Todos en el salón están asustados con ese chillido. Si hay algún peligro…

- Es solo uno de los amigos de Ascot. – la tranquilizó el mago – Él se encargará de eso. Siempre ha sido muy diestro con esas criaturas.

- Celica… - dijo Lantis, dirigiéndose a nadie en particular - ¿Qué no era esa la criatura que estaba encinta?

- ¿La conoces por su voz? – se asombró Presea – Yo pensé que solo Ascot estaba tan familiarizado con ellas…

- Por su aura. – contestó el espadachín mágico.

- ¿Por su aura? – repitió Fuu sin comprender.

- Los poderes mentales de Lantis exceden los de la mayoría de los cefirianos. – explicó Guru Clef con cierto deje de orgullo al hablar de su ex discípulo – Aún en esta confusión de personas, él es capaz de identificar con los ojos cerrados a todos por separado, gracias a la esencia vital que los rodea. ¿No es así?

El espadachín mágico asintió por toda respuesta.

- ¿No es fantástico? – alardeó Primera, aún sentada en su hombro.

- Es muy interesante… - murmuró la guerrera del viento, sin que los demás lograran comprender exactamente a qué se refería.

Sin embargo, nadie le pidió una aclaración, ya fuera porque no pensaban hacerlo, o porque se vieron interrumpidos por la llegada de Eagle e Hikaru.

- ¡Lantis! – exclamó el Comandante de Autozam, visiblemente agitado - ¿Qué ha sido eso? ¿Un monstruo? ¿Estamos bajo ataque?

El espadachín mágico se aprestaba a responder con la mayor brevedad posible que no había nada de que preocuparse, pero sus sentidos le jugaron una mala pasada. Antes de que sus labios pudiesen pronunciar palabra, sus ojos, mucho más rápidos, se detuvieron en la figura de la guerrera del fuego. Y todas las palabras quedaron olvidadas, suplantadas por una imagen que valía más que miles de frases.

Por muy extraño que pareciera, el vestido de Hikaru había resultado ser  inmaculadamente blanco. Mucho se había esforzado Caldina, y todas las veces había emergido impecable, distinto en diseño pero igual en color. La opción final cubría a la joven como pétalos, haciendo que se asemejara a la más exquisita e inocente flor. Como si esto fuera poco, Umi se había esmerado en sacar lo mejor de la hermosa y asombrosamente larga cabellera roja, que fluía como río encrespado por su espalda semi-descubierta, apenas sujeta por una pequeña coronita de flores níveas.

- Es solo una de las criaturas de Ascot. – contestó Lantis sin inmutarse, el instante en que las palabras le habían faltado demasiado corto para ser advertido por los demás. – Guru Clef, voy a ver si necesita ayuda.

El mago asintió y el espadachín emprendió la retirada con disimulado apresuramiento. Su autocontrol era aún fuerte y lo acababa de comprobar, pero no pensaba tentar más a su suerte. O más bien, a su corazón.

- ¡Voy contigo! – dijo Eagle súbitamente - ¿Me esperas aquí, Hikaru? Estoy seguro de que no tardaremos.

- Yo… - comenzó a decir la pelirroja, pero se interrumpió cuando una seña muy significativa por parte de Fuu le indicó que era mejor que se marcharan, para así ellas poder hablar de algo al parecer muy urgente y privado.

- Voy a tranquilizar a los invitados. – anunció Guru Clef – No es conveniente dejar que se preocupen sin razón.

Y diciendo esto se marchó acompañado de Presea, que no se había soltado de su brazo ni un instante, dejando solas a las dos guerreras.

- ¿Qué querías decirme? – preguntó Hikaru con no poca curiosidad - ¿Qué hizo Ferio cuando te vio? ¿Y donde está Geo?

- ¿Eh? Estaba aquí ahora mismo… - Fuu miró a su alrededor para comprobar que, en efecto, estaban todo lo solas que se podía estar en un salón repleto de gente – Bueno… Ferio… me está mal el decirlo, pero creo que se impresionó. Pero eso no importa ahora. Lo que quería decirte es que acabo de oír algo de lo más interesante sobre Lantis…

Bastó aquel nombre para que la pelirroja se estremeciera de pies a cabeza. Le había costado un gran esfuerzo actuar con naturalidad en su presencia, aunque tenía que reconocer que su cambio de indumentaria no ayudaba en nada. Se moriría de vergüenza si tuviese que confesarlo, pero los ojos se le iban detrás de él inexorablemente.

- ¿Qué oíste? – preguntó para sacarse de la cabeza la imagen de su amado espadachín mágico, y enseguida una idea alarmante la asaltó - ¿Le sucede algo? ¿Tiene algún problema?

- No, no, nada de eso. – Fuu sonrió con dulzura al ver como su amiga se preocupaba por el hombre que amaba aún a pesar de que este pudiese amar a otra. No es que ella fuera muy distinta… Suspiró levemente ante este pensamiento y le explicó a Hikaru lo que había escuchado acerca de poderes mentales y esencias vitales.

- Oh, es cierto. – la pelirroja asintió con expresión pensativa – Lantis puede hacer ese tipo de cosas con su mente. Es bastante impresionante.

- Ya lo creo. – concedió la guerrera del viento – Pero si así es como es, entonces hay algo muy extraño en todo esto…

- ¿Qué quieres decir, Fuu?

- Verás, tú misma nos contaste como Lantis declaró haberte besado al confundirte con otra persona, ¿no es así?

Hikaru enrojeció ante la memoria y solo atinó a asentir con la cabeza.

- ¿Y como es eso posible, si él es capaz de identificar a las personas por su aura? – continuó razonando Fuu – Guru Clef dijo “con los ojos cerrados”. ¿No es eso lo mismo que a oscuras? ¿Cómo pudo ignorar tu aura, si siendo el último Pilar de este planeta, tu esencia vital y tu magia es tan fuerte que hasta a veces yo misma soy capaz de sentirla?

- ¡Es cierto! – exclamó la pelirroja presa de súbita excitación – Pero entonces… ¿por qué? ¿Tal vez se equivocó?

- Es posible… pero me parece poco probable. Estamos hablando de una persona con grandes poderes mágicos, aunque no estoy segura de cuan grandes. – la guerrera del viento se encogió de hombros – Así que solo me queda una posible explicación a lo sucedido…

- ¿Qué es…? – Hikaru la instó a continuar.

- Lantis mintió. – declaró Fuu sin titubear – Sabía que eras tú, y ocultó ese hecho deliberadamente.

- Pero… ¿por qué? – murmuró la pelirroja, su rostro reflejando su confusión - ¿Por qué mentiría Lantis? ¿Por qué…?

 

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- ¿De qué estás huyendo?

El espadachín mágico le dirigió una mirada de soslayo a Eagle. Por si fuera poco lo que tenía que soportar, ahora también lo perseguía para hacerle preguntas indiscretas. Si preguntaba era porque sabía, y si sabía, ¿para qué preguntaba? Tan entrometido como siempre.

- No me digas que te asusta una niña tan linda e inocente como Hikaru… - sugirió el autozamita con una risita.

Lantis frunció el ceño y apretó los puños con fuerza, pero tampoco esta vez replicó a las abiertas provocaciones. No le iba a dar el gusto.

- Vamos, Lantis, no me digas que no te fijaste en ella. Vamos, confiésalo. ¡No ganas nada con tratar de ocultármelo!

- Ya deberías saber que esas cosas no me interesan. – el espadachín mágico se detuvo y volteó para mirar a Eagle con ojos reprobadores. ¿Acaso todos se habían confabulado para atormentarlo?

- ¡Exacto! – apoyó Primera revoloteando amenazadoramente frente al rostro del autozamita - ¿Por qué debería interesarse Lantis por esa guerrera mágica?

Antes de que alguno de ellos pudiese contestar, otro chillido infrahumano se escuchó, asustando sobremanera a la pequeña hada, que decidió que lo mejor era ocultarse en algún rincón hasta que pasara el presunto peligro.

- Está empeorando. – murmuró el espadachín mágico volviendo a ponerse en marcha hacia lo alto de la torre.

- Y ahora estamos más cerca… - agregó Eagle – Y yo que no traje ninguno de mis juguetes, pensando que no harían falta…

- No van a hacer falta. – Lantis se encogió de hombros – A no ser que tengas algo que pueda ser de utilidad en un parto.

- ¿Parto? – el autozamita parpadeó con una sonrisa – No, creo que no tengo nada para eso. Y no sabía que tú fueras un especialista en la materia.

- No digas tonterías.

- ¿Tonterías? – Eagle enarcó una ceja con expresión maliciosa – Al parecer todo lo que digo son tonterías o cosas poco importantes. ¿De veras, sinceramente, me vas a decir que no te interesa mirar a Hikaru?

- Me la sé de memoria. – contestó Lantis, comprendiendo la extensión de sus propias palabras después de haberlas pronunciado.

- ¿Como? – la sonrisa del autozamita se acentuó. Por fin, el desliz que tanto había estado esperando.

Sin embargo, el espadachín no retrocedió ante su propio error.

- Para contestar a tus preguntas y terminar con este tonto interrogatorio de una vez. No, no me asusta Hikaru. Lo que me asusta es amarla tanto sabiendo que no es mía. Es de eso precisamente de lo que huyo, de eso y de mí mismo. Y sí, sí me fijé en ella, pero como ya te dije anteriormente, esas cosas a las que te refieres no me interesan, porque no influyen en la persona ni en el sentimiento. Es como vestir a una flor para cambiarle el perfume. Un esfuerzo totalmente fútil.

Eagle se quedó paralizado por el asombro, mientras observaba la capa blanca alejarse hasta casi desaparecer en la oscuridad del corredor. Lo que menos esperaba era semejante parrafada de una persona tan seria y tan fría. ¿Acaso el cefiriano se daba cuenta del romanticismo implícito en lo que acaba de decir? ¡Siempre lo supo, Lantis era un romántico! No obstante, en todo el tiempo que lo conocía, nunca había logrado provocarlo hasta tal extremo.

- ¡Hey! ¡Espérame! – corrió tras él, no queriendo dejar pasar la ocasión de molestarlo - ¿Acaso es tan difícil admitir que está linda esta noche?

El espadachín mágico movió la cabeza resignadamente, pero no dijo nada. Por lo visto no había forma de librarse de Eagle. Pero no pensaba seguir hablando, ya había dicho más de la cuenta. Nadie tenía por qué enterarse de las muchas veces que había soñado con el cabello de Hikaru tal como lo había visto hoy o con un vestido como aquel o… con otras cosas igualmente fútiles en las que era mejor ni pensar.

- ¿Cuando regresan a Autozam? – preguntó para variar el tema.

- En unos dos o tres días. – el autozamita concedió el cambio, comprendiendo que no iba a obtener más de Lantis de lo que ya le había dicho. - ¿Por qué?

- Entonces no viajaremos juntos esta vez.

- ¿Qué? – Eagle creyó haber oído mal - ¿Vas a viajar?

- Mañana.

- ¿Adónde?

- Adonde me lleve el camino.

- ¿Por qué?

Los dos se miraron por un instante, como midiéndose con los ojos, intentando cada cual penetrar en las intenciones del otro. Pero esta vez Lantis tampoco llegó a contestar. Otro aullido se dejó escuchar, acompañado esta vez por un grito angustiado de Umi. Los dos se apresuraron a recorrer el espacio que los separaba de la pequeña habitación tras cuya puerta se podían escuchar ruidos de lucha y la abrieron de un tirón sin detenerse a llamar.

En el suelo, Ascot trataba de contener a la criatura que se retorcía de dolor lanzando coletazos a diestra y siniestra. Por su parte, Umi apenas lograba escapar al pataleo del enorme animal en tan reducido espacio.

- ¡Eagle! ¡Lantis! – gritó la guerrera mientras esquivaba una enorme zarpa - ¡Está enloquecida! ¡Ascot no logra contenerla!

Ninguno de los recién llegados necesitaba mayores explicaciones, así que ambos se lanzaron a sujetar a la criatura. Sin embargo, su presencia allí provocó una distracción por parte de Umi, que no vio la gigantesca cola del animal dirigirse hacia ella hasta que ya le era del todo imposible evitar el golpe. Presa de pánico, solo pudo cerrar los ojos…

Pero el golpe que esperaba no llegó. Asustada de haber perdido la noción del tiempo, la joven abrió los ojos con cautela, para ver que Eagle y Lantis habían logrado calmar un tanto a la criatura, o al menos contenerla. ¿Y Ascot? ¿Dónde estaba Ascot? No tuvo que investigar mucho más para descubrirlo yaciendo a sus pies. Esa era la razón por la cual no había recibido el coletazo. Él se había interpuesto, protegiéndola con su propio cuerpo. Se inclinó sobre su figura inmóvil para tratar de despertarlo, pensando que estaba aturdido. Y fue entonces cuando descubrió un charco de sangre que comenzaba a formarse en el suelo.

- ¿Ascot? – llamó Umi con delicadeza, no recibiendo respuesta - ¡Ascot!

Lo sacudió un poco más fuerte, pero el joven no reaccionó. Aterrada, casi sin detenerse a pensar, la guerrera se arrodilló a su lado y lo abrazó contra su pecho, sin importarle las manchas que inmediatamente comenzaron a cubrir su vestido azul, sangre derramada por su causa.

- ¿Ascot? – volvió a intentarlo otra vez, sin resultado.

Sin que ella misma se hubiera percatado de ello, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mientras que las ideas se sucedían en su mente. Las ocasiones en que la había ayudado, todas las veces que la había protegido, incluso los momentos en los que habían peleado. Y sobre todo, esa cálida sensación que le producía saberse amada por él.

- ¿Ascot?

No respondía. Y ella hubiera dado cualquier cosa por ver abrirse esos ojos color esmeralda, esos que recién había catalogado como preciosos. En aquel momento, una sola mirada hubiera sido suficiente para aliviar la angustia que la invadía, la impotencia de verlo exánime en sus brazos y no poder hacer nada. ¿Acaso era eso amor? Si eso era… pues entonces ella lo amaba con todo su corazón, nunca antes la perspectiva de perder a alguien la había asustado tanto, ni siquiera a Guru Clef, del que tanto tiempo creyó estar enamorada. Esto era totalmente distinto. Más fuerte. Más desesperado, más profundo. ¿Y que tal si Ascot no volvía a abrir los ojos? ¿No podría hablarle de este sentimiento que recién había encontrado? ¿Qué tal si nunca más volvía a verle sonreír o sonrojarse? ¿Nunca más? ¡No!

- ¡¡Ascot!!

 

Continuará…