Capítulo IV

Ascot - Inseguridad

 

Ascot no se había enterado aún de la llegada de las Guerreras Mágicas. Estaba entretenido en una de las torres del castillo, encerrado con una de sus criaturas, la cual se encontraba en un avanzado estado de gestación y necesitaba de todos los cuidados imaginables, incluso a veces había que darle la comida con una cuchara de plata. Era un hermoso animal que recordaba las formas de un grifo mitológico, pero Ascot no tenía idea de con qué otra criatura podía haberse apareado, ni de qué ser estaba a punto de nacer.

Cuando abandonó al majadero animal, el joven hechicero se dirigió hacia la habitación de Caldina, sorprendiéndose de no encontrarla allí. Acto seguido fue a buscarla a la armería y a la habitación de Lafarga, sin tener más suerte en aquellos lugares. Al final, después de que ya había decidido contarle luego de los avances de su cuadrúpedo amigo y suponiendo que la bailarina había salido del castillo, le pareció oír su voz al pasar ante la habitación de Presea. Tocó con los nudillos y esperó a que le autorizaran a entrar.

En efecto, allí estaban, no solo Caldina, sino también Lafarga y la propia Presea. La ilusionista llenaba papeles y más papeles, presumiblemente con cosas necesaria para la fiesta, ante las miradas cada vez más asombradas y divertidas de sus dos acompañantes. El pobre Lafarga ya se preguntaba de dónde iban a sacar todas aquellas cosas, y por su parte, Presea se reía por lo bajo, ya que en su opinión, con todo aquello ya era suficiente para montar no una fiesta, sino un baile a escala nacional.

- ¡Ascot! – exclamó Caldina al verlo entrar - ¡Tú también me vas a ayudar!

Diligentemente, le alargó unos cuantos de los papeles que había estado escribiendo, y Ascot los tomó con cómica expresión de resignación, similar a la que se había extendido por la fisonomía de Lafarga. Leyó unos instantes en silencio.

- ¿Para qué necesitas todo esto, Caldina?

Fue la armera la que cayó en cuenta de que Ascot aún no sabía nada.

- Caldina quiere preparar una fiesta para celebrar el regreso de las Guerreras Mágicas. – informó entre risas.

- ¿El qué? – el joven no podía dar crédito a sus oídos.

- Con tantos preparativos, acabará siendo un festival, un carnaval, o cualquiera sabe. – rezongó Lafarga.

- ¡No importa! – Caldina se abrazó a él con coquetería, con lo que el espadachín empezó a sudar frío - ¡El caso es que todo el mundo se divierta!

Presea siguió riéndose.

- ¡Hey, alto ahí! – gritó Ascot colocándose en el centro de atención - ¿¿Alguien puede explicarme qué es eso de que las Guerreras Mágicas regresaron??

La armera dejó de reírse, mientras Caldina y Lafarga se separaban, obviamente con muy pocos deseos. Los tres miraron al hechicero como si este fuera un bicho llegado de otro mundo, igual que sus criaturas.

- ¿Tú no te habías enterado? – sonrió la ilusionista, sin dejar de notar el embarazo que aún padecía su querido espadachín – Las chicas llegaron hoy. No sé como lo lograron después de tanto tiempo... ¡pero esto hay que celebrarlo!

- Tengo que reconocer que todos nos hemos alegrado mucho con su regreso, aunque... – Lafarga dejó la frase en el aire.

- ¿Ha sucedido algo? – se inquietó Ascot.

- Lafarga se refiere a Lantis. – aclaró Presea – También ha llegado hoy, junto a la delegación de Autozam, y se ha comportado de una forma bastante antipática.

- ¡Ese es un aguafiestas! – exclamó Caldina, como para finalizar el tema – Apuesto a que Hikaru es capaz de quitarle todos esos resabios. Ella es justamente lo que necesita ese aburrido.

Lafarga miró a la bailarina, desaprobando sus últimas palabras, que en su opinión se pasaban de atrevidas. Ascot enrojeció levemente por la misma causa. Aún no salía de su asombro.

- Por lo demás – siguió Caldina, con su parloteo interminable – todo el mundo ha quedado encantado con la idea de la fiesta. MI idea.

Dicho esto, volvió a bailotear por toda la habitación, volviendo a provocar las risas de Presea y desvaneciendo con sus movimientos insinuantes el ceño del espadachín.

- Lantis siempre ha sido así. – declaró la armera – No es muy expresivo, pero estoy segura de que también se alegra por el regreso de las Guerreras.

- ¡Mayor razón para hacer una fiesta! – gritó Caldina alegremente, volviéndose a colgar del cuello de Lafarga, que inmediatamente comenzó a sudar frío OTRA VEZ.

- No hay quien pueda contigo – murmuró convencido.

La ilusionista lo premió con un fugaz beso en la nariz por sacar aquella conclusión. Presea los miraba sonriente, y tal vez un poquito envidiosa.

- ¿¿Podrían dejarse de eso y decirme si vino Umi??

Otra vez, Lafarga y Caldina volvieron a separarse, con un poco más de trabajo; y Presea dejó de reírse. Se volvieron a mirar a Ascot.

- Claro que vino. – dijo la incorregible Caldina – Y, por si lo quieres saber, la última vez que la vimos estaba en el jardín. Completamente sola. – agregó con traviesa sonrisa.

Ascot no necesitaba más explicaciones.

- ¡Tengo que irme! – dijo mientras marchaba apresuradamente hacia la salida.

Y antes de que cualquiera pudiera decir algo, el hechicero ya había desaparecido tras la puerta, internándose en el corredor.

- Solo espero que esta vez no se deje dominar por la timidez. – fue el último comentario de Caldina.

 

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La suave brisa parecía susurrar secretos desconocidos entre las copas de los árboles. Aquella parte del jardín resultaba un tanto solitaria, tal vez por lo poco visitada, pero a Hikaru no le importaba eso. Ni siquiera hubiera sido capaz de explicar como había llegado hasta allí, después que Lantis hubo entrado en el castillo. Se sentía asombrada y profundamente decepcionada por aquella actitud tan distante por parte de él. No sabía qué pensar.

- ¿Te encuentras bien?

Eagle estaba allí, y se inclinaba hacia ella con la preocupación pintada en el rostro. La joven sacudió la cabeza. No era de las que se dejaba abatir tan fácilmente por el desaliento.

- No te inquietes, Eagle. – contestó, forzando una sonrisa que al final apareció. – Estoy bien.

El joven movió la cabeza de un lado para otro. Era obvio que no le creía, pero ella insistió:

- ¡Estoy bien, de veras! Pero... me preocupa Lantis...

Aunque no tenía ni idea de los motivos que habían provocado el cambio de actitud en el espadachín, Eagle trató de encontrar una explicación razonable.

- Supongo que debe de estar muy cansado. – sugirió mientras miraba a Hikaru con una media sonrisa – Hemos tenido jornadas arduas en Autozam, y por más fuerte que sea físicamente, Lantis no está acostumbrado a nuestra forma de vida, ni al uso de la energía mental. Además, - agregó, tomando las manos de la joven en un impulso – ha puesto tanto de sí para que mi planeta mejore, que ya cuenta con el aprecio de todos mis compatriotas. Todos allá lo conocen, y no creo que hubiéramos logrado resultados tan buenos en tan poco tiempo de no haber sido por Kailu Lantis de Céfiro.

Sin poder evitarlo, Hikaru se emocionó al escuchar hablar así a Eagle, y este, que se dio perfecta cuenta de que la pelirroja ardía en deseos de saber más sobre los trabajos de Autozam y la participación del espadachín mágico en ellos, comenzó a contarle miles de anécdotas, animándose a medida que él mismo se emocionaba hablando de la recuperación de su mundo.

Ofrecían una bonita imagen, el apuesto joven hablando vivamente sin dejar de asir las manos de la hermosa muchacha, que lo atendía embelesada, con ojos brillantes; totalmente ajenos a las miradas que les dirigía una oscura y elevada figura que los observaba ocultándose entre las sombras de las pesadas cortinas, desde un balcón muy por encima de sus cabezas...

 

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En el corredor, Ascot se debatía entre su impaciencia por ver a Umi y la vergüenza que le producía saber que tendría que confesarle los sentimientos que ya no podía ni quería ocultar más. Llevaba mucho tiempo esperando aquella oportunidad y no iba a desperdiciarla por nada del mundo. Sin embargo, tampoco conseguía dejar de sentirse inseguro y dubitativo. Tenía miedo de que la joven no le correspondiera, y de romper la confianza que entre ellos existía con una incómoda declaración que la molestara. Pero... ¿es que era posible seguir así? ¿Fingiendo amistad cuando lo que deseaba era algo mucho más profundo? No, definitivamente ser amigo de Umi no era suficiente. Anhelaba mucho más que ese cariño fraternal que ella siempre le había mostrado. No alcanzaba a conformarse con eso, le parecía poco, demasiado poco para lo que él sentía, para lo que él ansiaba.

Batallando consigo mismo de esa forma, llegó a la puerta del castillo y se detuvo, al notar la brillante luz del sol cefiriano. Temeroso, aunque sabía que su actitud era bastante ridícula, se asomó con cautela y echó una fugaz mirada al jardín.

Umi estaba sentada en un muro, aparentemente contemplando las flores que crecían en un seto cerca de ella. El joven hechicero se quedó mirándola un instante, maravillado de su belleza, que se había acrecentado con el tiempo. Siempre fue una niña muy linda, pero ahora es una mujer de increíble hermosura y semblante reflexivo. La nueva realidad superaba con creces a sus recuerdos e incluso a sus sueños ¡Hasta la ropa que llevaba puesta era extrañamente bella!

Ante esta visión, Ascot vaciló nuevamente. Hacía unos segundos iba decidido a todo, y en un instante todas sus ideas se habían esfumado, dejándolo solo en la contemplación de la beldad a la que amaba desde que era un niño... bueno, para ser más exacto, desde que tenía el “tamaño” de un niño.

De pronto, la joven acababa de hacer un movimiento y Ascot, aterrado de que tuviera intenciones de entrar y llegara encontrarlo allí espiándola, decidió salir al jardín y enfrentarla de una vez y por todas. En su distracción o quizás sumida en profundas cavilaciones, ella no lo vio hasta que él estuvo muy cerca. Se puso de pie y lo miró con curiosidad. Aquella mirada turquesa dejó a Ascot momentáneamente sin aliento. Umi le sonrió... y él se sintió mareado de felicidad.

- ¿Ascot? – inquirió la joven y lo abrazó cariñosamente sin esperar respuesta - ¡Claro que eres Ascot! ¡Qué gusto verte! ¡No has cambiado nada!

La alegría de Ascot no tuvo límites al ver la forma en que Umi se comportaba con él. Sin percatarse apenas, se dejó llevar por ella entre las flores que adornaban el lugar, oyéndola hablar de lo mucho que había echado de menos el mundo de Céfiro, de las tantas veces que habían intentado volver, de lo feliz que se sentía de estar allí...

- Yo también estoy muy feliz de que hayas... de que hayan regresado. – dijo Ascot al fin, sin dejar de luchar con su timidez.

Se habían detenido junto a una estatua, bajo un árbol frondoso en cuyas ramas crecían extraños frutos. Umi aspiró con placer el aire puro de Céfiro y miró a su acompañante con una sonrisa.

- Aunque viva con todas las comodidades en mi mundo, aunque tenga todos los lujos, los recuerdos de Céfiro siempre me acompañarán.

- ¿Y eres feliz en el Mundo Místico? – quiso saber él.

Tal pregunta provocó una verdadera avalancha de verbosidad por parte de la joven. Ascot solo la escuchaba. No entendía muchas de las cosas que decía, pero tampoco le importaba, solo quería estar junto a ella, a ver si de una vez lograba llenarse de valor y confesarle sus sentimientos. Hasta que le picó la curiosidad, al oírla mencionar lo de la “carrera de modelo” una y otra vez.

- ¡Ah! – Umi sonrió y comenzó a explicar – Los modelos somos gentes que exhibimos ropas que otros confeccionan, para que el público las vea.

- ¿Y cómo es eso? – el joven parecía sumamente interesado.

- Verás. Imagínate que de repente, Caldina es una diseñadora de moda, lo cual no está lejos de la verdad, ya que ella cose ropa, y muy bonita, por cierto. Entonces, montamos una pasarela, que es el lugar por donde la gente camina para exhibir los trajes y hacemos un desfile de modas, para que la gente vea como luce la ropa puesta, y si le gusta, luego se puede comprar.

- Ya veo... ¿y todas las que “modelan” tienen que ser bonitas?

- Pues sí, generalmente sí.

- Como tú. – concluyó Ascot.

Ante esta afirmación, un leve rubor subió a las mejillas de la modelo.

- Bueno, no solo se usan chicas. También se necesitan varones, para ropa de hombre. – aquí Umi se fijó un instante en él – Tú servirías para eso, tiene buen tamaño y además, eres muy apuesto.

Ahora fue Ascot el que se ruborizó sin poder evitarlo. Se dijo en su mente que había llegado el momento. Se lo decía, ahora o nunca.

- Umi... hay algo que quiero decirte...

- ¿Qué cosa es? – preguntó la joven, mirándolo con una sonrisa alentadora.

Sin saberlo, Umi desanimaba al hechicero con tanta amabilidad. Pensar que podría perder lo que ahora tenía... aunque le pareciera poco, al menos eso era algo. Un nudo se había formado en su garganta, impidiéndole hablar. ¡Ella era tan linda y él estaba tan enamorado!

- ¿Qué es, Ascot? – insistió intrigada la muchacha.

- Umi... yo...

¡Nada, que estaba patinando como un tonto y haciendo un ridículo miserable! En el colmo de la desesperación, Ascot seguía tratando de obligarse a sí mismo a confersarle que la amaba.

Umi lo miraba con creciente curiosidad. Aparte de Hikaru y Fuu, él era su mejor amigo; desde el día en que se conocieron se habían ayudado y protegido mutuamente, así que existía la suficiente confianza entre ellos como para que Ascot no vacilara en decirle cualquier cosa. O al menos eso creía ella.

Justo por ese motivo, su asombro fue indescriptible cuando el hechicero se inclinó repentinamente hacia adelante y la besó en los labios. Fue apenas unos segundos, y luego, antes de que la joven hubiera podido reaccionar, Ascot se puso de pie y se retiró hacia el interior del castillo con apresuramiento, ante los asombrados ojos de una aún más asombrada Umi.