Capítulo VI

Ferio - Necedad

 

Ferio se adentró en el corredor del palacio. Tras él caminaban a buen paso las dos princesas de Chizeta y una pequeña escolta. Por el camino parecía observarlo todo, pero en realidad iba profundamente sumido en pensamientos tormentosos. Pronto uniría su vida a la de una mujer que no le interesaba para nada, y comenzaba a sentirse el peso de una decisión que, aunque en un momento determinado consideró como la mejor y única posible, ahora ya no se lo parecía tanto.

En unos instantes volvería a encontrarse con Guru Clef, que si bien no se opuso a su decisión, tampoco pareció gustarle mucho. En aquel entonces, él se había mostrado muy seguro de lo que hacía, para convencer al mago, pero con el tiempo que había pasado en Chizeta con su futura compañera, se había dado cuenta de que no iba a ser tan fácil. Mucho se temía que aquella idea había sido una estupidez, pero ya era demasiado tarde. Y Ferio se resignaba. Le costaría fingir ante su maestro, mas no quería entristecerlo.

Con otro que la cosa no le iba a ser sencilla era con Lantis. Este no había dicho mucho, pero el príncipe sabía que el espadachín mágico estaba en contra de aquella unión. No comprendía bien sus motivos, ya que Lantis era una persona muy cerrada y nunca se había interesado por los problemas personales de otros, incluso ocultando los suyos propios. Sin embargo, su censura era obvia. ¿Pero quien sabía lo que pensaba? Era casi imposible entender a alguien como él, que no se llevaba con nadie y que apenas daba un ejemplo de indiferencia total hacía todo.

Sin embargo, Lantis le había dado un consejo, el mismo que le había dado Guru Clef, y este había sido que pensara bien en lo que iba a hacer. ¿Pero acaso el príncipe de Céfiro alguna vez se caracterizó por pensar mucho las cosas? Nunca, y aquella vez tampoco había sido distinto. El arrepentimiento, si es que se le podía llamar así, llegaba tarde.

Finalmente llegaron ante la puerta del salón del trono. Acostumbrado como estaba a hacerlo, Ferio empujó las puertas y se adentró en el recinto. Mas cual no sería su sorpresa al ver que en su recibimiento participaban personas a las que no había tenido en cuenta.

Guru Clef estaba sentado en el trono, y lo miraba con seriedad. A su lado se encontraba Presea, y un poco más allá Caldina con sus casi inseparables Lafarga y Ascot. Del otro lado estaban de pie los invitados de Autozam: Eagle, Zazu y un a duras penas sereno Geo. Lantis no estaba, lo cual hubiera sido de gran alivio si su ausencia no fuese suplida con creces por otras dos personas que sí figuraban en el comité de bienvenida. Las Guerreras Mágicas del agua y el fuego.

La princesa Tarta forzó una sonrisa que consiguió lucir bastante natural. La princesa Tatra recorrió con la vista todo el salón, hasta que sus ojos se detuvieron en la delegación de Autozam, y desde entonces trató de disimular su nerviosismo dirigiéndole expresivas sonrisas a Umi, a quien hacía mucho que no veía, y sin dejar de mirar de soslayo a los extranjeros. El príncipe Ferio casi sufrió un colapso al ver allí a las Guerreras Mágicas, sin saber que no hubiera sido el primer desmayo de aquel día en el castillo.

- Bienvenidos a Céfiro – dijo Guru Clef con solemnidad – Los esperábamos.

Contrario a lo que podía esperarse, los cefirianos recibieron con mucha amabilidad a las princesas y con cierta frialdad mal disimulada a su propio príncipe, lo cual ciertamente hubiese extrañado muchísimo a Ferio, de no haber estado muy ocupado devanándose los sesos pensando por qué solo estaban allí Hikaru y Umi. 

- ¿Cuándo regresaron? – preguntó la princesa Tarta después de las formalidades, sin ocultar su alegría por volver a encontrarse con Umi - ¡No nos habían dicho nada! ¡Debiste comentárnoslo, Ferio!

La familiaridad con que lo trataba hirió los oídos de las guerreras, pero ninguna de las dos dijo ni media palabra.

- Yo no sabía que estaban aquí... – murmuró Ferio, lanzándole miradas asesinas a su prometida, y de vez en cuando, alguna que otra mirada suplicante a Guru Clef, que se hacía el desentendido deliberadamente.

- ¿Y la otra amiga de ustedes? – inquirió Tatra, con el único propósito de hacer conversación y, por supuesto, de distraerse de sus propias emociones, que eran bastante fuertes y amenazaban con dominarla si seguía dejando que sus ojos se fueran tras los tres de Autozam.

Umi inició un movimiento colérico, obviamente estaba a punto de estallar y cantarle unas cuantas verdades a Ferio en su cara, pero se contuvo, y la siempre inocente Hikaru vino en su ayuda con inesperada certeza.

- Es que llegamos hoy mismo y Fuu se sintió cansada. – explicó con desenvoltura – A decir verdad, también nosotras estamos cansadas. Imagino que a ustedes les pase igual...

- ¡Cierto! – aseguró Tatra, con premura que no pasó desapercibida para su hermana – Ha sido un viaje un poco largo.

Tarta enarcó una ceja. Comprendía perfectamente la razón por la cual Tatra apenas podía esperar a que llegara el momento de abandonar la estancia. Ella también se sentía un poco incómoda allí.

- Les mostraré sus habitaciones. – se ofreció Guru Clef – Por favor, Presea, ¿podrías conducir a nuestros invitados de Autozam?

La armera se adelantó con una sonrisa, y abandonó la habitación seguida por Eagle, Geo y Zazu. Tras ellos salió Guru Clef guiando a las princesas, momento que también aprovechó Ascot para desaparecer. Por más que le hubiera gustado quedarse a presenciar la escena siguiente, Caldina fue sacada al pasillo por Lafarga. Y Ferio se quedó a solas en el salón del trono con las Guerreras Mágicas.

Las dos jóvenes lo miraron con expresiones en las que se mezclaban ira contenida y mudos reproches. Él sintió vergüenza. Estaba casi convencido de que la ausencia de Fuu tenía algo que ver con su llegada.

- ¿Dijiste la verdad, Hikaru?

- ¿Por qué habría de mentir? – lo retó la pelirroja.

- Tal vez Fuu tuvo otros motivos para querer estar ausente...

- ¿Qué te has creído? – estalló Umi iracunda, interrumpiéndolo - ¿Qué Fuu se está escondiendo de ti? ¡Eres un estúpido! ¡Ella no te necesita para nada, y menos ahora que tú estás COMPROMETIDO!

Hikaru contuvo a Umi, que amenazaba con lanzarse contra Ferio. Este retrocedió instintivamente, más herido por aquellas palabras de lo que hubiera esperado, mucho más que si la joven hubiese llegado a golpearlo. Una vez más se sintió avergonzado.

- Solo quería saber...

- ¡No tienes ningún derecho! – la joven del cabello azul volvió a la carga - ¡Vete con tu novia y olvídate de Fuu! ¡No te metas con ella! ¡No preguntes por ella! ¡Ni te atrevas a pronunciar su nombre! ¡Vámonos, Hikaru! ¡No perdamos más el tiempo con... este!

Umi salió disparada por la puerta, como un vendaval, e Hikaru la siguió, no sin antes dirigirle una última y triste mirada a Ferio, que se había quedado como sembrado en el lugar sin saber qué decir o hacer.

Por fin, después de unos cuantos minutos, el príncipe reaccionó y miró a su alrededor. Lo habían dejado solo. Salió al corredor, sin decidir aún que dirección tomar. Todavía se sentía un poco aturdido por los acontecimientos. ¡Lo que menos hubiera esperado era el regreso de las Guerreras Mágicas después de tanto tiempo! ¿Cómo había sido posible? ¿Y por qué? ¿Por qué precisamente en aquel momento?

Se detuvo en su andar sin rumbo. Si las cosas no habían cambiado en el castillo, se encontraba frente a la habitación de Guru Clef. Y antes de que pudiera llamar, la puerta se abrió, dejando salir a...

- Lantis... – murmuró Ferio con tristeza.

Este le dirigió una mirada indiferente de sus ojos azules.

- Lamento no haber estado en su recibimiento, Alteza.

El príncipe hizo un gesto indefinido.

- No tiene importancia. Había más gente de la que yo esperaba... – esta última frase había sido pronunciada con infinita amargura.

- Las Guerreras Mágicas. – asumió Lantis, con dura expresión.

- Sí, ya sé lo que me vas a decir. Que me lo advertiste, que sabías que esto iba a pasar... Pero yo nunca tuve tu confianza en que algún día ellas iban a regresar...

- Hubiera sido mejor que nunca hubieran regresado. – interrumpió el espadachín, frunciendo el ceño y apretando los puños con contenida rabia.

Por supuesto, Ferio se asombró muchísimo al escuchar esto. Pero Lantis no le dio tiempo a preguntar nada, pues pasó por su lado con la impasibilidad que caracterizaba todos sus actos y desapareció por el corredor antes de que el príncipe pudiera decir algo.

 

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- La situación se ha puesto un tanto tensa, ¿no, querida?

Caldina asintió. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía deseos de hablar. Le partía el alma imaginar lo que debía estar sufriendo Fuu por culpa del cabeza hueca de Ferio. Lafarga se sentó a su lado.

- Tal vez no hayan regresado en buen momento. – agregó el espadachín.

La bailarina estaba a punto de contestar, cuando sintió unos suaves toques en la puerta y se levantó a abrir. Era Ascot.

- Esto está que arde. – murmuró el hechicero.

- Y dilo. – afirmó Caldina – Creo que no va a haber fiesta.

Sus dos acompañantes la observaron asombrados. ¿En eso estaba pensando?

- No te preocupes – la consoló Lafarga – de todos modos habrá un baile en honor del compromiso y vendrá todo Céfiro y parte de los planetas adyacentes.

- ¡Oh! – Caldina saltó a sus brazos con ojos brillantes - ¿Es eso cierto, amor? ¡Un baile, que emoción!

Nuevamente recibió miradas perplejas de sus acompañantes. La ilusionista se puso de pie y comenzó a dar vueltas por la habitación.

- ¡Entonces tendré oportunidad de poner algunos planes míos en acción! ¡Jeje, aquí va Caldina, la diosa del amor!

Lafarga la miró, está vez como si su amada hubiera perdido totalmente el juicio. Ascot tampoco entendía nada.

- ¿Qué tienes en mente, Caldina? – preguntó el espadachín.

- Pienso unir algunas parejitas que andan por ahí. Como por ejemplo... – en este punto, la joven se volvió hacia el cuidador de animales con una malévola sonrisa en el rostro - ¡Aún no me has contado como te fue con Umi!

El pobre Ascot casi se cae de espaldas cuando oyó esto. El espadachín se echó a reír, mientras Caldina bailoteaba alrededor del sonrojado hechicero.

- ¡Habla ya! ¿O prefieres que te hipnotice para sacártelo?

El joven negó una y mil veces con la cabeza, mostrando una expresión de verdadero terror. Al final acabó contándolo todo, para su gran embarazo y gran satisfacción de la ilusionista.

- ¡¿La besaste?!

Hasta el mismo Lafarga estaba asombrado.

- ¡Ese es mi muchacho! – gritó Caldina jubilosa - ¿Y después?

- Ejem... este... yo... – Ascot se moría de vergüenza - ... este... yo me fui...

- ¿Te fuiste? – ahora la bailarina estaba asombrada - ¿Y ya? ¿No pasó más nada?

- ¡No pude decirle! – exclamó el hechicero con acento desesperado – Tenía miedo de que fuera a decirme que solo me quiere como amigo, yo... yo no podría soportarlo...

Caldina se acercó a él y lo miró con pena.

- Pero Ascot, tampoco puedes soportar seguir sin hablarle de tus sentimientos. ¿Qué prefieres? ¿Ser su amigo para siempre? ¿O aclarar las cosas?

- No lo sé... es que ahora somos los mejores amigos... sé que ella me aprecia... y si le cuento, tal vez nunca volvamos a ser así... pero no puedo más...

- ¿Y qué es mejor para ti? – inquirió Lafarga.

- ¡No lo sé!

La ilusionista acarició la cabeza descubierta de su amigo.

- Mi niño Ascot... no tienes remedio.

 

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Ferio cerró la puerta y avanzó hacia Guru Clef. Este lo miraba con la misma expresión seria con que antes lo había recibido en el salón del trono.

- ¿Por qué han regresado?

El Guru no contestó.

- ¡Guru Clef! – exclamó el joven príncipe con acento ansioso - ¿Por qué? ¿Por qué ahora?

El mago movió la cabeza de un lado para otro. Comprendía perfectamente todos los sentimientos que se debatían en el interior de Ferio, pero no podía hacer nada para ayudarlo. Él le había advertido que algo así podía suceder y sin embargo, su advertencia había sido desoída. Se puso de pie.

- No lo sé. – murmuró pensativamente – Aún no he tenido tiempo de investigar. Creo que lo hicieron como antes, con sus voluntades. Aunque estoy casi seguro de no equivocarme al suponer que algo estaba reteniéndolas en su mundo, ni tampoco al pensar que esta vez tuvieron ayuda por la parte nuestra. Y creo que sé de alguien con suficiente fuerza de voluntad para ello. Tendré la respuesta cuando hable con las chicas.

El príncipe se aferró la cabeza con ambas manos. La desesperación comenzaba a hacer presa de él.

- Esos detalles no importan... – murmuró con voz rota - ...están aquí y no logro sacarme a Fuu de la mente...

Guru Clef lo miró, ahora con severidad.

- Estás comprometido. No puedes pensar en ella. Podrías desencadenar una guerra entre Céfiro y Chizeta si te atreves a rechazar a la princesa Tarta.

El joven se asombró al ver como el mago había penetrado en sus pensamientos limpiamente. No había dejado de amar a la guerrera mágica, aunque aquella planeada unión había sido un buen intento. Pero desde antes ya sabía que no funcionaría. Tarta era bonita y estaba llena de virtudes, pero no era Fuu, no era la mujer que él amaba. Y ahora que las chicas del Mundo Místico habían regresado, la situación estaba a punto de tornarse insostenible.

- Evita a Fuu. – continuó Guru Clef – Solo provocarás más sufrimiento. Además, no puedes ignorar tu deber como futuro soberano de este planeta.

Ferio bajó lentamente la cabeza, en señal de derrota. Él mismo se había buscado lo que ahora le estaba sucediendo.

La expresión del mago había mudado a una de lástima. Sentía mucha pena por el príncipe, ya que sabía que iba a ser infeliz. Pero no había nada que hacer. Ferio tendría que ser consecuente con sus decisiones, ya que de ello dependía la seguridad de muchas personas y la estabilidad de dos planetas. Al fin, el joven alzó sus ojos húmedos y observó a su maestro con triste calma.

- Enterraré mis sentimientos – dijo con voz que quería ser firme – y seré ante todo un príncipe.

Guru Clef asintió. El sacrificio del joven era cruel, pero no había otra opción que mantener la palabra dada. Ferio hizo una leve inclinación hacia el mago y abandonó la estancia, seguido por la mirada de piedad de este.

Ya en el corredor, el príncipe volvió a vagar sin rumbo, sintiéndose vacío y desamparado. Tuvo que reprimir con toda su voluntad los deseos de correr a la antigua habitación de Fuu y arrojarse a los pies de la joven para suplicar su amor y su perdón. Pero se contuvo, y acabó desahogando toda su ira y su impotencia de un puñetazo contra una pobre pared que se atravesó en su camino.

- Umi tiene razón, soy un estúpido, un necio... pensé que olvidaría... pero no puedo... no puedo olvidarte, Fuu...