Umi caminaba lentamente por uno de los corredores del castillo. Hacía ya un buen rato que había amanecido, y sin embargo, ella estaba despierta desde mucho antes de lo acostumbrado. A decir verdad, ni siquiera pudo dormir bien, y aún en aquel momento no lograba sacarse de la cabeza el rostro de Ascot y el tono desesperado de su voz al decirle que la amaba. Además, también estaba Guru Clef, en quien tampoco podía dejar de pensar. Era una verdadera tortura para ella, que no sabía ni tan siquiera lo que su corazón sentía.
Después de vagar un rato, decidió ir a la habitación de Fuu, quien también le preocupaba bastante, ya que su reacción ante la noticia del compromiso de Ferio no había sido la mejor. Claro, que si tal cosa le hubiese sucedido a ella, Umi no hubiera vacilado en liarse a golpes con cualquier idiota que decidiera dejarla plantada después de tantas promesas de amor. Pero por supuesto que ella nunca se hubiera enamorado de un cabeza hueca semejante. Ella amaba a... ¿Guru Clef? ¿Y qué había de Ascot?
La guerrera del agua lanzó un corto suspiro. Por lo menos sus amigas estaban conscientes de sus propios sentimientos y ahí le sacaban ventaja. Aunque últimamente, ninguna de ellas parecía andar con mucha suerte.
Tocó la puerta y esperó a que la dulce voz de Fuu la autorizara a entrar. Al cerrar tras de sí, vio que también Hikaru se encontraba allí. Las dos estaban sentadas en la cama, una al lado de la otra.
- ¿Madrugando, Umi? – inquirió la guerrera del viento con suave sonrisa – Ese no es tu estilo.
La interpelada se maravilló de la calma con que le hablaba su amiga. Ya sabía que Fuu era una chica muy serena, pero aún así era realmente asombroso que se hubiese recuperado tan pronto.
- ¿Cómo te sientes, Fuu?
- Bien, dentro de lo que cabe. – contestó esta con expresión resignada, cosa que asombró por igual a sus dos acompañantes – Lo único que no tiene solución es la muerte.
- ¿Estás segura, Fuu? – preguntó Hikaru con ansiedad.
La joven asintió, volviendo a regalarles su sonrisa consoladora. Y al mirarlas, se dio cuenta de que sus amigas lucían realmente apagadas aquella mañana.
- Yo estoy bien, pero ustedes no parecen estarlo. – dijo, invitando a Umi a sentarse a su derecha, mientras asía una de las manos de Hikaru, que se encontraba a su izquierda – Por favor, no se preocupen tanto por mí... ¿o es que hay algo más que las tiene así?
Las dos muchachas se miraron en silencio. Fuu siempre había sido muy inteligente y receptiva, aunque a veces su percepción rayaba en la clarividencia. Pero al contemplarse, comprendieron que no era difícil percatarse de que algo sucedía. Ambas tenían ojeras, como quien no ha dormido en toda la noche, y la tristeza se dibujaba claramente en sus pálidos y desencajados semblantes. Umi tenía una expresión atribulada, tal vez doblegada por el peso de algún dilema importante. Y en cuanto a Hikaru... traicionando a su natural alegre y enérgico, la pelirroja parecía estar a punto de romper en llanto.
- Vamos, chicas, para eso somos amigas. – insistió Fuu – ¿Creen que no me doy cuenta de que no están como siempre? Vamos, vamos, cuénteme que les pasa. No soy tan egoísta como para pensar que mi problema es el mayor del mundo o el más importante. ¿Qué es, Umi? ¿Será que hablaste con Ascot?
La aludida se sobresaltó. Sus amigas y casi todo el mundo sabían que ella andaba en busca del hechicero el día anterior. Pero nadie sabía que lo había encontrado, ni lo que él le había dicho. Suspiró ruidosamente y relató lo que le había sucedido la noche anterior, destilando en su historia el asombro que aún sentía por la confesión del joven.
Hikaru se estremeció a ojos vistas al enterarse de que Umi le había pedido ayuda a Mokona, y también pareció sorprenderse con lo de Ascot, pero Fuu movió la cabeza comprensivamente.
- Ya lo sabía.
- ¿¿Lo sabías?? – se escandalizó la guerrera del agua.
- Me lo sospechaba – corrigió Fuu encogiéndose de hombros – La verdad es que siempre fue bastante obvio que Ascot se moría... se muere por ti.
Umi sacudió la cabeza. Su amiga tal vez tenía razón, pero ella se había resistido tanto a la idea de que alguien que no fuera Guru Clef la amara, que de todos modos enterarse había sido una sorpresa.
- Yo no me di cuenta... – murmuró Hikaru.
- Ni con los años dejas de ser inocente. – sonrió Fuu - ¿Y a ti que te pasa hoy que estás tan mohína? ¿Tendrá algo que ver con cierto espadachín mágico...?
Ante la insinuación de su amiga, Hikaru reaccionó de la manera más inesperada. ¡Se echó a llorar desconsoladamente! Las otras dos guerreras se asustaron y enseguida la rodearon, tratando de consolarla.
- Oh, Hikaru, no llores... – susurró Fuu, ahora realmente preocupada - ¿es que acaso dije algo malo?
- ¿O será que “ese” te hizo algo malo? – Umi frunció el ceño. Ni Lantis ni Ferio habían sido nunca santos de su devoción.
La pelirroja siguió llorando durante un rato, hasta que las atenciones y las suaves palabras de sus amigas lograron calmarla un tanto, lo suficiente como para que también narrara, con voz entrecortada, lo que le había sucedido la noche anterior. Umi y Fuu la escucharon en silencio, hasta que, en un momento dado, la chica de los cabellos azules no pudo contenerse:
- ¿¿Qué te besó?? ¡¡No lo creo!!
La expresión de la guerrera del viento también reflejaba perplejidad.
- Bueno... – dijo Hikaru, ruborizándose – sí, me besó, y aunque en aquel momento no sabía que era él, creo que mi corazón sí lo sabía, lo presentía. Y fue tan... tan...
La joven no encontraba una palabra que lograra describir aunque fuera una milésima parte de lo que había sentido cuando Lantis la besó. Sin embargo, su rostro era bastante elocuente a la hora de exponer sus emociones.
- Ya, te entendemos. – ayudó Fuu – Pero si eso es lo que tú querías, no veo el por qué del llanto.
La inefable expresión de felicidad se borró inmediatamente del semblante de la pelirroja, y una gran angustia la substituyó.
- Es que... eso no fue todo...
- Ah, ¿pasó algo más? – inquirió Umi, volviendo a fruncir el ceño.
Hikaru clavó su mirada en sus manos, que se retorcían sobre su regazo, y continuó su historia con voz que era apenas un susurro, a la vez que gruesas lágrimas se escapaban de sus ojos y resbalaban por sus mejillas:
- Después de que me di cuenta de que estabamos en su habitación...
ººººº Flashback ººººº
Lantis la miraba con seriedad. Esperaba una respuesta.
- Yo... vine persiguiendo a Mokona...
La joven se daba perfecta cuenta de lo tonta que sonaba aquella excusa, pero es que no lo era, realmente había sucedido así y no se le ocurría qué otra cosa podía decir. Además, no tenía ningún sentido que fuera él quien la interrogara, ya que si alguien había hecho algo “incorrecto” en aquella habitación, no había sido ella.
El hombre lanzó una mirada a su alrededor, como cerciorándose de que Mokona no estaba allí. Por supuesto, no encontró ni rastros del pequeño animal por ninguna parte, y tornó a clavar sus ojos en el rostro de Hikaru, que enrojeció bajo aquella mirada que la traspasaba como si quisiera leer en el fondo de su corazón.
- Debió escaparse por algún lado – insistió la joven – yo lo vi entrar aquí... y créeme que no sabía que esta era tu habitación... fue un accidente...
Lantis se encogió de hombros, y la pelirroja casi hubiera jurado que vio pasar una sombra de desilusión por las facciones masculinas. Sin embargo, sus palabras resonaron en el recinto, más frías que nunca:
- No tiene importancia...
Como cada vez que él se comportaba de aquella forma, la chica se quedó sin saber que decir. Y aunque su asombro ya era grande ante tan rara actitud, su desconcierto aumentó aún más cuando oyó la conclusión de la frase:
- Vete a dormir, que ya es muy tarde. Mañana buscas a Mokona.
Hikaru sintió como todas las fibras de su ser se rebelaban. ¡La estaba tratando como una niña y hacía mucho tiempo que no lo era! ¿Qué se fuera a dormir? ¡De eso nada! ¡Ella no se iba de allí hasta que todo quedara perfectamente aclarado!
- ¡Espera! – exclamó exaltada - ¿No te parece que me debes una explicación?
La joven hervía de indignación. Él se cruzó de brazos, impaciente. La máscara de frialdad que cubría su rostro no se alteró ni un ápice.
- ¿Explicación?
- ¡Sí, explicación! – casi gritó Hikaru - ¿O es que te crees que puedes ir por ahí besando a la gente y quedarte tan tranquilo?
Lantis enarcó una ceja. Al parecer, aquella escena no despertaba en él ni la más mínima emoción. Sin embargo, la pregunta que recién acaba de formular la chica era la que había estado esperando desde un principio. Y para la que ya había tenido tiempo de pensar una respuesta.
- ¿Era eso? – dijo con voz cuya marcada indiferencia hirió profundamente a la joven – Lo siento, es que pensé que eras otra persona. Tú te lo buscaste al entrar sin avisar.
Hikaru dio dos pasos atrás, sin poder dar crédito a lo que acababa de oír. Su cerebro exaltado, que trabajaba a velocidades supersónicas, sacó rápidamente todas las conclusiones que se desprendían de aquellas palabras. Si Lantis la había confundido, era porque esperaba a otra persona. Y fuera quien fuera, era alguien a quien él podía besar. Recordó todo el amor con que la había envuelto, pensando que ella era otra... ¡Él amaba a otra!
ººººº Fin del Flashback ººººº
- No recuerdo como salí de allí. – terminó la pelirroja con voz rota – No sé como llegué a mi cuarto. Solo sé que lloré toda la noche... y aún no se me quita esta opresión en mi pecho...
Se cubrió el rostro con ambas manos y volvió a sollozar. Fuu la abrazó suavemente, mientras Umi se levantaba iracunda:
- ¡Con razón esos dos tipos nunca me agradaron! ¡Pero me las pagan! ¡Les juro que me las pagan!
La rubia movió la cabeza a ambos lados, en gesto negativo. Con aquella actitud no se iba a solucionar nada.
- No, Umi. Pasaron cinco años desde la última vez que vinimos. Era de esperar que ellos siguieran con sus vidas. Aunque me cueste decirlo, ni Ferio ni Lantis nos deben nada. Tenemos que ser fuertes, Hikaru y yo, mientras tú resuelves tus problemas. Cuando lo arregles todo, regresaremos a Tokio. Creo que quedarnos aquí no sería conveniente.
- Pero... – intentó protestar la guerrera del agua.
- Fuu tiene razón. – apoyó Hikaru, poniéndose de pie – Seremos fuertes y ocultaremos nuestra tristeza. Voy a lavarme la cara y luego bajaremos a desayunar.
Las tres jóvenes se abrazaron. Su amistad las ayudaría a salir adelante por encima de todas las dificultades. Umi contempló a las otras dos chicas con una sonrisa.
- Estoy muy orgullosa de ustedes. Esos tipos no saben lo que se pierden. Pero lo sabrán antes de irnos – aquí la sonrisa de la joven se volvió malévola – se los aseguro, lo sabrán y se arrepentirán.
ºººººººººº
La mesa del desayuno estaba puesta para todos los habitantes y huéspedes del castillo. Unos y otros ya se habían reunido y comían silenciosamente, lanzándose miradas cargadas de los más diversos sentimientos. No era de extrañar que una tensión similar a la de la noche anterior reinara nuevamente en el recinto, a pesar de que nadie faltaba esta vez. Los ánimos estaban caldeados. La que más alterada parecía era Umi, que se debatía entre sus problemas con los sentimientos amorosos y la ira que sentía contra los dos “tipos” que habían herido a sus amigas. Las princesas de Chizeta charlaban con los de Autozam y Guru Clef, Presea lucía triste y distante, Caldina y Lafarga cuchicheaban entre ellos, Ascot comía lentamente sin levantar su mirada de la mesa, Ferio buscaba desesperadamente los ojos de Fuu, mientras que ella lo evitaba por todos los medios, Lantis parecía indiferente a todo lo que le rodeaba y por último, Hikaru aparentaba estar perdida en profundas reflexiones, cuando en realidad no se perdía ni un movimiento del espadachín mágico. Así continuaron, hasta que Guru Clef se levantó:
- Me retiro al salón del trono. Espero que todos tengan elevadas expectativas para el gran baile que se avecina. Nuestros huéspedes son libres de hacer su voluntad y sentirse como en su propia casa. Solo deseo que en algún momento las guerreras mágicas vayan a verme por separado. Tal vez así podamos dilucidar el misterio de su tan demorado regreso a Céfiro.
- ¿Podemos ir ahora mismo, Guru Clef? – preguntó Umi, poniéndose de pie, y sus amigas la imitaron.
- Por supuesto. Siempre y cuando pueda hablar a solas con cada una de ustedes. Para luego confrontar sus historias.
- Muy bien, nosotras iremos más tarde. – accedió Hikaru, a la vez que Fuu asentía sin mucha firmeza.
Los cuatro salieron, seguidos por las miradas de los presentes, especialmente por una muy triste, reflejada en los ojos verdes de Ascot. Ferio hubiera querido seguirlos, pero ¿cómo justificar una salida tan intempestiva en medio del desayuno, con su novia allí presente? Así que solo se resignó a dejar ir a Fuu... por esa vez. Sin embargo, Lantis no tuvo ningún reparo en levantarse y marcharse por otra puerta sin decir ni media palabra.
En el corredor, Fuu arrastró a Hikaru hacia uno de los muchos jardines, con el propósito encubierto de dejar a Umi a solas con Guru Clef. Después de todo, ya había logrado evadir a Ferio, lo cual se había convertido en su principal prioridad. Y la inocente pelirroja, que comprendía a medias sus intenciones, se dejó llevar.
Después de una breve y silenciosa caminata, el mago y la guerrera del agua finalmente se detuvieron ante la enorme puerta que daba acceso al salón del trono, donde se habían discutido los más importantes asuntos de la vida de Céfiro.
- Yo... – murmuró Umi, ahora un tanto indecisa – En verdad no creo tener mucho que decir.
- Déjame que lo valore por mí mismo. – dijo Guru Clef, al tiempo que hacía un leve movimiento con su báculo que abrió las puertas de par en par. Se hizo a un lado, para cederle el paso a la guerrera del agua, y luego se adentró tras ella en el salón, con lo que las puertas volvieron a cerrarse lentamente.
Ya dentro del salón, Guru Clef se encamino hacia su lugar habitual e hizo aparecer una silla. Umi ignoró el gesto y permaneció de pie. Estaba visiblemente nerviosa. Estar a solas con él le provocaba esos efectos. Y tenía tantas cosas que decirle... tantas...
- ¿No te sientas? – la voz del mago resonó deshaciéndose en ecos por todo el recinto.
- Estoy bien así. – murmuró Umi, estremeciéndose – Ya te dije, mi historia es corta.
- Entonces, comencemos.
Durante unos minutos, Clef interrogó a la joven, tratando de descubrir en sus respuestas algo que le diera la clave para develar el misterio de su intempestivo regreso a Céfiro. Después de un rato, el mago ya sabía todo lo que necesitaba saber.
- Está bien, Umi. Puedes retirarte.
La guerrera vaciló. Había llegado el momento de la verdad. O le confesaba lo que sentía, o estallaba.
- Guru Clef... yo... quisiera hablar contigo...
Dos pares de ojos azules se unieron a través de la distancia que separaba a sus poseedores. Los de Umi, decididos. Los de Clef, interrogantes. La joven se sentía tan atraída por aquella mirada... y a la vez, no podía dejar de recordar otros ojos, verde esmeralda, que la miraban suplicantes en abierta confesión de amor. Ya no estaba segura de nada. No sabía que hacer. Las palabras que estaban a punto de escapársele murieron en sus labios, y se quedó de pie ante aquel cuyo recuerdo había atesorado durante tanto tiempo. ¡Tantos hombres que había conocido y ninguno la había ayudado a sacarse del pensamiento al pequeño mago de Céfiro! Y ahora que estaba tan cerca, la torturaba pensar en Ascot. ¿Qué era lo que sentía por el cuidador de animales? ¿Su amigo, la persona que tantas veces había arriesgado su vida por ella? ¿Por qué, por qué su corazón callaba?
- No digas algo de lo que luego podrías arrepentirte. – Clef la miraba comprensivamente, como si hubiera logrado penetrar en el alma de la chica, y ya supiera la respuesta que a ella se le escapaba – Yo siempre estaré aquí.
La guerrera mágica retrocedió vacilante. No podía hablar. Necesitaba tiempo, solo un poco más de tiempo, y el mago se lo estaba concediendo. Sin decir ni media palabra se encaminó hacia la salida, sintiéndose mareada y sin dirección. Solo una idea predominaba en su mente. Cualquiera que fuera su decisión final, necesitaba sacar antes toda aquella confusión de su cabeza. Si quería encontrar la verdad, su verdad, tenía que hablar con Ascot.