Capítulo 1.- ¿Esto es Céfiro?

 

Dos jóvenes mujeres se habían reunido en un café de la Torre de Tokio para conversar, después de no haberse visto en años. La primera era de ojos como zafiros y cabello azul profundo largo hasta la cintura, sujeto en una cola de caballo alta, vestía una blusa blanca, pantalón y saco morado y zapatos azul marino; la segunda era de ojos como rubíes, cabello rojo también largo hasta las rodillas, recogido en una trenza, llevaba una blusa blanca, falda y chaleco rojos, y zapatos negros.

-¿Estás segura que vendrá? –preguntó la de cabello rojo.

-Prometió que vendría, -respondió la de azul.

-Ha estado prometiendo lo mismo durante los últimos ocho años. –dijo la pelirroja algo molesta.

-Si Lucy, pero ésta vez le hice prometerlo más veces, -dijo la de cabello azul.

-No veo cómo eso vaya a cambiar las cosas, Marina, -murmuró Lucy.

-Si Lucy pero... –Marina se interrumpió al ver a alguien acercarse. –Mírala allá viene.

La persona que se acercaba era una mujer de cabello rubio hasta media espalda, recogido en una media cola, con ojos verde esmeralda, llevaba un vestido verde y zapatos beige.

-Buenos días chicas, -saludó la recién llegada.

-Anaís que gusto me da verte, -exclamó Lucy poniéndose de pie y abrazando a la rubia.

-¿Chicas? –preguntó Marina, -Anaís, tenemos veinticinco años.

Anaís sonrió inocentemente.

Entonces Marina notó a una niña pequeña que se encontraba detrás de Anaís. Tenía el cabello rubio brillante, y era imposible saber el color de sus ojos con los lentes que llevaba. Vestía una blusa amarilla con una falda verde claro, calcetines blancos y zapatos negros.

-¿Quién es ella? –preguntó Marina encuclillándose para ver a la niña.

-Sal de ahí, vamos sal. –dijo Anaís haciéndose a un lado, para que sus amigas pudieran ver mejor a la niña. –Ellas quieren conocerte.

Lucy también se agachó para ver a la pequeña.

-¿Quién es? –preguntó Lucy.

-Ella es Sora, -dijo Anaís, respiró hondo y agregó: -Mi hija.

-Hija... –murmuró Lucy.

-¡¿Tienes una hija?! –exclamó Marina poniéndose de pie de golpe.

-Así es, -dijo Anaís tratando de mantener la calma. –Se llama Sora y tiene 6 años, cumplirá los 7 en dos semanas.

-Es una niña muy linda, -dijo Lucy sonriéndole a Sora.

Sora también le sonrió.

-Anaís ven, -dijo Marina.

Marina jaló a Anaís, separándola un poco de Sora y Lucy.

-¿Qué pasa Marina? –preguntó Anaís con una sonrisa inocente.

-Anaís, -dijo Marina seriamente. -¿Quién es el padre de esa niña?

Anaís permaneció callada.

-Dímelo Anaís, sabes que puedes confiar en mí, -insistió Marina.

Aún así no hubo respuesta de Anaís.

-Demonios Anaís... –comenzó Marina.

-Mira Mami, -dijo Sora, alzando la mano, -Que bonita luz.

Anaís y Marina voltearon para ver que señalaba Sora. En el mirador de la Torre de Tokio un gran resplandor había aparecido.

-Ese resplandor es... –comenzó Marina.

-Es el mismo... –murmuró Lucy enderezándose

-¡Sora! –exclamó Anaís.

Pero antes de que cualquiera de ellas pudieran moverse, sintieron como si el suelo de la cafetería se las tragara.

 

-¡Mami! –gritó Sora asustada.

Las demás abrieron los ojos, estaban cayendo a gran velocidad.

-Tranquila Sora, tranquila, -dijo Anaís tratando de acercarse a su hija. –Todo va a estar bien. Te lo prometo.

Después de algunos movimientos logró tomar de una mano a Sora.

-¿Y cómo vamos a hacer para detener nuestra caída? –preguntó Marina algo preocupada.

-No lo sé, -murmuró Lucy también temerosa.

-Marina, trata de tomar mi mano, Lucy, tú trata de tomar la de Sora, luego ustedes sujétense de las manos. –indicó Anaís.

-¿Y eso para qué? –preguntó Marina mientras trataba de hacer lo que Anaís indicaba.

-Tengo un plan, -dijo Anaís.

Finalmente Lucy y Marina lograron hacer lo que Anaís les había pedido.

-¿Y ahora qué? –preguntó Marina.

-Ahora déjame concentrarme un poco, -dijo Anaís cerrando los ojos. –Por favor, invoco el poder del viento, recógeme en tu brisa y ayúdame a llegar a salvo al suelo.

-¿Qué hace Anaís? –preguntó Lucy.

-Nuestra Fe es nuestro mayor poder, -murmuró Anaís abriendo los ojos un segundoo.

-Mami... –murmuró la pequeña Sora.

-Tranquila pequeña, -dijo Anaís mirando amorosamente a su hija. –Te prometo que todo va estar bien.

La niña asintió y cerró los ojos, confiando en su madre.

-Viento, -murmuró Anaís volviendo a cerrar los ojos. –Por favor, invoco tu poder. Sálvanos.

Y justo cuando parecía que todo estaba perdido, un torbellino de aire las rodeó, y comenzó a desacelerar su caída, hasta depositarlas suavemente en tierra firme.

-Eso estuvo muy cerca, -murmuró Marina aliviada.

-¿Qué fue lo hiciste Anaís? –preguntó Lucy.

-Sólo llamé el poder del viento. –dijo Anaís, suspiró. –Y parece que funcionó.

Sora se abrazó a su madre, Anaís la rodeó con sus brazos, para hacerla sentir mejor. 

-Oigan, ¿Esto es Céfiro? –preguntó Lucy subiendo a una cuesta.

-No lo sé, -murmuró Marina. –Se ve muy...diferente.

A lo lejos aún podían ver el mar, los volcanes, las montañas flotantes, bosques y aldeas; pero en el ambiente se sentía algo diferente.

-No es que no sea hermoso, -dijo Marina, -Pero hay algo en el ambiente.

-Puedo sentirlo, -murmuró Lucy con una mano sobre su corazón. –Algo no anda nada bien aquí.

-Alto ahí, -murmuró una voz detrás de ellas. –Dense la vuelta lentamente, y no intenten nada extraño.

-No estamos armadas, -dijo Lucy girándose lentamente.

No muy lejos se encontraba un hombre alto. Vestía una túnica azul marino con morado, y una capa con los mismos colores que le cubría más de la mitad del rostro.

-¿Qué hacen aquí? –preguntó el hombre. -¿Por qué no están en el refugio?

-En realidad acabamos de llegar, -dijo Anaís, -Y no tenemos ni idea de lo que está pasando.

-Eso es imposible, -dijo el hombre sin creerles.

-¡Claro que es posible! –exclamó Lucy

-Esperen, -murmuró Marina, -Yo conozco esa voz...¡Ya sé! ¡Guru Clef!

-¿Guru Clef? –preguntaron Anaís y Lucy confundidas.

-¿Marina? ¿Anaís? ¿Lucy? –preguntó Guru Clef bajándose la capucha.

Fue entonces que distinguieron en él su cabello lila corto y sus ojos azul profundo.

-Si, somos nosotras, -dijo Marina acercándose. –Creciste...

-Eh si... –dijo Guru Clef sonrojándose un poco. –Me da mucho gusto verlas. –entonces vio a la pequeña que abrazaba a Anaís, -¿Quién es ella?

-Esa es una larga historia, -replicó Anaís con tono cortante.

-Guru Clef, dinos, ¿Qué ha pasado? –preguntó Lucy.

-¿Por qué Cefiro está tan hermoso y a la vez se siente tan extraño el ambiente? –preguntó Marina.

-Les explicaré, -dijo Guru Clef. –Pero por favor vengan conmigo a un lugar seguro, ahí hablaremos.

-¿Un lugar seguro? –preguntó Lucy, -Pero si aquí no parece haber peligro.

-Las cosas no siempre son lo que parecen, -dijo Guru Clef con tono sombrío, luego proocedió a sacar su báculo e invocar una de sus criaturas mágicas. –Suban.

Las chicas obedecieron, Sora estaba insegura pero siguió a su madre con confianza. Guru Clef observaba a la niña con extrañeza, había algo extraño en ella, pero no sabía con exactitud qué era.

 

Al cabo de un buen rato Lucy, Marina, Anaís, Sora y Guru Clef llegaron a lo que parecía ser la entrada de un bosque.

-¿Qué lugar es este? –preguntó Marina observando a su alrededor detenidamente.

-Es el Bosque de los Espíritus, -respondió Guru Clef. –Se le llama así porque está lleno de espíritus.

-¿Cómo fantasmas? –preguntó la pequeña Sora a su madre con algo de miedo.

-No, -dijo Guru Clef con calma, -Éstos son espíritus, como esencias de seres vivos, se dedican a proteger la naturaleza.

A su alrededor podían observar el bosque; en los árboles o al pie de éstos habían pequeñas cabañas muy bien construidas.

-¿Por qué están viviendo aquí? –preguntó Anaís.

-Porque es el único lugar seguro que queda en Céfiro, -murmuró Guru Clef con un dejo de tristeza.

-¡Guru Clef! –llamó una voz, -Gracias a Dios que estás bien. ¿Averiguaste qué eran las presencias extrañas que sentiste hace un momento?

-Si Caldina, -dijo Guru Clef, -Eran ellas.

Las tres mujeres se sorprendieron mucho al ver a Caldina, su ropa de colores vivos había cambiado por una del mismo estilo, pero en colores más oscuros (quizá para poder camuflagearse con su entorno), distinguían que llevaba en un costado su abanico, y además sus dos espadas cortas.

-¡Lucy! ¡Marina! ¡Anaís! –exclamó Caldina con emoción abrazando a las tres amigas. Entonces se detuvo al ver a la pequeña detrás de su madre.

-¿Y quién es esta pequeñita? –preguntó Caldina sonriendo.

-Se llama Sora, -dijo Anaís

-¿Y? –preguntó Caldina esperando más información.

-Caldina, mejor hablamos en casa, aquí estamos llamando mucho la atención, -dijo Guru Clef.

Caldina estuvo de acuerdo, y el grupo siguió caminando; llegaron casi hasta el corazón del bosque, donde se encontraba una cabaña un poco más grande, muy bonita. Una vez adentro otra sorpresa las esperaba.

-Por fin regresas Caldina, -dijo la mujer que estaba dentro, -¿Encontraste a Guru Clef?

-Si, -respondió Caldina, -Y a otras amigas.

La mujer la miró extrañada. Entonces entró Guru Clef, seguido de Lucy, Marina, Anaís y Sora.

-Que gusto me da verlas, -dijo la mujer.

-Presea, -dijo Lucy con una sonrisa.

-De hecho no, yo no soy Presea, sino su gemela, -dijo la mujer, -Presea está...bueno...muerta desde hace años. Mi nombre es Prisma.

-Nos da mucho gusto verte Prisma, -dijo Marina sonriéndole.

-Mami, mami, -dijo una niño acercándose.

-¿Qué pasa Tristán? –preguntó Caldina.

El niño no era muy alto, de unos nueve años, de cabello rubio, ojos grises. Llevaba un traje marrón con una armadura sencilla y botas.

-Ya volvieron Tío Ascot, Jessenia y Jari. –informó Tristán. –Dicen que después del último ataque no hubieron muchos heridos.

-Eso es bueno, -murmuró Prisma.

-Bien Tristán, -dijo Caldina, -Dile a Ascot, Yessenia y Jari que vengan, que es muy importante.

-Enseguida, -dijo el niño y se fue corriendo.

Al enderezarse Caldina notó que Lucy, Marina y Anaís la miraban a la expectativa.

-Él es Tristán, mi hijo, mío y de Ráfaga, tiene 9 años, -dijo Caldina.

-Así que te casaste con Ráfaga, -dijo Marina con una sonrisa. –Me da gusto, hacen una bonita pareja. ¿Y dónde está él?

El rostro de Caldina se ensombreció por un segundo, pero entonces otra voz interrumpió.

-¿Marina? –preguntó una voz a sus espaldas.

-¡Ascot! –exclamó Marina reconociendo a su amigo de inmediato. –Me da mucho gusto verte.

Ascot se seguía viendo igual que siempre; tanto en su rostro, físico y sus ropas.

-A mi también me da mucho gusto verte Marina, -dijo Ascot, se giró un poco, -Y a ustedes también Anaís, Lucy.

Entonces Ascot notó que dos personas seguían esperando detrás de él.

-Disculpa mi vida, -murmuró Ascot a la mujer que pasó a su lado.

Se vio entrar a una mujer alta, de ojos rubí y cabello rojo oscuro chino, largo; llevaba una blusa anaranjado claro y una falda beige abierta de un lado. Detrás de la mujer entró una niña, sus ojos eran café con un ligero brillo rubí, su cabello era chino, hasta media espalda, y el color era algo raro, pues pasaba desde castaño en las raíces hasta rojo oscuro en las puntas. Llevaba una blusa beige, un pantalón café claro y encima una falda rojo pálido abierta de ambos lados.

-Ella es mi esposa Jessenia, -presentó Ascot, -Y mi hija Jari de ocho años.

-Un gusto conocerlas, -Lucy fue la primera en salir del shock de ver a su amigo Ascot casado y con una hija.

-Me da mucho gusto verte feliz Ascot, -murmuró Marina sonriéndole.

Marina sabía que Ascot había estado enamorado de ella, pero ella se había enamorado de otra persona, persona que ni siquiera sabía si le correspondía; y le daba mucho gusto ver que Ascot finalmente había encontrado a la mujer de su vida.

-Siéntense, -dijo Guru Clef, -Vamos a hablar.

Todos obedecieron y se sentaron en las sillas y bancos que había en el lugar, parecía como una sala-comedor.

-¿Puedo acostar a Sora? –preguntó Anaís, -Está cansada, han sido muchas emociones paara un día, y será mejor que duerma un rato.

-Claro, -dijo Guru Clef, -En la habitación de junto hay varias camas, puedes dejar a la niña en una de esas.

-Gracias, -dijo Anaís, cargó a la niña y se la llevó a dormir.

-¿Quién es esa niña? –preguntó Caldina en voz baja a Marina.

-Tiene cierto parecido con Anaís, -opinó Ascot.

-Ni yo lo sé, -dijo Marina. –Ni Lucy ni yo habíamos visto a Anaís en los últimos ocho años, desde que se fue a estudiar al extranjero; sólo nos hablaba o escribía de vez en cuando, pero no nos contaba mucho. Ahora finalmente había aceptado ir a Tokio a visitarnos, y la vimos llegar con la niña.

Justo en ese momento Anaís regresó y se sentó en una silla. Al voltear notó que todos la observaban a la expectativa.

-La niña se llama Sora, tiene 6 años y es mi hija, -dijo Anaís.

-¡¿Tu hija?! –gritaron Caldina, Prisma y Ascot a la vez.

-¿Quién es el padre? –Caldina repitió la pregunta que Marina hiciera poco tiempo antes.

Y Anaís nuevamente permaneció en silencio.

-Anaís ¿por qué sigues evadiendo esa pregunta? –preguntó Marina viéndola fijamente.

Anaís apartó la mirada, pero siguió sin contestar la pregunta.

-Calma amigas, -dijo Lucy yendo donde Anaís y poniendo una mano en su hombro. –Si Anaís no quiere decirnos quién es el padre de Sora por algo será, y yo respeto esa decisión.

-Yo también, -dijo Ascot

-Si, -dijeron Guru Clef y Prisma.

Marina y Caldina finalmente también asintieron.

-Guru Clef, -dijo Lucy volteando a ver al hechicero con seriedad. -¿Dónde está Latis?

Toda la sala permaneció en silencio.

-¿Dónde está Latis? –repitió Lucy.

-¿Y Paris? –agregó Anaís alzando la cabeza.

Nadie parecía querer responderles.

-Ellos no están aquí, -dijo una voz entrando, -Así como tampoco está Ráfaga.

Todos voltearon y vieron a una hermosa joven de vestido blanco, ojos miel, cabello azul turquesa ondulado, suelto, que le llegaba hasta los tobillos.

-¿Quién eres tú? –preguntó Lucy.

-Soy Primavera, -dijo la joven.

-¿Primavera? –preguntó Marina.

-¿Eres la pequeña hadita que siempre acompañaba a Latis? –preguntó Anaís.

-Si, -dijo Primavera.

-¿Y cómo fue que quedaste de nuestra estatura? –preguntó Lucy.

-Yo soy una Criatura Mágica, -dijo Primavera, -Y éste es el Bosque de los Espíritus, es un Bosque Mágico; así que aquí puedo tomar la estatura de un humano normal; fuera de aquí siempre estoy con el tamaño con el que me conocen.

Todos asintieron.

-Pero eso no aclara el por qué Latis y Paris no están aquí, -dijo Anaís.

-Ni el porqué en Céfiro se siente esta aura tan extraña, -agregó Lucy.

Caldina, Prisma, Ascot, Jessenia, Jari, y Tristán voltearon a ver a Guru Clef. Esperando que él explicara.

-Bien, -dijo Guru Clef suspirando como con resignación. –Les explicaré...