-Todo empezó hace varios años, -comenzó a contar Guru Clef. –llegaron varios visitantes de otro planeta, un tal Reino Soac. Dijeron que su planeta de origen se había destruido por terribles desastres naturales. Paris se había convertido en Rey de Céfiro poco menos de un año antes; Latis era el jefe de guardia y yo el Hechicero y Consejero Real; entre nosotros tres nos encargábamos de dirigir el mundo de Céfiro. Ráfaga era el general del ejército. Cuando éstos extraños visitantes llegaron, Latis fue el primero en decir que no confiaba en ellos; pero Paris si confió, y yo no estaba seguro, pero consideré que nos convenía ser amables con los extranjeros, así que los aceptamos.
-Ellos parecían muy interesados en nuestro mundo y en nuestra cultura, y empezaron a estudiarla. Llegaron a leer y aprender todo. Y parecía que realmente les gustaba. Incluso ellos empezaron a enseñarnos algunas cosas de su mundo, era muy interesante.
-Entonces, hace un año, todo pareció caerse. Latis llegó después de un pequeño viaje a Autosam, al parecer estando allá usó la tecnología del planeta para estudiar el universo y descubrió que el tal planeta Soac no existía. Y justo cuando él llegó para decirnos lo que había descubierto, fuimos atacados.
-Nos atacaron duramente. No hubo manera de defendernos, los enemigos habían ya estudiado todo sobre nosotros, así que sabían qué esperar de nuestros ataques y defensas. Y no tenía caso usar lo que ellos nos habían enseñado porque ellos sabrían como deshacer los ataques, y cuáles eran los puntos débiles de las defensas. En menos de un mes estábamos derrotados. En un intento desesperado Latis quiso matar al líder y lo tomaron prisionero, igual que a Ráfaga, a Paris y a todos los Cefirianos que se les enfrentaron, claro, aquellos que no fueron muertos.
-¿Y Latis, Paris, Ráfaga? ¿Están bien? –preguntó Lucy nerviosa.
-Sabemos que están vivos, -dijo Primavera, -Pues yo misma he entrado al castillo un paar de veces, aunque me fue muy difícil; el lugar está lleno de magia oscura, y mi magia de luz puede ser fácilmente reconocida ahí.
-Te arriesgaste demasiado Primavera, -dijo Anaís.
-Eso no importa ahora, -dijo Primavera. –Pues gracias a eso ahora sabemos que ellos están vivos, aunque prisioneros.
-No quiero ser pesimista, -dijo Marina, -Pero, ¿para qué los mantienen vivos?
-No lo sabemos, -dijo Prisma. –Puede ser que los necesiten para algo, o sólo sea por diversión.
-¿No han intentado rescatarlos? –preguntó Lucy.
-Lo intentamos, una vez, -dijo Ascot. –Fue un caos total.
-Mataron a muchos de los que iban con nosotros. –dijo Jessenia, -Incluso hirieron a Ascot de gravedad y estuvieron a punto de secuestrar a Jari.
Lucy, Anaís y Marina estaban aterradas. En verdad que la situación estaba mal en Céfiro.
-¿Y sabes cómo fue que llegamos aquí? –preguntó Anaís.
-No, -dijo Guru Clef. –Por más que lo pienso y lo pienso, no encuentro una respuesta. Pocos tienen magia suficientemente poderosa como para poder transportar personas de una dimensión a otra.
-¿Tú la tienes? –preguntó Marina.
-Tengo un gran poder, -dijo Guru Clef. –Y probablemente podría abrir un portal a otra dimensión, pero aún así hay muchas cosas que podrían salir mal: podrían acabar en otra dimensión, en otra época, sin energía, sin poder volver, o atrapadas entre dimensiones.
-¿Existe alguien que pueda crear un portal así sin tantos riesgos? –preguntó Anaís
-Lucy probablemente. –respondió Guru Clef.
-¿Yo? –preguntó Lucy sorprendida.
-Si, -dijo Guru Clef. –Aunque hayas abolido el sistema del pilar aún conservas grandes poderes, y sigues siendo una de las personas más importantes para este mundo. Tú eres la Primera Dama de Céfiro.
Mientras Guru Clef hablaba, él miraba a Lucy con gran respeto; y cuando Lucy volteó a su alrededor pudo ver a Prisma, Caldina, Tristán, Primavera, Ascot, Jessenia y Jari inclinar ligeramente la cabeza en muestra de respeto. Marina y Anaís sólo sonreían. Lucy no pudo evitar sonrojarse.
De pronto Lucy se llevó una mano al pecho, se inclinó, su respiración se agitó.
-Ah...Ay... –murmuró Lucy apretando la mano en su pecho.
-¿Qué te pasa Lucy? –preguntó Anaís con preocupación.
-Lucy... –repitió Marina yendo junto a su amiga.
-Me duele... me duele mucho... –dijo Lucy.
-¿Estás enferma? –preguntó Marina
-No... –dijo Lucy respirando entrecortadamente. –Pero siento dolor...mucho dolor...
-¿Dónde? –preguntó Caldina. -¿Qué te duele?
-Me duele...me duele por dentro... –murmuró Lucy. –Mi pecho...mi corazón...todo.
-Lo está sintiendo... –murmuró Guru Clef.
-¿Qué cosa? –preguntó Prisma.
-Lucy es la Primera Dama de Céfiro, -dijo Guru Clef, -Está sintiendo lo que ocurre en el mundo.
-¿Cuánto tiempo durará? –preguntó Ascot.
-No lo sé, -dijo Guru Clef. –Si ustedes se concentran sentirán el aura maligna que está pasando. Eso normalmente dura de uno a quince minutos, y se siente una o dos veces a la semana.
Alguien más iba a hablar cuando se escuchó un grito.
-¡¡Mamá!!
-¡Sora! –gritó Anaís poniéndose de pie como impulsada por un resorte, entró corriendo a la habitación de junto.
-Hija...¿Sora estás bien? –preguntó Anaís sentándose junto a la pequeña.
-Mamá... –lloró la niña abrazándose a la mamá. –Fue horrible mamá...era espantoso.
-¿Qué cosa pequeña? –preguntó Anaís pasando una mano por su cabello.
-Soñé...soñé cosas espantosas... –tartamudeó Sora. –Era un lugar como el que vimos cuando llegamos, y había muchos monstruos y criaturas feas. Pude ver también otras personas que lloraban y gritaban pidiendo auxilio. Y los monstruos parecían volverse más poderosos con cada segundo que pasaban...Era horrible mamá...
Y con esto Sora se echó a llorar nuevamente.
-Calma hija, todo va estar bien. –dijo Anaís viendo a su niña cariñosamente. –Lo prometo.
La pequeña Sora asintió, se secó las lágrimas, se acomodó en la cama y se volvió a quedar dormida. Anaís se puso de pie y se dirigió hacia la puerta con calma.
-¿Cómo está la niña? –preguntó Caldina a Anaís.
-Está bien, ya volvió a dormirse. –respondió Anaís, -¿Y Lucy?
-Está bien, -dijo Marina, que seguía junto a su amiga. –Sus dolores terminaron segundos después de que entraste a calmar a Sora.
-Guru Clef, -dijo Anaís volteando a ver al hechicero seriamente.
-¿Qué pasa Anaís? –preguntó Guru Clef un poco asombrado por la seriedad de la joven.
-Sora soñó con la desgracia de Céfiro. –dijo Anaís. –No estoy segura si era el presente o el futuro cercano pero por lo que me dijo era horrible.
-¿Creen que tenga algo que ver con el dolor de Lucy? –preguntó Ascot.
-Es posible. –opinó Jessenia.
-Pero es imposible que esa niña tenga premoniciones, o poderes de vidente, -dijo Prisma. –No es de Céfiro, ni de ningún otro planeta cercano.
-Es de Mundo Místico, y es hija de Anaís, -dijo Guru Clef. –Eso puede tener algo que ver. Aunque sería más específico si supiéramos quién es el padre.
Anaís lo miró con una cara de: No-diré-nada.
-El hecho es que Sora tuvo visiones, -dijo Lucy seriamente, -Y yo si estoy segura que tuvieron algo que ver con lo que yo sentí hace un momento.
-¿Qué creen que podríamos hacer? –preguntó Caldina.
-Por lo pronto cuidar a Lucy cuando le den esos dolores, -dijo Marina. –Y estar muy pendientes de lo que sueñe Sora, quizá esos sueños podrían ayudarnos a saber más acerca de la situación actual de Céfiro y de cómo enfrentar a los enemigos.
Todos asintieron, de acuerdo.
-¿Y ustedes? –preguntó Ascot a las mujeres.
-Les ayudaremos, -dijo Anaís.
-Guru Clef, -dijo Lucy entonces. –Quiero pedirte que nos devuelvas nuestra magia y armaduras.-volteó al lado opuesto. –Y tú Prisma, nuestras armas.
-Si así lo desean. –dijo Guru Clef.
-Así será. –agregó Prisma.
Ambos hicieron varios movimientos y ademanes mágicos. Y al cabo de unos segundos tres haces de luz, en tres colores; azul, verde y rojo, se formaron y rodearon a las tres mujeres. Al despejarse ellas estaban completamente diferentes. Marina llevaba blusa blanca de manga corta, falda azul marino, medias negras, y botas blancas hasta arriba de las rodillas, parecido a lo que usara once años atrás pero con más elegancia y que hacía resaltar su larguísimo cabello; Anaís vestía un vestido verde oscuro hasta debajo de las rodillas, y botines blancos hasta media pierna, también parecido a su anterior uniforme, pero en ésta ocasión marcaba más su perfecta figura; Lucy tenía puesta una especie de licra color vino, y encima una blusa sin mangas color roja, esta blusa empezaba pegada al cuerpo y a medio estómago se extendía por lo que cuando se movía bruscamente se podía ver parte de su hermoso cuerpo. Las tres llevaban también armaduras cubriéndoles el pecho, la espalda, el hombro derecho(con un adorno que la hacía verse doble), la muñeca derecha y el guante-joya en la mano izquierda; la joya de Marina era azul marino, la de Anaís verde oscuro y la de Lucy roja. En la joya entraron la espada de cada una de ellas.
-Ya estamos listas. –dijo Marina viéndose a si misma y a sus amigas.
-Pelearemos por Céfiro... –comenzó Anaís.
-Una vez más. –concluyó Lucy.
Horas más tarde las Guerreras Mágicas y Sora ya estaban instaladas en un par de habitaciones vacías de la casa en donde también vivía Guru Clef, Prisma, Caldina y Tristán; Ascot, Jessenia y Jari vivían en una casa cercana.
-Ya es hora de dormir Sora, -dijo Anaís a su hija.
-Mamá, ¿nos quedaremos aquí mucho tiempo? –preguntó Sora.
-No lo sé hija, -respondió Anaís. –Aquí viven buenos amigos míos y quiero ayudarlos. Quizá estemos aquí un tiempo; Hasta ayudar a nuestros amigos y a...
Anaís se quedó callada, y con la mirada al vacío.
-Mami... –murmuró Sora.
-Lo siento Sora, creo que me distraje. –dijo Anaís.
-No olvides la promesa mami, -dijo Sora.
-La promesa... –repitió Anaís.
-Si mamá, -dijo Sora. –La promesa de que estaríamos juntas, y de que sin importar que tan difíciles parecieran a veces las cosas tendríamos esperanza.
-Si, -dijo Anaís. –Ya verás que todo saldrá bien.
Con eso ambas se abrazaron.
Después Sora se acomodó en la cama, con su cabeza en la almohada, lista para dormir. Anaís se inclinó sobre ella y le quitó los lentes. Por un segundo, se pudieron ver los ojos miel de Sora, justo entonces ella los cerró.
-Buenas noches mami... –suspiró Sora.
-Buenas noches hija mía. –dijo Anaís poniéndose de pie.
Anaís se acercó a la ventana y ahí se recargó, viendo las estrellas.
-Mi amor, -murmuró Anaís al viento. -¿Cómo estarás ahora?
El viento pareció llevarse su voz hasta lo lejos, más allá de las casas y los árboles del Bosque de los Espíritus.
-Promesas, -murmuró Anaís, -¿Cuántas promesas no se han hecho al viento, bajo la luz de éstas mismas estrellas? Promesas de amor, de fe y esperanza.
Después Anaís se dio la vuelta y se fue a su cama, donde se acostó lentamente, y apagó la única vela que iluminaba la habitación.
-Mi pequeña Sora, -murmuró Anaís reclinándose en la cama. –Tú eres mi única esperanza.