-¡Corran! –gritaba Caldina.
-Son demasiados enemigos. –dijo Lucy comenzando a cansarse
-Esto era una trampa. –murmuró Anaís.
-Debimos haberlo sabido. –murmuró Guru Clef molesto consigo mismo.
En ese momento un grupo de enemigos lograron sujetar a Prisma y Caldina.
-¡Prisma! ¡Caldina! –gritó Marina.
Lucy, Marina, Anaís, Guru Clef y Ascot permanecía inmóviles sin saber qué hacer.
-Anaís, -murmuró Ascot a la Guerrera del Viento cerca de él. –Debes irte y llevarte a Lucy.
-Pero Ascot... –comenzó Anaís.
-Por favor. –pidió él. –Lucy no irá por su propia voluntad, y con el poder que tiene sería peligroso que nuestros enemigos la capturasen. Además, ni Latis ni Paris me perdonarían si yo dejara que las capturaran. Yo me haré cargo.
-De acuerdo. –dijo Anaís. –Pero no olvides que Jessenia y Jari te están esperando.
Ascot asintió.
-¡Venid a mi criaturas! –gritó Ascot formando su símbolo mágico.
-¡¿Ascot que haces?! –gritó Marina sin entender al hechicero.
-¡Váyanse ahora! –gritó Ascot dirigiendo a sus amigos contra los enemigos.
Guru Clef miraba al joven hechicero sin entender.
*Guru Clef* llamó Ascot en la mente del gran hechicero.
*Ascot, ¿Estás loco?* preguntó Guru Clef telepáticamente.
*No.* respondió Ascot. *Pero eso no importa. Ustedes deben irse. Son muchos enemigos, no podremos contra todos, pero si ustedes logran escapar aún habrá una oportunidad.*
*Está bien.* aceptó Guru Clef a regañadientes, él nunca había huido de una batalla.
*Y Guru Clef...* agregó Ascot. *Por favor, protege a Marina.*
*Lo haré Ascot.* respondió Guru Clef, luego agregó para si mismo: ‘Con mi vida.’
Anaís logró jalar a Lucy fuera del campo de batalla, y por el bosque que corría a su izquierda, hasta que se perdieron.
Guru Clef tomó a Marina del brazo y la empezó a llevar hacia los árboles a la derecha, a regañadientes de la chica, quien se negaba a dejar a su amigo solo. En cierto momento ambos tuvieron que detenerse bruscamente, pues había llegado a un cuesta muy empinada que iba en descenso; todavía ninguno de los dos hablaba cuando un ataque desviado de la batalla les llegó a ellos, Guru Clef apenas tuvo tiempo para proteger a Marina con su cuerpo; aunque eso no evitó que el ataque los hiciera caer por la cuesta.
Habían pasado varias horas desde que Lucy y Anaís se separaran de los demás, y puesto que ya había anochecido, ellas habían decidido dormir bajo unos árboles.
-Sólo espero que no ataquen el refugio mientras estamos fuera. –dijo Lucy.
-No te preocupes Lucy. –dijo Anaís. –Sora, Lira, Tristán, Jari, Jessenia y todos los cefirianos saben defenderse.
Lucy asintió.
-A mi los que me preocupan son Prisma, Caldina y Ascot. –dijo Anaís.
Anaís vio que la luna ya había salido y sacó la joya de su ropa, habló en ella unos minutos y luego la volvió a guardar.
-¿Hablabas con Paris? –preguntó Lucy.
-Si, -dijo Anaís. –Le hablo todas las noches, aunque a veces él no puede contestarme.
-Anaís, sé que no quieres hablar de ello pero...¿ya le dijiste a Paris que tienes una hija? –preguntó Lucy.
-No, no se lo he dicho. –respondió Anaís. –No sé cómo hacerlo.
-Anaís, tienes una hija de Mundo Místico, de seis años. –dijo Lucy. –No podrás escondérselo a Paris por siempre.
-Lo sé, y no pienso hacerlo. Es sólo que ahora estoy tan preocupada por cómo rescatarlo; después tendré tiempo para explicarle lo de mi hija.
-Sé que no quieres decir quién es el padre de Sora, pero sólo dime una cosa. ¿Te casaste?
-No, nunca. Aún recuerdo cuando supe que estaba embarazada, mis padres armaron un escándalo. Mi papá de inmediato se puso a buscar a los chicos con los que había salido en los tres meses anteriores; aunque la mayoría no habían pasado de una cena. Quería que me casara de inmediato, pero yo me negué a decirle quien era el padre de mi bebé y dónde estaba. Después mi mamá sugirió que esperara a que mi bebé naciera y luego lo diera en adopción.
-¡¿Qué?!
-Si, yo acababa de cumplir los dieciocho años y estaba por entrar a la universidad; mi madre pensaba que yo no podría salir adelante con un bebé.
-¿Qué hiciste?
-Yo me negué rotundamente a dar en adopción a mi bebé. Y fue entonces que mi hermana Lulú intervino: ella vive en Hong Kong con su esposo y su hijo, y aceptó que me fuera a vivir con ella. Así que me fui a vivir a China y entré a la Escuela de Leyes, cuando me faltaba un mes para dar a luz salí, aunque continué estudiando.
-¿Cómo?
-La Escuela tenía un sistema abierto. Entonces podía estar estudiando en casa, mandar los trabajos y tareas, y sólo presentarme para los exámenes. Así estuve mientras Sora fue pequeña, cuando ella cumplió el año volví a entrar a la Escuela normal. Mi hermana Lulú cuidaba a Sora y a su propio hijo: Rick.
-¿Y su esposo no se molestó?
-No, Ronald, mi cuñado, siempre fue muy comprensivo, nunca me consideró un estorbo. Lo que hacíamos era que él trabajaba, yo estudiaba, y Lulú era ama de casa. Además, siempre pensamos que Sora era una buena compañera de juegos para Rick.
-¿Y qué hiciste después?
-A los veintidós años me gradué como abogada, Sora acababa de cumplir cuatro años; Rick ya estaba yendo al jardín de niños. Yo me uní a un buffet de abogados y eso ayudó bastante ya que había nacido mi segundo sobrino: Lucas. Además que yo quería inscribir a Sora en el club de gimnasia.
-¿Y cómo fue que llegaste de nuevo a Japón?
-Bueno, me asignaron un caso, y debido a ciertos trámites éste se pasó a Japón; además Sora tenía que ir a Tokio a participar en una competencia de gimnasia. El día que llegué vi uno de los mensajes de Marina en mi celular, diciendo que se iban a reunir ese día por la mañana, así que decidí que era mejor verlas de una vez.
-Y luego vinimos a dar aquí.
-Exacto.
Ambas guardaron silencio un rato.
-Quizá lo mejor sería dormir un rato. –sugirió Anaís.
-Pero debemos vigilar. –dijo Lucy. –Yo tomaré el primer turno, después te despertaré.
Anaís asintió y se acomodó para dormir.
Mientras tanto, muy lejos de ahí, Marina y Guru Clef se encontraban en una cueva. Guru Clef estaba inconsciente desde que protegiera a Marina, ella lo había ayudado a levantarse y después se habían escondido en una cueva; donde ahora Marina trataba de curar las heridas del hechicero con algunas cosas que llevaba en una pequeña bolsa.
-Clef...tienes que despertar... –murmuraba Marina mientras cambiaba los vendajes de la espalda. (Clef tenía el torso desnudo). –Yo no soy Anaís...no tengo magia curativa...
Guru Clef seguía inconsciente, y Marina ya no sabía qué más hacer.
-Si tan sólo Lucy o Anaís estuvieran aquí... –murmuró Marina.
-Marina... –murmuró una voz.
-¿Lucy? ¿Eres tú? –preguntó Marina.
-Si, soy yo. –dijo Lucy. –Por si lo preguntas Anaís y yo estamos bien. Sentí que me llamabas, y logré comunicarme contigo.
-Debe ser tu poder como Primera Dama. –sugirió Marina.
-Quizá, pero dime, ¿qué ocurre? –preguntó Lucy.
-Clef...él está muy herido...lo hirieron cuando trató de protegerme...pero...yo no tengo poderes curativos...no sé qué puedo hacer para ayudarlo. –sollozó Marina.
-Bien Marina, escúchame con atención. –dijo Lucy. -¿Sabes por qué Anaís obtuvo el poder de curar?
-No, -dijo Marina.
-Porque su mayor deseo en ese momento era ayudarte, y tú estabas muy herida. –explicó Lucy. –El deseo de su corazón despertó ese poder en ella, tú puedes hacer lo mismo.
-¿Tú crees? –preguntó Marina.
-Claro que sí. –dijo Lucy. –Confía en ti misma, recuerda que...
-Nuestra Fe es nuestro mayor poder. –concluyeron ambas.
Con eso Lucy rompió la comunicación.
-Es cierto, -dijo Marina. –Yo debo tener Fe en mi misma.
Marina cerró los ojos y pasó las manos suavemente sobre Guru Clef, pequeñas luces azules aparecieron sobre las heridas. –Curación Zafiro. –murmuró Marina. Las luces azules penetraron en las heridas y las sanaron completamente. Cuando Marina abrió los ojos y vio los resultados no lo podía creer. Una lágrima resbaló por su mejilla.
-¿Por...qué...lloras? –preguntó Guru Clef abriendo los ojos.
-¡Eres un tonto Clef! –exclamó Marina aumentando el llanto.
-¿Por qué? –preguntó Guru Clef incorporándose.
-¡No me vuelvas a asustar así! –gritó Marina. –Tú no debiste protegerme.
-Yo tenía que hacerlo...quería hacerlo. –dijo Guru Clef con calma. –No podía permitir que algo malo te pasara Marina, no podía permitir que te hicieran daño.
-¡¿Y qué crees que hubiera hecho yo si a ti te hubiera pasado algo?! –gritó Marina. –¡Eres muy importante para mí, no soportaría perderte!
-Nunca me perderás Marina. –murmuró Guru Clef limpiando las lágrimas en el rostro de ella.
Ese toque tan suave hizo que Marina se sintiera como hipnotizada. Ella puso su mano sobre la de Guru Clef, en un principio fue con la intención de quitar la mano de él, pero luego no lo hizo.
Guru Clef se sentía hechizado con la mirada de Marina, pero no le gustaba verla llorar. Limpió una a una sus lágrimas, con suavidad. Cuando Marina puso su mano sobre la de él, él pensó en quitarla, pero su cuerpo no le respondió como él esperaba. Guru Clef lentamente se fue enderezando, aunque seguía sentado en el suelo, hasta que quedó cara a cara con Marina, pero no se detuvo, sino que se siguió moviendo, acercándose a ella.
Marina lo vio y lo sintió cerca, peligrosamente cerca, pero no hizo nada por detenerlo.
Guru Clef notó esto, y sin dudarlo más se inclinó sobre ella y la besó; un beso corto, suave, pero lleno de sentimientos.
Cuando Clef se separó de ella Marina sintió que ese beso había durado muy poco; ella había esperado demasiado tiempo para estar con Guru Clef, y ahora no quería separarse de él.
-Marina...yo... –comenzó Guru Clef.
-No digas nada...Clef... –murmuró Marina cubriendo la boca del hechicero con un dedo. –No hace falta.
Con eso Marina se acercó a él y volvió a besarlo. Guru Clef se alegró mucho al saber, y sentir, que su amor era correspondido. Ambos siguieron besándose hasta que les faltó el aire. Entonces Marina se abrazó a él y se recargó en su pecho desnudo.
-Y pensar que todo esto tuvo que pasar para poder decirte lo que siento. –murmuró Marina.
-Reconforta saber que algo bueno salió de todo esto ¿no? –preguntó Guru Clef acariciándole el cabello.
-Si, -dijo Marina. –Aunque nunca podré olvidar que estuve a punto de perderte.
-Es cierto Marina. –dijo Guru Clef levantándola para verla a los ojos. -¿Cómo me curaste?
-Lucy se comunicó conmigo, -explicó Marina. –Y me dijo que aunque Anaís no estuviera aquí, si yo quería salvarte, debía tener fe, y confiar en que podría hacerlo. Entonces pensé en lo mucho que te amaba, y en que si morías nunca tendría oportunidad de decírtelo. Y entonces sucedió...un nuevo poder...y te curaste...y yo estaba tan feliz...
-Yo también te amo. –dijo Guru Clef dándole un beso a su amada en la frente, y luego otro en los labios. –Mi querida Marina.
Ambos se recostaron juntos, cubriéndose con la capa de él, se durmieron.
En el campo de batalla Ascot había sido derrotado.
-Llévenselos. –dijo el líder. –A él y a las dos mujeres. De los demás nos encargaremos al amanecer.
Los soldados asintieron y levantaron a Caldina y Prisma, y luego se llevaron a Ascot, quien estaba muy herido, y triste por haber perdido a muchos de sus amigos.
Y en el campamento Jari despertó sobresaltada, sudando frío, muy agitada y gritando.
-¿Qué ocurre Jari? –preguntó Jessenia entrando y muy preocupada.
-Mamá... –murmuró Jari respirando profundamente. –Algo muy malo acaba de pasar.
Jessenia miró a su hija sin comprender, pero igualmente preocupada.