Obsesión por Wagner |
Recientemente
se ha planteado en Israel una gran polémica acerca ‑ya tuvo
vigencia esta polémica en los años 1950 acerca de la música de
Richard Wagner. Por un lado están aquellos que opinan que la música
tiene un sentido universalista y la misma esta por encima de cuestiones
políticas, discriminatorias y/o circunstanciales. Por
otro lado están los que opinan que de ninguna manera se puede obligar
‑especialmente a los sobrevivientes de la Shoá‑ a escuchar
los acordes bajo los cuales se los hacía marchar a las cámaras de gas,
es decir al exterminio. Lamentablemente
unos y otros tienen sus razones. Wagner
‑vivió en el siglo XIX‑ se sabe que era antisemita. Debemos
reconocer que no podemos trasladar esta tipificación a su música, sería
un desatino. Sin embargo su condición de antisemita no pesó. El propio
Toscanini, en los conciertos inaugurales de la Filarmónica de Israel
tocó Wagner. Pero entonces corría el año 1936 y todavía no se había
producido la hecatombe a manos de los nazis. Según el eminente director
argentino‑israelí Daniel Barenboim, la Filarmónica dejó de
tocar Wagner después de la Kristallnacht, en noviembre de 1938
("Clarín" 30.5.2001 pág. 22). Vale
decir que el problema irritativo no es el antisemitismo declarado de
Wagner ni los sones de su música, sino la utilización de la misma para
conducir a las prisioneros de los campos de concentración a las cámaras
de ejecución. Daniel
Barenboim, talento indiscutido de nuestra época, nació en Buenos Aires
en 15 de noviembre de 1942. Sus padres, músicos, postergaron sus
carreras para dedicarse a su retoño quien desde pequeño demostró
dotes inusuales para el piano y la música. A los 10 años su familia
decidió radicarse en Israel. Previamente estudió el idioma hebreo
siendo su primera profesora en este idioma la señora Bruria Elnecavé. Los
valores artísticos de Barenboim son reconocidos a lo largo de todo el
mundo. Pero también él sufrió los embates del antisemitismo tanto en
Francia como en Alemania en épocas recientes. En la nota de "Clarín"
arriba citada este singular músico dice "Siento
la mayor comprensión por los sobrevivientes del Holocausto y comprendo
sus terribles asociaciones con la música de
Wagner... Sin embargo, se debe plantear la pregunta de si alguna persona
tiene derecho a privar a otra que no tiene esas mismas asociaciones de
escuchar la música de
Wagner..." Aquí
hay un argumento mal esgrimido. Nadie puede privar a otros de escuchar
la música de Wagner. El que así lo desea sin molestar a otros puede
encerrarse en su casa y escuchar toda la música que le de la gana,
tanto de Wagner como de Richard Strauss, otro antisemita pero del siglo
XX. En la frase final de la nota, Barenboim opina: "Pero
creo que éste es un caso en el que Israel puede y debe definirse como país
democrático". La
música como así también las otras bellas artes son un fenómeno de la
creación humana que buscan elevar al ser humano en su condición de
tal. Es por ello que Barenboim se equivoca al evaluar este problema sólo
desde el punto de vista musical o politice. Aquí la democracia no
cuenta por que hay subyacente un valor mucho más importante que es el
de la condición humana. Creemos
oportuno ‑mientras esta música resulte una tortura para muchos
sobrevivientes del genocidio nazi‑ que se hayan suspendido las
composiciones de Wagner para el próximo 7 de julio en oportunidad de la
gira por Jerusalem de la Berliner Staatskapellem que será dirigida
precisamente por Daniel Barenboim. En lugar de Wagner se incluirá la
Cuarta Sinfonía de Schuman y la Consagración de la Primavera de
Stravisnky. En
un reportaje realizado por "La Nación Revista" del 17.9.1995,
Barenboim expresa: "Hacer música
es algo más que producir sonidos.
Sólo se genera un fenómeno artístico cuando
un músico es capaz de establecer paralelos entre lo que ocurre en su especialidad y lo que
pasa en el resto del campo cultural y del
mundo. Por eso es indispensable que un director, un compositor, un
intérprete se interese por la pintura, por
el cine, por la filosofía de su tiempo. Eso lo ayudará a tener
una nueva visión de las obras
tradicionales". Esperemos
que Baremboim siga siendo consecuente con su propio pensamiento. En
nuestra modesta escala de valores primero está el Creador, luego viene
su criatura: el Ser Humano. Después vienen la música y la política.
D.E. |
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