AMOR MEZQUINO

CAPITULO 1
CONOCIENDO A SU AMADA

He llegado a colegir, que soy un mediocre; ¡Créanme!, por Dios, un perfecto mediocre. La mayoría de las cosas que he emprendido en mi vida o terminan mal, o no las he terminado, ¿las habré iniciado siquiera?. Mi sueldo como oficinista es sensacional, ¡apenas me alcanza para comer!; He de confesarles que no soy un oficinista nato, soy más bien… ¿qué seré?: ¿Un lame culos, les parece?; ¡Sí!, ese es el término correcto: Lame culos, perro faldero del jefe. Soy Alfredo, patán que desconoce de computadoras, amigo del papeleo y de los egipcios; Director Adjunto de asuntos varios de poca importancia; Obispo cardenalicio de todo el trabajo clerical que no valga madre, en resumen, un ente obsoleto experto en quitarle grapas a miles de documentos que se amontonan día a día sobre el escritorio más añejo de la oficina. ¡Si Señor!, quitar grapas es mi trabajo. ¡He roto mi propio record!, ayer cabalmente quite mil trescientas, hoy logré sacar mil trescientas dieciséis; ¿ Hasta dónde llegaré?, me asusto a mi mismo con los retos tan complejos que me impongo; ¡Eh!, lo ven, se necesita gran industria cerebral para lograrlo, ¿No es patética esta vida?, ¿Seré digno de encomio?; Seguro estoy que vendrá el Director General a darme algún premio: ¡Alfredo, benemérito seas!, recibe este merecido reconocimiento por haber sacado más de treinta millones de grapas en tu vida profesional en esta empresa, quiero que sepas que si las tendieses alineadas una a una, le darían ¡Quince vueltas a la tierra! - A lo que yo le respondería orgulloso: Y le darían también Tres mil vueltas a su madre por hacerme sentir tan mal.
¿Te imaginas a la madre de mi jefe envuelta con alambre de grapas como momia?, al menos sería una momia original; Se lo merece la santa señora por haber parido a un jefe tan desgraciado como el mío, no se compadece de tenerme desengrapando papeles todo el año.
El tráfico infernal, repletas las calles de autos como perras embarazadas, me falta por lo menos un kilómetro para llegar a casa y el imbécil que va delante de mí parece anciano, si no lo es, conduce como tal. A este viejo mulo que peca de precavido le deberían retirar la licencia, ¿No les parece que joden la vida de los demás?; ¡Vaya!, por fin pude rebasar su chatarra; ¡Me tenía hasta la madre, como con depresión de puerperio cuando la madre ha parido a un hórrido escuincle!, pero ¡Ay¡, -Estaba equivocado-, no era un provecto; era una dama; ¡Mira que desgracia!, era una fémina, espécimen que sangra durante tres días continuos y no fenece, y menos mueren de necias; Seguro estoy, que para su mala suerte, conocen alguna de ellas; Por supuesto que yo conozco a una igual de necia, y por desventura, estoy casado con ella. ¡Sí!, por desgracia.
Aparco el coche afuera de su pobre casa, y al salir del auto: ¡A pisar mierda coño!, -malditas sean las inmundas mierdas de perro que desconsideradamente defecan todos los perros del mundo y las madres que los parieron para mi jodienda-; He embarrado de mierda los zapatos que me regalo mi santísima mujer en mi cumpleaños, -Le costaron mas de mil doscientas pesetas-, ¿lo pueden creer?, ¡Pues sí, que imbécil!, -Mi mujer pagó mil doscientas pesetas por estas indecentes zapatillas de afeminado-.
Mil doscientos sagradas pesetas que equivalen a cinco largos días de tedioso trabajo; ¡Perdón!, mejor dicho equivalen a sacar seis mil quinientas culipandas grapas; ¿Y qué he hecho yo de tarugo?: ¡Embarrarlos de mierda!; Vaya gordal pendejez, ¡Dios perdone y tenga misericordia de este necio!; Los he limpiado atento y lerdo usando como paño las hierbas malas del jardín minimalista de la entrada de su casa; ¡Ay Señor del valle de los lloros! -Estoy cansado-, me duele el pulgar de limpiar y de desengrapar como idiota todo el santo día; -Camino hacia la puerta de entrada con las zapatillas de Rudolf Nureyev en mano-, y me lleno para colmo los calcetines de lodo, ¡Ay Señor, ya por favor, sea esta última penitencia, remate final de mis necedades del día!
La perruna de mi mujer está en la sala leyendo, no escucho nada, ni un ¿ya llegaste?, y menos un, ¿cómo te fue?; Apenas si me dirige la mirada, (y que bueno), porque tiene una mirada cargada de soberbia como la de Bush, se cree diva, estrella de cine, centro del universo, María Santísima; ¿No sé cuándo dejó de ser aquella hermosa jovencita que irradiaba inocencia? , perdí el año cuando trocó en augusta res que solo sabe estirar la pezuña para quitarme el sueldo que gano; No lo sé, ¿lo consultaré con Kafka?, veré si sabe este dependiente del láudano lo que es padecer la metamorfosis de la esposa en carne propia; ¡Yo estoy por demandarla!; Mire Usted que convertirse en una vaca desconsiderada no es cosa que cualquier atorrante soporte.
Y no están ustedes para saberlo, pero desde siempre he sufrido por ella; ¡Cómo olvidar aquella mañana que le conocí en su escuela!; Paseaba yo como Diógenes por el parque (sin asunto preciso, huyendo de mi padre para no hacerle mandados) cuando la vi a través de la reja platicando con sus amigas; ¡Hay Abadesa de las posaderas respingonas!; Hagan de cuenta que me había dado afasia; Quedé pasmado, sandio, ahí mirándola embobado, como cuando vez un auto nuevo muy caro; Y así inmóvil, atrás de un árbol, viéndola, se me pasó el tiempo; No se piensen que del embrujo me libró el timbre del colegio que daba fin al recreo, sino un terrible escozor de genitales, y no se piensen ustedes que me dio por insanias perversas que elucubrara, sino por necio; Me había parado sin darme cuenta, justo encima de un hormiguero; ¡Ay Señor de los descuidos¡ Que empieza aquello: Un piquete, otro, y otro más, ríos de hormigas salían del tubo de mis pantalones; era aquello un festín de reyes con huevo y todo. Me pegaba con ambas manos en los pantalones y no terminaba; Después rodé por el césped tratando de suicidarme; Era aquel trance espantoso, terminé por quitarme los pantalones y voltearlos al revés, revisarme los calzones y rascarme todo aquello; ¡Eran miles de piquetes!, imposible contarlos, doliente masa de carne; En ese predicamento estaba, desnudo, cuando llegaron dos polizontes: ¿Qué haces mendigo cerdo? -me dicen-, ¿haciéndote una manuela?, y ¡matacuaz! , ¡que me empiezan a dar de patadas!, para mi desgracia me pillaron justo rascándome el miembro; ¡Ahí la dejamos!, dormí ese día en prisión; Pobre papá, ni como explicarle, otra tunda en la casa.

 

CAPITULO 2
EL DESENGAÑO

¡Que se me ha derramado la leche al intentar abrir este mendigo bote!, el “tetrapack norteamericano” no se me da, es complicado por siempre, como ganarse el dinero; Empieza mal este día ; Imagínate, mi mujer martillea el cerebro con estúpidos comentarios sobre la insulsa vida de su madre. Cada palabra, cada frase entra por mis desarmados oídos como un pica hielo que se incrusta hasta lo más recóndito de mi sesera: ¿A quién diablos le interesa saber que la idiota de mi suegra se cortó el dedo meñique con un cuchillo de cocina mientras cortaba un tomate? -Por Dios bendito no jodan con esa futilería-; Después de reflexionar dos segundos sobre los males que su senil pendejez le provoca, llegue a la conclusión que ni a la infeliz palomilla que vuela alrededor de la bombilla de la cocina le interesa lo que le suceda. ¡Bien por mi peña!, al fin cierra el hocico la condenada, -continua hojeando su banal revista de modas-, y eso es bueno, al menos no habla, bien dice la gente que “el silencio es oro” , y más si se tiene en casa.
La leche me sabe a gloria, qué rica es la bendita leche de vaca, soy adicto a ella, no lo niego; Me encanta a pesar de que los botes no sean amables, y vaya coño que no lo son por mucho: ¿Cuántas veces no he ido a la tienda y al regresar a casa con dos litros de leche se desjareta la bolsa?, ¡Jodienda!, ¡Son bombas, no empaques!, luego ahí va su borrico devuelta a traerles cargados como quien carga a su primer retoño; Les juro por Dios que con esta mendiga carestía que nos asola, los abrazo cada vez más fuerte.

Seguro estoy que un mal día los estallare contra mi pecho y me bañare como Cleopatra en leche de burra - dicen que así lo hacía en el año 31 antes de Cristo para que a Marco Antonio se le pusiera el órgano como burro en primavera del olor a requesón que despedía esta bella mujer-; No se piensen que nos venden leche de vaca, seguro estoy que contiene: Leche de cabra, de burra, de cualquier animal que se deje ordeñar, de aguas negras y hasta de los polvos de mi tía Josefina que murió de cenar hasta el hartazgo tostadas de pollo con crema en un restaurante de mala muerte llamado La Siberia. Pobre del tío, jamás recuperó un centavo de ellos, ni una flor le mandaron al sepelio a pesar que no los demandó, ¿Saben qué le mandaron los cínicos?: Dos ristras de cupones con promociones del dos por uno, para que siguiera el pendejo tragando tostadas y se muriera también; ¿Y qué creen que hizo con ellos?, pues se los echo a la caja a la tía para que comiera tostadas en el cielo y se volviera a morir. La verdad es que no la aguantaba, le hicieron un gran favor.
-Me siento frente a ella-, frente a mi vaca, y le doy otro trago a la leche de símil; Ella continua leyendo con avidez la revista, -permanece indiferente ante mi presencia-; ¿Será que le pasa lo mismo que a mí y este harta de mis necedades?, ¿hastiada estará de escucharme que he batido mi propio record de quitar grapas todos los días?; ¡Oh Señor de los sordos y de los mudos, cómo saberlo!, ¿porqué no me comprende?; Y es que ¿de qué le platico si es cuanto hago todos el santo día?, ¡Malagradecida sea!, ¿O será de oírme hablar del trafical?; pero es que es mi única salida, allá voy y allá vengo, del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, ¿de que más quiere que le hable?.
-¡Atropellé a un niño esta mañana!–, lo dije así, sin pensar, un comentario al aire para tratar de llamar su atención haciéndole creer que cometí una trastada de alta envergadura, - cosa grave, tormenta en alta mar que desguaza el barco y no contamos con salvavidas a bordo–; Crean ustedes que navego en tierra igual que ese barco, no tengo asegurado el auto, no me alcanza el sueldo; ¿Y cómo, si mi mujer opina que es más importante mantener la suscripción de las revistas?, ¿nunca lo he entendido?, -Comenta que se volvería loca sola en casa sin leer revistas-, pienso que está loca con todo y revistas; ¿O estaría peor de loca?, ¿Furiosa tal vez?; Me da miedo suspender las revistas; ¿Qué tal si enloquece realmente y me mata mientras duermo?.
Ayer escuche en la radio que una mujer mató a su marido. -Le pegaba según ella-, en venganza le arrojó un tabique en la cabeza; Lo más aberrante de la tragedia es que en la displicente entrevista que le hacía el reportero se mostraba complacida, más que abominable homicidio parecía el pago cabal al trato que le daba su marido; ¡No!, no quiero que me pase eso, es difícil de creer, pero de mi mujer puedo esperarlo todo; Me pide tantas cosas y tan pocas puedo darle, que a veces la sueño detallando en la radio todas las cosas que le he negado, y me da miedo, hasta yo mismo me convenzo en sueños que tiene cabal razón al matarme; Y es que en razón de la miseria en que vivo se vuelve uno puro no: Esto no, aquello tampoco, eso después lo compramos, espérame tantito, al rato te consigo uno usado, deja se lo pido prestado a mi compadre, y así todo, una retahíla de negativas y diferidos.
Algo que no me ayuda en nada, es que ella ve como viven sus hermanas -que mas feas que ella casaron con mejores partidos-, y se compara, y en apareciendo la envidia se viene abajo todo, incluso el amor; De ahí el dicho que advierte que: “Cuando entra por la puerta el hambre a tu casa, sale el amor por la ventana”, y el matrimonio se viene abajo.
-¡A ver que haces, a mi no me traigas problemas!-, asintió fría y dogmáticamente (como cuando la suegra te corre de su casa por que se te pasaron las copas y le insultaste), -y así siguió indiferente-, no dejaba de leer la mendiga revista; sempiternamente muda, perdida en sus mundos, mundos de sueños, vestidos, dietas y peinados excéntricos; mas no puedo negarlo, sigue siendo bella, de algo le ha servido pasarse años cuidándose el cuerpo de vaca de ordeña que tiene: ¡Qué labios!, ¡qué ojos!, ¡que nalgas golosas!,¡que malgastar en cremas reductivas, en fajas y en mil chulerías!....¡Qué madre de mis jodiendas!, esa es su definición perfecta; Casi me mata de inanición en sus frustrados intentos por mantenerse bella, ¿y para qué?; si ya no se si la amo o la odio por mendiga y desconsiderada; Mira que contestarme así de imprudente sabiendo que no tengo seguro del coche por su culpa, son chingaduras, ralladuras de madre; Ganas me dan de agarrarla a madrazos e incinerarla en el patio con las toneladas de revistas que tiene.
Y es que ve a diario la televisión y todo lo quiere, y como sabe que lo carga a las tarjetas de crédito a doce meses sin intereses, “dizque para que no lo sintamos”, me tiene más hundido que al Titanic; Tamañito estoy que los mendigos de los bancos le empiecen a fiar a 24, 36 y 48 meses para tenerme apergollado por lustros completos. ¡Coño!, que cáncer tan ominoso eso de las tarjetas.
-Paso otro sorbo de leche (a esa mendiga, amarga y dulce leche que me encanta y que está tan cara, más que la cerveza, por eso ahora los jóvenes son tan borrachos)-. Al parecer esta será otra noche fría, aburrida como ella. Cada quien guardará distancia, simplemente nos ignoraremos como cerdos en chiquero grande, revolcándonos cada cual en su propio miasma de indiferencia y desamor. ¡Vaya sueño guajiro!, el ir a nadar al mar, no siempre es tan agradable como lo pintan, bien sabido que son más son los meses de aguas malas que los de aguas buenas…
-Alfredo, necesito dinero, mañana iré de compras-.
¡Qué demonios!... ¡Ya me picó el globo marino!, -Olviden lo de los cerdos en el chiquero-; Esto se convertirá en milicia, en campo de batalla, en embustes de Bush, en rugir de cañones, chincheros…en eterno estira y afloja, estira y afloja de mierda; Cuanta falta me hace leer a Sun Tsu y su Arte de la Guerra: “La verdadera sabiduría es vencer sin combatir”, y yo que pensaba dormir como cerdo, ni pensarlo.
-¡No tengo dinero!–, le digo mientras pongo el vaso de leche sobre la mesa tratando de desviar su atención y evadirme a la prisión de la loma (que aparte de ser la más lejana, no dejan recibir vistas, y eso en estos casos, es premio en vez de castigo he he); ¡Como jode con el dinero, Virgen Santisima de los materialistas! ; traigo la faldriquera tan huérfana como flaca, años ha que no se aposenta ahí algún billete perdido de noble linaje, y eso que me acaban de pagar la quincena; ¡Pero esta vez no!, esta vez se jode, no le daré una peseta, juro por mi madre que seré más cabrón que valiente.
-Tira la revista en el piso y me dirige esa maldita mirada de vampiresa que tiene tan ensayada-; ¡Qué mierda!, qué sensual, soy su conejo; ¡Me oyes Alfredo, necesito dinero, tengo que comprar un par de zapatos!; -Otro par de zapatos más y tendremos suficientes para calzar un ejército-; Si algo hay en casa, son jodidos zapatos y chanclas; ¡Tienes cientos de zapatos! -le contesto-, me incorporo y me voy huyendo a la cocina (ahí sin hacer nada como refugiado de Irak a las afueras de Pakistán), -intento a toda costa que su petición se ahogue en el vació del ya me fui-, una sutil y noble forma de darle a entender que esta noche no quiero saber de alegatos. -Por supuesto a ella le vale madre-, se viene tras de mí como leona en celo, como feroz cazador sobre presa herida; ¡Hay Dios del cobarde, no me abandones que ahí viene la mendiga, hórrida y atroz crecida al castigo como gallo de pelea!; - Preparo el ánimo como boxeador golpeado en el ínterin de la refriega, peripuesto no estoy, ando en pijamas; tendré lucha, no la quiero Dios de los remisos, no quiero injurias ni horrores-. Y es que hay días que no traes ganas ni de hablar, menos de pelear, y éste es de esos días en que si viene el rentero a pedirme un abono a los seis meses de renta que le debo, se lo doy, y si no lo tengo, le regalo a mi esposa con tal de no soportar jodiendas.
Tomo de nueva cuenta el jodido bote de leche, y justo cuando me dispongo a vaciar un poco más en el vaso, suéltame un manotazo empujándome contra la mesa. -Sentí como sus uñas de gata rasgaron mi cara-.
A saltos y tumbos, mal me la quito de encima (huyendo de un dinosaurio, o de una serpiente por la lengua que tiene), le doy un sopo sin querer con el codo pues me estaba cayendo y cae al suelo de bruces; ¡Santo Señor de las Imprudencias, socórreme!. -Corre un hilo de sangre por su nariz que baja delineando sus labios y pienso-: ¡Por Dios¡, es la primera vez que la golpeo, ¡fue sin querer!, nunca lo había hecho y nuca pensé hacerlo; Pero esta noche, no se que pasó, no sé por que lo hizo, me aventó con fuerza desmedida, ¿Será que esta más gorda o incluso más fuerte que yo?, o ¿Cansada estará la leona del domador?. No lo creo, lleva años sin hacerme caso, no lo sé, ¡Créanmelo por Dios!, pero por desgracia había llegado la sangre al río; Y es que Dios castiga sin palo y sin cuarta, en su afán de perjudicarme, le salió el tiro por la culata a la desdichada.
¡Maldito infeliz! -, ¡Era lo único que te faltaba!, pegarme, cabrón, almácigo de mierda; Ahí si me asuste de su ruindad y su pericia para voltearme la tortilla en un instante, -de acusador pasé a acusado como Sadam-, de pronto me vi parado frente al cadazo; -Entre lloriqueos, golpea mis muslos y dice-: ¡De seguro tienes otra¡; Eso es, ¡maldito infeliz!, ¡te revuelcas con otra!; por eso me haces esto a mí, cabrón de mierda, cabrón de mierda, me repite una y otra vez en incesante cantinela; A mi ya me daba pena ajena (las paredes de su casa son tan delgadas que los vecinos se enteran hasta cuando fornicas) ante semejantes alaridos, mejor guardas silencio para que parezca que enloqueció sola o que se levantó solo el volumen del televisor en medio de una telenovela o cosa parecida, porque si alzas la voz, afrontas el riesgo de que las vecinas amargadas avisen a la policía para que carguen contigo. Es una cofradía horrible de arpías contra sus hombres, ¿Será por eso que la mayoría están largadas?.
-Se abalanza sobre mi muslo derecho y me da tremebunda mordida- ¡Ayyyy!, grito con todas mis fuerzas por el dolor que provoca; No había visto mordida de tal magnitud desde que fuimos una noche de pesadilla a ver la película “Tiburón”, -La maldita leche tan cara se derrama en el piso- ¡No!, -maldita sea-. La tomo del pelo y la arrojo de lado, justo al pié del refrigerador; Se queda ahí tiradota, gimoteando la mendiga; Me llevo las manos a la cabeza y exclamo como desconsolado presidente al perder la reelección: ¿En qué hórrido infierno se ha convertido esto Señor? … ¡Por Dios, soy cristiano! (Y en verdad lo soy, no fui a ver “El Crimen del Padre Amaro” porque el párroco del barrio nos amonesto y dio un sermón más largo que la película para que no la fuéramos a ver);
-Ella sigue tirada en medio de la cocina ocupando todo el espacio-, ahí está conmocionada y yerta, sin decir nada; Siento culpa y a la vez malsana satisfacción por su infortunio. Esta vez el azar de los dioses obro en su contra (¿Será porque ella si fue a ver la película con una vecina a escondidas del cura?); Vaya mezcla de encontrados sentimientos; Así duramos un rato, silentes, viéndonos a los ojos como niños asustados de lo que puede llegar a suceder con la violencia, recordando cuando de niños nos decían: Juego de manos es de villanos, no se lleven, ¡mira caso que hicimos!, ahí estaba la pobre con el llanto en sus ojos y con la leontina de sangre.
Yo no me acuesto con nadie; ¡Créanlo!, le soy fiel “hasta el último vello del culo” y vaya que esta última frase es una alegoría bellísima que explica claramente hasta donde la amo; Soy un maldito mediocre que solo sabe quitar grapas, que no completa con el sueldo para hacer a su esposa feliz, que no sabe hacer más cosas porque no estudió por andar de vago y desobedecer a sus padres; Ustedes lo saben, ya se los he dicho, no tengo mayor culpa; Yo solo quiero un poco más de mi leche, leche de locura; ¡Sacia ya mi inconformidad Señor!.
¡Yo no te engaño con nadie burra mostrenca! –Le digo así, mientras tiro el bote de leche a la basura-.
-¡Mostrenco y mulo cerril tú!–, me dice entre sollozos.
Yo la ignoro, como ignoró ella las reflexiones de Séneca sobre el vicio de la ira, -siento que me escurre algo en la cara-, no sé si es sangre de sus rasguños o leche que salpicó en la confronta; -Tomo la servilleta y me limpio, tiñe de rojo el inmaculado papel-. Pienso: ¡Me sacó sangre esta perra!, ¿Qué van a decir mis odiosos colegas?... ¡que soy un jodido imbécil!, seguro seré el hazmerreír de todos en la oficina; ¡Señor no lo había pensado! : ¡Mi jefe, mi querido jefe! ¿Qué me dirá el desgraciado?, ¿Se sentirá decepcionado al saber que su leal Alfredo le llega con una estupidez como esta? ¡Maldita sea, carajo, mal rayo me parta!.
-Mi belicosa esposa abraza mis piernas, avienta la mesa, alcanzo apenas en el aire un cuchillo que estaba por caerle en la cabeza, ¡mira torpe lo que haces, le digo!, -me invade un odio por tanta necedad- , un odio que nunca antes había sentido, ya no se si deseo matarla, acuchillarla con todas mis fuerzas. - Recarga su testa contra mi muslo -¡Perdón Alfredo!, -me dice- ; Qué perdón ni qué ocho cuartas, contesto enfurecido; -Se levanta impetuosa y me abraza con fuerza, se abandona en mi pecho y gimotea, llora, berrea como crío recién nacido-; ¡Me doy cuenta que ahí esta mi pequeña!, ahí esta escondida la joven que amo. Lo que queda de ella, remedo, rescoldo, ceniza.
-¡Te amo, Alfredo! –me dice-
Aviento el cuchillo sobre la mesa y le correspondo su gesto con apasionado beso; Devora mis labios, me entrego al placer. Hete ahí que sus labios me embrujan, que sus caricias aún me vuelven loco. Perdónenme amigos, esto es cosa de locos, aún la amo; Les debo su sangre a los de la radio.

Mañana miércoles no iré a la oficina, ojalá y lparta un rayo a todos y de pasada ignifugue facturas y grapas. Volveré hasta el jueves, ese día romperé mi record, seré el mejor desengrapador del mundo, el más rápido; -La mordida aún me duele-; te amo, mi amor, aunque este cerca tu muerte, y entre sollozos me digo al borde de la locura: Quisiera engraparte los labios para que no hablaras, así te odiaría menos; Al igual, desearía engraparte los párpados para que no desearás más cosas, y los dedos de ambas manos a forma de nudo para que no pidieras dinero; ¡Ah!, y tus oídos también, para que no escucharas a tu madre echarme pestes ni oír la maldita radio que festina a las mujeres que asesinan a sus hombres; Si mi amor, no sabes cuanto deseo poner cientos de grapas en tus zapatos para que espines, y así desees andar descalza, o bien te de gangrena, de la mala, para que te amputen los pies y no requieras zapatos; Y así clavarte grapas y grapas, en los vestidos y en todo lugar, cubrirte de grapas hasta calmar mi odio; Yo soy Don Alfredo Grapas, el mejor desengrapador del mundo; ¡He abierto los ojos!, ya no soy tan mediocre, te mataré de manera original con grapas y acabaré conmigo; Hasta en la muerte, ahí frente a ti trémula de grapas, me daré un tiro en la cien; ¿Que con qué jodida arma sino tengo ni para calzones?, con una pistola de grapas, ahí la tengo mi amor, escondida, se la compré a un fabricante de muebles; Ya no sé si voy o vengo como los trenes de patio, no sé por Dios si he rebasado la delgada línea de la razón y estoy volviéndome loco; Harto estoy de carencias y gritos.

CAPITULO 3
LEÓN FELIPE

Hoy es jueves, regreso al trabajo, soportaré los regaños del jefe, no me importan; Ayer fue noche buena, nos matamos a besos, bien dicen los avezados que después del temporal viene la calma, o ¿será que a esta loca le encantan las reconciliaciones por masoquista?; Se apacentaron los vientos del mal, se apartaron los ánimos grises que nos entinieblan la existencia, y nos pasamos un día fabuloso; Salimos de día de campo a propósito, -es el día que el rentero viene desde su pueblo a cobrar las rentas-, y como le debemos al desventurado más de cinco meses, obvia decirles que por decencia obligaba ausentarnos; ¡Me da pena no crean!, sobre todo porque me acuerdo de mi padre, quien era cabalmente honrado, ¿más no se qué pasa?. Desde que nos casamos traemos los muebles a la grupa, hemos vivido en más de seis vecindades sin erogar mosca, bueno, excepto por el primer mes de renta que siempre nos piden pero por el resto del tiempo, nada de nada, hasta que nos echan; antes este último casero nos ha salido muy bueno, ni siquiera ha demandado, vamos para medio año sin darle el saludo siquiera.
Gracias a ello platicamos como en antaño, todo calmo, todo en paz como la gente, será que ayudaba el paisaje y que no había gente; ¡Gracias a Dios que no había gente!, bueno, muy poca, unos cuantos ricos; Esos elegantes hijos de puta si saben cuando salir; Salen exactamente cuando regresan los mendigos pobres a sus encierros, a cuidarles sus fabricas y sus jaulas, porque eso de salir en fines de semana o en semana santa al campo es cosa de locos, las carreteras se atestan y se pierde medio día para transitar treinta kilómetros, y cuando llegas al lugar que escojas, así sea la punta del cerro más escarpado, el rabiate de gente no te deja ni respirar; Te piden desde cerillas para encender la fogata hasta la esposa si se descuidan, que cosa tan mundana y tan horrible; Odio el regreso, todos al mismo tiempo, como becerros; Lastimosa procesión de jodidos, y lo peor, muchos regresan idiotas, alcoholizados, así que conduce la esposa, y no faltan accidentes diversos; Regresan siempre peleados, cansados de haber salido, pero a la semana, faltos de dinero y por la carestía ( ir al cine le cuesta más que una puta), ahí esta la vieja de nuevo jodiendo, ¡Sácame al campo siquiera!.
Esta vez fue diferente, nos codeamos con los ricos, con los que ponen mantel de encaje en el césped para comer (con cubiertos, servilletas y vinos de mesa en lugar de aguas frescas); Esos pañales de seda, ni te piden agua (se cargan la dignidad a cuestas), ni te saludan; A mi me gusta, al menos no joden; Platicamos largo y tendido, sin prisa de ninguna especie (porque nos aguardaba el rentero, la vez pasada hizo guardia de las 8 de la mañana hasta que perdió el tren de las seis de la tarde, ¡vaya ambición de cabrón!); Acordó mi mujer (como siempre), que no tendremos crío hasta no tener casa propia. Le pondremos León Felipe. A mi padre, este malogrado bate le llegó al corazón, declamaba para sí con nostalgia y sentimiento algunos de sus poemas; Cuando Serrat musicalizo “Vencidos”, le regalo mi madre un acetato; fue su delirio: “hermosa canción” -me decía siempre al oírla-, y la seguía musitando en el baño sin cansarse de ello, día tras día, como una oración, cual triste lamento.
En razón de León Felipe, mi crío en el limbo, ideamos un plan, no es malo, ¿ni es delito creo?, no es otra cosa que argucia de pobres: ¿En que país de mierda vivimos aquí?, para tener casa propia se requiere ser millonario o hijo de un buen papá; Los financiamientos bancarios exigen de altos ingresos , y eso para mí esta fuera de alcance; En esta andanza, tendré que hablar con mi jefe y pedirle un gran favor, no creo que se niegue el desgraciado porque riesgo no corre, ni le cuesta dinero; solo bastará con que meta a mi esposa a la nómina y le pague lo mismo que a mí; Y como el efectivo ha de salir en el sobre de raya de ella, le diré que le firmo un pagaré a liquidarse el mismo día de pago y así tendremos entrambos dos recibos de sueldo para poder engañar a los bancos y que nos suelten la casa sumando los dos ingresos, porque yo solo no soy sujeto de crédito, ni de nada, simplemente para ellos no soy sujeto ni verbo ni complemento; Desgraciados mal paridos, ya verán después como se hincan para que les pague, van a ver su suerte: ¡Hay San Alejo, a joder al pendejo!
Esta torta de León Felipe huele muy bien, pero a la vez huele muy mal, tendremos que pagarles la mitad de mi sueldo y de plano no alcanza; ¡Bien saben ustedes que no pagamos renta y aún así no completo!, pero el cachorro lo vale, ¿Estaremos postergando el nacimiento de un Santo, de un sabio o de un León Felipe?; No se, ojalá y no salga golfo como yo, o testarudo como su madre, porque le matarán en cualquier taberna.
¡El plan León Felipe funcionó de maravilla!, pero…, ¡Un pelo de culo en la sopa!; Siempre asaltan los inconvenientes a los pobres, mi esposa tendrá que ir al trabajo al menos dos meses; Así lo ordenó el contador de mi jefe, -dijo el muy miedoso-: Han de tomarse las previsiones de rigor por los visitadores de impuestos, que son muy desgraciados; ¡Vaya suerte la de mi jefe!; Tendrá que ir a trabajar mi esposa sin pagarle una sola peseta por ello; Me dijo el feliz infeliz en la plática de petición: Que te de la mano en tus quehaceres Alfredo, sirve que platiquen más y ya no te rasguñe en la cara.
De la noche a la mañana ahí estaba la leona ayudándome a sacar copias de lfacturas y remisiones que desengrapaba para después volver a engrapar en original y copia. Como no me levantaba del sitio del desengrapado, el primer día me di cabal cuenta de un hecho sorprendente: ¡Había desengrapado 2,000 facturas!, justo un 76% del doble de mi máximo récord, -queriendo decir aquello que me quitaba un poco más de la mitad del tiempo el sacarle copias a los papeles y volverlos a engrapar-; Esto me causo desasosiego y enojo, porque había perdido para mí la medida de mi eficiencia, joder; ¡Mi única diversión y reto!; Pero ni modo, a callar el rebuzno, así transcurrió el primer mes.
Al término de este, el jefe se dio la vuelta a la letrina que tengo por oficina y en viendo que estaba casi al corriente (ya para el mes, entrambos habíamos logrado doblar mi máximo récord de mil trescientos diez y seis juegos, estábamos sobre dos mil seiscientas treinta y dos facturas), le dio mucho gusto y felicito a mi esposa y en premio; ¿Qué creen que pasó?, me dejo de rebajar la mitad de mi sueldo; ¡Excelente!, ¡el abono de la casa y trabajo para ella!; Las cosas marchaban de maravilla, mejor de lo planeado, si bien no era la paga del todo justa, porque habíamos doblado el trabajo, si lo era para nosotros pues León Felipe del cielo nos proveía.
Nos cambiamos una noche, siempre es mejor no dejar huella (como los buenos ladrones); ¡Última huída! –Me decía mi esposa-; ¡Alegría del rentero -le contestaba yo- (Al menos no seguirá perdiendo). Entre malabares -mira que cargar el colchón de la cama arriba de un cochecito no es cosa fácil y menos levantarlo de la calle a cada cien metros- terminamos a las cinco de la mañana del domingo, ¡Ay Dios de las mudanzas, que pesada cruz!, caímos rendidos, en calidad de fiambre, ni de comer nos dieron ganas; ¡Esta fue la última mudanza Alfredo!,- me decía la húngara para darme ánimos- , por fin, - ¡Gracias Dios! , ¡Gracias León Felipe! y dormimos a pierna suelta.
Pasaron tres meses, y si bien estaba resuelto el dilema, había de aguardar León Felipe: ¡Que ingratitud!, ¿Ni modo de salirle al jefe que la leona esperaba cachorro antes de seis meses?, Seguro la corre, ¿Con qué pagamos la casa?; Así son las cosas, tribulaciones de pobre, amargura de quien se tira una flatulencia más grande que el agujero; ¿Quién le manda querer casa propia?, ¡Ni pagábamos renta siquiera!. Era mejor mi sistema, muy depurado, la tenía como reina leyendo revistas pero no quiso la farsante; Ahora sí, jodidos todos, esclavizados a la infamante deuda por veinte largos años; a reírse a la fuerza de los chistes malos del jefe, a cuidarla hasta de sus manos, porque entre felicitada y felicitada a lo mejor esta se encariña y se va con él de puta, aunque no la culparía, ; “No hay bienes que no acarreen males”, me decía mi padre en tratándose de ambicionar cosas materiales; Me platicaba mi viejo de San Agustín, contaba que el Santo decía que: “No hay beneficio de uno que no provenga del perjuicio de otro”, y tenía razón sobre la ruindad de los bancos; ¡Que caras están las casas, coño!, invierte el pobre toda una vida para pagar un muladar, ¡Sí!, su muladar porque no te pienses que es otra cosa; Así que ¡El gozo al pozo!, que precio tan alto pagamos por bienes que no caben en nuestra sepultura.

CAPITULO4
E L RETO

Al año cumplido, completábamos entre los dos diariamente dos mil seiscientas treinta y dos malditas facturas; Habíamos igualado el doble de mi mayor récord individual, más la tarea seguía compartida; -Me dije entonces- Ha llegado el momento de separar la tarea, de agarrar cada quien su paquete (mitad y mitad) para ver “de que cuero han de salir más correas”, no este pensando esta mula que hace la mitad exacta de mi tarea y que ya igualó mi record; Siempre es bueno que la gallina le tenga respeto al gallo, así éste puede pisar al gallinero completo; -Así que le dije sin miramiento- ¡Hoy , lo haremos distinto mi vieja!, ya has de estar cansada (tenía el año de estarlo haciendo y no había rebuznado por falta de seso) de estar sacando copias y engrapando devuelta; ¿Por qué mejor no dejamos este mal repartido alimón y agarramos cada quien nuestro paquete completo? Estarás algún tiempo sentada y te hará bien cuando encarguemos al niño; Mal se lo sugerí para cuando estábamos partiendo el paquete (mitad para allá y mitad para acá); Y así lo hicimos, había dos copiadoras, así que no había empalme ni cuento, ¡A darle! -le dije-
A las siete de la noche sonaba el silbato, ¡ay pito del diablo, como te sueño! Y vaya sorpresa: ¡Tenía un pilar de pendientes la Doña!; No le dije nada, (la tortura psicológica empieza, serían como unas trescientas facturas), había disminuido la productividad conjunta. Que cosas de la ciencia, éramos los mismos burros pero haciendo menos trabajo; Me sentía feliz, callado, ahí nada más viéndola mientras guardaba sus cosas la muy burra, ¡mañana le seguimos!- le dije-; -Fue un gran día para mí, aunque yo no hubiera superado mi record de 1316 facturas-; Me repetía gozoso en mi interior como niño con juguete nuevo: ¡Ándale babosa ya te diste cuenta!, ¿Ya entendiste porqué te platicaba todos los mendigos días de ello?, ¡Ah verdad, ahí estas muda, inútil, incapaz, desvalida, pendeja!; Era una euforia indescriptible (Equiparable a la de Bush cuando empezaron a bombardear Bagdad); ¡Que alegría Señor de las dulces venganzas!, ¡callen a Séneca, a Epicteto y a Marco Aurelio juntos, esos no saben de dicha interior!; Cómo disfruto el momento; Entiendo perfectamente ahora porque Nerón y Vespasiano reían cuando los leones devoraban a los cristianos en el circo y cuando sus toros bravos perseguían a los gladiadores hiriéndoles y regando de vísceras la arena.
Al día siguiente, juntamos las facturas pendientes del día anterior más las nuevas y ¡Toma tu media naranja otra vez!, ¡A joderle por igual!, a ver si es lo mismo suponer que estar cierta; Ese día fue terrible, necesitábamos entrambos superar lo conseguido para que no se acumularan otras trescientas facturas -sino el jefe empezaría a sospechar que cambiamos algo-, o tal vez pensaría que estábamos flojeando; Así que adrenalina pura corre por las venas de este gladiador invicto; por las de ella, seguramente atole, pues si bien estaba seria, no le veía con la presteza que implica el enfrentamiento; Nos dieron las siete y callados, no mediamos palabra en todo el día, ¡Bendición la de los sordo mudos!; Mil trescientas diez y ocho facturas de mi parte y un cerro conjunto de quinientas facturas pendientes; ¡Vas mejorando! -le dije, riéndome por dentro-; Ayer dejaste trescientas y ahora Doscientas dos; ¡Eso suma quinientas dos y solo dejamos quinientas! –me dice-; ¡Sí mi preciosa!, es que yo hice ¡Mil trescientas diez y ocho!, dos más que mi propio récord; He he, así le solté la inefable noticia, tranquilo, como esas víboras chirrioneras que de una sola mordida matan, -Me pelo los ojos, los tenía llorosos- y me dijo apenada: Mañana se me juntan menos Alfredo, ya verás, aunque tengo miedo, siento que me nos van a regañar, avanzamos menos, no se si nunca te de alcance, desengrapas muy rápido
Aunque la mejora marginal fue tremenda en sus primeros tres días, no por algo existe la teoría de la especialidad de los japoneses, la de los rendimientos decrecientes de no se quien jodidos y de la selección de las razas de Darwin y Hitler (aunque este se suicidó porque todo le salió mal a fin de cuentas); Cada vez que intentamos mejorar, llevamos el esfuerzo al límite, hay veces que por estirar la liga de más se pone en riesgo la vida, o los nervios.
Son los que andan en esos límites los que realmente dimensionan la real valía de una infinitesimal ganancia, estrecho margen que deferencia a los mejores, a los excelentes, a los superiores, y en cuestión de sacar grapas que bueno que mi leoncita ya se doblego a la hegemonía de su viejo, ya sabe su loca e irreverente cabeza de mi imperio, ya llora la mendiga.
Nos regaño el jefe muy duro, se propasó, nos llamó: Bolsones, mantenidos, flojos, haraganes, inconstantes, brutos y demás, ¿Qué no nos dijo este baboso?. Me cayó muy mal el desgraciado: Lo más malo es que me sentí más mal por dentro, en mi conciencia, con remordimiento y pena ajena, era yo quien había dejado correr las cosas hasta donde llegaron a pesar que mi leoncita se había dado por servida al tercer día, ni modo hay que perdonar al jefe (el no sabe de esto, de mi competencia, ni le interesaría enterarse, él lo que quiere es que saquemos dos mil seiscientas treinta y dos facturas diarias como lo estábamos haciendo), tuvimos que ir a trabajar ese domingo para emparejarnos, las productividades de ambos mejoraron, desgraciadamente no lo suficiente, se nos habían atrasado en seis días mil cien facturas; A pesar de mis afanes logré elevar mi record hasta mil trescientas veinticinco facturas diarias, mientras que con mucho esfuerzo (por poco y se vuelve loca) mi querida esposa lo levanto hasta mil doscientas facturas. ¡Toda una proeza lograda en tan solo una semana!, no hablaba la pobre, ni dormía bien en las noches y menos cohabitaba, lo que no quería era que perdiéramos el trabajo por mi mala cabeza, por su casa y por León Felipe.
Terminamos el domingo al pardear el alba, la mire a los ojos y le dije ¡Te amo!, -Yo también, me contesto llorando-; Has de saber Alfredo que he cambiado mucho, viéndote trabajar como lo haces, me he dado cuenta de lo mucho que cuesta ganarse el dinero, de lo aburrido que la pasas en esta jaula, ciertamente cuesta mucho mejorar un record, nuestro propio récord, aunque nadie se de cuenta de ello y nos lo premie; –Deje todo, la bese llorando y le dije -; Mañana mi amor, regresamos como empezamos al principio, yo desengrapo y tu sacas las copias; Si te canses de estar de pie me dices y nos trocamos; No quiero jamás que el bruto del jefe nos diga nada; Iremos construyendo un nuevo record, un récord de los dos; Voy a olvidarme de mi mil trescientos veinte cinco para lograr un record de pareja, una alma en dos cuerpos, y ¿sabes que?, ya encarga ese niño, al buen León Felipe.

Leopoldo Peña Montemayor

Principal