Y DEJÓ ESCAPAR EL TREN


 

 

Era una de esas mañanas que todos hemos podido tener alguna vez, posiblemente. Una de esas en la que vas caminando por la calle medio dormido, con las legañas y los calcetines del revés. Cabreado todavía con el despertador "made in Japan" y su titititiiiii toca narices. Puede que después de darnos el gustazo de machacarlo con un golpe fiero y despiadado y con un:

- ¡Ostia! Calla yaaaaaaa

Y después de pensar cinco minutos más cinco minutos mássssss , sólo cinco minutos ZzzZzz, y luego dormirnos, claro. Y dar entonces una buena justificación a dichas legañas y a esa cara de Póker de ;no me hables que te muerdo, nada más entrar en la oficina. Y para colmo tener que ir esa misma tarde a comprar otro. Sin otro remedio.
Luego al oírlo sonar a la mañana siguiente no saber cual de los dos era más asqueroso y desagradable.

Sí , quizás fuera una de esas. Una de tantas mañanas en las que Berenise había salido a la calle después de haber realizado casi sin saber cómo todos los procesos autómatas de cada día para salir tan ella de casa.

Una de esas mañanas en las que subes al tren y lo ves. De repente Uno de esos momentos mágicos en que tienes la visión más encantadora del corto y escaso día, que resulta ser la dosis de marcha que un café de Colombia no te podría dar ni de broma.

Él

Con esa pose tan sensual, esa mirada que te hace renacer y sentir un
cosquilleo eléctrico por todo el cuerpo. Con esa sonrisa que prometen todos los anuncios de dentífricos, con su chaqueta de piel marrón, entallada, con clase y no precisamente de cordero de la meseta

Y entonces

(Intenciones y pensamientos - Berenise)

Es él. ¡Seguro! El padre de mis hijos. ¡ La persona que he estado esperando toda la vida !

¡Ui!

Me ha mirado.

(Narración - vista por Berenise)

Ahora él baja la cabeza y después me vuelve a mirar, dos segundos, tres. Me continua mirando Ohhh. Pero yo no le puedo aguantar la mirada. Hago ver que miro por la ventana, me hago la loca como si él no me importara, como si el hecho que se hubiera fijado en mi me fuera del todo indiferente.

Mierrrrr - da.

Me acaba de pillar, me ha enganchado en plena repasada. Yo me miro las uñas.
Él me mira de nuevo ahora, lo sé porque puedo sentir su mirada clavada por cada rincón de mi cuerpo. Me estremezco. Intento con valor aguantarle la mirada ahora Pero acabo de nuevo mirándome la abuelita del asiento de al lado.

¡No soy capaz!

¡Me digo a mi misma que soy una idiota! Que así no se va a ningún lado. ¡De seguir así me quedaré para vestir santos! Ya me lo dice mi padre Se
me va a pasar el arroz.

Me gusta mucho. Pero no sé como iniciar una conversación con él. Ni que
estrategia utilizar para que ésta anécdota no se quede sólo en eso. Me
parece que yo también le gusto ¡Pero claro! Adivina

Han pasado unos cinco minutos, supongo.

Él ya no me sigue el juego. Bien Me lo he buscado. A éste paso la próxima Navidad tendré que seguir aguantando la fatídica pregunta de mi tía Enriqueta entre canalón y canalón ¿Nooo tienes noviooo?

Falta muy poco para mi parada Me bajaré enseguida.

No falta nada para mi parada.

La están anunciando ahora.

Yo me levanto, presumiendo con gesto delicado y coqueto. Paso por delante de él que aún sigue sentado y me mira con esa sonrisa. Pero Sorpresa!
Ahora se levanta.

¡Ja! Resulta que él también baja en la misma estación que yo. Quizá sea mi última oportunidad.

Él tiene la intención de salir por otra puerta. Justo la continua a la mía.
Yo me lo miro embobada. El tren empieza a frenar.

Ahora frena del todo de una manera brusca.

Me balanceo

Me sonrojo y seguidamente me preocupo porque no me haya mirado dos segundos antes pues la fuerza de la frenada casi me hace caer y un poco más y me como una barra de acero Aún así yo sigo con mi pose de mujer fatal.

El avisador de las puertas indica que ya se pueden abrir. Alguien aprieta el botón y la mía se abre. La de él también.

Yo bajo, él ya ha bajado y va caminando delante de mí

Lo seguiré pienso. Iré detrás suyo y no lo perderé de vista.

Acelero el paso, intento caminar más deprisa y acercarme a él. Lo miro por los espejos del tren. Él no se da cuenta. Y cada vez camina más deprisa, no por mi, Supongo que tiene prisa.

Yo voy detrás soplando, no estoy en muy buena forma.

Me encantaría tocarle delicadamente la espalda y decirle algo bonito
O quizás gracioso y cautivador Incluso presentarme con algo
ingenioso. Pero si no he sido capaz de aguantarle la mirada aún menos de
hacer una cosa así Me resigno. Me compadezco¡Qué ilusa!

Pero lo seguiré, lo sigo sí. ¡Si lo seguiré hasta el fin del mundo!

Él gira por la calle Petrixol.Yo he de ir justo en la otra dirección.
No lo sigo. ¡Ni de broma!

Llego tarde al trabajo.

Vanessa López