Intríngulis
Había una vez un afortunado que trabajaba
como un desesperado para mejorar en la vida, jugaba y era participe de
todas las loterías, concursos, y premios habidos y por haber, pero
jamás de los jamases le tocó ni un miserable duro. El afortunado
dejo de creer en la suerte y la fortuna, y puso todas sus esperanzas e
ilusiones en prosperar con su trabajo, que para colmo de los colmos era
el de supervisar la máquina que hacía billetes de diez mil
pesetas para el Banco de España.
Pero un buen día al salir del trabajo, cuando iba muy ensimismado
y decaído, mientras se dirigía a su casa ofuscado en sus
disgustos y preocupaciones. Al lado de un excremento de Chiguagua, en
el hoyo de un árbol de propiedad municipal, se encontraba un billete
de mil "pelas", que no hubiera ni visto si no hubiera pisado
la caca. "Crec", se oyó a sus pies.
- ¡ Mierda! -exclamó el afortunado.
No se equivocó mucho, había pisado de pleno aquel regalito
que había dejado a su paso el agraciado perro. Pero el enojo le
duraría poco.
- ¡Os, os
Ostras! -gagueó el afortunado.
Velozmente y con galanura cogió el billete verde y lo miró
asombrado... Pero...
- "¡Chas" - se oyó. Y una humareda lo envolvió.
-¡Ostras, ossstras! - volvió a balbucear.
- ¡Hola, soy la Primi, soy la oportunidad de tu vida. Te voy a conceder
el deseo de tus sueños.
- ¡Ostras, ostras, ostras
- dijo muy lentamente mirando a
la hada de arriba a bajo.
Demasiadas emociones para el afortunado:
- ¡Cálmate, esto no está pasando, estás muy
estresado, sufres alucinaciones o quizás somnolencia yo que sé.
- se comenzó a autoconvencer.
- ¡Eh, tú! Puedes pedirme lo que quieras, con gran gusto
te lo concederé.
- Bien, ¿dónde está la camara? - preguntó
él haciéndose el matachín.
- ¿La cámara? - repitió perpleja Primi.
- La cámara oculta, ¿para qué programa televisivo
es esto? - se impacientaba él con sus conjeturas.
- No. No lo entiendes, yo soy Primi y tú me puedes pedir cualquier
cosa.
Primi tuvo que convencer al afortunado de que todo aquello estaba pasando,
de que no era una broma y de que no sólo existían las hadas
en las películas de Walt Disney. Cuando estuvo convencido:
- Bien, pues
No tengo ni idea de lo que quiero, he soñado
toda mi vida con tantas y tantas cosas
- confesó.
- Bien cielo, pero tienes que pedirme algo. - se comenzaba a extasiar
la hada que nunca había tenido que convencido a nadie para realizar
su gratificante trabajo.
- ¡Ay no sé, no sé! - murmuraba el indeciso.
Le esperaban muchas otras batallas psicológicas a la generosa de
Primi. Y pasaban las horas
- ¿Y un coche? - le daba ideas la hada.
- Bien, podría pedir un coche, pero
Tendría que pagar
el seguro, y el impuesto de matriculación, y me tendría
que sacar el carné, además la gasolina está por los
cielos, y
- ¡Vale, vale! - le frenó ella.
- Podría pedirte mucho dinero, mil millones o miles de miles de
millones pero, ¿qué pasaría?, que me saldrían
amigos hasta debajo de las piedras, y los familiares que creía
que estaban muertos me vendrían a visitar, por supuesto los tendría
que invitar a comer
Hacienda iría a por mi, la declaración
me saldría a pagar, y también me harían ingresar
un veinticinco por ciento de IRPF por toda mi fortuna
bueno no estoy
seguro de esto último y por lo tanto tendría que pagar a
un asesor. Tendría que mudarme a Andorra o a Suiza, por supuesto,
y
Bueno no sigo.
- Eres demasiado ambicioso para ser rico
- le soltó ella
poniéndose las manos a la cabeza.
- Quizás te pida chicas
Pero las mujeres cuando formalizan
las relaciones te piden una casa de quinientos metros cuadrados, un lavavajillas,
que si joyas
, ¡uf!, no no, nada de mujeres.
- Un "pelin" exagerado, ¿no? ¿Por qué no
pides poder y acabamos?, llevamos aquí cinco horas y media.
- Poder
, poder, po-der, pooooooderrr, ¡sí, está
bien el poder! Suena deliciosamente bien, porque con el poder viene todo
lo demás, los coches, el dinero, las chicas
, ¡bah!,
no estaría mal
- decía dubitativo.
- ¡Perfecto, marchando una de poder! - se anticipo la hada que comenzaba
a tener unas ojeras de antología.
- Pero
- le cortó el pesado del afortunado. - Con el poder
viene todo eso más todos los problemas de antes multiplicados con
los que conlleva el poder, porque el poder no viene solo, ¿no?.
Digo yo que tendrá sus inconvenientes. Y no serán pocos,
¿verdad? - prosiguió.
- Buena reflexión. ¿Y belleza? ¿No te gustaría
ser más guapo? ¿Dejar de tener defectos?
- Mira Primi, tienes buenas ideas, eres buena, realmente buena. - La piropeó
él.
- Gracias, llevo años ejerciendo
- Ya que lo dices podría cambiar mi nariz, el color de mi pelo,
mis ojos
, la medida de alguna "cosa"...
- El carácter también si quieres. - añadió
sin indirectas Primi que tenía al afortunado atragantado.
- ¡Oye tú!, ¿qué insinúas? - se molestó
el chico. - No. No quiero cambiar nada de mi aspecto ni de mi forma de
ser, tampoco deseo ser un lumbreras, me saldrían muchos enemigos,
porque hay mucho envidioso suelto, ¿sabes?
- Pero podrías triunfar mucho más en la vida, piensa en
ello, además esto del culto al cuerpo se lleva mucho en los noventa.
Y se hizo de noche
- Me encantaría poder vengarme de alguien.
- Puedes hacerlo, pero
¿En que estás pensando? - se
alarmó Primi que no le gustaba hacer servir su don para realizar
fechorías.
- No nada, nada, era por decir algo como hace una hora y cuarto que no
me hablas.
Al alba:
- ¿Sabes qué te digo? Que yo quiero ser ultrajosamente feliz.
¿Me puedes devolver las mil "pelas"?
Primi desapareció sin despedirse dejando al afortunado con su billete
de tres ceros en la mano, de pie en la acera. Él comenzó
a caminar sonriente mirando su petición como si fuera una galguería.
A lo lejos se oyó:
- ¡Idiota!
Era una voz femenina. El afortunado se giró, pero allí en
la calle ya no había nadie.
Vanessa lópez Vilá
comella_firmet@lycos.es
|