El imperio contra-ataca
Jorge Bolaños
En Nicaragua, se dice que en cosas de política, hasta los ríos se
regresan. Si así fuese, no pudiera imaginarme al gran Desaguadero, el San Juan
de Nicaragua, nuestro río San Juan, única descarga del enorme lago Cocibolca, la madre cuenca de toda esta la América Central,
devolviéndonos toda esa agua hacia atrás, primero inundando al Cocibolca, rebalsándolo, inundando después al Xolotlán, y todo lo demás bajo su paso y peso. Toda Nicaragua bajo tanta agua. Pero eso nunca ha ocurrido.
Tampoco me hubiera imaginado ver en televisión a los señores Alejandro
Martínez Cuenca, Aldo Díaz Lacayo, Álvaro Fiallos Oyanguren, Oscar René Vargas, Orlando Núñez y Ariel
Bucardo, altos cuadros dirigentes y reconocidos intelectuales con una largísima trayectoria dentro del partido sandinista,
exigiéndole al Presidente que tenía que "limpiarles el daño a la
integridad de su buen nombre" por aparecer listados supuestamente como
indeseables por el gobierno norteamericano (la tal "lista negra" que
publicó recientemente el diario La Prensa).
Es irrelevante si la lista es real o falsa, ya que Estados Unidos, como
cualquier otro país soberano, puede tener tantas listas como quiera, cambiarlas
tantas veces como quiera, y reconocerlas oficialmente como quiera o no.
Sin embargo, me sorprende que estos señores sientan que sus nombres han
sido "ensuciados" por el simple hecho de aparecer en una supuesta
lista negra del gobierno norteamericano.
Mas bien, hubiera pensado que deberían haberse sentido
enormemente complacidos, incluso orgullosos. Lo digo porque todos ellos se han destacado
por su larga trayectoria y compromiso con la lucha revolucionaria anti-imperialista, sentimiento que expresaba muy bien aquel
viejo himno sandinista: "luchamos contra el yanqui, enemigo de la
humanidad".
Creo que esa convicción es tan verdadera que muchos de ellos no han
tenido ningún asco en abiertamente externar la opinión que el Presidente Bush debería ser juzgado como criminal de guerra por su
guerra imperialista contra Irak y otros países árabes. Definitivamente es imposible no reconocer su
larga dedicación como verdaderos revolucionarios sandinistas anti-imperialistas, dedicación que aún mantienen a la
fecha.
Además, como buenos partisanos "serviles" del partido
sandinista, disciplinariamente se han opuesto con firmeza a la mayoría de los
intereses manifiestos de la Embajada de Estados Unidos en Nicaragua. Por ejemplo, han cerrado filas en el tema de
la confiscación de propiedades de ciudadanos estadounidenses, donde aún quedan
muchos casos pendientes sin resolver, obviamente de mucha importancia para la
Embajada de los Estados Unidos en Managua.
También se oponen a CAFTA, otra prioridad de
la Embajada Norteamericana. Se oponen
además a la decisión del Presidente Bolaños de destruir el arsenal de SAM-7 en
posesión del ejército nicaragüense, un tema de vital interés para la seguridad
militar de Estados Unidos. La mayoría de
ellos apoyan a Daniel Ortega dentro del partido sandinista. Y todos sabemos que el gobierno de Estados
Unidos no ve con buenos ojos la idea que Daniel Ortega retorne a la
Presidencia.
Dado que su axioma de siempre, desde siempre, por siempre y para siempre,
ha sido precisamente eso de luchar contra el imperialismo yanqui, no entiendo
por qué estos señores aducen sentirse ofendidos por aparecer listados en una
supuesta lista de "indeseables" del gobierno norteamericano. Mucho menos logro entender su ridículo
ultimátum exigiéndole al Presidente limpiarles su nombre. Porque cualquier ama de casa sabe que esta
cosa de la limpieza no es asunto de hacerse una sola vez, sabe que hay que
hacerla a diario para poder vivir limpio.
Me pregunto, entonces, ¿para qué tanta
retórica por tantos años de tanto anti-imperialismo
revolucionario? ¿Para ser los primeros
en quejarse cuando el imperio contra-ataca?
Si es así,
quizás Daniel Ortega debería meditar profundamente sobre aquello que
"solamente los campesinos y los obreros irían hasta el final". Porque parece que la "crema y nata"
de sus ideólogos e intelectuales se están comenzando a resquebrajar.