No es tan difícil entender por qué el partido sandinista tiene que decirle no al Cafta
 
Jorge Bolaños

 
 

En los últimos días, casi todos los grupos organizados del partido sandinista han intensificado su oposición al Cafta (tratado de libre comercio entre Centro América y Estados Unidos). Por ejemplo, la fuerte campaña de los ideólogos de izquierda sandinistas en los medios de comunicación, las amenazas de tomas pacíficas, marchas violentas, asonadas, morterazos, violencia urbana, huelgas, y demás, por los varios grupos organizados del sandinismo, y por último, las posiciones oficiales de diputados y magistrados sandinistas en los poderes del estado. Es obvio que el partido sandinista está poniendo bastante músculo para oponerse a la ratificación de Cafta. Y es fácil entender por qué el partido sandinista tiene que decirle no a Cafta, y por qué solamente puede decirle que no.

El partido sandinista bajo el liderazgo de Daniel Ortega, siempre se ha caracterizado por sus posiciones “anti”, así que no debe sorprendernos que sea anti-Cafta. Igual que todos sus ideólogos de izquierda, sus organizaciones de choque, sus dirigentes, todos en sincronía, todos en unísono, también tienen que decirle no a Cafta. ¿Qué otra cosa pueden decir? ¿Acaso piensan por ellos mismos? Basta ver las declaraciones del alcalde de Managua, quien públicamente ha reconocido que “él no piensa por cuenta propia” y que “obedece instrucciones del partido”, o sea, que es un partisano “servil” al servicio de Daniel Ortega. Basta recordar aquel viejo grito de guerra sandinista: “Dirección Nacional, ordene”, o lo mismo, “Daniel, ordene”.

Nicaragüenses todos: decirle no a Cafta es decirle no a Nicaragua, es decirle sí a la pobreza. Es así de simple.

Cafta le puede permitir a Nicaragua y sus socios centroamericanos comenzar ese despegue económico para transitar de la pobreza al bienestar. Cafta nos da acceso a un mercado gigantesco que sí puede servir como un verdadero eje de crecimiento. No es lo mismo un mercado de 30 millones de centroamericanos con ingreso per capita promedio de 1,500 dólares anuales (el nicaragüense tiene un ingreso promedio de 700 dólares anuales), que un mercado de 250 millones de estadounidenses con ingreso per capita de más de 40,000 dólares anuales. Y Cafta garantiza un acceso privilegiado a ese mercado, a ese enorme mercado donde podemos vender lo nuestro. Y estamos posicionados a menos de 2 horas de distancia de ese mercado.

Lo más interesante de Cafta es que nos permite vender nuestros productos tradicionales, esos productos campesinos, orgánicos, naturales, a ese cada vez más creciente y más pujante mercado étnico de los miles de nicaragüenses, centroamericanos y demás latinoamericanos que han emigrado a los Estados Unidos. Con Cafta podemos vender “lo nuestro” a “los nuestros”, a esos “paisanos” que viven y trabajan allá, que ganan en dólares, y que quieren pagar en dólares por lo que aquí pagamos en córdobas. Y hay tanto de lo nuestro a vender allá: la chicha, el maíz, el elote, la güirila, el yoltamal, el nacatamal, los frijolitos, el maduro, el queso seco, la cajeta, la jalea de guayaba, los puros, el Flor de Caña, la Victoria, la Toña, además de la mecedora, la hamaca, y tantas otras cosas.

Cafta también permite atraer capital extranjero que vendría a invertir a Nicaragua porque desde aquí ellos pueden acceder el mercado estadounidense. Sin Cafta ese capital no encontraría Nicaragua, un lugar atractivo para invertir. O sea, Cafta le permitiría a Nicaragua ser atractiva para inversionistas de gran capital necesarios para generar los puestos de trabajo y así generar la riqueza que los nicaragüenses anhelamos. Y sin esas inversiones grandes de capital, será difícil lograr el despegue económico que necesita Nicaragua.

Por tanto, el partido sandinista tiene que decirle no a Cafta, ya que el sandinismo solamente puede florecer si Nicaragua está empobrecida, donde sus viejas tácticas de caos y violencia son efectivas para garantizar su permanencia en el poder y poder acceder a la Presidencia de la República, o sea, al “poder”. Creo que Daniel Ortega es la mejor oferta política si queremos perpetuar la pobreza del nicaragüense, no importa su discurso retórico. Daniel y la comandancia sandinista sí viven como oligarcas corruptos, zánganos explotadores y politiqueros demagogos, en la más amplia opulencia, mientras el pueblo vive en la oscuridad y la pobreza. Daniel promete llevarnos a “la tierra prometida”, ese mundo color chicha, donde él es siempre rey, su esposa es siempre reina, y todos los demás, cualquiera de los demás, somos los pobres “que se creyeron el cuento”. Por lo menos yo creo que Daniel Ortega está dispuesto a pasar a la historia, aunque sea como el único dictador que logró destruir su propio país dos veces, con menos de veinte años de intervalo. Quizás así supere a Nerón, quien incendió Roma una sola vez, o a William Walker, quien incendió Granada una sola vez.

Nicaragüenses, ¿tenemos que pasar por otra “noche oscura” por el placer, el puro placer, el indisoluble placer de placer a Daniel Ortega? Digámosle no a Daniel. Digámosle sí a Nicaragua.