¿Nadie ve vergonzoso esto del combate a la pobreza? *

 

Jorge Bolaños

En la página Web del Banco Mundial se puede leer la estrategia económica presentada por su presidente James Wolfensohn, que dice que el combate a la pobreza es la mejor manera de garantizar la paz y la seguridad. Y casi todas las agencias de desarrollo en la actualidad hablan igual. Y para mi sorpresa, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) donde trabajé como científico de maíz por más de quince años, también hoy día define su objetivo central como el combate a la pobreza, y ya no a la genética del maíz y trigo que había sido su mandato desde su fundación.

En los países de origen de los fondos de la cooperación ser un combatiente de la pobreza suena como un noble objetivo. ¿Y quién puede estar en contra de ayudarle a los pobres a ser menos pobres? Sería algo así como estar en contra del pueblo, casi en contra de Dios mismo. Pero yo firmemente creo que es un enorme error plantearse como objetivo la reducción de la pobreza en vez del crecimiento económico o la generación de riqueza (formulación positiva en vez de negativa), a como se hablaba antes.

Primero, el objetivo es combatir la pobreza, pero nunca se alcanza salir de la pobreza porque la misma definición del objetivo lo impide en su gramática más básica. Al final la pobreza sigue allí, solamente que es un poquito más chiquita porque fue reducida, pero uno siempre es pobre, solamente que un poquito menos que antes. O sea, tienen que haber pobres para que pueda haber programas para la reducción de la pobreza de esos pobres. Es algo parecido a un médico diciéndole a su paciente, “solamente te vamos a reducir la enfermedad, te vamos a hacer un poquito menos enfermo.”

Y decir que en la última década la pobreza se ha reducido en Nicaragua, que los programas de alivio a la pobreza han funcionado con eficiencia porque la cantidad de pobres en condiciones de extrema pobreza (ingreso per capita de 1.5 dólar al día) ha disminuido significativamente aumentando así la cantidad de pobres en condiciones de moderada pobreza (ingreso per capita de 2.0 dólar al día) me parece vergonzoso.

Y, ¿qué le va quedando en el inconsciente a Juan Pobre, quien oye siempre ese mismo mensaje? Nunca esperará una salida airosa a su pobreza, ya que la energía para salir de la pobreza depende de las acciones de los programas de combate a la pobreza y no de las acciones que pueda tomar él mismo. Así que mejor “condenate a ser siempre pobre”, Juan Pobre, y “esperá a que otros te saquen poco a poco de la pobreza”. Y esto tiene que producir distorsiones subliminales enormemente negativas a largo plazo.

Sin embargo, antes el lenguaje de cualquier economista de desarrollo y de las instituciones como el Banco Mundial era lograr más crecimiento económico, mayor crecimiento del PIB (ya sea el PIB total o PIB per capita o PIB expresado de cualquier manera), o sea, más valor agregado, más producción de bienes y servicios, más riqueza, más bienestar. Y esta formulación en el sentido positivo tiene un efecto sicológico diferente, ya que la acción misma motiva al sujeto a aumentar su riqueza, lo que de por sí implica que el sujeto es rico y que se puede hacer aún más rico.

La energía se basa en el postulado que cualquiera tiene la capacidad de generar riqueza y ser más rico a través de su propio trabajo productivo. Y para esto se requiere de inversión productiva y no de “gasto” en programas de combate a la pobreza. La perpetuación de la pobreza no es una meta noble, es precisamente lo contrario. ¿Cómo es posible que tantos economistas y/o tantas instituciones respetables insistan en estas metas? ¿Qué pasó con los principios básicos de economía? Y como soy mal pensado, termino pensando mal.

* Artículo publicado en El Nuevo Diario, Enero de 2004