Sobre el sentido de la ética
Carmen Zavala (Asociación
Cultural Educativa Buho Rojo)
Ante la aparente falta de preocupación por los valores morales
en la sociedad peruana en camino a la globalización cabe plantearse
la siguiente pregunta:
¿qué cosa es lo que causa que los hombres creen valores
morales? y en consecuencia ¿cuáles son las causas de un eventual
desinterés por los mismos?
Es obvio que los valores morales nos son transmitidos de generación
en generación de padres a hijos, lo cual ya implica tácitamente
la responsabilidad moral asumida por una generación de transmitir
sus valores a la siguiente. Esta tradición no se basa en una nobleza
de carácter difundida masivamente, sino en la conciencia de la necesidad
de establecer un espacio de tranquilidad mínima para desarrollar
el ejercicio de la razón. El hombre ha aprendido a lo largo de las
primeras generaciones de su existencia en la tierra, que el desarrollo
de la razón le permite sobrevivir más gratamente y que esta
razón no se puede desarrollar si tiene que estar cuidándose
de que no lo quieran comer, violar o matar en cualquier momento a él
o a las personas con las que empieza a establecer una relación racional.
Se van estableciendo así las primeras leyes morales en los grupos
nómades aún no organizados en lo que hoy llamaríamos
familias.
En nuestra sociedad contemporánea la responsabilidad de continuar
con la tradición enseñando los valores morales, considerados
ahora mínimos para poder desarrollar la razón, es asumida
principalmente por la familia o por alguna asociación de personas
que tratan de simular los lazos familiares, dada la desintegración
de lo que pudo ser una familia clásica por parte de las carencias
y presiones económicas y sociales surgidas dentro de un Estado que
se desentiende de las funciones que fundamentan su existencia.
Para profundizar en este punto será apropiado valernos de la
división de la sociedad en tres niveles por parte de Hegel: en Estado,
Sociedad Civil y Familia, pues la tradición occidental ha logrado
imponer la división en estos tres conceptos en las sociedades liberales
contemporáneas de modo que el común de la gente la asume
como algo de alguna manera natural e inherente a la organización
racional de los seres humanos.
Estos tres niveles de organización tienen como característica
el que sus miembros se mantienen unidos gracias a que deciden asumir un
espíritu de cuerpo.
Pasaremos a analizar estos tres tipos de espíritu de cuerpo,
qué tipo de vínculos se establecen entre sus miembros y cuál
es nuestra responsabilidad al asumirnos como parte de cada uno de ellos.
1. Tipos de espíritu de cuerpo
1.1. Espíritu de cuerpo con nuestro Estado.
Hegel presenta las cosas de modo tal, que el Estado resulta siendo
el fin último de las personas, ya que éstas sólo
pueden desarrollarse libremente, es decir racionalmente, dentro del Estado.
Efectivamente si uno considera que sólo dentro del Estado uno se
desarrolla plenamente como ser humano haciendo uso de sus facultades racionales,
entonces en tanto que uno forma parte del Estado y en tanto que formándolo
uno lo fortalece, es consecuente que uno obedezca las leyes de ese Estado.
Esto vale también en los casos en que las leyes sean desfavorables
a uno o en caso de que parte de esas leyes no parezcan justas, pues aún
si fueran injustas forman parte de un conjunto de leyes, que tiene una
cierta lógica interna, por la cual se considera que es todo el conjunto
de las leyes el que es necesario (inclusive aquellas leyes sobre las que
no hay consenso sobre su racionalidad). Por eso es que Sócrates
le plantea a Critón (50c - 51e) que él no podría justificarse
ante los atenienses si huyera, burlando las leyes de Atenas, ya que toda
su existencia (matrimonio de sus padres, educación) se deben a ellas.
Y así aunque las leyes pareciesen ocasionalmente injustas, no se
las puede atacar o desautorizar, al igual que los hijos obedecen a sus
padres, aún en los casos en que éstos puedan estar obrando
injustamente.
Al hecho de asumir esta posición se le podría llamar
formar espíritu de cuerpo con el Estado.
1.2 Espíritu de cuerpo con nuestra familia
Tal como hacemos con el Estado, también dentro de la familia
solemos hacernos de la vista gorda cuando por allí miembros de la
familia cometen actos, que a nuestro parecer son totalmente inmorales.
Esta actitud es resultado del espíritu de cuerpo con la familia.
Si bien el hecho considerado inmoral se discute en familia, en última
instancia se suele aceptar de todos modos al miembro inmoral. Esto vale
con respecto a los padres e indirectamente con respecto a los demás
miembros, por respeto a los padres, y también con respecto a los
hijos por salvaguardar la integridad de la familia. Esto quiere decir que
no nos solemos sentir con autoridad moral para enjuiciar a nuestros padres,
casi independientemente de lo que hayan hecho, al igual como Sócrates
plantea, que no tendríamos derecho a poner en juicio las leyes de
la polis, pues a ellas debemos nuestra esencia y existencia. Por otra parte
tampoco solemos expulsar a nuestros hijos de la familia aunque actúen
contra nuestros principios morales, porque son ellos los que constituyen
la familia y su expulsión implica la disolución parcial o
total de la familia. Sin embargo hay ciertas reglas internas de comportamiento,
de los miembros de la familia entre sí, que son decisivos para la
existencia de la familia, como veremos más adelante.
1.3. Espíritu de cuerpo con grupos de la sociedad civil
Desde niño uno aprende a salir en defensa de su grupo de amigos,
o de cualquier otro grupo del cual uno haya llegado a formar parte (clase,
colegio, equipo de deportes, etc.). Más tarde este espíritu
de cuerpo se puede ampliar a incluir también formas más organizadas
de espíritu de cuerpo como pertenencia a sindicatos, partidos políticos,
comunidades religiosas, etc. Estas formas más organizadas de espíritu
de cuerpo se diferencian de las otras, porque giran alrededor de un interés
específico y voluntariamente elegido. Como uno ha elegido voluntariamente
pertenecer a una de estas organizaciones, a uno le puede parecer más
fácil salirse de ellas, si los miembros de esas organizaciones hacen
cosas que uno considera inmorales. Tampoco se hace tan difícil expulsar
a uno de los miembros de la organización, que según la mayoría,
se comporta inmoralmente. Hay dos motivos por lo que esto resulta ser así.
Primero, la razón específica y expresa de la existencia de
la organización es perseguir un fin considerado como necesario y
moralmente deseable por todos sus miembros (mejorar las condiciones de
vida en el campo laboral, mejorar la vida en general, etc.). Por lo tanto
no tiene sentido seguir dentro de la organización si ésta
ha perdido su razón de ser. Por otra parte, no tiene sentido mantener
dentro de la organización a miembros que no persiguen el mismo fin
que aquel para el cual la organización ha sido creada.
Proseguiremos nuestro análisis viendo qué formas toman
estos tres niveles de espíritu de cuerpo en la práctica y
qué leyes morales rigen estas formas.
2. Formas que toma el espíritu de cuerpo y leyes morales que rigen a estas forma.
2.1. El lazo familiar
El lazo familiar es indudablemente el que suele unirnos más
incondicionalmente. Esto se refiere al lazo de la familia inmediata (padres,
hijos y hermanos), y sólo si es el sentir de los padres que el lazo
se amplíe al resto de la familia (entonces por respeto y espíritu
de cuerpo con los padres) ampliamos nuestro espíritu de cuerpo.
Para poder desarrollarse plenamente la razón necesita de un
espacio de respeto consecuente de un conjunto mínimo de leyes morales
y este espacio en nuestra sociedad lo encuentra en los primeros años
de su desarrollo en la familia.
Los padres suelen enseñar una serie de dogmas a sus hijos, que
estos asumen como prejuicios. No son juicios, porque los niños no
suelen juzgar los dogmas, que se les enseña y además no están
en la mayoría de los casos en capacidad de juzgarlos sabiamente,
porque les falta experiencia de vida (salvo en aislados casos, cuando los
dogmas enseñados por los padres se contradicen flagrantemente y
los hijos hacen uso de su capacidad de razonar, que está en desarrollo).
En la mayoría de los casos los niños simplemente aceptan
los dogmas enseñados, como prejuicios. Cuando reflexionamos sobre
nuestros prejuicios y después de una reflexión llegamos a
la conclusión de que éstos pueden ser universalizables y
que son útiles y necesarios para lograr una vida mejor (imperativo
categórico), entonces los llamamos valores morales. También
hay prejuicios negativos. Estos se caracterizan por no ser universalizables,
ni necesarios.
El niño que se ha vuelto hombre dentro del espacio de las leyes
morales en las que sustenta la familia, se ha dado cuenta de las ventajas
que tiene plantearse leyes morales para poder hacer uso libre de su razón,
ya sea porque ha disfrutado del desarrollo libre de su razón dentro
de un espacio de respeto consecuente de leyes morales o porque ha percibido
que este espacio le ha faltado (el caso de los que se han educado en familias
dónde la regla es no ser moralmente consecuente).
Este hombre, desde niño, aprende a buscar espacios en donde
pueda ejercer su razón también fuera del núcleo familiar
(amigos, compañeros de clase, etc.).
Cuando toma de alguna manera consciencia de que su libertad para desarrollar
su razón, sólo puede darse bajo el presupuesto y la certeza
del respeto de ciertas leyes morales mínimas, entonces, este hombre
se une en una organización junto a otros hombres que han llegado
a la misma conclusión. Según las leyes morales que ellos
consideran mínimamente necesarias para poder usar libremente su
razón, se organizan en sindicatos, partidos políticos, comunidades
religiosas, grupos de amigos, bandas criminales, etc.
Explicar el por qué de la incondicionalidad de los lazos familiares
directos, es decir, explicar el por qué y el cómo surge este
espíritu de cuerpo dentro del núcleo familiar es trabajo
de la sicología fenomenológica. Hegel afirma que este tipo
de espíritu de cuerpo sería el sentimiento de amor, "el ser
consciente de mi unidad con otros, de modo que no estoy aislado para mí,
sino que solo logro alcanzar mi autoconsciencia al renunciar a mi ser-para-sí
y al saberme como unidad con el otro y como la unidad del otro conmigo"
(1). Lo que acá Hegel está definiendo, es en realidad
el espíritu de cuerpo en general, pero no explica, en qué
se diferencia el sentimiento particular del supuesto amor familiar de aquel
que uno siente por ejemplo por un amigo.
El amor no es tema de esta exposición, pero me atrevo a asegurar,
que al igual que la razón, la capacidad de amar necesita antes
que nada un espacio donde desarrollarse libremente, para luego poder desplegarse.
Así pues en el amor sublime aparentemente irracional que Sócrates
expone en su segundo discurso en el Fedro, se sobreentiende que por lo
menos uno de los amantes es un sabio, que se entrega por entero al amor.
Y este sabio se educó y entrenó su razón libremente
dentro de una familia. Así en las familias muchas veces hay amor,
pero lo que realmente las mantiene unidas es el espíritu de cuerpo
de los lazos familiares. Es decir, donde hay espíritu de cuerpo
no necesariamente hay amor, pero donde hay amor siempre hay espíritu
de cuerpo. Es bien sabido, que no en todas las familias las relaciones
se pueden llamar amorosas. La mayoría de las veces lo que la gente
llama amor familiar no es más que el espíritu de cuerpo del
que hemos estado hablando.
Lo que sí nos dice Hegel es que este sentimiento desaparece
en el Estado, donde uno es consciente de la unidad de éste,
que es la ley. En el Estado, según Hegel el contenido tiene que
ser racional, y es necesario conocer ese contenido.
Volvamos a la primera afirmación de que el espíritu de
cuerpo de la familia, o el amor, como lo llama Hegel, se da en la familia,
sin que sea necesario que su contenido sea racional y sin necesidad de
que yo sepa cual es su contenido, es decir sin que hayan leyes internas
algunas de las cuales yo deba ser consciente.
Esto obviamente es incorrecto. Hay leyes morales claras sobre las que
se sustenta la familia. Por ejemplo: los hijos no eliminarán a los
padres, no habrán relaciones sexuales entre padres e hijos, etc..
Cuando las leyes morales que sustentan la familia se rompen abiertamente,
el lazo familiar se disuelve, y por lo general la familia se desintegra.
Cuando ésto ocurre sin el conocimiento declarado de los demás
miembros, se estaría en un caso de "ilegalidad" encubierta. Normalmente
en esos casos tarde o temprano la verdad se conoce y en consecuencia se
disuelve el lazo familiar. No es casual, que la problemática de
las leyes morales que sustentan la familia ya haya sido tematizada por
los griegos en el famoso Edipo Rey. Después del rompimiento de las
leyes morales sustentadoras de la familia aunque este rompimiento no fuese
voluntario, nadie, ni siquiera el propio Edipo consideraban que hubiese
aún sustento alguno que justificase la continuidad de las uniones
familiares, hijo-esposo - madre-esposa, y la desgracia de haber roto con
los valores morales persigue a la descendencia de Edipo hasta el final
en Antigona. Es en Antigona donde se retoma el tema de la contraposición
de las leyes familiares y las leyes del Estado: Antigona siente, que debe
volver a constituir las bases de la familia que son las que justifican
la existencia primera del Estado, y lo hace cumpliendo las leyes morales
básicas de la familia, ejemplificado en la persistencia aparentemente
irracional de enterrar a sus hermanos. Aunque con ello inevitablemente
se enfrenta abiertamente a la muerte, Antigona siente la necesidad de recuperar
ese espacio mínimo elemental para el desarrollo de la vida racional
de todo ser humano, anterior al Estado y fundamento de éste.
¿Por qué los miembros de esas familias no se sentirían
ya ligados al espíritu de cuerpo familiar, es decir, por qué
se consideraría que se ha roto el pacto? Parece obvio que es, porque
hay una serie de prejuicios que sustentan la existencia de la familia,
y a este tipo de prejuicios solemos llamarlos leyes morales. ¿Por
qué no se debe matar a los padres o tener relaciones padres-hijos,
es decir, por qué hay que aceptar ciertas leyes morales mínimas?
Lo cierto es que para poder desarrollarnos dentro de un espacio de tranquilidad
sicológica éstas son premisas necesarias, y mientras más
leyes morales se sigan en una familia, más posibilidades de poder
desarrollar libremente su razón tendrá uno, pues tendrá
por lo menos la certeza de un espacio de ejercicio de ciertas leyes morales,
de modo que pueda dedicarse a hacer uso libre y efectivo de su razón
allí. De lo contrario, los traumas sicológicos que surgen
dentro de una familia donde no se siguen consecuentemente las leyes morales
autoimpuestas, conllevan necesariamente a limitaciones (tal vez subconcientes)
de la razón. También es cierto, que si bien el seguir ciertas
leyes morales tiene consecuencias positivas, no necesariamente seguimos
esas leyes morales pensando en esas consecuencias, sino que las seguimos
por puro y simple prejuicio.
Hegel por otra parte afirma que en el Estado desaparece ese amor, que
Hegel define, como lo que en el presente trabajo estamos llamando espíritu
de cuerpo, afirma que recién en el ámbito del Estado el contenido
de la unidad es racional, y recién allí tendríamos
que conocer su contenido. Sobre esto volveremos más adelante.
2.2 Los prejuicios positivos o los valores morales y la ética
Según las leyes morales que las personas a partir de su
experiencia familiar en los primeros años de sus vidas llegaron
a considerar como mínimamente necesarias para poder usar libremente
su razón, se organizan más tarde como vimos en sindicatos,
partidos políticos, comunidades religiosas, etc. Dentro de estas
estructuras de organización se sigue un código ético
que es el que sus miembros consideran por consenso ser el más deseable
para llegar a realizar los fines de la organización. Si bien
el código ético tiene la pretensión de ser seguido
con convencimiento por todos los miembros de la organización, esto
no siempre sucede, porque no todos los miembros están plenamente
convencidos de que para conseguir el objetivo de la organización
sea necesario cumplir con todo el código ético establecido
(código ético que va mucho más allá de las
leyes morales mínimas necesarias para que la razón se desarrolle),
o porque ni siquiera están plenamente convencidos de la necesidad
de alcanzar el objetivo de la organización de la cual forman parte,
sino que forman parte de ella para llenar el vacío de la falta de
un espacio de consecuencia moral mínima para el desarrollo de su
razón individual.
Por ejemplo, muchas personas deciden formar parte de una iglesia o
un partido político porque creen en los objetivos de esta iglesia
o partido, sin embargo pueden discrepar en algunos puntos en los valores
éticos que la organización establece como necesarios para
conseguir el objetivo. Así mismo muchas personas forman parte de
una iglesia o partido porque buscan crear el espacio de consecuencia moral
mínimo en una relación de amistad o de amor con personas
que forman parte de esta organización y no porque persigan los fines
de dicha iglesia o partido político. En ambos casos ejemplificados,
la aceptación de los valores éticos de la organización
es entendida por estas personas como una concesión que le hacen
a la organización para poder entablar los lazos de amistad o de
amor que piensan que cubrirá sus necesidades insatisfechas de un
espacio de consecuencia moral mínima para el desarrollo de su razón.
En el Perú se suele llamar fanáticos a aquellos que creen
en los objetivos de su organización y en los valores éticos
que esta propone como medios para alcanzar dichos objetivos y en cambio
hay una identificación y aceptación cómplice con los
dos casos ejemplificados, es decir, con aquellos que se valen de las organizaciones
para suplir necesidades de otro tipo más elementales. Más
adelante analizaremos cómo esto se reflejaría en el aspecto
de la falta de valores en el Perú de hoy.
2.3. La identidad nacional o religiosa y el patriotismo.
Cómo se explicó en el acápite 1.1., y tal como
decía Hegel, los hombres sólo realizan plenamente su capacidad
racional en un Estado.
El Estado es una versión de la familia en macro. Tal como el
hombre le debe su existencia a su familia, y su libertad de razonar, al
espacio de coherencia y consecuencia en la aplicación de leyes morales
que le ofreció su familia; la familia le debe su propia existencia
como familia, al hecho de que existan muchos grupos de familias, que permitan
que los valores morales que son la base de su existencia (como vimos en
el acápite 2.1.) se mantengan vigentes. Este grupo de familias puede
organizarse en comunidades, que a lo largo de la historia van formando
una tradición común de valores morales. Cuando estos valores
morales van ligados al sentimiento de propiedad privada colectiva de la
tierra en la que viven se lo llama sentimiento patriótico. También
pueden organizarse al margen de Estados existentes en comunidades religiosas
o políticas, como sucedió con los quáckeros o en el
Perú con los "israelitas del nuevo pacto".
Sin embargo lo más común es que no haya acuerdos muy
claros de cuales deban ser las leyes morales mínimas que rijan a
una organización comunitaria. Es por eso que las familias por lo
general forman parte de Estados. Como bien vió Hegel (aunque más
adelante entraremos en detalle sobre esto) en el Estado lo que rige es
la ley, un paquete de leyes que es la expresión de cómo se
ha desarrollado históricamente el consenso sobre lo que es aceptado
como necesario para poder desenvolverse libremente. El espíritu
de cuerpo que forman las personas que integran el tipo de Estado que en
la sociedad contemporánea tiene su principal sustento en una misma
ubicación geográfica por varias generaciones, se llamaforman
parte de Estados. Como bien vió Hegel (aunque más adelante
entraremos en detalle sobre esto) en el Estado lo que rige es la ley, un
paquete de leyes que es la expresión de cómo se ha des cuerpo
que forman las personas que integran cuerpo que forman las personas
que integran el tipo de Estado que en la sociedad contemporánea
tiene su principal sustento en una misma ubicación geográfica
por varias generaciones, se llamaforman parte de Estados. Como bien vió
Hegel (aunque más adelante entraremos en detalle sobre esto) en
el Estado lo que rige es la ley, un paquete de leyes que es la expresión
de cómo se ha desarrollado históricamente el consenso sobre
lo que es aceptado como necesario para poder desenvolverse libremente.
El espíritu deesta romper con el espíritu de cuerpo, pues
desligados de la necesidad primaria de poder siquiera desarrollar la razón,
es decir, con pleno uso de nuestras facultades racionales desarrolladas,
hemos decidido asumir un espíritu de cuerpo con otros (grupo de
amigos, colegas, partido político, iglesia, etc.). Así, si
vemos que nuestro mejor amigo comete un acto moralmente totalmente desdeñable
para nosotros (por ejemplo, humilla inútilmente a otra persona ante
sus hijos, o viola a un menor; el límite de la tolerancia lo pone
cada uno de nosotros) podemos optar por romper con el espíritu de
cuerpo, lo que en la práctica significa dejar la amistad, alejarse
del colega, etc. ¿Qué pasa si "perdono" (o hago de la vista
gorda) a esa persona y mantengo ese espíritu de cuerpo? El motivo
por el cual ese espíritu de cuerpo se creó, fue para tener
un espacio de certeza de la validez de ciertas leyes éticas mínimas
para poder desarrollar libremente mi razón. Si resulta que uno acepta
el riesgo de que dentro de ese espíritu de cuerpo alguien, por ejemplo,
lo humille a uno inútilmente ante sus hijos, o "moleste" a sus hijos,
la persona afectada habrá retrocedido en sus posibilidades del uso
libre de su razón, porque estaré más atenta a que
eso no ocurra, que al intercambio de opiniones y uso de la razón
en general. Como en pleno uso de su razón y sin que haya circunstancias
externas extremas justificadoras (guerra, miseria, prisión, etc.)
uno ha decidido retroceder en sus premisas sobre lo que deberían
ser las leyes morales mínimas, uno se hace responsable (resulta
siendo inevitablemente responsable) de las consecuencias que conlleva esta
decisión. La responsabilidad no es por otra parte un criterio
moral en sí. Es "ser la causa de la falta de algo en la existencia
de otro, de modo tal que ese ser-la-causa se determina a sí mismo
como 'deficiente' a partir de su para-qué" (2), como lo entiende
Heidegger. Así, si uno se hace responsable de que las leyes morales,
que uno considera mínimamente necesarias para que haya un espacio
de libertad de desarrollo de la razón, no se cumplen con respecto
a uno mismo o a los miembros de su familia o a los demás miembros
con los que ha establecido una relación de espíritu de cuerpo,
entonces entrará en contradicción consigo mismo y al haber
causado la ruptura del espacio de libertad que uno necesitaba, la razón
de uno entrará en crisis (miedos, inseguridades, complejos de culpa
y demás trastornos sicológicos, que no le permiten hacer
un uso libre de su razón)
3.2. Responsablidad y límites de la tolerancia a la inconsecuencia moral o ética dentro de la familia.
Lo mismo que ocurre en la sociedad civil, ocurre en la familia. Con la diferencia de que, como se dijo, los lazos familiares son mucho más incondicionales, que los lazos que unen las relaciones de espíritu de cuerpo en la sociedad civil. Esto probablemente era como dijimos porque el niño aprende allí sus primeros prejuicios, que le permiten desarrollar su razón dentro de un marco de leyes establecidas. El hijo se va dando cuenta (aunque sea subconscientemente, lo cual si bien tal vez no se refleje en su discurso, se suele reflejar en sus actitudes y actos) de que este tipo de espacios de leyes establecidas permite que se desarrolle su razón, lo que le hace darse cuenta de la necesidad de que prevalezca la familia como institución humana, y tratará de que esta no se disuelva, lo que además indirectamente lo llevará a considerar necesaria la defensa del Estado. Sucede obviamente también que hay personas que por razones que han de estudiarse por la sicología fenomenológica, no desarrollan la capacidad de desarrollar un espíritu de cuerpo dentro de la familia (suponiendo que en la familia se dé el espacio necesario, para que los hijos aprendan; el caso contrario lo hemos analizado en el acápite 2.1.) y logrando disolver la familia o siendo expulsados por ella van hacia su autodestrucción. Estas personas son las que en relación al Estado serían los delincuentes, vagos, drogadictos, etc., que si no asumen un espíritu de cuerpo con la familia, menos aún con el Estado.
3.3. Responsabilidad y límites de la tolerancia a la inconsecuencia
moral o ética dentro del Estado
Como vimos en el punto 2.3., el Estado es el espacio necesario que
permite garantizar que las leyes morales de cada familia se respeten y
que por lo tanto , posibilita, que la persona desarrolle libremente su
razón dentro y fuera de la familia. Si el Estado cumple con ofrecer
ese espacio que permite el desarrollo libre de la razón dentro y
fuera de la familia, hay que defenderlo incondicionalmente (por las razones
que explica Sócrates a Critón) (3).
¿Pero si el Estado no ofrece tal espacio? Cuál sería
el propósito de continuar formando parte de un Estado tal? Por lo
antes visto, vemos ahora que el problema no sólo sería que
ese Estado no garantiza que las familias puedan mantener sus valores morales,
lo que es el sentido de la existencia del Estado ( y en tanto ese es su
sentido, el Estado es el fin último de la persona), sino que a su
vez, en este caso representa una amenaza vital, en tanto que este Estado,
a través de su gobierno ejerce una fuerza contraria a los hombres
que lo conforman, de modo que éstos tampoco son libres de formar
otro Estado que cubra la necesidad de brindar un tal espacio. Esto quiere
decir, que si uno no puede enseñarle a su hijo las leyes morales
que considera mínimas, para que éste pueda ejercer plenamente
su razón, su responsabilidad para con su hijo pasa a primer plano,
y para salvar el espíritu de cuerpo al interior de la familia, es
decir salvar la familia, uno tendrá que renunciar al espíritu
de cuerpo con el Estado existente y buscar formas alternativas de salvar
el espíritu de cuerpo dentro de la familia, que es la fuente del
uso de la razón (por lo visto en el acápite 2.2.), es decir,
buscar y plantear nuevas formas de Estado (no sólo de gobierno)
que reemplacen al antiguo.
Conclusiones:
El sentido de la ética es pues hacer posible el espacio necesario
para que se desarrolle la razón humana.
En el caso de un Estado como el peruano, que no ofrece las condiciones
económico sociales para que la mayoría de las familias puedan
subsistir unidas y ofrecer un espacio de coherencia con respecto a ciertos
valores morales mínimos para el desarrollo de la razón de
sus hijos, es natural que surja departe de la juventud un desinterés
por la institución familiar que en muchos casos no cumple ya su
función de ser un espacio donde la persona pueda "bajar la guardia"
y en vez de estar cuidándose de no ser agredida de alguna manera
por los demás, como suele ocurre fuera de ella, pueda expresarse
con mayor libertad y desarrollar así con mayor plenitud su razón.
Este tipo de espacios que ofrece la posibilidad de permitir un mayor desarrollo
de la razón puede por supuesto ser asumido por otro tipo de organización
que no sea la familia, de lo que se desprende que la división hegeliana
en tres niveles en realidad sólo describe una realidad política
de occidente de su época. Esa realidad política no
ha cambiado en este aspecto hasta ahora. Sin embargo no tiene carácter
de necesidad el que estemos organizados en estos tres niveles. De hecho
en el Imperio Incaico el nivel de la "sociedad civil" no se daba y en el
Estado propuesto por Platón desaparecen tanto la sociedad civil
como la propia familia.
En lo que respecta al Estado, este al haber perdido en el caso peruano
el sentido de su existencia, es mirado con desinterés por parte
de la población lo que se refleja en un desinterés generalizado
por las posibilidades de expresión política que este Estado
le permite (elecciones, discusiones del congreso).
Con la salvedad que según Hegel ese espíritu de cuerpo
en la familia es el amor. El amor no es tema de esta exposición,
pero me atrevo a asegurar, que al igual que la razón, la capacidad
de amar necesita antes que nada un espacio donde desarrollarse libremente,
para luego poder desplegarse. Así pues en el amor sublime aparentemente
irracional que Sócrates expone en su segundo discurso en el Fedro,
se sobreentiende que por lo menos uno de los amantes es un sabio, que se
entrega por entero al amor. Y este sabio se educó y entrenó
su razón libremente dentro de una familia. El punto es que en las
familias muchas veces hay amor, pero lo que realmente las mantiene unidas
es el espíritu de cuerpo de los lazos familiares. Es decir, donde
hay espíritu de cuerpo no necesariamente hay amor, pero donde hay
amor siempre hay espíritu de cuerpo. Es bien sabido, que no en todas
las familias las relaciones se pueden llamar amorosas. La mayoría
de las veces lo que la gente llama amor familiar no es más que el
espíritu de cuerpo del que hemos estado hablando. Este es el caso
de Hegel.
El problema real de todo esto es que Hegel no ve la posibilidad de
que la voluntad de establecer un espíritu de cuerpo en la familia
no se plasme en las leyes del Estado. Pero esto sucede frecuentemente.
Y los griegos eran concientes de esa posibilidad por lo que plantearon
el extremo de esta contradicción y sus consecuencias en las tragedias
de Edipo y Antigona.
La muerte de Antigona, a mi parecer, no es una de resignación
espiritual y humildad como piensa David Lamb (4), sino una de enfrentar
la realización del hecho de que para poder reconstruir el uso libre
de su razón para ella y su eventual descendencia (la hermana representa
en cambio para Antígona el patético continuar viviendo sin
desarrollar la razón), es necesario reconstruir los valores morales
de su familia. El cumplir con esa necesidad primordial, anterior a la del
Estado mismo, por todo lo antes expuesto, es lo que la hace enfrentarse
a una muerte certera, pero inevitable.
Hegel no vio pues (ni quiso ver tampoco), que cuando esas contradicciones
se dan, hay que hacer algo al respecto, para reestablecer el sentido
del Estado, que de lo contrario languidece, al igual que lo hace la familia,
cuando pierde su razón de ser. Si bien el motivo por el cual el
Estado está perdiendo su razón de ser, puede ser la expresión
de cómo se ha desarrollado históricamente el consenso sobre
lo que es aceptado como necesario para poder desenvolvernos libremente,
al igual que en el caso de la familia las voluntades se pueden equivocar.
Esta equivocación no debe ser aceptada con resignación sino
que en defensa de la razón es necesario que el hombre luche por
recuperar un Estado con sentido. La respuesta de, qué da sentido
al Estado, está en el análisis mismo de las reglas morales
mínimas que se imponen las familias, en las que se ha logrado un
espacio de desarrollo libre de la razón. Por eso Platón dice
que un Estado que no toma en cuenta la naturaleza humana (que es
racional) y que no ayuda a que esta se desarrolle, no tiene en realidad
ninguna constitución (de facto) (5). El texto de la República
no sería por lo tanto otra cosa, que la pregunta por el alma humana,
"la pregunta empírica-política por el tipo de alma humana
('Politicos') empírica" (6) y por lo tanto el pensamiento
político-práctico de Platón estaría más
bien expuesto en Las Leyes y no en la República.
Por todo lo expuesto, reitero que me parece que la concepción
ética que Hegel defiende en su filosofía del derecho es una
"ética" amoral de "espíritu de cuerpo" con un grupo humano
cualquiera que forma el Estado en el que uno habita. Es amoral, porque
no se plantea la pregunta de si el Estado realmente está permitiendo
que la razón se despliegue dentro del nucleo familiar. Y sin tomar
en cuenta esto establece un espíritu de cuerpo con otras personas
que también forman ese Estado (espíritu de cuerpo que ya
no tiene razón de ser y que se asemeja al espíritu de cuerpo
de las bandas de delincuentes, vagos o drogadictos, que sólo se
juntan pensando en su propia supervivencia, al estilo Hobbes. Pero este
tipo de Estado no se supone que sea el propuesto por Hegel). Haciendo esto
el que sigue la ética propuesta por Hegel se hace responsable (en
el sentido antes expuesto) de la debacle de su familia y a la larga de
la del Estado mismo, es decir, de la irracionalidad.
Notas
(1) G.W.F. Hegel, "Grundlinien der Philosophie des Rechts....", (§158,
traducido por el autor) Ed. Suhrkamp, Frankfurt,1978, p.307.
(2) M. Heidegger, "Sein und Zeit" §58, Ed. Max Niemeyer, Tübingen,
1972, p.282: "Der formale Begriff des Schuldigseins im Sinne des Schuldiggewordenseins
am Anderen läßt sich also bestimmen: Grundsein für
einen Mangel im Dasein eines Anderen, so zwar, daß dieses Grundsein
selbst sich seinem Wofür als "mangelhaft" bestimmt. Diese Mangelhaftigkeit
ist das Ungenügen gegnüber einer Forderung, die an das existierende
Mitsein mit Anderen ergeht".
(3) El Estado del que habla Sócrates es uno donde el Estado
no solo ha permitido que la familia eduque espiritual y físicamente
a sus hijos, sino que lo ha ordenado. (Critón 50 d).
(4) David Lamb, "Hegel on civil disobedience", Hegel-Studien, tomo
21, p.161.
(5) Platón (Nom.4, 751b2 ; 8, 832b10) citado del texto de Ada
Netschke-Hentschke, "Der Ort des ortlosen Denkens" en Zeitschrift für
Philosophische Forschung, Vol 42, No.4, 1988.
(6) Ibid, p. 602-603.
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