Poder... Sabiduría... Valor...

 

No puede haber Poder... sin el Valor de la Sabiduría.

 

No puede haber Sabiduría... sin el Poder del Valor.

 

No puede haber Valor... sin la Sabiduría del Poder.

 

 

EL CUBO DE LOS ESCRITORES

 

Escrito por Starknight

 

CAPITULO 17: LA LEYENDA DE ZAETA

 

 

Hace ya muchos años, demasiados para ser contados, existió una tierra de magia... una tierra donde si lo deseas, todo estará al alcance de la mano... El poder de los tres Dioses la protege de todo mal, por medio de la poderosa y sagrada tríada.

 

Din... Nayru... Farore...

 

Poder... Sabiduría... Valor...

 

Esta tierra es habitada por cinco razas distintas en carácter, pero comunes en sus creencias.

 

Los Deku y los Kokiri, habitantes de los bosques... los Zoras, habitantes de las profundidades acuáticas... los Gorons, habitantes de las montañas y los cráteres volcánicos... y los Hylians, habitantes de la sabana.

 

Hyrule es el nombre de esta tierra llena de esplendor y magia, rigiéndose por la Sagrada Trifuerza que mueve al mundo desde los tiempos remotos que los tres Dioses la fundaron, siendo ocultada en lo más profundo de las Dimensiones Sagradas.

 

Cada raza posee un gobernante diferente, regido por Apóstoles Sagrados llamados Sagas que aconsejan a los habitantes de esta región encaminándolos en las enseñanzas de la Trifuerza... pero de entre todos los gobernantes, uno solo destacó por su inmensa sabiduría. Se trataba del Príncipe Anji, hijo del Gobernante de las Sabanas del Reino de Hyrule, cuyas virtudes lo elevarían a la cima de los mandatarios más respetables... e incluso comparado con una Saga.

 

La paz reinaba en Hyrule durante mucho tiempo... hasta la llegada de la fatídica fecha, en que el valor de una joven Kokiri cambiaria para siempre el destino del Reino.

 

 

El hogar de los Kokiris y los Dekus eran los Bosques Perdidos, al Oeste de Hyrule. Una espesa vegetación cuyos rayos del sol apenas llegan a tocar el suelo dándole un aspecto abandonado... frío... triste.

 

Los que se atreven a pasar por allí son invadidos por un terrible pesar; una depresión que les ahoga el corazón y les apretuja la mente, haciendo que los momentos tristes y olvidados renazcan e invadan al condenado de tal forma, que al salir de los bosques nunca mas volverían a experimentar la felicidad. Solo los que han habitado esos bosques durante un buen tiempo han aprendido a lidiar con el silencio y la soledad.

 

Pero en ocasiones, una melodía alegre y fresca recorre los árboles y las malezas llenándolos de un vigor inusitado, haciendo que las plantas florezcan con el volar de las notas.

 

Un chiquillo iba corriendo entre los árboles ubicando con sus oídos de donde provenía la alegre melodía. No pasaba de los 10 años, vestía una túnica y unos pantaloncillos verdes con unos botines de cuero.

 

Con cada paso que daba, la melodía se hacia más fuerte y revitalizante, haciendo que el chiquillo corriera con más fuerza y ganas, buscando por todos lados lo que el sabía que estaba buscando.

 

Logró llegar a un pequeño claro poco iluminado por causa de los follajes enmarañados de las ramas, y en el centro de ese espacio abierto, encontró lo que buscaba con tanto ahínco.

 

Una niña de su misma edad, que vestía a la misma usanza de su descubridor, estaba sentada en un tronco de árbol caído tocando esa melodía con su ocarina. Tenía el cabello oscuro llegándole a los hombros, y disfrutaba con los ojos cerrados las notas que emanaban danzantes y alegres de su instrumento de viento.

 

El otro niño lentamente se acercó a ella, quien no tardó mucho en percatarse de su presencia y paró su melodía. Inmediatamente el bosque se llenó de un profundo silencio, siendo interrumpido por el sonido de los pasos sobre la grama. Sus ojos se llenaron de pesar en cuanto la vio.

 

-         Hola Gato– saludó la niña con una sonrisa de oreja a oreja, mirándolo con unos hermosos ojos castaños - ¿porqué tienes esa cara? Anímate ^^.

 

El Gato no le devolvió el saludo.

 

-         ¿Es cierto... que te vas? – le preguntó con un deje de tristeza en su voz. La sonrisa de la niña se fue borrando, para adoptar una postura más seria.

-         Si... hoy mismo parto de casa.

-         Pero Zaeta, ¿adonde irás? – le volvió a preguntar el Gato, pero esta vez en un tono desesperado, como si estuviera perdiendo algo importante – Nosotros no sabemos que hay más allá de estos Bosques, es peligroso.

 

Zaeta, la jovencita de la ocarina, se levantó de su improvisado asiento y se le acercó quedando frente a frente al Gato.

 

-         Eso es lo que quiero averiguar – le dijo en voz baja – quiero descubrir que hay más allá de este Bosque.

-         Pero si sales, es seguro que no vas a volver... dejaríamos de ser amigos para siempre – replicó el niño casi al punto de llorar.

-         Siempre vamos a ser amigos, sin importar donde esté ^^.

 

La voz de Zaeta se había vuelto animada, teniendo casi el mismo poder de su melodía.

 

-         Quiero conocer gente nueva, ver muchos lugares y vivir muchas aventuras – decía Zaeta con una emoción propia de una pequeña a punto de cumplir sus sueños de grande – Quiero ver algo distinto a estos bosques oscuros y relatar nuestra vida aquí a todo el que pueda.

-         ¿y cuando volverás? – la interrumpió el Gato, provocando que su alegría se apagara.

-         Eso... no lo se.

-         Entonces nos abandonas a mí y a tus amigos porque no quieres vernos – dijo sacando a relucir su enojo, que fue alimentándose desde el día que supo dela noticia de su partida. Zaeta inmediatamente lo negó.

-         Ustedes siempre serán mis amigos, sin importar que tan lejos me vaya... yo me los llevo conmigo en mi corazón y en mi mente hasta el fin del mundo si fuera necesario.

 

El Gato la miró por un momento a pesar de su enojo y pudo darse cuenta de su determinación. Estaba dispuesta a irse a explorar un nuevo mundo aún no descubierto y vivir aventuras que su pequeña cabecita no podía imaginar. No importaba cuanto pataleara o llorara, su amiga estaba lista para marcharse.

 

Por eso Zaeta tocaba su melodía antes de marcharse... era una forma de despedirse.

 

Secó sus lagrimas salvajes lo más rápido que pudo y le devolvió la sonrisa negada, cosa que alegró a Zaeta.

 

-         Como el líder de la Aldea Kokiri, tienes mi permiso para salir – dijo con un disimulado gesto autoritario, cosa que la divirtió bastante – pero con una condición.

-         ¿qué condición? O_O

-         Que sin importar las circunstancias... pase lo que pase... promete que vas a regresar.

 

Zaeta lo abrazó efusivamente y le dijo al oído: “lo prometo”.

 

 

Los dos niños atravesaron una entrada que asemejaba el tronco hueco de un árbol gigantesco llevándolos a la salida de ese oscuro y triste lugar. El sol de la mañana les dio con fuerza en la cara, pero pudieron habituarse rápido al repentino cambio de luz.

 

Al frente de ellos, en lo alto de una pendiente, estaba la Aldea Kokiri. Una pequeña comunidad cuyas casas eran troncos de árboles, casas en lo alto de algunas de sus ramas, y un pequeño riachuelo que desembocaba en un lago pequeño. La imagen de esta aldea contrastaba perfectamente como la comunidad de los niños perdidos del País del Nunca Jamás.

 

Ambos descendieron por la rampa, y el grito de un niñito los asustó.

 

-         ZAETA YA SALIÓ, SALGAN.

 

En tropel, los habitantes de esta comuna propia de los cuentos de hadas se acercaron al Gato y a Zaeta, rodeándolos. Zaeta estaba abrumada al ver a tanta gente reunida, pero entendió a la perfección lo que ocurría al ver que su amigo se colocaba al frente de la comitiva.

 

-         fuiste tu, ¿cierto? – le preguntó Zaeta de forma suspicaz.

-         Cómo el jefe, tenía la obligación de avisarle a los demás de tu partida, así que los convoqué para despedirte como se debe ; ).

 

La emoción la embargó completamente, dejando escapar unas pequeñas lagrimas de dicha al saber que todos sus amigos la esperaban para desearle mucha suerte. Las frases como “te vamos a extrañar” o “acuérdate de nosotros” eran lo único que se escuchaban, rodeándola como si fuera alguna celebridad.

 

Pero todo se interrumpió por el carraspeo del líder de la aldea, anunciando que iba a decir algo muy importante. Con una sola seña, dos niños caminaban solemnes hacia Zaeta, cargando un objeto alargado y cubierto por una manta. Los demás niños reunidos en torno a la futura viajera se apartaban para darles el paso.

 

El Gato tomó el objeto, y se volteó en dirección a Zaeta, que miraba el objeto confundida.

 

-         Llévalo... te hará falta.

 

Zaeta tomó ese objeto y retiró la manta, y un pequeño brillo la encegueció. Al poder mirar mejor, se sorprendió al ver que tenía en sus manos el tesoro de los Kokiri.

 

-         La Espada Kokiri – dijo solemne el líder de la aldea – te protegerá en los peligros que tengas que enfrentar, y te llevaras una parte de nosotros contigo.

-         Pero... yo no...

-         Si la mereces – contestó el Gato adelantándose a la negativa – necesitaras un arma para enfrentar las cosas que nosotros no conocemos... no sabemos si hay cosas malas o buenas afuera, pero por lo menos te irás preparada... pero esto no es todo.

-         ¿No lo es? O_o

 

Otro Kokiri se acercó a Zaeta, entregándole un escudo tallado en madera con el símbolo de los Kokiri.

 

-         Este escudo lo fabriqué para mis juegos – dijo el pequeño niño – pero te hará falta más que a mí... llévatelo.

 

Zaeta dudó un momento, pero después de un rato, aceptó el escudo y la espada con una gran sonrisa.

-         Gracias chicos... los extrañare =^_^=

 

Al poco rato, Zaeta estaba atravesando el túnel vegetal que separaba la aldea del resto del mundo, despidiéndose con la mano de sus amigos de siempre. Ahora partía a un nuevo viaje, llevando consigo dos objetos que guardaría como un tesoro. Solo se volvió una última vez para dirigirle una última mirada a su hogar y a sus amigos.

 

Esta fue la última vez que los vio.

 

Después de salir del túnel, vio maravillada el verdor de las sabanas de Hyrule, el primer contacto de un Kokiri con el mundo exterior, aunque haya sido nada más ver una sabana, ya la tenía maravillada. Corrió y saltó con mucha alegría, dejándose caer en la alfombra de pasto fresco que se extendía hasta donde sus ojos llegaban. Allí acostada, vio las nubes pasar durante un rato, con una sonrisa de oreja a oreja... pero poco a poco, esa sonrisa se fue disipando.

 

Ella no quería, pero empezó a recordar el verdadero motivo de su viaje. No le dijo nada a sus amigos para no preocuparlos, pero el no haberlo hecho, hizo que su corazón y su mente se sintieran presionados ante tales visiones.

 

Ella no salió al mundo para explorar y vivir aventuras... sino porque tenía una misión... una misión que se reveló con la forma de un sueño que tuvo unas noches atrás.

 

*** FLASHBACK***

 

Zaeta cerró los ojos en su cama al momento de dormir, pero después que pasaron varias horas, los volvió a abrir... pero ya no estaba acostada en su lecho... sino en una gran pradera.

 

-         ¿dónde estoy?... ¿qué es este lugar? – se preguntó asustada mientras se ponía de pie, viendo como un fuerte viento movía el pequeño follaje y ondulaba su propio cabello.

 

Esa era la Sabana de Hyrule, pero no la reconocería sino tiempo después.

 

Pero su pregunta fue contestada minutos después.

 

-         Estas viendo el destino que te espera.

 

Zaeta volteó a todos lados asustada mientras los truenos resquebrajaban el cielo con fuerza anunciando la llegada de as nubes de tormenta. Detrás de ella, un muchacho gordito, bajo y de túnica blanquiazul la miraba fijamente.

 

-         ¿QUIÉN ES USTED? – preguntó Zaeta asustada y dando pasos hacia atrás, lista para correr.

-         Mi nombre es Celestine Schneider – contestó sereno aquel hombre de la túnica – y mi deber es abrirte los ojos ante la aventura que te espera.

-         ¿una... aventura?... solo soy una Kokiri, no soy una aventurera.

-         Cuando llegue el momento, te convertirás en una... ahora sígueme.

 

Zaeta dudó un momento, pero algo la hacía avanzar con él... como si estuviera siendo movida o manipulada por una extraña fuerza.

 

No caminaron mucho hasta que llegaron a un gigantesco muro, cuyas puente levadizo se encontraba levantando negándole el paso a cualquiera que se acercara, dejando al descubierto un foso de agua. La lluvia había comenzado a caer a raudales, pero ninguno de los dos se estaban mojando.

 

-         ¿por qué me trajiste aquí? – preguntó Zaeta confundida.

-         Espera... la respuesta saldrá al galope.

 

El rugido de un trueno contrastó con la frase, al mismo tiempo que las pesadas cadenas del puente comenzaban a moverse, haciéndolo descender. La madera chocó fuertemente con el suelo de tierra.

 

A los pocos segundos, los cascos de un caballo comenzaban a golpetear el suelo, moviendo al asustado animal. Era un caballo blanco y hermoso, pero ella no se fijó en la bestia que galopaba.

 

Solo miró, más sorprendida, a la mujer de cabello negro que lo conducía de las riendas, llevando a un niño acostado boca abajo sobre el caballo, dejando salir su cabeza en el espacio entre las piernas de la mujer y la crin del caballo. El niño miró sorprendido a Zaeta antes de alejarse hasta perderse de vista.

 

Zaeta no pudo dejar de mirar el camino que la bestia trazó con su galope, pero el relinche de otro caballo llamó su atención. Se volteó rápidamente, y la visión que se le presentó la paralizó del miedo. Celestine solo miraba inmutable.

 

Un caballo negro e imponente se levantó sobre sus dos patas, y una mujer de armadura negra y cabello largo y oscuro lo montaba con maestría. Sus penetrantes ojos infundían pánico en la joven Kokiri, que no sentía sus piernas ni moverlas para echarse a correr.

 

La mujer le sonrió a Zaeta de una manera sádica antes de apagarle la visión de un hechizo maléfico que la tumbó en el suelo.

 

Aún con los ojos cerrados pudo escuchar las palabras del misterioso Celestine: “Este es el destino que tendrás si no afrontas el riesgo con valor... Aquel niño será la clave... y si no lo proteges con valor y determinación... no solo Hyrule, sino toda tu verdad habrán desaparecido... estas son mis palabras”.

 

Al momento de abrirlos, un nuevo día había comenzado en la aldea Kokiri, encontrándose empapada en sudor sobre su propia cama.

 

***  FIN DEL FLASHBACK ***

 

Zaeta se levantó del suelo quitándose la grama suelta que se había pegado a su túnica, y se puso a mirar el paisaje de la Sabana. El viento movía apaciblemente el follaje y ondulaba su cabello como si fuera una bandera, mientras miraba fijamente a un punto en especial: el Muro y el Puente Colgante que había visto en su sueño.

 

-         No se quien serás, ni como influirás en mi vida, niño – dijo Zaeta con determinación – pero si eres la clave para descubrir mi destino, te protegeré a cualquier costo y sin importar lo que pase.

 

Con paso decidido, Zaeta se dirigió a las puertas de su gran aventura.

 

 

Para cuando Zaeta llegó al puente colgante ya era el mediodía; no creía que la distancia fuera tan larga y ya estaba muerta de hambre y cansancio. Apenas comió unos panes dulces que cargaba al salir del bosque y se dirigió a la entrada abierta.

 

Miraba a todos lados con una curiosidad inusitada en ella, al observar el enorme muro y las casas que se encontraban en el interior. Todas esas construcciones eran extrañas, no eran de madera, y las personas eran más altas que ella. Estaba sumergida en mundo nuevo y diferente, y no podía dejar de sentir miedo, pero a la vez, fascinación.

 

Mientras avanzaba por las calles de ese pequeño poblado del otro lado del muro, comenzó a notar que el volumen de gente aumentaba a medida que se acercaba, sin saberlo, a la plaza central. Cuando llegó, creyó estar viendo la entrada a una dimensión desconocida.

 

Era un festival que se celebraba en la plaza pública del Mercado de Hyrule. Había malabaristas y saltimbanquis entreteniendo a los más pequeños, mientras los mayores se arremolinaban frente a los tarantines de comida y cachivaches buscando una oferta, todo amenizándose por las melodías de los músicos contratados para la ocasión. Por un momento, se olvidó de su búsqueda y su hambre para sacar su ocarina y unirse con su melodía, pero el hambre regresó con un rugido feroz de sus tripas, así que se acercó a uno de los puestos de frutas de tantos que estaban montados. Obviamente los panes dulces le calmaron el hambre, pero no la eliminaron.

 

Luego de pelear y forcejear con la gente que estaba comprando frutas, logró llegar al frente de todo el gentío, admirando las rojizas manzanas y los cambures maduros, sin compararse con las jugosas sandías que uno de los tres vendedores que atendían el puesto había cortado para su exhibición.

 

-         Hola pequeña, ¿quieres unas manzanas? – le dijo sonriente el vendedor, tentando a su clienta.

 

Esta aceptó la manzana que le ofrecía, pero el vendedor la detuvo antes que le diera el primer mordisco.

 

-         Son cinco rupias por manzana – le dijo el vendedor extendiendo su mano.

-         ¿Qué son rupias? – preguntó de manera ingenua, provocando que el vendedor la mirara raro.

-         ¿Acaso no tienes dinero para pagar?

-         Ehhh... creo que no ^^.

 

Rápidamente Zaeta atravesó el mar de gente escuchando los improperios del vendedor, que pulía la manzana que le había ofrecido a Zaeta con su chaleco.

 

-         ... Y NO VUELVAS MÁS – fue lo último que le gritó el vendedor.

 

Zaeta estaba abrumada ya que en poco rato la cantidad de gente que había en ese espacio había aumentado, chocando con señores y señoritas buscando un lugar donde descansar, caminó un momento de espaldas buscando algún refugio para ocultarse y esperar que la cantidad de gente disminuyera. Pero chocó con un malabarista que caminaba concentrado en su acto, provocando que sus pelotas cayeran al suelo.

 

-         MIRA LO QUE HICISTE, ARRUINASTE MI ACTO, VETE – le gritó a Zaeta, asustándola y corriendo entre la gente.

 

Sus pasos la llevaron directo a una fuente en el centro de la plaza, donde sumergió la cabeza para despejarse de semejante nerviosismo y permaneció sentada en el borde, respirando cada vez más lento hasta recuperar la serenidad. “Esto es un lugar de locos” pensaba.

 

El  sonido de una trompeta la alertó buscando con la mirada de donde provenía el instrumento, hasta que vio la concentración de gente que se agolpaba en el camino pavimentado, que iba de extremo a extremo de la plaza. Cómo pudo, Zaeta se metió entre la gente recibiendo empujones y pisotones, hasta que pudo colocarse enfrente de la muchedumbre y pudo observar el camino. Un hombre con la trompeta en mano anunciaba la llegada de alguien importante.

 

-         ¡Abran paso, que aquí viene el Rey de Hyrule!

 

Todo el mar de gente comenzó a vitorear la aparición de la carroza real tirada por cuatro hermosos corceles blancos, y a su lado, una escolta de soldados a caballo que la mantenían rodeada. Zaeta miró el extraño vehículo con cierto temor, ya que obviamente, era la primera vez que veía una carroza.

 

La cortina de una de las ventanillas se abrió, y la gente saludó al viajero asomado... excepto Zaeta, que lo miró con la boca abierta de la impresión.

 

Era él... el niño con el que había soñado... el mismo niño que le devolvía la mirada con la misma sorpresa.

 

El carruaje continúo su camino, y el niño siguió con la vista a la Kokiri hasta que le ordenaron que volviera a meter la cabeza. El carruaje salió de la plaza, y desapareció detrás de un pequeño peñasco.

 

-         Disculpe... pero ¿quién es ese niño? – le preguntó Zaeta a un hombre corpulento que estaba a su lado. Este le hizo una seña con el dedo haciendo silencio.

-         ¿Acaso eres forastera? No deberías llamarlo así, es el Príncipe Anji, heredero del Trono de Hyrule.

 

Zaeta volvió la vista hacia el estrecho camino donde había desaparecido el carruaje, mientras que el hombre corpulento, arqueando una ceja de modo suspicaz, resolvió dejarla allí y seguir en sus asuntos. No cabía la menor duda: El Príncipe Anji estaba en su sueño, y debía conocerlo si quería conocer su significado a toda costa.

 

Se dirigía resuelta hacia el camino que salía de la plaza, hasta que un soldado le cerró el paso con la lanza que portaba en la mano.

 

-         Lo siento chiquilla, no puedes atravesar el camino real – le dijo el soldado – por aquí solo puedes pasar si tienes el permiso de la realeza.

-         ¡Pero tengo que ver al Príncipe con urgencia! – le suplicó Zaeta, pero el soldado levantó la voz.

-         NO LE FALTES EL RESPETO A LA FAMILIA REAL, SI NO TIENES PERMISO, NO VAS A PASAR.

 

No importara cuanto suplicara Zaeta, aquel guardia no la dejaría pasar. Dejo de insistir cuando fue amenazada con la cárcel y se devolvió a la fuente, donde se sentó a pensar como haría para pasar al guardia sin ser vista, pero el hambre la agobiaba y no le dejaba aclarar sus ideas (eso sumado al griterío y la música que reinaba en el ambiente festivo).

 

“La única solución sería esperar a que anochezca... pero falta mucho y tengo hambre ;_;” – pensó Zaeta, pero los cascos de un caballo que pasó cerca de ella la devolvieron a la realidad. Al frente estaba una carreta tirada por un caballo marrón oscuro, y sus pasajeros eran un hombre gordo, de bigote chistoso y vestido de overol azul, y una pequeña de al parecer 10 años, pelirroja y con un vestido blanco con bordes amarillos. En la parte posterior de la carreta cargaban unos barriles con la imagen de una vaca.

 

-         Ya vuelvo hija, voy a buscar la comida para el rancho – dijo el hombre bajándose del carruaje, mientras la niña asentía.

-         Recuerda que vamos al castillo papi, no tardes – le suplicó la niña mientras su padre se dirigía a una tienda de víveres.

 

Esta era la oportunidad que estaba esperando: si podía esconderse en algún barril, podría llegar al castillo sin ser vista y así podría tener contacto con Anji. Se montó a la carreta sin que la niña la viera y destapó el primer barril, pero contenía leche. El segundo barril estaba vacío, así que se metió asegurándose que nadie la vea. Al poco rato, el hombre gordo ya estaba regresando cargando unas cuantas cajas, siendo ayudado por otros dos muchachos que cargaban el pesado equipaje en la carreta. Zaeta podía sentir como retumbaba su escondite, temiendo que se fuera a caer, pero tal cosa no pasó.

 

Lo que si pasó fue que la carreta comenzó a andar, deteniéndose frente al soldado. El conductor de la carreta le pasó un papel sellado con una imagen de tres triángulos superpuestos, formando un triángulo único.

 

-         Así que usted es Talon, de Lon Lon Ranch – dijo suspicaz el soldado, comprobando que todo estaba en orden – y supongo que la niña debe ser su hija.

-         Es mi hija Malon – la niña le sonrió al soldado – vamos a llevar el cargamento de leche al castillo.

 

El soldado les cedió el paso, y la carreta tomó nuevamente el rumbo que tomó la carroza real. Zaeta celebraba su victoria, aunque viajaba incómoda.

 

La carreta nuevamente se detuvo, y eso preocupó a Zaeta. Decidió levantar la tapa de su escondite de a poquito para no ser descubierta y miró en dirección al pueblo. Ya habían pasado del pequeño peñasco. Poco a poco se fue dando la vuelta para reconocer donde estaba mientras escuchaba a Talon hablando con alguien más, y se detuvo de pronto, ante la visión tan impactante que acababa de tener.

 

El Castillo de Hyrule se dejaba ver en todo su esplendor e imponencia, fuertemente custodiada por varios soldados.

 

En cuanto escuchó voces acercándose, se volvió a meter en su escondite, y la carreta continuó su camino rumbo al castillo.

 

 

*** *** ***

 

La carreta pasó sin problemas por la reja principal, pero en lugar de ir hacia el puente levadizo, se fue hacia un costado del palacio, donde se encontraba una entrada que daba directo a la cocina del palacio. Allí Talon y otras personas ayudaron a bajar uno a uno los barriles, y eran dejados a un costado de la puerta. Todo iba bien, hasta que Talon levantó el barril escondite.

 

-         Que raro – se dijo para sí – recuerdo que había un barril vacío.

 

Zaeta lo escuchó todo, y ya se estaba mordiendo las uñas de la preocupación... Talon iba a abrir la tapa... pero...

 

-         Bueno, no importa ^^.

 

Extrañamente al barril le salió una gotota de sudor.

 

Después que fue depositada en el piso, la carreta se retiro (lo supo Zaeta por los cascos del caballo) y aprovechó el momento para asomarse y echar un vistazo. Vio como dos hombres vestidos de blanco y de sombrerito chistoso metían uno a uno los barriles dentro de la habitación, y cuando ya no hubo nadie, se salió del barril y se cubrió detrás de otro al notar que los cocineros salieron por otro barril. Miró rápidamente a su alrededor buscando una manera de entrar al castillo, y la respuesta tomó la forma de un pequeño ducto de desagüe que daba al interior.

 

Cuando sintió que era el momento, brincó al pozo que rodeaba al castillo (que era de poca profundidad en esa zona) y se metió en el desagüe.

 

Pero olvidó ponerle bien la tapa al barril donde estuvo escondida.

 

 

-         Esto es más difícil de lo que pensé @_@ - dijo Zaeta tratando de esconderse de un guardia. Estaba en un laberinto de arbustos que se encontraba en uno de los tantos patios del castillo, pero habían dado la señal de alarma de un intruso y ahora la vigilancia, escasa al principio, fue redoblada. A duras penas pudo doblar una esquina antes que el guardia la viera y así seguir adelante, llegando por fin a la salida del laberinto.

 

Pero aún no podía cantar victoria, porque llegó a una especie de huerto protegido por un andamio de madera, y cada esquina del huerto estaba cubierta por cuatro guardias al acecho, con sus lanzas listas para recibir a la intrusa. Aprovechando un descuido de los guardias, logró encaramarse al andamio y andó con cuidado sobre las vigas, escuchando como los guardias daban ordenes de continuar la búsqueda. Nadie la vio bajarse cundo atravesó el andamio luego de estar a punto de perder el equilibrio.

 

Por fin, el ultimo tramo fue completado, y pudo atravesar un arco de piedra que daba a otro jardín.

 

Era el más cuidado de todos los que había visto. Las rosas sembradas en el centro y los tulipanes a los costados eran como una bendición para los ojos, y el dulce aroma de esas flores le llenaban los pulmones. Zaeta se quedó embelesada y por un momento olvidó que era una intrusa, por lo que se acercó con tranquilidad al centro del jardín.

 

Pero al estar cerca de las primeras rosas, notó que no estaba sola. Vio la espalda de un niño asomado por una de las ventanas, cubierta por una capa aterciopelada. Zaeta se acercó lentamente al niño, pero de nada sirvió su cuidado, porque el se había volteado y la vio a los ojos.

 

La reacción de sorpresa no se hizo esperar... pero no gritaron... estaban mudos del asombro.

 

Era él niño que andaba buscando... el Príncipe Anji

 

-         No lo puedo creer – rompió primero el Príncipe el silencio – pero si eres tú O_O

 

Eso confundió por un momento a Zaeta.

 

-         ¿Acaso me conoces? – preguntó ella, el niño se había acercado para verle mejor la cara. El príncipe tenía un pequeño copete en el cabello, de ojos oscuros y vivaces, piel blanca y vestido elegantemente haciéndole honor a su título. Ante la pregunta, Anji titubeo.

-         Esteee... no... pero te he visto en mis sueños... eres la niña de mis sueños.

 

Anji comenzó a contar sus visiones nocturnas, coincidiendo en un punto con el sueño de Zaeta.

 

*** FLASH BACK***

 

Aquella noche, los rayos y los truenos se hicieron escuchar con fuerza, y el torrencial aguacero que cayó hizo que todos los habitantes de las Sabanas de Hyrule se resguardaran como pudieron. Los cascos del corcel blanco se escucharon en el piso de cemento antes de salir por la reja principal, llevando sobre sí a una mujer cubierta por una capa, llevando frente a ella al Príncipe acostado boca abajo.

 

Ya habían atravesado el pequeño peñasco cuando un rayo púrpura golpeó la pared de roca , provocando que los guijarros y las piedras volaran y asustaran al caballo, levantándose sobre sus dos patas y casi tirando a sus jinetes. La mujer volteó a ver sobre su hombro buscando el origen del siniestro ataque, y vio la maléfica aparición.

 

La mujer de la armadura negra, montando su oscuro corcel, los miraba de una manera despectiva mientras un trueno surcaba detrás de ella. Se encontraba en un pequeño monte al lado del camino, de mayor altura que el peñasco, que le daba una mejor visión de sus presas. Su mano estaba iluminada por una luz púrpura parpadeante, y su sonrisa tenebrosa le helaba la sangre.

 

La doncella del caballo blanco pateó a su caballo para continuar la carrera, adentrándose en el Mercado y dando la orden de abrir el pesado puente levadizo. En cuanto el puente bajó provocando un golpe seco, su galope continuó.

 

Allí, Anji vio tras la cortina de lluvia a Zaeta, intercambiaron miradas, y desapareció tras una cortina de vapor.

 

*** FIN DEL FLASH BACK***

 

-         ¿Entonces soñamos lo mismo? No puedo creerlo – dijo asombrada Zaeta ante el relato del Príncipe.

-         Lo peor de todo es que se está volviendo realidad... asómate a la ventana.

 

Anji le tomó la mano para acercarla a la ventana y miraron al interior del castillo. Los guardias del interior no se habían percatado del par de ojos inquisidores, vigilando sin moverse la sala del Trono.

 

-         ¿Qué quieres que vea? – preguntó Zaeta.

 

Solo bastó una seña del Príncipe para que volviera a mirar, y se diera cuenta que ese sueño tan extraordinario se estaba volviendo una triste realidad.

 

La mujer de la armadura negra, de cabello negro y largo, y mirada profunda e inquisidora estaba adentro del gran salón, arrodillándose ante el rey. Zaeta no pudo evitar abrir la boca de la sorpresa, ahogando el grito que le produjo la visión de la mujer que acabó con su vida durante su sueño. Anji estaba sereno en aquel momento, ya que se había acostumbrado a tener a esa mujer tan cerca, sintiendo toda su carga de maldad.

 

-         Esa mujer se llama Lina Saotome – dijo Anji mirando a los ojos a Zaeta – es la Reina del Valle Gerudo, al Este de Hyrule.

-         ¿Qué son Gerudos? – preguntó imaginándoselos como seres de 8 manos, cuernos en la cabeza, y patas de cabra. Obviamente, ante la imagen de semejante mujer, ella podía comandar a cualquier cosa.

-         El Valle Gerudo es un lugar habitado únicamente por hombres. Los Gerudos son gente muy mala, roban a todos los que pasan por su territorio, y hemos escuchado historias de que bajan a Hyrule y raptan a las mujeres; me sorprende que hayan permitido que una mujer los gobierne.

 

La cabeza ingenua de Zaeta comenzó a imaginarse mejor a los Gerudos, pero aún así, le infundían temor. No le gustaría jamás cruzarse con uno en su vida.

 

-         Pero los Gerudos no importan, sino la Reina Saotome – prosiguió exaltado Anji – estoy seguro que planea traicionar a mi padre para quedarse con todo, y apoderarse del mayor tesoro de este Reino. Por eso necesito de tu ayuda.

-         ¿Qué clase de tesoro es ese?

-         Se trata de la Sagrada Tri...

 

Pero Anji fue interrumpido por la voz de otra mujer, profiriendo un “vaya vaya, miren que tenemos aquí”. Zaeta se volteó a ver a la mujer  que había hablado desde el otro extremo del jardín, los nervios de la travesía en los jardines volvieron de pronto temiendo lo peor, pero ya había llegado lejos al contactar a Anji, por lo que no se atrevía a correr. La mujer que había llegado sonrió levemente.

 

-         Tal parece que tenemos una invitada... o mejor dicho... una intrusa.

 

CONTINUARA...

 

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