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MANUEL BURGA

 

“Como rayo cayó del cielo a la fortaleza del Ynga llamada Sacsahuaman, que es pucara del Ynga, arriba de San Cristóbal. Y como cayó en tierra se espantaron los yndios y dijeron que abia caído yllapa, trueno y rayo del cielo,... Y asi bajó el señor Santiago a defender a los cristianos.  Dizen que vino encima de un cavallo blanco,... y el santo todo armado y su bandera y su manta colorado y su espada desnuda y que venía con gran destrucción y muerto muy muchos yndios y desbarató todo el cerco de los indios a los cristianos que había ordenado Manco Inca y que llevaba el santo mucho ruido y de ellos se espantaron los indios. (..) Y desde entonces los indios al rayo lo llaman y le dicen Santiago...

(F. Guaman Poma, 1615)

 

Santiago fue un personaje de carne y hueso, hermano de San Juan Evangelista, uno de los 12 apóstoles, pacífico “hermano de Cristo”,  cuyo cuerpo se cree descansa en la Catedral de Compostela (Galicia, España).   El clero español lo  transformó -por las necesidades de la guerra contra los árabes, guerreros de Mahoma-  de modesto seguidor de Cristo en símbolo de la iglesia por el cual había que pelear, vencer o morir, para derrotar al “infiel” musulmán durante el largo período de la Reconquista (711-1492).  Santiago se convirtió en un personaje real como  Patrón de España, y al mismo tiempo en un ficticio acompañante de los conquistadores y protector de los catequizadores.  También fue el grito de guerra que los españoles utilizaron para propiciar la intervención divina antes de sus combates.

Durante la Reconquista fue Santiago Matamoros y en América se convirtió en Santiago Mataindios: segunda misteriosa metamorfosis.  La conquista fue tan rápida, dramática e inexorable que los pueblos conquistados atribuyeron la victoria cristiana al triunfo de sus dioses y a la derrota de los dioses indígenas. Muchos creyeron ver a Santiago combatir junto a las huestes de  Hernán Cortés y de Francisco Pizarro. Tenemos testimonios de cronistas, como el de Felipe Guamán Poma,  que describen la intervención divina del Apóstol Santiago durante el cerco de la ciudad del Cusco (1535) para tratar de explicar lo inexplicable. Muchos lo “vieron” descender en su caballo blanco, ricamente enjaezado, envuelto en un manto rojo, con su refulgente espada en la mano derecha, sus barbas crecidas, para arremeter contra los indígenas y transformar la derrota en victoria.

Santiago, el Patrón Santiago, fue inmortalizado por los pintores indios de la escuela cusqueña colonial con los mismos atuendos, símbolos y colores.  Se convirtió muy pronto en el Santo Patrón de muchos pueblos indígenas, a pesar de las dudas de los párrocos que sospechan que detrás del santo cristiano se adora al Yllapa,  rayo andino. 

Se celebra la fiesta del Patrón Santiago todos los 25 de julio de cada año.  En esta misma fecha, durante la época colonial, españoles e indígenas, representados por sus alfereces reales, vestidos en sus mejores indumentarias, de nobles españoles o de descendientes de los incas, prestaban juramento de obediencia y lealtad al rey. 

Patrón Santiago, ahora, solamente en la memoria y el recuerdo puede ser aun Mataindios, símbolo de conquista, pero de nuevo ha sufrido una misteriosa metamorfosis.  Se ha convertido en un santo humilde, modesto discípulo del Nazareno, patrón de muchos pueblos, que puede hacer milagros para todos, indios, mistis o criollos,  pero que aún hace recordar esa noche terrible de la conquista, la distancia de conquistadores y conquistados, hasta encolerizar a los dioses andinos quienes  misteriosamente pueden aún impedir que salga en sus procesiones anuales.

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