- La caza y la pesca antiguamente eran actividades necesarias para la supervivencia, al igual que en algunas sociedades actuales. Hoy día y entre nosotros, la caza y pesca deportivas no son más que otra manifestación de la violencia que el ser humano descarga contra el resto de los animales. En la medida en que la caza y la pesca deportivas son para algunos una alternativa de ocio, no tienen nada que ver con la supervivencia. El pretexto aducido por algunos de que después se comen las piezas es un autoengaño: en realidad, lo que se persigue es el trofeo.
- Los cazadores aseguran disfrutar en el campo y ser amantes de la naturaleza por el hecho de salir a abatir o pescar piezas los fines de semana. En realidad se trata, en una gran mayoría, de personas de procedencia urbana, alejadas de la naturaleza, sin lazos sentimentales con ella y tienden a malinterpretar su valor.
- Términos tan comunes entre nosotros hoy día como "conservacionismo", "gestión cinegética" o "gestión de los recursos naturales", ayudan a distorsionar la auténtica realidad de la caza y la pesca deportivas, que consiste en agredir y matar a otros seres por el mero placer de hacerlo. Muchos aficionados se escudan tras razones conservacionistas o ecologistas para seguir pescando o cazando. Dudamos del espíritu conservacionista de quien pasa su tiempo libre hiriendo y matando.
- Resulta irónico que se incluya entre los deportes a la caza y a la pesca. No es una competición de igual a igual, ni los "contrincantes" del pescador o cazador participan voluntariamente. El cazador puede perder una mañana o unas balas, el pescador puede pasar un día entero sin conseguir nada, pero los animales casi siempre lo pierden todo.
- Los animales -al igual que las personas- son seres sensibles y con derechos, no meros objetos que pueden ser tiroteados, heridos y muertos sin remordimientos. La caza y la pesca deportivas, por el contrario, fomentan la idea de que los animales existen para nuestro uso y disfrute y perpetuan la agresión a seres inocentes que no nos han hecho nada.
- No hay que olvidar que la caza y la pesca deportivas tienen un fuerte componente económico: son un gran negocio para muchos.
En el Estado español, hay más de 1.250.000 cazadores y más de 600.000 pescadores con licencia.
Cada temporada son abatidos unos 30 millones de animales, como por ejemplo:
18.000 ciervos (uno cada treinta minutos)
35.000 jabalíes (uno cada quince minutos)
10 millones de conejos (uno cada tres segundos)
4.200.000 perdices (una cada siete segundos)
Según datos ofrecidos por el Presidente de la Federación Vasca de Caza, "la caza es una industria" que mueve anualmente 400.000 millones de pesetas incluyendo licencias, seguros, permisos, armas, perros, ojeadores, taxidermistas y complementos.
Cada temporada de caza se hacen unos 100 millones de disparos.
- Las decenas de miles de animales que quedan heridos y que acaban muriendo por inanición o por infecciones.
- La cantidad de crías que quedan huérfanas y en peligro cuando abaten a sus padres.
- Los animales criados en granjas que son liberados en los cotos o en el agua poco antes de la batida o de la pesca y que, habiendo perdido su instinto natural, constituyen una presa fácil.
- La triste realidad de los perros de caza.
- Las dolorosas consecuencias de la "pesca sin muerte" para los peces heridos que son devueltos al agua.
- El fenómeno del plumbismo.
- Las consecuencias de los vallados de los cotos de caza.
El
próximo 4 de junio, y organizado por ADECAP (Asociación para la defensa del
cazador y pescador), se celebrará en las campas de Salburua (Vitoria-Gasteiz)
el VIII Día del Cazador y Pescador. Este evento no va a ser tan sólo un
acontecimiento lúdico; también trata de luchar a favor de los intereses de
cazadores y pescadores y, por supuesto, en contra de los intereses de los
millones de animales implicados de forma involuntaria en las matanzas que tienen
lugar cada año en nuestro territorio.
Además de celebrar por todo lo alto la muerte y el sufrimiento que se inflige de forma cruel a tantos animales mientras dura la temporada cinegética, las principales actividades programadas para ese día van a suponer un auténtico suplicio para muchos animales inocentes a los que se va a obligar a participar en los “festejos”: carrera de galgos, muestra de cetrería, carrera de caballos, exhibición de doma vaquera, exposición de perros de caza y de pájaros cantores, muestras de distinas modalidaes de caza, y un largo etcétera, que no hacen sino reflejar que, en nuestra sociedad, explotamos a los más débiles y los sometemos a prácticas injustificables desde el punto de vista ético y moral. Incluso se han organizado diversas actividades dirigidas a los niños, con el fin de inculcarles desde pequeños la terrible idea de que los demás animales existen únicamente para que los humanos los podamos utilizar y matar por placer y diversión.
La realidad
de la caza y la pesca deportivas
La
caza y la pesca, antiguamente, eran actividades necesarias para la
supervivencia, al igual que sucede en algunas sociedades actuales.
Hoy día y entre nosotros, la caza y pesca deportivas no son más que una
manifestación más del especismo y de la violencia gratuita que el ser humano
descarga habitualmente contra el resto de los animales. Constituyen una cruel
actividad que deja tras de sí animales muertos, heridos y asustados, cabezas
disecadas colgando de las paredes y crías sin madre con un futuro incierto.
Eso sí, de forma muy seria e institucionalizada y bien organizada en sociedades
y federaciones, y dejando unos pingües beneficios a los negocios que hay
montados en torno a estas actividades.
La
caza y la pesca deportivas, en cualquiera de sus modalidades, no tienen en
nuestra sociedad ninguna vinculación con la supervivencia o con las necesidades
básicas del hombre; no son más
que una alternativa de ocio. El pretexto aducido por algunos aficionados de
que después se comen las piezas cobradas, son una burda justificación y, en
realidad, lo que se persigue es el trofeo. Todos sabemos que los cazadores, si
pueden, no se conforman con una sola pieza, por lo cual muchas veces deben
regalar lo que no pueden consumir e, incluso, acaban tirándolo a la basura. En
definitiva, la caza y la pesca son
diversiones unidas a nuestros más bajos instintos, que consisten en provocar de forma premeditada el dolor, el sufrimiento y la
muerte a unos seres sensibles e inocentes cuya única culpa fue nacer
trucha, perdiz, conejo o jabalí y pasar por un sitio concreto en un momento
determinado.
El lenguaje
distorsiona la realidad
Los
cazadores y pescadores aseguran disfrutar en el campo y ser amantes de la
naturaleza por el hecho de salir a abatir o pescar piezas los fines de semana.
En realidad se trata, en una gran mayoría, de personas de procedencia urbana,
alejadas de la naturaleza, sin lazos sentimentales con ella y que tienden a
malinterpretar su valor. Términos tan comunes entre nosotros hoy día como
"conservacionismo", "gestión cinegética" o "gestión
de los recursos naturales", ayudan a distorsionar la auténtica realidad de
la caza y la pesca deportivas, que consisten en agredir y matar a otros seres
por el mero placer de hacerlo. Muchos aficionados se escudan tras razones
conservacionistas o ecologistas para seguir pescando o cazando. ATEA
tiene serias dudas sobre el espíritu conservacionista de quien pasa su tiempo
libre hiriendo y matando a seres inocentes.
El
lenguaje ayuda, pues, a enmascarar la verdad. Palabras como “gestión cinegética”
o “gestión piscícola”, no hacen sino indicar qué tipo de animales y cuántos
deben morir y cuáles no. Serían equiparables, por tanto a “pena de
muerte”. Cuando hablamos de “especies cinegéticas o piscícolas”, no
hablamos en términos abstractos, sino de individuos de carne y hueso,
exactamente iguales que nosotros, que van a ser enganchados por un anzuelo hasta
morir asfixiados o que van a ser tiroteados sin piedad. La “temporada de
veda” indica que, durante esos días, el dolor y la muerte van a ser la dura
realidad para los infortunados que se cruzaron con un aficionado.
Incluso
se llega a incluir a la caza y la pesca entre los deportes, lo cual resulta irónicamente
cruel. No es, en ningún caso, una competición de igual a igual, ni los
"contrincantes" del pescador o cazador participan voluntariamente. El
cazador puede perder una mañana o unas balas, el pescador puede pasar un día
entero sin conseguir nada, pero los animales casi siempre lo pierden todo.
Siempre ganan y pierden los mismos. No hay más que repasar someramente las
cifras de animales abatidos en cada temporada para deducir que la balanza está
descompensada y que este cruel “deporte” provoca graves desequilibrios en
nuestros ecosistemas:
La
caza y la pesca, una agresión masiva e injustificable
Cada
temporada los cazadores abaten en el Estado español unos 30 millones de animales, como por ejemplo: 18.000 ciervos (uno cada
treinta minutos); 35.000 jabalíes (uno cada quince minutos); 10 millones de
conejos (uno cada tres segundos); 4.200.000 perdices (una cada siete segundos);
más de 50.000 patos (en Europa, se abaten anualmente unos 12 millones)
Resulta
muy difícil saber cuántos peces son pescados en nuestros ríos, lagos y
pantanos a lo largo de un año. Todos estos animales que mueren a manos de
pescadores y cazadores -al igual
que cualquier niño, mujer u hombre- son
seres sensibles y con derechos, no meros objetos que pueden ser tiroteados,
heridos y muertos sin remordimientos. La caza y la pesca deportivas, por el
contrario, fomentan la idea de que los animales existen para nuestro uso y
disfrute y perpetúan la agresión a
seres inocentes que no nos han hecho nada.
Así,
la caza y la pesca deportivas suponen una doble
discriminación. Los aficionados discriminan, por una parte, al resto de los
animales, que son susceptibles de ser heridos y muertos únicamente para
satisfacer sus deseos. También discriminan, por otra parte, al resto de los
humanos que no son cazadores o pescadores: todos tenemos derecho a pasear y a
disfrutar pacífica y tranquilamente en el campo, pero ese derecho parece estar
por debajo del derecho de los cazadores a disparar tiros, a ensuciar el entorno
y a transitar con sus vehículos por todo tipo de lugares.
Otros
elementos a tener en cuenta
Tampoco
hay que olvidar que la caza y la pesca deportivas tienen un fuerte
componente económico: ambas actividades constituyen, tal y como demuestran
las cifras, un gran negocio con muchos intereses creados. En el Estado español,
hay más de 1.250.000 cazadores y más de 600.000 pescadores con licencia. Se
ignora cuántas personas cazan y pescan
de forma ilegal, pero seguramente son muchas. Si -supongamos- cada
una de ellas dispone al menos de una escopeta o de una caña, y sabiendo que
cada temporada de caza se hacen unos 100 millones de disparos, es fácil
imaginar cuánto dinero se mueve solamente en armas, cartuchos y útiles de
pesca. Según datos ofrecidos por el Presidente de la Federación Vasca de Caza,
"la caza es una industria" que mueve anualmente 400.000 millones de
pesetas incluyendo licencias, seguros, permisos, armas, perros, ojeadores,
taxidermistas y complementos. Al parecer, estos beneficios justifican para
algunos la muerte inútil de 30 millones de seres vivos.
Además
de estas cuestiones generales de carácter ético y moral, hay otros aspectos en
torno a la problemática de la caza y la pesca deportivas, que ATEA quisiera
recordar a la opinión pública, pues pueden ayudar a comprender la auténtica
realidad que esconden la caza y la pesca deportivas.
1.-
Decenas de miles de animales no resultan muertos en el momento, son
heridos y acaban muriendo por inanición o por infecciones. La llamada “pesca sin muerte” oculta también unas dolorosas consecuencias
para los peces heridos en la boca (es decir, su zona más sensible) que son
devueltos al agua. Muchos de estos animales, muy debilitados, acaban muriendo
poco después. Del mismo modo, gran cantidad de crías
quedan huérfanas, abandonadas y en peligro cuando los aficionados abaten a sus
padres; en esas condiciones, la mayoría no llegan a adultos. Los vallados
de los cotos de caza también tienen graves implicaciones para los animales:
impiden que se muevan libremente y que las poblaciones se renueven genéticamente.
2.-
Las repoblaciones artificiales
con especies que solamente interesan a los cazadores y pescadores, provocan
desequilibrios ecológicos de graves consecuencias que después se solucionan
con batidas oficiales. Además, los animales criados en granjas o factorías
piscícolas que son liberados en los cotos o en el agua poco antes de la batida
o de la pesca y que han perdido su instinto natural, constituyen una presa fácil
para los aficionados y para otras especies depredadoras que se ceban con ellos.
3.-
No quisiéramos olvidar la triste realidad de los perros
de caza. Tras recibir una educación espartana, generalmente a base de
golpes, gritos y poca comida, la mayoría de estos perros están condenados a
pasar su vida encerrados y solos hasta que les llega el día de salir a cazar.
Entonces viajan a oscuras y con poco aire en un maletero o, con suerte, en un
remolque pequeñito que comparten entre varios. Comprados y vendidos una y otra
vez, muchos acaban sus días de forma prematura, de un tiro, agotados,
abandonados, perdidos o enfermos. Hay cazadores que, al final de temporada,
cuando ya no los necesitan o les dejan de interesar, dejan a sus perros heridos
o viejos en perreras, donde les espera un triste final.
4.-
El fenómeno del plumbismo es otro lamentable aspecto de la caza. Las enormes
cantidades de plomo y plástico de los cartuchos y artes de pesca que quedan en
nuestros campos, montes y ríos contaminan y degradan el medio y envenenan a
cientos de miles de animales. Después de cada temporada cinegética quedan
despositadas en los cazaderos, especialmente en los humedales, unas 3.000
toneladas de perdigones de plomo que envenenan cada año a más de 30.000 aves
acuáticas, que mueren de forma silenciosa y sin ser contabilizadas entre las víctimas
de la caza. Recientemente, los cazadores han puesto en marcha campañas
(interesadas, no altruistas) de recogida de cartuchos, que consisten en el
intercambio de cartuchos usados por cartuchos nuevos. Es irónico que informen
sobre estas campañas aludiendo al “gran sentido ecológico” de los
cazadores, cuando han pasado años y años ensuciando y maltratando nuestro
entorno impunemente. No olvidemos que el Estado español es el más contaminado
del mundo por cartuchos de plomo.
5.-
Otro aspecto a tener en cuenta, generalmente olvidado, es el daño que
hacen en el campo los coches y los todo-terreno
de muchos aficionados que dicen hacer deporte y amar a la naturaleza. El vadeo
de los ríos, la destrucción de su fondo acuático, el aplastamiento de la
tierra y la erosión del suelo que supone, y la contaminación atmosférica y acústica
que tanto molesta a los animales en momentos tan cruciales como el de la
reproducción, no son más que las consecuencias del uso de este tipo de vehículos
en los espacios naturales.