El infierno de Tuck: “He sido atacado
otra vez”.
En las primeras horas del viernes 7 de enero del 2000, después de
semanas de reconocimientos, inspecciones y planeamiento, tuvo lugar una liberación
en las instalaciones de Tuck & Son, un criadero de roedores destinados a la
vivisección. Esto es lo que nos dijeron los compañeros del A.L.F. en un
comunicado anónimo.
“Algunos de nosotros se han pasado las Navidades observando y vigilando
las muchas construcciones para animales que había, así como las casas
prefabricadas de los empleados que vivían ahí. Para ello, tuvimos que meternos
literalmente en el terreno de la gente que pensábamos atacar. Muchas de las
instalaciones habían sido abandonadas, porque al parecer, el negocio no era tan
lucrativo como esperaban. Ahora sólo quedaban tres construcciones en
funcionamiento, cada una de ellas albergaba a miles de ratas y ratones. La
situación de estas criaturas es pasada por alto dentro del ambiente de los
derechos de los animales, ya que no se le da a conocer al público en general, y
dentro del ambiente de la liberación animal, no se está siendo tan efectivo
como se debería. Cualquiera que dedique un poco de tiempo a estos simpáticos
personajes quedará fascinado con lo graciosos, inteligentes y curiosos que son.
Mas del 80% de los experimentos son hechos en ratas, y ya es hora de darles un
respiro.
La fecha fue fijada una semana después de año nuevo, porque en navidad,
o el propio día de año nuevo, los trabajadores que vivían ahí cambiarían su
rutina y por tanto sería muy difícil predecir cuando iban a entrar y salir de
las casas. Un ordnade survey map* nos
proporcionó una buena información acerca de los ríos, valles, etc. de la
zona. También nos familiarizamos con el terreno mediante paseos nocturnos, por
si teníamos que huir. Vimos que era factible transportar los animales a través
de los campos, lejos de cualquier
carretera que nos pudiese cortar el camino, y hacia algún vehículo que nos
esperase oculto.
Decidimos entrar a un edificio que había sido claramente renovado y
reformado, ya que el sistema de ventilación era mas moderno y ruidoso que el
resto. Elegimos este edificio porque al ser mas ruidoso disimularía mas los
ruidos que hiciésemos nosotros, y además era el mas cercano al campo por el
que íbamos a entrar y salir del terreno.
La noche en cuestión, una serie de voluntarios cortaron las vallas que
rodeaban el terreno, se situó un vigilante en un punto estratégico y
comenzamos el trabajo de intentar entrar dentro. Cualquier hecho peligroso para
los que intentaban entrar sería inmediatamente avisado por radió transmisión,
así que no tendrían que estar constantemente vigilando sus espaldas. Al estar
extremadamente cerca de las casas en las que vivía el personal no podíamos
usar ninguna herramienta eléctrica con batería propia, ya que el ruido podía
alterar a los empleados. Optamos por usar un berbiquí de una pulgada (2,54cm) y
taladramos manualmente unos cuantos agujeros en la mitad mas baja de la puerta.
Esto no resultó nada fácil, ya que la puerta estaba reforzada por dentro con
bandas gruesas de madera y un panel que lo cubría. Pero después de trabajar
duro conseguimos hacer un agujero suficientemente grande como para entrar
parcialmente. Para nuestra desgracia, la abertura nos permitió ver que la
puerta y un pequeño pasillo que partía de ella, habían sido excluidos de una
reforma interior. Si hubiésemos pasado por el agujero, nos hubiésemos
encontrado de frente con un sospechoso plástico hecho a medida, que iba de la
pared al techo y que pensamos que era una unidad SPF.
Esto nos dio incluso mas ganas de entrar, así que dejamos la puerta
y nos dirigimos a nuestro segundo punto de entrada, una ventana sellada que daba
directamente a un pasillo interno de la unidad animal. Empezamos a taladrar a
una profundidad de unas cuantas pulgadas en el hormigón con una broca de
cantero, debajo encontramos una malla de metal, unos paneles de madera y el
cristal. Evidentemente estaban algo paranoicos desde la última liberación.
El tiempo se nos estaba empezando a echar encima. Una palanca y la fuerza
bruta fue lo que usamos para arrancar la ventana y finalmente tuvimos acceso.
En el interior encontramos seis habitaciones separadas con cientos y
cientos de ratones y ratas. La imagen de las jaulas completamente sucias era
horrible y encontramos docenas de animales muertos que habían tirado al suelo
del pasillo. Mientras sacábamos cada contenedor con ruedas deslizándolo fuera
de la pila en la que estaban veíamos cientos de ojos observándonos fijamente
desde el resto de los contenedores. Las rejillas de la parte de arriba permitían
a las ratas ponerse de pie sobre sus patas
traseras y observarnos a través de los huecos. Algunos tenían las patas
extendidas como si nos suplicasen que
les sacásemos. Por razones obvias, los mas cercanos a la puerta tuvieron la
oportunidad de ser rescatados y los mas alejados a ella puede que ni siquiera se
enterasen de que habíamos estado ahí.
Los que nos llevamos fueron transportados a través de un campo hasta los
vehículos con los que fueron conducidos a una vida de estímulos, cuidados y
cariño. El número total de roedores rescatados fue de mas de
400. No está mal para una noche de trabajo”.