La alternativa de luchar.
Una
historia de primera mano sobre una liberación de visones.
También nos aseguramos de que nadie llevaba objetos
innecesarios, joyas o cualquier otra cosa que pudiera ser dejado atrás
inadvertidamente. La última cosa que hicimos fue dejar la llave del coche cerca
del coche, para que no se la llevase nadie en concreto (ya que si esta persona
se metiese en problemas, el resto no tendría un medio de transporte). Nuestros
bolsillos estaban vacíos excepto por el scanner,
las linternas y los guantes. Estábamos listos para marchar.
El
reconocimiento.
Nuestro
equipo sabía la importancia de familiarizarse con la zona, así que estuvimos
recorriéndonosla andando durante una hora. Por supuesto, cuando en este paseo
íbamos por la carretera o cerca de ella, cada vez que oíamos o veíamos un
coche a
lo lejos nos tumbábamos
en la tierra o detrás de unos arbustos. Localizamos un riachuelo que discurría
cerca y a través de espacios abiertos. También tómanos nota de las zonas mas
oscuras y en que lado de la carretera había menos luz. Fijamos un punto de
encuentro de emergencia por si por alguna circunstancia nos separábamos.
Cuando el viento vino en nuestra dirección, traía el olor de la granja.
Mis sentidos se dispararon. Al respirar pude notar el olor a sangre y
sufrimiento, pude oír los llantos de dolor, pude ver la desesperación y sentir
el terror de ese lugar. Era y sigue siendo un auténtico infierno.
Acortamos a través de dos campos grandes para llegar hasta la parte
trasera de la granja. Cuando estábamos en campo abierto, nos tiramos, y nos
arrastramos con los brazos en la espalda, de tal forma que si alguien estaba
mirando no pareceríamos humanos. A medida que avanzábamos hacia la granja,
tuvimos que deshacernos de alambre de espinos para pasar las vallas de algunos
campos. Nos hicimos amigos de unas vacas y otros animales con los que nos
cruzamos en nuestro camino hacia la granja.
Después de comprobar si había alarmas, trip
wires**, y video cámaras, escalamos sin problemas la valla trasera y
entramos al campo de concentración. Continuamos buscando cuidadosamente
alarmas, etc. Y nos metimos rápidamente
en
las naves. Nuestra presencia atrajo pronto la atención de los miles de visones
que había. Se pusieron muy nerviosos, dando vueltas en sus diminutas cajas y
“hablándose” unos a otros con cortos pero altos chillidos. Con nuestras
pequeñas linternas, pudimos ver su cara curiosamente pequeña y una mirada
penetrante, unos animales verdaderamente preciosos! Pensé en el fatal final que
les hubiese llegado si no hubiésemos intervenido. Sus cuellos rotos o sus
pulmones gaseados después de unos cuantos meses mas de dura tortura física y
psicológica por estar encerrados en ese infierno.
Nos fijamos en las jaulas: cuatro hileras en cada nave. Jaulas mugrientas
y corroídas que no proporcionaban un lugar de descanso a estos animales que
normalmente anidan en libertad. La mayoría de los listones de las jaulas se podían
cortar fácilmente, excepto los de los reproductores, que tenían un alambre
pesado y grueso que giraba alrededor de los listones de las jaulas asegurando
las puertas.
Tras el reconocimiento supimos lo que necesitábamos y regresamos a la
parte de atrás del campo que había detrás de la granja. Nos sentamos bajo un
viejo sauce durante unas horas observando el recinto para saber si alguien había
advertido nuestra intrusión. Esa tarde dejaríamos ahí a los animales, pero
volveríamos. Caminamos a través de los campos y riachuelos, cogimos el coche y
condujimos alrededor de una hora, después acampamos el resto de la mañana.
A mitad de mañana nos levantamos y comenzamos a discutir intensamente un
plan de acción, detallando las herramientas que íbamos a necesitar y repartiéndonos
las tareas. Habíamos traído con nosotros un radio
scanner, ropa oscura, linternas, cizallas para alambres, guantes, sprais de
pintura y máscaras de esquiar. Necesitábamos sobres envueltos, papel y sellos
(para mandar un comunicado después de la acción), y pilas de repuesto.
Llenamos el coche de combustible y condujimos una vez mas hacia nuestro
objetivo, durante la luz del día para familiarizarnos mejor con los
alrededores.
El resto de la tarde y anochecer fue empleado en apartar todo el equipo y
limpiarlo de arriba abajo. Repasamos cada detalle del plan en nuestras cabezas y
nos preparamos mentalmente para cualquier imprevisto que nos pudiéramos
encontrar.
Comenzó a llover. Revisamos nuestro equipo otra vez y partimos. Volvimos
al campo de concentración asegurándonos otra vez de que no nos seguía nadie.
Como la noche anterior, revisamos el scanner,
vaciamos los bolsillos y dejamos la llave cerca del coche. Una vez mas seguimos
la carretera tirándonos al suelo cada vez que veíamos que se acercaban faros,
después empezamos a arrastrarnos por la oscuridad, y llegamos al lado de los
muchos visones que esperaban su libertad.
La liberación.
Abrimos
las jaula. Después de haber abierto alrededor de una docena paré para tomar un
respiro, enfoqué con la linterna a una figura brillante y delgada, que escapaba
de su jaula-agujero. El visón cruzó la tierra y salió del cobertizo. A pesar
de que me hubiese gustado asegurarme de que cada animal encontraba la libertad,
sabía que no podía hacerlo, ya que costaría la vida de todos los que dejase
atrás. Tuve que estar en todo momento abriendo jaulas para dar al mayor número
posible la oportunidad de una vida en libertad.
Continué frenéticamente mi trabajo abriendo y cortando alambres.
Mientras trabajaba, algunos visones corrían por encima de las jaulas, otros se
escurrían entre mis pies chillando alegremente. Al poco rato estas criaturas
estaban por todas partes, corriendo de un lado a otro, jugando y peleando unos
con otros. Me hubiese encantado dejar mi trabajo para separar a dos de los pequeñajos
y soltarlos a través de los agujeros que habíamos hecho en las vallas de
fuera, donde encontrarían su libertad. ¡CORRER CHIQUITINES CORRER!
Un ruido
sospechoso.
De
repente oí, o creí oír, el portazo de una puerta. “Los visones han
despertado a los granjeros”, pensé, “aquí viene”. Miré hacia el final
de la nave y hacia la casa del granjero. Ajusté mi foco para mirar a distancia
en la oscuridad, distinguí una figura. O me estaban gastando una broma mis ojos
o había ahí alguien de pié? Me sentía muy inseguro casi con pánico cuando
imaginaba al “granjero John” completamente histérico saliendo de su casa, o
mucho peor, en la salida con un rifle en la mano. Me preparé para lo peor y
traté, otra vez en vano, de enfocar el final de la nave.
Mejor
prevenir que curar, me recordé a mi mismo, y rápidamente dejé la nave. Busqué
a mis compañeros y al no encontrarlos mi angustia creció. Me fui al campo
adyacente, escalé a unos arbustos gruesos y observé la granja unos 20 minutos.
No vi nada fuera de lo normal y ninguna luz había sido encendida, así que con
mucha precaución regresé a las instalaciones. Me introduje en las naves en las
que estaban mis amigos trabajando, para cerciorarme de que todo iba bien. Los
encontré trabajando sin interrupción. Regresé a mi nave y continué abriendo
jaulas.
El
trabajo era exhaustivo y sentía los huesos y músculos agotados. Pero continué
,nunca hubiese tenido la conciencia tranquila si no hubiese abierto todas las
jaulas humanamente posibles. Perdí la cuenta a las 500.
El momento de
irse.
Acabé
con mi nave y fui a las otras para ver si necesitaban ayuda. Encontré las
primeras naves vacías, fui a la siguiente y acabamos esta juntos.
Desgraciadamente, llegamos a la hora en la que habíamos decidido que teníamos
que parar. A pesar de que aún quedaban muchas naves llenas de prisioneros para
liberar, el granjero se despertaría
pronto y la luz del sol nos impediría huir a nosotros y a los visones.
Pintamos con sprai algunas de las jaulas que no estaban vacías y
regresamos. Mientras huíamos, perseguimos a muchos visones hasta los agujeros
cortados en las vallas. Una vez fuera, paramos un momento para ver las muchas
figuras oscuras deslizarse a través de los campos hacia el riachuelo que les
proporcionaría un nuevo hogar.
Usando la luna como guía, encontramos el camino hacia el coche. Rápidamente
compartimos nuestras experiencias mientras andábamos (un miembro del grupo había
sido mordido cuando intentaba abrir una jaula). Todos nosotros habíamos
encontrado algún visón muerto o agonizando en su jaula.
Metimos nuestros húmedos, doloridos y sucios cuerpos dentro del coche.
Nos hicimos caras de frustración porque a pesar de nuestra excitación sabíamos
que no debíamos hablar dentro del coche. Condujimos en silencio, a través de
las carreteras sin iluminación, hasta nuestro lugar de acampada, donde habíamos
separado nuestras cosas, tiramos toda nuestra ropa y zapatos a la hoguera y
metimos las herramientas en bolsas para estar rápida y completamente seguros.
Hablamos un poco mas de nuestras experiencias, incluido lo que podríamos
haber hecho mejor para la siguiente vez. Hicimos planes para quedar otra vez y
nos abrazamos calurosamente unos a otros antes de empezar nuestro largo camino
hacia casa. Durante el día en el que regresamos, oímos en las noticias de la
radio reportajes a cerca de la liberación. Sonreímos abiertamente con la
satisfacción de saber que muchos visones habían logrado su oportunidad de
vivir en libertad, que el comercio de pieles había sido menos rentable ese día,
y que posiblemente John el granjero se quedase sin trabajo.
*N de los T: como no sabemos su
traducción exacta hemos preferido no traducirlo.
**N de los T: trip wires literalmente traducido quiere decir alambres
para tropezar.