CORAZONES A LA DISTANCIA
Por aLieN uRBaNo (aka Natalia @->- Rosa Roja)
Disclaimer --- t.A.T.u es propiedad de Universal. Yulia y Lena existen realmente y yo no tengo nada que ver con ellas. No trato de lastimar su imagen tampoco.
Nota: Los eventos son ficticios.
Clasificación: PG-13 con posibilidad de subir a NC-17
CAPITULO 7: Poesía para un poeta.
Las pisadas sonaban fuertes y luego disminuían solo para nuevamente oírse con fuerza. Simone llevaba horas caminando de aquí para allá. Su mente no dejaba de llevarla a la tarde anterior. Se había portado sumamente grosera con su mejor amiga. ¿Y todo por qué? Porque le había confesado algo que ya esperaba pero que, en el fondo de su corazón, deseaba que jamás ocurriera. Pasaba suficiente tiempo con Monique como para darse cuenta de que la joven amaba a su instructora de piano, en todos sus poemas salían a relucir melenas negras y ojos lapislázuli envueltos en amores imposibles. Y aún así no podía creer lo que su amiga le había dicho. No podía concebir que la adolescente la hubiera besado. En silencio maldijo su reacción tan viseral y trató de descifrar dónde podría encontrar a la pelinegra pues no contestaba su teléfono.
- ¡Horrible y difícil situación la mía! Lastimar a mi amiga de esa forma tan ruin. – se regañó a sí misma.
En el instante en que Simone decidía salir a buscar a Yulia su teléfono sonó.
- ¿Yulia?
- No, soy yo Monique. Pasa algo con Yulia ¿verdad?
- Sí, Monique. Iba a buscarla en este momento.
- Todo es culpa mía. – balbuceó la chica desde el otro lado de la línea.
- ¿Por qué dices eso niña?
- La besé, Simone. Fue… es mi culpa… - ahogó un chillido.
- No te preocupes, Monique. Yulia no desapareció por un beso, fue por algo que le dije.
- ¿Discutieron?
- Por así decirlo. Llámame después, voy a buscar a Volkova.
No le dio tiempo de responder a Monique y colgó. Trataba de contener esa emoción entre cálida y gélida que le había nacido en el pecho.
* * *
Armand llevaba exactamente 3 horas despierto a los pies de la cama de Yulia, y hacía dos horas y media que la observaba dormir. En la media hora que no había empleado en admirar a la pelinegra se había tomado la libertad de usar su baño y ducharse, después preparó un poco de café y tomó el asiento del que no se había movido desde entonces. Finalmente la joven murmuró algo sobre apagar el sol, pateó las cobijas dos veces y enterró su cabeza entre el colchón y la almohada. Armand sonrió al verla tan pequeña. No daba la impresión de tener 25 años, así dormida le parecía una colegiala en lunes, es decir, totalmente deseosa de permanecer en cama hasta el final de los tiempos.
- Buenos días. – murmuró Yulia después de sentarse en la cama adormilada para después dejarse caer hacia atrás profiriendo una maldición en ruso y quedando dormida de nuevo.
Armand se mordió los labios para no reírse. Definitivamente parecía una colegiala. Un par de minutos después, acorde a la tradición de la joven Volkova, se levantó estirando los brazos como si quisiera crecer un par de centímetros más y bostezó abriendo la boca tan grande como sus mandíbulas se lo permitían. Ahora totalmente despierta, Yulia se percató por fin de la presencia de Armand al pie de su cama.
- ¿Qué miras?
- La miro a usted Madmoiselle Volkova.
- ¿No tienes nada mejor que hacer? – preguntó Yulia con ligera molestia en su voz. No era de su total agrado que miraran su ritual matutino.
- En realidad no. ¿Qué podría ser mejor que observar a una jovencita hablando dormida?
- ¿Hablé dormida? – preguntó con pánico.
- Balbuceaste un par de cosas en ruso, que por supuesto no entendí. – respondió Armand en un tono menos formal que el que había estado usando toda la noche.
- Armand…
- ¿Sí?
- Gracias por quedarte anoche. – susurró la pelinegra poniéndose una bata encima.
- Gracias por dejar que me quedara. Tu compañía es lo más agradable que he tenido en años.
Armand y Yulia se sonrieron dando a entender que las palabras estaban de más después de una noche como la de ellos. Las confesiones habían estado a la orden y conocieron cosas uno del otro que nadie más sabía, en el caso de Yulia la única que sabía esas cosas era Lena. Aún bostezando y rascándose una oreja, Yulia se paró a conectar el teléfono, a encender el televisor y a prepararse el desayuno. El timbre sonó unas diez veces antes de que Yulia se exasperara y decidiera abrirle la puerta al individuo que tocaba como mal nacido.
- ¡¿Dónde es el incendio?! – gritó al abrir la puerta.
Frente a ella estaba Simone, vestida de culpabilidad y un bonito conjunto negro. La escritora no esperó a que Yulia reaccionara y, probablemente, le cerrara la puerta en las narices y se lanzó a abrazarla. Cuando lo hacía siempre le daba la impresión de abrazar a un muchacho delgado. Yulia le regresó el abrazo sin comprender muy bien qué rayos estaba sucediendo.
- Te estuve llamando, Yulia. Me tenías preocupada.
- Creí que no querías verme. – respondió Yulia con un puchero más que con un reclamo.
- Perdóname por lo de ayer. No era mi intención herirte o hacerte pensar que no te creo. Es sólo que… verás… me he encariñado con Monique y… y…
- Y te pusiste celosa. – completó Yulia la frase.
- Sí… eso. – balbuceó Simone mientras su rostro se volvía del color de los atardeceres sobre el Sena.
Yulia soltó una carcajada tan estruendosa que dos vecinos salieron, en calzoncillos, a ver qué ocurría en el pasillo. Esto sólo provocó que las risas de Yulia aumentaran y que Simone la metiera al departamento de un empujón.
- ¡Ya cállate, Volkova! – exclamó propinándole un golpecito en la nuca a su amiga. – Mejor dime por qué no contestaste el teléfono anoche.
Entre tanto alboroto Armand salió de la habitación donde se había quedado haciendo la cama. Escritora y señor se miraron desconcertados, uno no esperaba ver al otro ahí. Simone le dirigió una mirada curiosa a Yulia que para entonces se estaba "descosiendo" de risa.
- ¿De qué me perdí anoche? – preguntó la rubia esperando una respuesta ya fuera del extraño o de su amiga.
Un par de horas después Yulia se quejaba del dolor de estómago que le había provocado cuarenta minutos ininterrumpidos de risa. Simone sintió que fueron los minutos más largos de su existencia. Armand se había ido hacía bastante rato cuando Yulia golpeaba el suelo con los pies y los puños llorando de risa.
- ¿Ya te vas a dejar de reír, Volkova? – preguntó Simone con los brazos cruzados frente al pecho.
- Ya no puedo reírme más. – respondió Yulia respirando con dificultad. – Aunque podría seguir riendo.
- ¡Volkova! – gritó Simone jalando las orejas de su amiga.
* * *
Yulia llegó a la casa Poulian y llamó a la puerta. Para su buena suerte sólo Madame Poulian y Monique estaban en casa y madam Poulian se encontraba demasiado ocupada como para atender debidamente a su hija y la instructora. Todo parecía indicar que un nuevo momento a solas llegaría para estudiante y alumna. Recorrió el conocido camino hasta la habitación de la más pequeña de los Poulian.
- Hola, Monique. – saludó la pelinegra dedicándole una sonrisa a la joven estudiante.
- ¡Yulia! – exclamó la chica tirando todo lo que había en su escritorio.
Yulia se acercó a recoger los papales que habían sido regados por el suelo pero Monique no le permitió observar nada, en especial un papel arrugado que había sido arrancado de una libreta un par de horas atrás. Con las mejillas encendidas Monique se sentó en la cama. Tenía muchos motivos para no poder mirar a Yulia a los ojos, el papel y el beso que le había dado hacía un tiempo.
- Monique, necesito hablar contigo…
La jovencita miró a Yulia como una rata que sabe que en cualquier momento será ahogada. Yulia le sonrió con esa mirada increíblemente tierna y con esos labios dulces y rosas al natural. Sin darle tiempo a pensar qué significaba esa sonrisa, la abrazó. Monique le agradeció ese gesto y se abrazó a su maestra con una marejada de sentimientos golpeando sus ojos y su pecho, mientras en su mano el papel misterioso seguía arrugándose.
- Tú no me amas, Monique. – le susurró Yulia al oído.
- Sí…yo… - negó con la cabeza Monique tratando de explicarle a Yulia que en realidad la amaba, que había hecho todo por ella.
- No, princesa. Tú sólo has confundido admiración con amor. – Yulia rompió el abrazo y se arrodilló frente a Monique. – No te cierres a lo que crees sentir. Dime, ¿qué sentiste cuando me besaste? ¿Fue una sensación parecida al éxito o un sentimiento cálido que te recorrió desde los labios hasta el estómago iluminando tu día?
Monique meneó la cabeza un rato y después se hundió en sus pensamientos. Evocó ese maravilloso momento en que había tenido el valor suficiente de traspasar la línea del respeto y había podido probar los labios de la mujer que más amaba… ¿la amaba? Miró hacia la gaveta donde guardaba su pequeño universo dedicado a Yulia. Ese beso no había sido más que una demostración de lo grande que había sido su cariño durante tantos años de ser su fanática. No, no había sentido esa sensación cálida llegando desde sus labios hasta su estómago, tampoco había sentido que su día se iluminara. Había fantaseado sobre Yulia, sí, pero eso lo hacía siempre. Recordaba haberse sentido exactamente igual que después de comer una gran barra de chocolate o de haber ganado un pase gratis en el cine.
- ¿En qué piensas todo el día, Monique? ¿A quién le dedicas tu primer y último pensamiento del día?
La pregunta de Yulia había golpeado otro punto en su corazón. La primera persona en la que pensaba, por supuesto era Yulia. No, lo primero que hacía era mirar hacia la gaveta de su escritorio, pero su primer pensamiento estaba dedicado a la clase nueva que tendría en casa de Simone después de que Yulia pasara por ella. Las horas se le escapaban esperando que la próxima clase llegara. Simone… pero ella era mucho mayor. Ya se había dado cuenta de lo que sentía por Simone pero la enorme diferencia de edades la había obligado a callar, a pensar en Yulia. ¿Estaba enamorada de Simone? Bueno, ¿cómo podía no enamorarse de esa mujer tan exuberante, tan hermosa, tan elegante, delicada y al mismo tiempo fuerte? ¿Cómo podía no haberse enamorado de la exquisita forma de hablar, la manera que tenía Simone de volverlo todo hermoso? Estaba enamorada de su prosa, de su elegancia, de la forma con que su cuerpo se movía entre los libros y la manera en que sus manos se posaban sobre sus hombros cuando tenían clase. Finalmente, Monique levantó la mirada hacia Yulia.
- Tienes razón… Me…
- Te obsesionaste conmigo, eso es todo. Es normal tratándose de mí. – dijo la pelinegra agregando un coqueto guiño en su última frase provocando que Monique se sonrojara.
- En realidad estoy enamorada de Simone… pero ella jamás me hará caso. Ella es una mujer madura, de mundo… y yo… sólo una niña sin talento.
- Creo que debes hablar con Simone. – respondió Yulia sonriendo y dándole su libreta para escribir. – Vamos.
Monique corrió escaleras abajo, ansiosa de ver a la mujer que amaba, que realmente amaba. Incluso si amar sonaba demasiado drástico, lo que ella sentía por Simone difícilmente podría sentirlo por alguien más. Yulia la miró correr y casi tropezarse con sus propios pies.
- Hoy, a pesar de todo, fue un excelente día. – murmuró para sí misma.
* * *
Continuará…
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