CORAZONES A LA DISTANCIA
Por aLieN uRBaNo (aka Natalia @->- Rosa Roja)

 

CAPITULO 8: Lena, mon amour

La cabeza le dolía como si una estampida de elefantes hubiera estado jugando carreras contra otra dentro de su cerebro. Toda la noche había sido lo mismo y había comenzado cuando dejó de llorar como histérica. No había sido la reacción propia de una psicóloga pero no había logrado controlarse. Todos sus estudios no le servían de nada cuando se trataba de Yulia. Ella siempre la había sacado de balance, siempre había conseguido que su mente se volviera una especie de licuadora donde lo único constante era un torbellino. La bocina de un auto la despertó con un tremendo golpe en las sienes, sin darse cuenta se había quedado parada a la mitad de la calle cuando cruzaba de una acera a otra hacia su consultorio. Sacudió la cabeza y siguió su paso. Se sentía mal por lo que había ocurrido con Svetlana, no tenía por qué desquitarse con ella. Después de todo, lo único que Svietia había hecho era devolverle el amor que Yulia se encargó de desquebrajar. En el elevador se decidió, le ofrecería disculpas a Svetlana y luego, tal vez, podrían hacer el amor en su oficina. Lena sonrió, sí, iría hasta el escritorio le daría un gran beso y luego invitaría a Svetlana a su oficina.

- ¡Svietia…! – se interrumpió a s&iaaacute; misma cuando se encontró con una morena que acomodaba los papeles del escritorio.

- ¡Buenos días, doctora! Soy Nadine.. Svetlana me pidió que la viniera a reemplazar.

- ¿Dónde está? – pregunt&oacuute; anggustiada.

- No lo sé, doctora. Sólo me pidió que viiniera.

- ¿Va a regresar? – Lena sonaba cada vez más desesperada.

- Doctora, de verdad quisiera ayudarla peero no sé nada. Svetlana sólo me pidió que viniera a suplirla. ¿Hago pasar a su primer paciente?

La mente de Lena se volvía más turbia a cada segundo y las estampidas de elefantes volvían a jugar carreras en su interior. Asintió débilmente con la cabeza y entró a refugiarse a su consultorio. Lo había arruinado todo, también había logrado que Svetlana se fuera. Primero Yulia, luego Svetlana, ¿seguiría así para siempre? ¿Alejaría a todas las personas que la amaran?

***Flashback***

- ¡Lenochka! ¡ Lenochkaa! ¡ Lenochka! ¡Le…!

- ¡Ya cállate Volk! – rió Lena tratando dde concentrarse en su libro.

Yulia cesó sus brincos y metiéndose a la boca la paleta de fresa que había estado comiendo se concentró en un punto lejano del parque. En el otro extremo una chica iba de aquí a allá sobre sus patines. La pelinegra, al no obtener atención alguna de su novia decidió concentrarse en aquella mujer que patinaba con tanta gracia. La chica pronto notó la mirada interesada de Yulia por lo que comenzó a hacer acrobacias más y más interesantes. La multitud la ocultó unos segundos y la desapareció. Yulia suspiró lamentando haber perdido su entretenimiento. Volvió la mirada a Lena pero la pelirroja seguía con la nariz hundida en su libro. Al instante apareció la chica de los patines, y con una bella sonrisa la invitó a acompañarla.

- ¿Lena?

- ¡¡Volkova Yulia Olegovna déjame leer!! – exclamó totalmente furiosa la pelirroja.

Yulia tomó los patines que le había llevado la chica y se fue a patinar con ella. Le dieron muchas vuelvas al parque y jugaron a muchas cosas incluyendo carreras. Cuando Lena por fin terminó el libro buscó a su novia y lo único que encontró fue un vacío. A través de los rayos que disparaban las lámparas del parque alcanzó a ver a Yulia tomada de la mano de una chica. Se paró totalmente histérica, no podía creer que Yulia hiciera de eso. La pelinegra por su lado dominaba ya a la perfección las piruetas y los saltos que la chica le había enseñado.

- ¡Lo hiciste, Yulia!

Yulia brincó de gusto al haber podido realizar un brinco combinado con un giro de 360° sin embargo olvidó que tenía los patines puestos y el brinco de emoción fue tal que tropezó y se fue de bruces. La chica la ayudó a levantarse riéndose como dos locas.

- ¡Volkova! ¡Eres increíble! – exclamó Leena furiosa.

- ¿Qué hice? – chilló Yulia corriendo dettrás de Lena que ya le llevaba un buen tramo. - ¡Lena!

La pelirroja se giró únicamente para estampar su mano contra la mejilla de Yulia. Sus ojos grises eran dos lagunas cubiertas por niebla y la pelinegra no sabía qué había pasado. Hipnotizada por el dolor de aquél querido rostro se congeló en su sitio con una mano en la ofendida mejilla. Lena siguió su camino con gruesos lagrimones escurriendo por sus mejillas y mojando la calle. Yulia no pudo reaccionar sino hasta que su amada salió de su rango de visión.

- ¡¿Cómo se atreve?! – le gritó Lena a unna almohadilla del sofá preferido de Yulia.

Unas horas después Yulia llegó a casa con un ramo de flores. No se atrevió a hablar con Lena pues su orgullo aún estaba herido después de tremenda bofetada. Se sentó frente a la pelirroja y le extendió la media docena de rosas. Lena tampoco dijo nada, seguía indignada. Tomó el ramo y abrió la tarjeta:

TE AMO

Yulia le sonrió a través de la mesa.

- No sé qué te hice pero… ¿me perdonas? <

- No.

***Fin Flashback**

Aquella había sido la primera pelea del resto, el preludio al final de su relación. ¿Y todo por qué? Por celos, estúpidos e infantiles celos. Yulia no había hecho nada, simplemente había buscado algo en qué entretenerse mientras ella se encontraba sumergida en su novela. Además, el gesto de llevarle un ramo de rosas y disculparse sin necesidad había sido hermoso. Pero no, tenía que ser estúpida y arrojarle el ramo. Había sido su culpa, se había terminado todo por su culpa, y ahora también alejaba a Svetlana.

Los pacientes pasaron frente a sus ojos, todos iguales, no distinguía rostros y sólo se limitaba a asentir y decir que había avance que se verían la próxima semana.

- Dra. Lena, debería tomarse unas vacacioones. Se ve muy cansada. – dijo una de sus pacientes antes de salir.

Tal vez eso era lo que necesitaba, vacaciones. Sí, vacaciones de sí misma. Se preguntó si en las agencias de viaje habría algún paquete que pudiera meter su alma en una botella y guardarla ahí para siempre. Svetlana… no podía pensar en otra cosa. No podía sino recordar sus hermosísimos y raros ojos violeta mirándola enamorada. Necesitaba ese amor, necesitaba sanar sus heridas, curar todas esas culpas. Svetlana le ofrecía ese mundo en sus brazos, en sus ojos. En ese momento la puerta se abrió, era la chica que había estado supliendo a Svetlana.

- Doctora…

- Ya no más pacientes Nadine… hoy yaa no..

- Ya no hay mas pacientes, doctora. Sólo…… algo que le llegó.

¿Algo? Lena arqueó las cejas y se dirigió a la puerta, pero antes de que pudiera salir un enorme ramo de flores, violetas, rosas, tulipanes e incluso una rarísima flor llamada ave del paraíso. Lena cayó casi desmayada en su asiento. Aquello debía ser una alucinación provocada por el cansancio y la preocupación. Era enorme, un metro cincuenta tal vez. Y de entre las flores salió un rostro familiar.

- ¡Svetlana! – gritó Lena lanzándose a loos brazos de la rubia que inmediatamente hizo a un lado el enorme arreglo para abrazar a su pelirroja.

- Veo que estás de mejor humor. – sonrió..

- Te extrañé. Svetlana, perdóname por favvor… yo… - la rubia calló a Lena con un dedo sobre sus labios.

- Vamonos de Moscú. – susurró; Svetlana pprovocando cierta mirada de pánico en Lena. – Vamos a otra ciudad a disfrutar del tiempo, de ti y de mi. Vamos a Paris.

- ¿Paris? ¿Hablas en serio? ¿Paris? – sonnrió Lena sin poder creer lo que escuchaba.

- ¡Claro! – respondió la rubia sonriéndolle.

Lena se dirigió a la puerta cerrándola con seguro. Se giró hacia Svetlana que la miraba desconcertada. La pelirroja se acercó a su compañera abrazándola por el cuello.

- Debemos irnos si queremos alcanzar a haacer tus maletas. – sonrió nerviosa Svetlana.

- Ajá. – susurró Lena en el cuello de Sveetlana besándola y subiendo hacia sus labios donde se detuvo jugando mágicamente con su boca.

Svetlana se sostuvo de lo primero que encontró a la mano, la orilla del escritorio. Lena era rápida y hábil, de repente ya se encontraban frente a frente con la ropa arrugada y besándose como sólo se puede besar al sol después de una larga y fría noche. Lena se detuvo un segundo a mirar a su querida rubia, sus ojos violeta la hipnotizaban, su piel erizada bajo su contacto era adorable. La pelirroja comenzó a deshacer los botones de la blusa de la rubia besando y mordiendo los lunares que salpicaban su mirada mientras se abría paso entre el algodón y la piel nívea. Svetlana no podía reaccionar y sólo se concentró en controlar su respiración. ¿Qué le pasaba a Lena? ¡A quién le importaba! Ahogó un gemido en la garganta mientras Lena besaba su vientre ya desnudo. La blusa azul cayó con presteza sobre el escritorio tirando un par de cosas en su camino, entre ellos un portarretratos con un recorte de periódico. Lena mordió los labios de su amante jalándola hacia su diván. Ese cómodo diván color vino que las había observado con tanta ansiedad durante tantas semanas por fin las sentía sobre su superficie de piel. Svetlana no tuvo que esperar más tiempo para quitar la blusa de Lena y revelar sus blancos, hermosamente formados senos. Eran sostenidos por apenas un sostén de encaje que sólo cumplía su función como ornamento. Sus manos se apoderaron de aquellas montañas sintiendo el cuerpo de Lena reaccionar ante sus caricias. La falda de Lena no tardó en encontrarse con el suelo observando la escena entre una maceta y una arruga de la alfombra. Los jadeos de Svetlana se confundían con los de Lena superándose unos a otros en intervalos disparejos. El diván absorbía el sudor de Lena con avidez y aquél que no lograba consumir lo esparcía por su superficie. Svetlana podía verse reflejada lejanamente en los ojos grises de su pelirroja amada.

El sol comenzaba a deslizarse sobre las ventanas de la oficina de Lena soplando sus rayos sobre los cuerpos entrelazados y desnudos de dos mujeres. Svetlana respiraba con dificultad pero no le importaba, nada importaba ni el sudor que pegaba su cabello a su cráneo, ni tampoco la ropa que después tendrían que recoger de estar regada por todo el consultorio, no importaba pues Lena se veía hermosa bajo su cuerpo y entre sus brazos. Sus pecas resaltaban un poco mas a través del resplandeciente elixir salado que le cubría el rostro. Su cabello rizado se veía un poco enmarañado pero igual era hermosa. Svetlana besó la frente de su jefa sin dejar de acariciar su cuerpo con ese cariño propio de quien entrega el alma en apenas el roce que provoca la yema de su dedo contra la piel de la persona amada.

- Gracias, Svietia. – susurró Lena al oíddo de su rubia.

- Gracias a ti, mon amour. – respondió aqquella guiñándole un ojo.

* * *

En el aeropuerto la gente iba y venía, ya nadie parecía reconocer a Lena. Supuso que sin Yulia ella era sólo otra chica bonita. Svetlana le tomó la mano y se la besó delicadamente. En las caricias de la rubia no había malicia, no había ni siquiera un deseo salvaje o puramente carnal. Ese viaje sólo buscaba unirlas más. No había preguntado nada sobre esa noche en su departamento, ni se le veían intenciones de hacerlo, igual que tampoco comentaba nada sobre lo ocurrido en el consultorio la noche anterior. La última vez que Lena había viajado en avión había sido en un jet privado que habían rentado especialmente para la banda y su staff. Esto no se parecía en nada a eso, era clase turista y un niño corría por el pasillo, pero no importaba.

- Quítate esas barreras, Elena. – see dijjo a sí misma. – Puedes confiar en ella.

- ¿Quieres maní? – preguntó Svetlana sin saber lo que pasaba por la mente de su amada.

Lena sonrió, hizo a un lado la pequeña bolsa de maní, pasó sus manos alrededor del cuello de Svetlana y la besó. Sus labios estaban salados por la botana y su boca sabía un poco a pasta de dientes y maní. La pelirroja sonrió mientras sentía las miradas caer sobre ellas y alejarse, al tiempo que el avión tomaba velocidad y ella hacía caso omiso a la azafata. Por primera vez en cuatro años se sentía libre y capaz de desafiar al mundo entero.

- Gracias, mi estrella. – susurró Lena all oído de Svetlana.

-oOo-

Continuara...